Convención trajo consigo que, para sorpresa de muchos, al pedir con el encargo de simplificar, fundiendo en uno, menos el del Euroatom. Los Tratados que configuran la Unión, llamasen Constitución al producto de su trabajo. A la demanda generalizada de más democracia y trans- parencia en la construcci- ón de Europa, se contesta con más de lo mismo, aunque esta vez embalado el producto final con un título altisonante. Operación de distracción que, si por un lado demues- tra lo poco que los políti-- cos tienen en cuenta a los ciudadanos, por otro, impli- ca un cierto avance, al reconocer que Europa ne- cesita una Constitución de verdad. (Ignacio Sotelo) EUROPA MARCHA ATRÁS. El malentendido de la amplia- ción. Cuatro hechos mayores han confirmado el triunfo de la Europa de los Estados y que ha provocado la invo- lución seguramente irrever- sible de la Europa política: La ampliación de la UE a 25, pronto 27/30 miembros; la adopción por los Gobier- nos del proyecto de Trata- do institucional; el desarro-
llo de las últimas Eleccio-
nes al Parlamento Europeo y la designación del Presi-
dente de la Comisión han perfeccionado el proceso de transformación de una unión política, marco de la Europa de los ciudadanos, en un espacio económico, cuyos actores principales son las grandes empresas y los Estados que funcionan como un soporte jurídico-institucional.
La incorporación de los países de la Europa Central y Oriental y de los que quedan colgando en la del Sur al proceso de integraci-
ón europea era una exigen-
cia histórica, un imperativo ético-político y una necesi--
dad geoestratégica.
Lo que no era ni podía ser es lo que ha sido, pretexto permanente durante más de 10 años para las procla-
maciones oportunistas y demagógicas de solidari--
dad con esos países por parte de los Gobiernos y de los líderes políticos euro--
peos.
A los nuevos socios no se les va a regalar nada.
Les espera un penoso pro- ceso de Adaptaciones téc- nicas y presupuestarias, el difícil costo de la moderni- zación de su tejido produc-
tivo, una feroz competen-
cia, el desmantelamiento de las empresas públicas. Nadie ha preguntado a los aspirantes qué Europa que-
rían, se les ofrecía simple-
mente la posibilidad de to-
mar o dejar un paquete cerrado que era intocable.
Los nuevos ciudadanos y gobernantes ni ignoran esta realidad y han tenido primero que alistarse en la Europa Atlantista y pro-americana y pasar por el aro para entrar en la Unión Europea.
Ello explica que el 50% de los ciudadanos de éstos países se hallan quedado en casa a la hora de ratificar la ampliación y que sólo 30% de ellos hayan votado en Las Elecciones al Parlamento Europeo.
UN NAUFRAGIO ELECTORAL.
Nunca se han caracterizado los Elecciones al Parlamento Europeo por la excelencia de las capacida-
des de los candidatos, por el fer-
vor europeísta de sus campañas, ni por los elevados porcentajes de votantes.
Comenzando por las listas que los partidos han seguido utilizando como un mecanismo partidario pa-
ra resolver los problemas internos, mediante la distribución de premi-
os y castigos , con independencia de la preparación de sus candida-
tos, incluso de su interés, sueldo aparte, por el tema europeo.
El desarrollo de la campa-
ña ha sido de bochorno, no solo por la mediocridad de las intervenciones y la nula movilización ciudadana, si-
no por el carácter hermeti-
camente Nacional de sus planteamientos.
Dos acontecimientos tan
absolutamente decisivos como la ampliación y el Tratado apenas han mere-
do comentario, mientras los partidos y los Gobiernos se han dedicado a sus contiendas partidistas.
Las grandes presencias han sido las de los nacional-populistas, los euroescépticos y los eurofóbicos. sobre todo en los países de la Europa central, báltica y oriental. Han sido inexistentes o irrelevantes todas las otras variables de participación política, como hablar de cuestiones políticas, recau-
dar fondos para acciones públicas, intervenir en reuniones políticas, tomar parte en manifestaciones, ser miembros activos no funcionarizados de una organización política, exhi-
bir en su atuendo o en su vehículo un signo político, etc.
Y para rematar el descalabro se ha
elegido Presidente de la Comisión,
amenazada de muerte como im-pulsora del proceso integrador, a un conservador copromotor con Aznar.de la Carta de los Ocho, anfitrión de la reunión de las Azo-
res ¿Cabe mayor naufragio para las esperanzas europeas?.
(José Vidal-Beneyto 3 y 10 de Julio de 2004).
“La EU es un matrimonio por interés, no por amor”. “No estoy de acuerdo con la etiqueta que se me pone de euroescéptico. No creo que en Europa estemos divididos en euroescépticos y euroentusias-
tas. Prefiero dos términos diferen-
tes: eurorrealistas y euroingénuos.
Los eurorrealistas pensamos que
Europa debe ser más libre, más democrática y más eficiente.
AMBICIONES DE UN EUROPEÍS-
TA..
Lo más preocupante de la presentación mediática de la Constitución Europea es el dramatismo de su cober- tura de las catástrofes con las quieren amedrentarnos todos los partidarios del sí, si no sale adelante. Hipótesis a todas luces injustificada y peligrosa. Respecto a lo primero, porque el Tratado de Niza nos asegura un decurso institucional lento e insa-
tisfactorio pero en el ámbi-
to económico suficiciente, sobre todo con el euro, que el nuevo modelo no va modificar sustancialmente. Añadamos que no cabe excluir que si el proyecto de nuevo Tratado no prospera, la ansiedad excesiva que los medios y los políticos están promoviendo para impedir el no, pueda, por el conocido mecanismo que la profecía que busca su autocum-
plimiento, transformar en activo rechazo la indiferencia general de la ciudadanía por la construcción europea. Quizá en ningún otro texto aparece tan claramente este peligro como en el artículo de Michel Rocard en Le Monde del 22 de septiembre de 2004 . En él Rocard nos recuerda que el capitalis--
mo nos ha ganado la partida en el siglo XX; que no disponemos de un pro--
yecto alternativo creíble;
que nuestros grandes deba-
bates están dominados por la ignorancia y la hipocre--
sía, que la Europa institu-
cional se ha hecho de es--
paldas a su verdadero mo-
delo de sociedad y que “las fuerzas conservadoras han impedido la emergencia de una identidad europea y toda política extranjera de defensa común”.
Ante esta realidad, Rocard se apunta a la amenza del caos.
(José Vidal-Beneyo, 02.10.,04)
EL DEMONIO SOCIAL DE LA
CONSTITUCIÓN.
La Europa social ha sido, desde el inicio de la construcción europea, el pariente pobre.
Las directivas de contenido social han ocupado siste--
máticamente la posición de furgón de cola en los Con-
sejos de Ministros y con mucha frecuencia se han quedado esperando el pró-
mo tren.
Pero sobre todo, el primado de la opción liberal-conservadora, que fue el precio que Margaret Tatcher le hizo pagar a Jacques Delors para entrar en el juego del Acta única, se consolidó en los Tratados de Maastricht y Ámsterdam. En éste ultimo caso, con la casi unanimidad de los votos de los Gobiernos de enton-ces, que eran socialdemócratas o afines – 13 de los 15 Estados mi-
embros – imponiendo durante más de 25 años el liberal-conservadu-
rismo y la estructura socio-económica que le es propia como realidad política dominante y con-
virtiéndola en difícilmente reversi-
ble. Claro que ha habido en estos países algunos intentos de resis-
tencia. Como el Comité de Sabios promovido por la Comisión Euro-
pea, en 1996, o las iniciativas del Consejo Superior francés del Em-
pleo, las Rentas y los Costos, pero sus efectos han sido irrelevantes.
En cualquier caso, hoy todos los Gobiernos europeos se sitúan mayoritariamente en la derecha y los de la izquierda convencional son en materia económica, libera-
les, bien social liberales o bien conservadores. Para confirmar la
tendencia, el último Premio Nóbel de Economía ha sido concedido a Edward C, Prescott y Finn E, Kyd-
Land, dos brillantes representan-
tes del conservadurismo liberal de la escuela de Chicago.
En estas condiciones, contraria-
mente a lo que quieren vendernos
los propagandistas del Tratado Constitucional, ni era posible ni lo ha sido que el demonio social aso-
mase demasiado los cuernos en el proyecto que se nos propone.
Y así, más allá de las exultaciones retóricas, no hay una sola pista sobre cómo avanzar en la instala-
ción de un Gobierno econó-
mico – el sueño de Delors – susceptible de calmar los ardores del Banco Central Europeo en su defensa de la ortodoxia monetaria y del Pacto de Estabilidad, objetivos prácticamente in-
compatibles con cualquier avance social.
Al contrario, el Artículo III-80 confirma la absoluta autonomía del BCE respec-
to a todo órgano de deci-
sión ajeno a su propia es-
tructura. Ese mismo rigor, en forma de unanimidad en la decisión, se establece para la mayor parte de los temas de carácter social (Art. III-104), así como para todo lo que concierne a la fiscalidad (determinante pa
para el tema de la igual--
dad), tanto de las empre-
sas, fraude fiscal incluido /Art. III-63) como para el establecimiento de acuer-
dos entre actores sociales (Art. III-106).
El carácter de piadoso de-
seo que prevalece en todo este tema es eminente--
mente visible en la cues-
tión del empleo, donde el Tratado no va un ápice más allá de la Carta Social Eu-
ropea de Turín (18.10.61),
o de la Carta Comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los tra-
bajadores (1989).
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