A observaciones preliminares



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3. ¿Cuáles son las razones que justifican una estructura tan libre, la forma de existencia de la Federación como comunidad sin ninguna vinculación teológico-moral y sin las ayudas exteriores relacionadas? Habíamos recordado que se ha planteado ya a menudo la siguiente pregunta: ¿Es necesaria la Federación, absolutamente hablando? Me parece que podríamos señalar cuatro razones al respecto.

a. Primera razón: la forma de existencia de Federación es diferente, en cuanto al ser, de la de Instituto, también de la de los Institutos sin comunidad de techo y mesa. Hay una ley filosófica que dice: entia non sunt multiplicanda sine necessitate (No hay que multiplicar sin necesidad las criaturas, los tipos de ser, las cosas). Es decir, no es necesario fundar algo sólo para hacer alguna cosa. Lo nuevo no debe ser «lo mismo en color verde» sino representar realmente una diferencia respecto de lo habido hasta ese momento. Pero es una verdadera y esencial diferencia el que esté en una comunidad con vínculos teológico-morales o sin esos vínculos. Como Schoenstatt ha estado orientado desde el principio hacia la libertad, o sea, como ha querido dejar abiertas a cada uno todas las posibilidades de existencia, había que contar con que se constituyeran todas las formas de existencia posibles. Es más: el Padre ha advertido incluso que en Schoenstatt se formarían celdas de ermitaños.

b. El segundo motivo de la existencia de la Federación es psicológico: el diferente sentimiento de vida de quien está en la Federación respecto del de quien está en el Instituto. Es otro sentimiento de vida el que yo no tenga superiores sino que sea totalmente libre. Precisamente esta pregunta se la planteé al Padre con el mismo énfasis con que me fue planteada. En efecto, alguien me dijo hace años: si la única diferencia entre la Federación de Mujeres y el Instituto Nuestra Señora de Schoenstatí (las Hermanas de María no entran aquí en consideración puesto que la diferencia que se da a través del hábito y la comunidad de techo y mesa es ostensible), consiste en que la Federación de Mujeres no tiene vínculos obligatorios teológico-morales, pero puede tener todo lo demás como ese Instituto (cursos), esa no es una razón suficiente para la
existencia de la Federación: la Federación no se justifica. El Padre respondió: no es así, puesto que el sentimiento de vida de quien no tiene superior es totalmente distinto del sentimiento de vida de quien lo tiene. Esta diferencia debe tener y tendrá también repercusión en el sentimiento de vida y en la vida.

c. La tercera razón es la actitud del hombre actual, que tiene una total orientación hacia la libertad y contra todo tipo de vínculo. La sensibilidad pedagógica y el respeto ante cada forma de ser propia sugieren tener en cuenta hasta donde sea posible un tal sentimiento de libertad y encontrar para el mismo una correspondiente forma de vida. Este es el caso en la Federación.

d. La cuarta razón son las circunstancias modificadas de nuestro tiempo, su tendencia de evolución, tendencia que debe repercutir también en forma decisiva en el apostolado. Hoy en día vivimos en un tiempo cambiante en medida inimaginable. Filósofos de la cultura afirman que, antes, las modificaciones de mentalidad necesitaban por lo menos una generación, o sea, más o menos treinta años. Para lo que antes se necesitaban treinta años hoy se necesitan a lo sumo diez. Con e! rápido desarrollo de la técnica y el intercambio cada vez más rápido de las opiniones, las circunstancias han cambiado por completo pasados diez años. Por eso: todos nosotros estamos obligados, también el apóstol está obligado a adecuarse siempre de nuevo en forma ininterrumpida a las modificadas circunstancias. Ya tiempo atrás había un adagio que decía: cuando la Iglesia lleva a cabo una reforma, ya es hora de hacer una nueva. Siempre llega desesperadamente tarde. Así sería también hoy en el cristiano, en el apóstol, si tuviese que preguntar antes de cada adaptación. Del apóstol se exige hoy urgentemente esta capacidad de adaptarse una y otra vez, y en forma correcta, a las cambiantes circunstancias. Pero tal capacidad presupone una amplia libertad para decidir por si mismo.

Y hay otra razón por la que el apostolado exige hoy en día una capacidad de adaptación más rápida. Vivimos en un tiempo alejado de Dios y hostil a la Iglesia. Pensemos solamente, por ejemplo, en los ámbitos en los que la fe es perseguida. Aquí, el individuo tiene que arreglárselas completamente solo. Algunos de nosotros podrán recordar el tiempo del nacionalsocialismo. En ese entonces, algunos padres acudían al sacerdote y le preguntaban: ¿puedo hacer entrar a mis hijos en la «Juventud de Hitler»? ¡Cuántas veces, la respuesta fue: deben decidirlo ustedes mismos! No enviar a los niños era peligroso. ¿Quién iba a poner esa exigencia a los padres? Los que sufrirían las consecuencias serían sobre todo los mismos padres. En virtud de tales circunstancias, el individuo debe ser educado de tal manera que él mismo pueda decidirse y decidirse correctamente a partir de una libertad generosa y de alto grado. Por eso debe haber comunidades que eduquen a sus miembros a esta capacidad de decisión, que le den esta libertad, que puedan dársela porque están vinculados al auténtico espíritu a través de su presencia viva en el seno de la comunidad.



IV. El cuarto punto de vista desde el cual queríamos ver la Federación es su forma jurídica.

1. Recordemos rápidamente qué formas jurídicas para comunidades hay en la Iglesia.

a. Por supuesto, en primer lugar estarían las Órdenes y Congregaciones. Pero no entraremos a considerarlas sino que extraeremos sólo las formas que tienen que ver con nuestra reflexión.

b. En ese ámbito están primero los Institutos Seculares. Estos están vinculados mediante un lazo que obliga en conciencia. Este vínculo puede ser un voto, un juramento o una consagración-contrato.

c. El siguiente nivel son las Confederaciones. Se trata de comunidades que no asumen ninguna obligación de conciencia pero que tienen Estatutos comunes y trascienden la diócesis particular. Sus Estatutos son reconocidos por la Iglesia, sea por el obispo, con lo cual son de derecho diocesano, o por Roma, con lo cual son de derecho papal. El derecho de conducción de estas confederaciones lo ejerce el obispo de cada una de las diócesis en las que existen. Él no puede modificar los Estatutos cuando han sido reconocidas por Roma. La meta debería ser que también nuestros Estatutos de Federación fuesen reconocidos por Roma, o sea, que lleguemos a ser de derecho papal.

d. La cuarta forma jurídica de las comunidades en el seno de la Iglesia son las Piae uniones, comunidades o asociaciones pías (en nuestro caso, la Liga). Se trata de comunidades de derecho sólo diocesano. El obispo fija las Constituciones, las aprueba y dirige la asociación. Estas asociaciones pueden unirse bajo una Central. Pero esta última no tiene ninguna atribución de conducción sino sólo la tarea de asesoría e inspiración.

2. En este punto quisiera advertir acerca de la siguiente pregunta: ¿qué derechos tiene la dirección en la Federación? ¿Qué derechos tiene sobre todo una dirección internacional, si es que llega a darse? Esta pregunta no ha sido resuelta aún, así como hay también otras preguntas abiertas en la Federación, por ejemplo la de la posición que ocupa en ella el sacerdote director.

a, En lo tocante a la estructura supra-diocesana, ya he dicho algunas cosas. Me parece que la Federación es en esencia supra-diocesana. Sus Constituciones lo son. Para nosotros es por cierto algo evidente que no haya Constituciones propias en cada diócesis.

b. Pero lo importante es sobre todo que el alma de la Federación —si se me permite expresarme de este modo— es supra-diocesana y lo seguirá siendo probablemente para siempre. Esta alma la constituyen las comunidades libres de los cursos. Hoy no he hablado todavía acerca de esta pregunta de la esencia y la relación de comunidad oficial y comunidad Libre (curso). Pero alguna vez deberíamos hacerlo extensamente. De todos modos, en la Federación de Mujeres ha quedado claramente demostrado que los cursos son el alma de la Federación. Ahora bien, si los cursos son supra-diocesanos, difícilmente pueda tener la Federación una estructura diferente. Por tanto, las Constituciones y los cursos son supra-diocesanos.

c. Pero también la meta de la Federación me parece exigir una estructura supra-diocesana. Ya hemos hablado al respecto. La pars motrix de una obra tan ramificada y orientada a la unidad de la Confederación Apostólica Universal debería ser también ella misma supra-diocesana. De todos modos, la dirección de la Federación de Mujeres lo ha sido desde el comienzo, es decir, no ha pasado a serlo en los últimos cuatro o cinco años. Así fue constituida desde su nueva fundación en los años 1948/49

d. Aquí creo tener que insertar una observación. Si la Federación de Mujeres ha podido desarrollarse de la manera en que lo ha hecho, si nosotros podemos sesionar hoy en su bella casa Haus Mariengart, este desarrollo lo debemos esencialmente al empeño puesto en forma tan buena y desinteresada por nuestras Hermanas de María. Sin ellas, la Federación no habría crecido de esta manera. Con su actitud integral frente al Padre y con su conocimiento de las leyes fundamentales, de las constantes de una vida y de un trabajo schoenstattianos, ellas construyeron la Federación. Y hasta donde puedo abarcarlo, creo poder afirmar —pero sobre esto deberemos discutir todavía en común— que esta estructura corresponde a las palabras y a la imagen rectora del Fundador y, en su esencia, reviste carácter fundamental para todas las Federaciones. En efecto, nuestro Fundador conoció este desarrollo, estuvo informado sobre el mismo, le dio libertad y le otorgó su bendición, su aprobación.

e. Digamos todavía lo siguiente acerca de la estructura supra-diocesana de la Federación: según la práctica observada hasta el ahora, la Federación no ha estado en dependencia del Presidente del Consejo Diocesano sino que se ha representado a sí misma frente al obispo. Y permítanme que agregue todavía otro comentario: el Padre dijo incluso en una oportunidad que se podía pensar sin duda que la Federación fuese Instituto Secular. Sin embargo, dijo, esto no debería darse de tal modo que la Federación abandonara su estructura actual, o sea, que incorporara vínculos teológico-morales en sus Constituciones. Según él, esto no debería suceder nunca. Pero si alguna vez la Iglesia admitiera comunidades sin vínculos teológico-morales, o sea, sin consagración-contrato, en el estado de perfección, nada obstaría para dar también ese paso. La condición sería para él que la Federación considerara necesario o deseable un paso tal con vista a su misión. La libertad de vínculos teológico-morales debe seguir siendo siempre, según el Padre, el modo de ser esencial de la Federación.

C

Después de esta visión panorámica, todavía unas breves palabras de conclusión. Me parece que lo que debería y podría caracterizarnos a todos como Federación y Federaciones, lo que por cierto nos caracteriza a todos, es un alto grado de conciencia de fundadores. En primer lugar, conciencia de fundadores como conciencia de fundación. Estamos en un tiempo de fundación y nuestra tarea es la de una generación de fundadores. Una tarea que ninguna otra generación habrá de cumplir ni podrá o deberá cumplir, una tarea de fundación para nosotros mismos, una tarea de fundación para todas las Federaciones, una tarea de fundación para el futuro. En efecto, no construimos sólo para nuestra Federación sino para la Federación del futuro, y sabemos que, en obras semejantes, el florecimiento llega sólo cien años más tarde. Para eso estamos colocando hoy las bases. Convencernos cada vez más y siempre de nuevo de esto es por cierto una de nuestras primeras y más importantes tareas. Pero, también, conciencia de fundadores como conciencia del Fundador: la conciencia de que participamos de su misión, Y esto es ciertamente lo más importante que debemos decirnos hoy y siempre. Sólo podremos cumplir nuestra tarea si poseemos una unión del mayor grado posible, una unión siempre creciente con nuestro Padre y Fundador, si nos adentramos en una dependencia siempre creciente respecto de él. una dependencia de mentalidad y una dependencia de gracias. El Padre dijo una vez hace años a un extranjero, cuando este se despedía para construir Schoenstatt en su patria: ¡no lo olvide: no es usted quien tiene la misión para su pueblo sino yo! Y nosotros, que hemos estado junto a su tumba, deberíamos oír hoy y siempre desde allí las siguientes palabras: ¡la misión para la Federación la tengo yo! Nosotros sólo participamos en su misión. Y él es el santo y el profeta. ¿Qué son los santos? ¡La forma de Cristo adecuada a! tiempo! ¿Qué nos señala nuestro Padre Fundador? El camino adecuado al tiempo para la santidad y el apostolado, el camino adecuado al tiempo para la construcción de la Iglesia en las riberas novísimas. Pero lo que debería destacarnos, justamente porque participamos de su misión y en la medida en que participamos de ella, es una profunda, indestructible conciencia de victoria. Lo que Dios ha comenzado lo llevará hasta el final. La prueba es para nosotros —justamente para nosotros como Federación— el acontecimiento y la vivencia de Hoerde. Si se ve aquello a lo que se hizo referencia esta mañana, los pequeños instrumentos de Hoerde, y si se ve lo que, a pesar de todo, se realizó a partir de aquello, entonces también nosotros tenemos derecho a tener una victoriosidad semejante. Si hacemos lo que nos compete —no es preciso que hagamos más de lo que podemos hacer, por más pobre que sea—, si procuramos no colocar impedimento alguno ni poner reserva alguna frente al obrar de Dios y de nuestro Padre Fundador, nuestra MTA, el Dios Trino y nuestro Fundador nos utilizarán como instrumentos para llevar a término la fundación y el perfeccionamiento de la obra iniciada.


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