Anular la ley caduca



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Anular la Ley Caduca

Índice

Anular la Ley Caduca 1


I. Bases conceptuales.


1. El derecho vigente en una sociedad dada, en un momento dado, es la expresión de las fuerzas vigentes en la misma. Digo, vigentes, ya que muchas veces no se trata exactamente de la correlación presente entre las distintas fuerzas, sino que se arrastra además un conjunto de correlaciones anteriores, las cuales continúan en vigor, por la fuerza que en la misma se asigna a la tradición.

2. Reconocer al derecho como una resultante de fuerzas nos lleva a desechar los argumentos formalistas. El derecho no extrae idealmente su validez de otras normas anteriores en una coqueta regresión hacia los orígenes. El derecho se fundamenta en que será obedecido.

3. La obediencia a la norma no depende del poder de coacción del aparato que se halla detrás de ella. Ninguna norma puede sustentarse sobre la coacción posible. De algún modo es necesario contar con la adhesión del normado. Tal adhesión sólo es posible en tanto la cultura de una cierta sociedad la predispone.

Veamos algún ejemplo. Cuando Sócrates acepta el castigo de la muerte y se niega a abandonar Atenas, actúa a partir de una cultura en la que la obediencia a la ley se halla por encima de la valoración de la propia vida. Lo mismo ocurre cuando un padre no roba los juguetes que sus hijos desean y que no puede comprar, no obstante no se halle una vida en juego, y no obstante él suela prescindir de la discusión filosófica.

La cultura ha marcado lo que está bien y lo que está mal, y los individuos cumplen con esos valores.

4. El Panóptico foucaultiano supone una visibilidad de los cuerpos desde el punto de control. La luz, el agente exterior que describe en su contraluz las siluetas, es la información, la cultura, la norma.

¿Tiene la realidad siempre tal impronta carcelaria? ¿Es la cárcel invisible usualmente? ¿O no hay tal cárcel sino una gozosa sumisión?

Quién se educa en una cierta cultura aceptará sus contenidos. El que se siente culpable por la violación del contenido de la norma es el "buen ciudadano" contra quién las normas no van dirigidas, y sin embargo es él su principal destinatario.

5. La finalidad por la que tenemos normas, la finalidad por la que las mismas son marcadas, no es la sanción al infractor. Se trata en realidad de una acción performativa que apunta a la construcción de la conducta del buen ciudadano.

6. Las normas en la sociedad de todos los tiempos escapan y van más allá del marco de las normas de derecho. Pero no es posible comprenderlas a éstas sin la atenta consideración de todo el conjunto del aparato normativo.

7. El panóptico supone una posición de control. La observación de las normas apunta una cierta finalidad. ¿Pero tal finalidad existe?. Una finalidad supone un alguien que voluntariamente la establece. Si decimos que las normas corresponden a una cierta correlación de fuerzas, de algún modo puede parecer que decimos lo contrario a asignar un contenido voluntario a las mismas.

Una resultante de fuerzas dadas existe en tanto existen aquellas fuerzas. Las fuerzas que actúan serán entonces las fuerzas vigentes en la sociedad en cuestión, fuerzas que en modo alguno son casuales. Son el resultado de grupos y de sus intereses. Son éstos grupos los que intentan fijar su voluntad sobre la marca de los acontecimientos.

Si hablo de grupos, así genéricamente, es porque a veces esta voluntas e interés corresponde a criterios de clase, pero otra a subdivisiones dentro de las misma, o incluso a alianzas entre grupos de clases diferentes.

Si hemos hallado la finalidad, cabe preguntarse por el controlador. Una vez más el control será ejercido por grupos que pueden ser objetivados, y que pueden describirse del mismo modo.

Así entre la expresión de la correlación, el análisis panóptico, la estática del problema, y entre la dinámica de la voluntad, la dialéctica del problema, no habrá oposición, sino complemento.

8. La posición del controlador en el modelo panóptico es la central. Esta concepción casa perfectamente con una sociedad en la que la división entre el control, el rol político, y la subordinación, el rol social están claramente establecidos. ¿Podemos suponer que tal estado de cosas continúa?

Soy de la opinión contraria. El advenimiento de las tecnologías de la información, se ha acompañado de una diversificación de la acción política. Los enfoques movimentalistas, el ambientalismo, las políticas de la diferencia generan espacios de participación política descentrados.

La respuesta de los intereses dominantes ha pasado por extenderse de la centralidad a la periferia. La división en sociedad política y sociedad civil se agota, en la medida que la sociedad civil es colonizada por organizaciones que generan normativa a partir de la misma. No sobre ella, sino desde ella.

Para ello la norma de máxima autoridad deja de ser el poder efectivo/represivo/económico, para ser la autoridad dimanante del conocimiento técnico. El poder de un saber que se presenta como ausente del campo político, genera un campo político difuso. El lobo no se disfraza de oveja, se hace invisible.

La total visibilidad social invisibiliza los agentes de poder, re-invisibiliza la normatividad como respuesta a la visibilización de la que había sido objeto.

Es el mismo discurso de poder el que embandera un gobierno, una ONG y una banda anarco-punk. El conocimiento, presentado como prescindente de lo político. Lo político como anatema. Todas las culpas se cargan sobre el espacio de lo político.

9. El fin de la dinámica entre el bloque soviético y el capitalismo occidental ambienta tal camuflaje. El espacio político es demonizado. Las ideologías convergen a la barbarie, se dice. Las fuerzas de derecha apelan al discurso técnico económico o de seguridad, y las fuerzas de izquierda a un discurso técnico también económico o de reconocimiento de las minorías o de reivindicación ambiental.

La discusión propiamente política, esto es, la que entiende todos esos puntos como participantes en los procesos históricos, en su mutua relación teórica y práctica, es demonizada para asegurar la hegemonía dominante.

Las Oenegés se constituyen en el mayor y más peligroso modelo de penetración imperial sobre los países de la antigua periferia.

10. Un breve apunte: la periferia deja de ser un concepto espacial. Los países centrales la tienen a domicilio. Piénsese en las revueltas de Francia a fines del 2005 o en las revueltas por las caricaturas de Mahoma en el 2006.

11. Otro breve apunte: la aldea global muestra su intencionada falacia. La interconexión es interconexión de los que pueden y tienen. Los intentos de uso contra hegemónico de la red, por valiosos que sean, apuntan no a la aldea global, sino a la interconexión de aldeas.

En cualquier caso, tales esfuerzos son aún insuficientes.

13. Una consecuencia de todo lo anterior, es que las fuerzas de izquierda y sus aliadas han sido penosamente colonizadas por las formas de pensamiento expertécnico. Muchas veces se apela a fuentes de autoridad científica para legitimar decisiones de naturaleza eminentemente política.

La mala conciencia del político es determinada por la norma que lo fija como un paria con la sociedad. La sociedad civil que ya no es tal, devuelve en su espejo deformante a la sociedad política como una sociedad excluida de legitimidad.

14. Otra consecuencia de lo anterior es que el intelectual ha perdido su organicidad de clase, y pasa a integrarse como un intelectual expertécnico. Tal estado de cosas fundamenta y prescribe el poder de los discursos técnicos en desmedro del reconocimiento de los intereses que así se invisibilizan.

La recuperación del intelectual orgánico se vuelve así una prioridad contra el vaciamiento político, que es la estrategia del Dominio.

II. Consideración del caso.

II.a. Los Antecedentes


1. La discusión actual en el Uruguay toma como uno de sus temas cardinales la Anulación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Una forma muy sencilla de argumentar a favor de tal anulación sería simplemente señalar que las fuerzas vigentes en este momento presentan una correlación que aconseja tal anulación.

Tal sencillez, peca de un laconismo excesivo. Veamos algunos elementos más para que la misma sea comprensible. Entiéndase sin embargo en todo momento que a que en última instancia se apela es a esa diferente resultante.

2. Antes de sumergirnos en la discusión de dichos elementos, sin embargo, será oportuno señalar aquellas cosas que intentaremos dejar de lado y porqué.

Por un lado no haremos uso de argumentos jurídicos. El derecho, según dijimos, es una institución que resulta de y en un cierto momento histórico. Su función es antes que nada performativa, en función de una cierta voluntad.

Entendido así, los argumentos jurídicos lo que hacen es ocultar la realidad vigente. La formalidad jurídica constituye un territorio visible que invisibiliza la realidad política que subyace y emerge.

Por otro lado no haremos consideraciones atinentes a lo justo o injusto. Ello nos llevaría al desarrollo de una discusión metafísica sobre el significado de la Justicia, que tal vez sea mejor dejar para otro momento.

3. La Ley de Caducidad –en lo sucesivo así la llamaremos para aligerar el texto–, aparece a poco de instalado el primer gobierno post-dictadura, siendo presidente Julio Sanguinetti. En ese momento tras una serie de idas y vueltas, se culmina por dictar esta norma que establece que los militares culpables desapariciones, torturas, homicidios y otras violaciones a los así llamados derechos humanos1 no serán castigados.

Si tal norma fue votada y se convirtió en Ley, fue porque en el momento las relaciones de poder eran tales que la vigencia del poder que durante los 13 años anteriores detentaron los militares estaba especialmente vigente.

Tales relaciones suponen comprender a la Dictadura no como un simple acto de desconocimiento institucional, ni como el resultado de un choque militar, sino como una situación necesaria en el desenvolvimiento histórico uruguayo.

4. Desde la década de los 60 del siglo XIX y hasta la de los 50 del siglo XX el Uruguay fue gobernado por el Partido Colorado. Durante todo ese período de tiempo, el Uruguay fue también dominado por una burguesía local –que en ocasiones se comportó como burguesía nacional–, con el indispensable soporte del poder Imperial. Primero el británico, luego el estadounidense.

Esos 90 años señalaron la plena inserción del Uruguay en una economía capitalista mundial, en un rol dependiente. Una forma bastante reveladora de pensar el capitalismo dependiente pasa por entenderlo como un capitalismo incompleto. No incompleto porque su desarrollo aún no se halla satisfecho, sino porque forma parte de un único paquete con las potencias imperiales que lo dominan.

Tal capitalismo dependiente, es el prado de una burguesía dependiente, incompleta, ella misma. Incapaz de valerse por sí sin el apoyo de sus amos. Los berrinches nacionalistas de la misma, nunca fueron más que eso.

5. El estudio de las manifestaciones económicas de ese proceso no es asunto que aquí vayamos a señalar. Lo significativo es que ese proceso se quiebra, y como correlato de la nueva modalidad de relacionamiento entre el centro y la periferia –términos bien ajustados para esa época–, se impone una reestructuración de los medios para el ejercicio del poder.

6. Aquí se impone la comprensión de que todo el proceso desde 1958 hasta el 2004 supone la voluntad imperial de aplicar un modelo de democracia de élite, cosa que según fue pasando el tiempo, se constituyó primero a través de una dictadura, y luego de una democracia, tras un período en el intermedio entre la sociedad amortiguada e hiperjerarquizada y la sociedad excluyente que resulta luego.

Digo que se impone tal comprensión, porque si consideramos sólo el interés de la burguesía local, nos quedaríamos simplemente con la voluntad de reestructurar las relaciones de dominación y explotación. Sin embargo, como dijimos previamente, la burguesía local no puede existir sin el sustento del imperio. Así, termina por hacer propio el proyecto imperial, intentando matrizarse a sí misma a imagen del mismo.

7. También tenemos que tener en cuenta que el interés imperial no radica en uno u otro país, sino cómo casos en la visión de un conjunto estratégico para sus propósitos. Esto supone una acción planificada uniformemente para la región, con adaptaciones a en la aplicación puntual para uno u otro país.

A veces, irónicamente, parece que el imperio, que sustenta buena parte de su ideología en el mito del fin de la historia, tiene más en claro que la historia es una sola, que aquellos que se le oponen. Muchas veces, la necesidad de dividir los temas para su estudio –necesidad justificada y razonable por cierto–, nos lleva a concentrarnos demasiado en los aspectos que resultan de tal análisis, perdiendo entonces la visión de conjunto.

Pero regresemos a las consideraciones sobre los acontecimientos de los quince años que suponen el fin de la hegemonía política colorada y el comienzo de una nueva etapa en la historia del Uruguay.

8. Ante el agotamiento del modelo del Uruguay antes de fines de los 50, se impone una nueva articulación de lo social, lo económico y lo político, desde la perspectiva imperial y burguesa. Ésta pasa en lo social por la sustitución de la amortiguación por la exclusión, el reemplazo del la economía proteccionista por una abierta, y el pasaje de una democracia apoyada en el clientelismo a un modelo fundado sobre el saber técnico.

El proceso de transición presenta diferentes idas y venidas, acciones decididas y titubeos, cómo suele corresponder a tales momentos de la historia. Lo cierto es que el proyecto tropieza crecientemente con dos tipos de inconvenientes: por una lado la resistencia al interior de las propias fuerzas políticas tradicionales, que se hallan apegadas al tipo de funcionamiento que justifica su existencia; por otro las fuerzas de izquierda que crecientemente se organizan y crecen.

De esta doble articulación crítica se desenvuelve la formación de los medios de lucha popular unificada, tanto la formación de la CNT, como la fundación del Frente Amplio, en una explicación cierta, aunque bastante simplificada.

9. Otro producto de esta circunstancia, es la formación de grupos orientados a la acción política a través de la acción militar. La cabal comprensión de este fenómeno debiera basarse en un estudio que incorporase los grupos de ultraderecha, al MLN-T y a los grupos políticos al interior de las Fuerzas Armadas. No estamos con esto pretendiendo establecer una identidad política entre tales actores, sino detectando una continuidad2 entre los modos de acción política por ellos elegidos, frente a los preponderantes en el resto de los actores políticos.

Sin tener mayor información de que estudios que permitan considerar esto se hallan efectuado, me afirmo a sostener algunas opiniones, que parten del supuesto de que la violencia es una realidad en toda sociedad, que no puede constituirse en categoría de análisis en sí, pero que sí resulta revelador su estudio si lo consideramos como síntoma.

La sociedad amortiguada, el Uruguay batllista encubría una sociedad atravesada por groseras manifestaciones de violencia. Éstas se muestran en la práctica no política durante el período, sino más bien en escapes como enfrentamientos deportivos, relaciones personales, etc.

Ante la crisis de ese modelo, dicha violencia halla también su expresión en actores políticos que carecen de la claridad política para comprender el corto vuelo de su visión.

Esto es especialmente importante, y volveremos sobre el punto al tratar la hipótesis de los dos demonios.

10. En el plano internacional, el calentamiento de la Guerra Fría establecía para el imperio además la necesidad de una ofensiva general en el plano político contra los comunistas. Esta es una necesidad básica en una relación de directa oposición, que transita toda la situación mundial.

En tal sentido, no es necesario que exista el crecimiento de la izquierda uruguaya, –crecimiento ambientado e impulsado por el Partido Comunista de Uruguay–, para que el imperialismo nos situase como su enemigo, y objetivo a ser aplastado.

11. Las circunstancias indican sin embargo un efectivo crecimiento de las fuerzas de izquierda hemisféricas, tanto de las que actúan políticamente cómo de aquellas que optan por una presencia a través de formas de acción violenta.

En tanto que comprendo a la historia como sujeta a procesos dialécticos que no se siguen en forma inevitable, sino que es necesaria la acción de grupos humanos para que los procesos cuajen, no puede ser vista entonces la respuesta imperial como una catástrofe natural, como la caída de un cuerpo impulsada por la gravedad, sino que debe catalogársela como una acción voluntaria y consciente.

La forma en la que tal enfrentamiento tomó un cariz regional es conocida como el Plan Cóndor.

12. Las necesidades –voluntad de volver lo contingente en necesario– de la burguesía local pasaban pues por la necesidad de pacificación, esto es la eliminación de las manifestaciones de violencia, pero también por la necesidad de cumplimiento de los planes imperiales, que no le son ajenos, y el aplastamiento de las fuerzas de izquierda.


II.b. Las Leyes


1. El estudio de la anulación de la Ley de Caducidad no puede realizarse sin considerar su ley hermana: la Ley de Estado de Guerra Interno.

Es ésta una ley votada por la derecha en el parlamento que habilita la intervención de los militares en la lucha contra la subversión (sic). La justificación para la misma pasa por señalar: a) las dificultades del Estado para controlar la acción violenta de grupos políticos; b) la tipificación de esos grupos como portadores de ideologías extranjeras.

Es clara pues la delimitación doble del proceso, la necesidad de pacificación, como medio para la instauración de un nuevo modelo local; y por otro la necesidad de cumplimiento del plan imperial, sin que el mismo se revele como tal.

Nótese que el plan imperial es en sí un plan extranjero por más que repitamos que a la burguesía local le va su existencia en su cumplimiento. El encubrimiento por tanto de su articulación como tal, a través de la sindicación de extranjería a las agrupaciones que son su objetivo a destruir pone en manifiesto que se estaba viviendo una coyuntura en la que lo nacional se articula con lo internacional en forma inextricable.

2. Las Fuerzas Armadas habían sido un activo ingrediente de la historia nacional, desde la fundación de la República hasta por lo menos el aplastamiento de las fuerzas saravistas. Su ausencia en la escena pública desde el asentamiento del Uruguay amortiguado señala más que nada las características de éste, en el que las relaciones de desigualdad habían sido establecidas con éxito por la ideología hegemónica.

Si bien sostenemos que ya desde antes había cambiado la sociedad uruguaya, es recién ahora cuando se pone en manifiesto la incapacidad del sistema democrático-clientelista para controlar la situación.

Las Fuerzas Armadas son, de algún modo, llamadas como expertos en violencia, con lo que el proceso de sustitución de la articulación política realiza un avance dramático. Pero también queda en manifiesto que la articulación con el Imperio ya no pasa por el plano político, sino por la coordinación represiva.

3. Someramente corresponde ahora decir que el accionar de las Fuerzas Armadas pasó por el enfrentamiento al que habían sido explícitamente convocadas, pero también por su acción contra todas las fuerzas de izquierda, y en especial contra el Partido Comunista.

Luego, la emprenderá contra los políticos, en un empeño por borrar el régimen anterior. Tomará el control del Estado, que comenzará a ser tratado por expertos o al menos por quiénes pretenden serlo.

Con base en la violencia sistemática, conseguirán renovar el monopolio de la violencia.

4. Del punto anterior podemos extraer algunas conclusiones. Primero, la clara articulación local/imperial optó primero por resolver la situación interna de violencia política de izquierda –preocupación principal de la burguesía local–, para luego continuar con las fuerzas de izquierda y especialmente con los comunistas –preocupación imperial. No se trata de dos proyectos independientes, sino de dos aspectos inevitablemente unidos.

En segundo lugar, el desplazamiento de los elencos políticos se hace sobre la base de afirmaciones que reclaman orden y progreso reavivando los queridos mitos positivistas. Para ello se señala como responsables de la crisis a los políticos, esto es a los agentes individuales, más allá de su identificación partidaria.

El personaje antitético del político será el técnico. La mejor persona para el mejor cargo. Que en un primero momento se ocupen por militares –amparados en la suposición de honradez y disciplina–, simplemente indica las dificultades transitorias para implementar la transformación con los elencos dirigentes anteriores.

El Uruguay amortiguado pasaba por una racionalidad en la que los dominados y explotados recibían algo a cambio de su resignación/alienación. El Uruguay excluído impone un cierto estado de cosas.

La tercera conclusión que podemos obtener es que la victoria militar, con su secuela de muerte, cárcel y exilio inaugura la exclusión como forma de resolución de los problemas sociales.

5. Hacia la primer mitad de los años 80 la Guerra Fría se hallaba en fase de enfriamiento. No significa esto su anulación, ni su inexistencia.

Pero el acercamiento entre EUN3 y China, el conflicto Irán/Iraq, la URSS enfrentada a los problemas en Afganistán, la más que ascendente vertiginosa economía japonesa y los tigres de Asia Sudoccidental, así como la Europa del Mercado Común, suponían un mundo en el que los intereses del imperio al que estamos sometidos podían resolverse de forma más relajada.

Además hemos de entender que la aparición de nuevas tecnologías había ambientado el cambio a una nueva fase del capitalismo, que bien podría llamarse el Capitalismo de la Información. Por más que era aún incipiente, los cambios en las necesidades que éste supone, y en las formas de control que permite, son parte imprescindible en la consideración de los acontecimientos políticos sobrevinientes.

6. El mantenimiento del imperio ya no reposaba en la necesidad del aplastamiento de los opositores. Ahora la penetración de los medios de comunicación, actuando como vaciadores de información, conseguía una efectividad en la reproducción del sistema totalmente aceptable para ellos. Las formas de apropiación del excedente ya no pasan principalmente por la colocación de mercaderías, sino por las transferencias financieras, y crecientemente –lo propio de la etapa que se inicia–, por los procesos relacionados con marcas, patentes y derechos de autor.

Para implementar una sociedad que se modernice –termino que en este país supo estar de moda en esos días–, las habilidades de honestidad y disciplina ya no podían ser presentadas como suficientes. Era necesario un acceso al poder de técnicos como principales agentes.

Además la capacidad de acción militar simultánea en diversas partes del mundo para las superpotencias vuelve menos necesaria su alianza con las fuerzas locales.

7. Todo esto ha de ser tenido en mente para considerar el período que se inicia, y en el que el Uruguay excluído entra en el segundo acto –¿la farsa?– de un mismo proceso que intencionalmente se muestra muchas veces más como dos etapas diferentes, que cómo un camino continuo.

8. Aquí merece la pena destacar que muy habitualmente cuando se analizan éstos temas se historia lo realizado por las fuerzas de izquierda, cosa que en el caso estamos obviando por completo. Esto responde a dos razones.

Por un lado, estamos intentando recorrer y reinterpretar el período de cara a considerar lo referente a la Anulación de la Ley de Caducidad. Tratamos de concentrarnos en lo que es relevante en ese entendido. Un estudio minucioso de todo el proceso supondría sin duda un esfuerzo que se extiende más allá de lo que aquí se intenta exponer.

Por otro, independientemente de lo valiosas que las acciones de los diferentes luchadores políticos, sociales, etcétera hallan sido, interpretamos que en todo este período no se consiguió romper la hegemonía de las clases dominantes. De ahí que tomándonos alguna libertad podríamos decir que en este período, la historia del Uruguay es la historia de la clase dominante en Uruguay.

No obstante esto no supone desconocer esas valiosas acciones, que antes señalábamos. Si no hubiese sido por ellas, no se hubiese podido avanzar en un proceso de largo aliento que ha permitido que en el presente una fuerza política que incluye a la izquierda se halle en el gobierno. Sin embargo, cuándo y cómo se produce la ruptura con la antigua continuidad, es algo que excede los propósitos de este trabajo. Aunque algo se dirá más adelante.

9. La apertura democrática supuso antes que nada un avance de los técnicos en la gestión estatal, la inclusión renovada en los procesos de dependencia imperial, y el último acto en la pacificación necesaria para cumplir con los intereses de la burguesía local.

Cómo habíamos dicho, el proyecto de pacificación se comienza con la derrota militar de los grupos de izquierda que practicaban la violencia política. Pero para exorcizar al primer demonio, la Ley de Estado de Guerra Interno había convocado al segundo demonio: las Fuerzas Armadas.

Por más que éstas no ejercían una violencia abierta a los ojos del público, la obscenidad de su violencia resultaba patente a toda la sociedad. La pacificación de la misma, la sujeción de las Fuerzas a su rol subordinado, su desaparición del primer plano en el ejercicio del poder, sólo se podía lograr pacificándolas.

10. Cómo dijimos el Uruguay posterior al 73 es el Uruguay excluído. En tal sentido la única respuesta posible para pacificar a los militares será excluirlos. Esto se halla encubierto por la persona del primer Ministro de Defensa, el General Medina.

Sin embargo, tal inclusión es una exclusión. Medina es vuelto político con ese acto. Se le excluye de su condición castrense, pero al mismo tiempo no se le integra del todo como político: constantemente se le nombra como General.

La doble exclusión priva a ese actor de las formas de incidencia previas, sin brindarles las formas de incidencia posterior. En tal momento, y ante la presión hacia el juzgamiento de los delitos cometidos por militares, Medina se comporta como cualquier excluído de un barrio marginal: con el robo.

11. Es célebre la historia de que Medina retuvo las citaciones a declarar y no las hizo llegar a sus subordinados. Poco importa en este análisis que ello fuese no cierto, fue creído como tal. La sociedad estaba dispuesta a creer que un ministro en situación de exclusión actuaba como un ladrón.

La forma de pacificar al militar será no sólo el encubrimiento de culpa, sino el señalamiento de todo militar como culpable, y su constitución en un demonio.

Es entonces cuando cobra vuelo la hipótesis de los dos demonios, así que vale la pena detenerse algo en lo anterior.

12. En general se aprecia la Ley de Caducidad por sus consecuencias de impunidad. Pero las consecuencias de la misma van más allá de esto.

El poder militar había utilizado las cárceles, la tortura y la persecución performativamente. La sociedad laica hacia necesario constituir materialmente un infierno, un espacio de temor, que ordenase negativamente la conducta. Sin embargo el rol que se asignaban no era el de demonio sino el de Dios iracundo, juzgando desde el final de los tiempos, desde el fin de la historia.

La sindicación del militar como demonio –el estudio del demonio tupamaro no será considerado en éstas líneas–, lo subordina al Dios Justiciero. El político, transustanciado en Expertécnico pasa a ocupar el centro del firmamento, y es él quién con su gracia ofrece el perdón a ambos contendientes.

La apropiación de tales figuras religiosas en una sociedad fuertemente laicizada nos habla claramente de lo importantes que son los lugares que las mismas ocupan como arquetipos en el inconsciente y como constituyentes de la cultura.

13. Sin embargo las cosas nunca son tan sencillas. Los políticos apelarán no sólo al argumento de los dos demonios, sino que insistirán con que si no se les perdona, ¿quién sabe lo que harán?.

Es cómo cuando un joven de mal aspecto sube al ómnibus para pedir dinero, y dice que lo hace para no robar, lo que lleva de suyo la admonición, dame tu dinero o te lo voy a robar.

El emplazamiento militar/excluído, unido a la progresiva radicación de la tropa en asentamientos es un tema que hasta dónde se no ha sido estudiado y reflexionado con la profundidad que merecería.

Antes de pasar al siguiente punto diré que es interesante ver como algunas de las propiedades del demonio militar son entonces pasadas en la cultura dominante al excluído social: son feos, morochos, violentos, pueden romper la calma de tu vida privándote de tus bienes y de tu salud. Y el poder político es un Dios que Juzga4, pero a la vez un Dios incapaz de mantener todo el tiempo a raya a sus demonios.

II.c. La Hermandad de las Leyes


1. Ya dijimos antes que la Ley de Estado de Guerra y la Ley de Caducidad son leyes hermanas. Ahora trataremos ese asunto.

Las dos leyes son votadas en el parlamento nacional con el apoyo no unánime, mas si suficiente de los partidos de derecha. Las dos leyes son votadas en el parlamento bajo la amenaza de que se votan o la situación se vuelve una catástrofe.

Y sobre todo, cada una supone una articulación en el proceso de pacificación. La primera se vota para derrotar a las fuerzas de izquierda, la segunda para asegurar el relevo en la conducción política, que pasa de los militares a los expertécnicos.

2. Aprovecho a incorporar un tema que me parece importante, pero no suficientemente bien enfatizado aún: la responsabilidad de los sucesos.

Sin importar quién ejecutó puntualmente tal o cuál homicidio u otro acto, la responsabilidad por su comisión no es exclusiva de los militares, sino que implica también a los políticos que planearon e implementaron ambas leyes.

En el caso de la primera, la Ley de Estado de Guerra Interno, es más clara esa responsabilidad, ya que de la misma es que termina derivando incluso el propio Golpe de Estado.

En cuánto a la Ley de Caducidad, en tanto norma negativa, parecería sólo inculpar a su constructor de consagrar la impunidad, pero en tanto afirmo esta ley apoya y desarrolla la exclusión como el espacio de violencia principal, es esta ley patrocinadora de innumerables episodios de violencia más allá de su propio contenido.

3. Una ley convoca a la acción, la otra decide no castigar acciones generadas a partir de la convocatoria de la primera. He ahí otro elemento a considerar para no dejar de ver el hilo invisibilizado en el discurso dominante.

4. Tanto en el caso de una como de otra, se trata de leyes, por tanto se trata de normas que buscan antes que nada prescribir la conducta a ser seguida. La prescripción inscrita en la norma va más allá del contenido explícito de la misma. Esto es cierto para toda ley, e incluso puede llegar a ocultar, mediante el texto expreso, la voluntad política que persigue.

En el caso de las leyes que consideramos, la voluntad política apunta a reordenar las condiciones de convivencia política, social y económica, posibilitando la conversión que hemos estado describiendo antes. La prescripción llega a más que permitir el accionar de las Fuerzas Armadas en territorio nacional, y a más que establecer la impunidad.

Toda la sociedad queda inscrita en el círculo que trazan estas dos leyes, imposibilitada de superar la situación en tanto ellas señalan una figura cerrada.

5. Para completar este punto, diremos una vez más, que se trata de leyes, y por tanto expresan una cierta correlación de fuerzas vigentes en un momento dado.

Su existencia está justificada históricamente sólo mientras tal correlación de fuerzas rige.

II.d. El fin del sueño eterno


1. La eternidad es la negación de la historia, el sueño la negación de la vigilia. La cultura dominante en el Uruguay excluído pasaba entre otras cosas por negar la historia –discurso expertécnico postpolítico– y por negar la realidad que estaba ante los ojos, a favor del ensueño estadístico –opción por una construcción ideal antes que por la realidad material.

No puede comprenderse cómo hoy se intenta retomar el curso histórico y cómo se presenta la realidad material como instancia ineludible si no comprendemos cuándo y cómo se produce el quiebre en el modelo de exclusión planteado.

2. Antes de embarcarnos en este desarrollo queremos aclarar que el modelo de exclusión aún está vigente.

No obstante la victoria de las fuerzas de izquierda a nivel electoral suponen una nueva etapa en lo gubernamental, la compenetración de diversos factores propios de la cultura hegemónica burguesa dentro de la fuerza política que ha alcanzado el gobierno hace que aún no sea posible pensar en una reversión, sino hasta que una auténtica contra hegemonía logre una victoria que modifique la autosimbolización de la sociedad.

De todos modos, ya no es lo mismo. Si bien no se ha alcanzado tal nivel de desenvolvimiento, que nos pusiese en una situación desde la que podría considerarse un horizonte revolucionario, si se ha alcanzado una situación en la que el esfuerzo contra hegemónico puede realizarse superando la mera acumulación de experiencias y pasando a la realización de acciones puntuales que apuntan no ya al debilitamiento, sino al quebrantamiento de instancias del poder establecido.

3. Los hallazgos de restos humanos de comunistas asesinados por la Dictadura se constituyen en el elemento material a partir del cuál se restituye la historia.

Pero de igual modo que no es posible que una persona que habla sea comprendida a menos que el oyente conozca el idioma en que se le habla, no es posible comprender el cambio en la trascendencia de estos hechos, con respecto a lo que poco atrás hubiese ocurrido.

4. Trazando un bosquejo apurado de la problemática referida a los crímenes de la Dictadura, y de este período de reordenamiento todo, podríamos identificar ciertos momentos que se caracterizan en tanto principalmente diferentes entre sí.

Primero, las acciones violentas de grupos paramilitares de extrema derecha.

Segundo, las acciones represivas de los gobiernos institucionales “a la antigua”

Tercero, la suspensión de las garantías, la irrupción de las Fuerzas Armadas y el Golpe de Estado

Cuarto, la represión posterior al Golpe, atacando a las fuerzas de izquierda y especialmente a los comunistas.

Quinto, el establecimiento de un estado policial, con categorías de ciudadanos, control de la prensa, y el miedo generalizado.

Sexto, el relajamiento en alguna medida de este estado de cosas, ante la necesidad de auto legitimación de los militares –plebiscito, apertura–, y el aprovechamiento de la oportunidad por las fuerzas de izquierda en concurrencia con los elencos políticos de la burguesía.

Séptimo, la instalación del gobierno democrático, la discusión de la ley de Amnistía y las reparaciones que se votaron.

Octavo, la discusión, votación y plebiscito de la ley de Caducidad.

Noveno, el largo silencio sobre el tema de los crímenes cometidos, que es antes que nada un silencio de los medios. Silencio sonoro, por cierto: se habla de ello, para decir solamente que no puede hablarse.

Décimo, la convocatorio por parte del Jorge Batlle de la Comisión para la Paz, quebrando el hábito del silencio, pero transformando el tema en una consigna en la que los expertos son los únicos con voz.

Undécimo, la reanudación de las indagaciones en el gobierno frenteamplista, hasta el hallazgo de los restos.

5. Intentemos englobar estos momentos en períodos más inclusivos.

Desde el primer al quinto punto vemos un avance constante del poder de las fuerzas de la derecha, y especialmente luego de las Fuerzas Armadas, dentro de ellas.5

Desde el sexto al noveno vemos como se produce el complemento, el giro que perfecciona el modelo impuesto.

Los dos últimos señalan la crisis del marco hegemónico y su situación actual.

Las dos leyes que explican este estado de cosas se votan en tercero y octavo momentos señalados, en la ascensión de la nueva configuración de la burguesía local y el imperio, y en la consolidación atemporal idealista.

6. Ahora vamos a considerar qué fue lo que cambió para que el último momento sea posible.

Durante la vigencia del Uruguay amortiguado los resultados electorales y la penetración general de la izquierda uruguaya era muy limitada. Es en el período de crisis 1958-1973 que se posibilita una nueva circunstancia histórica, que permite plantear y llevar adelante la unidad de la izquierda, y desarrollar una labor que supone un gran salto en la adhesión de los uruguayos.

Sin embargo, medido en términos electorales, el Frente Amplio continúa en guarismos similares en 1971, 1984 y 1989 –redondeando, pasa de un 18 a un 21%-. Será a partir de la elección de 1994 cuando el proceso de crecimiento electoral se encamine hacia la mayoría absoluta del 2004, en salto de +9, +8 y +12.

Tanto número puede llevar a engaño –recuérdese más de un ministro de economía–, así que mejor expliquemos en algo lo dicho.

7. La creación del Frente Amplio en 1971, en pleno proceso de crisis hacia la instauración del Uruguay excluído, presenta un avance electoral frente a lo que habían sido los resultados de la izquierda “dispersa” antes de esas fechas.

Luego, las cifras apenas crecen hasta 1994. Muchas veces se dice que eso ocurrió ya que en 1989 Hugo Batalla de va del Frente, creando el primero Nuevo Espacio. Pero en nuestra lectura, lo significativo es que la fuerza política de la izquierda unida, no consigue aumentar su caudal electoral.

Si la derecha necesitaba para contener a la izquierda desgajarla, por cierto lo había logrado. Y tanto que Batalla terminaría siendo el vicepresidente de Julio Sanguinetti.

8. Sin embargo a partir de 1994 comienza un proceso de crecimiento acelerado que ni aún conseguirá ser contenido con las reformas constitucionales en forma definitiva.

Sostengo que el proceso que conduce a la victoria electoral de 2004 comienza con el plebiscito sobre empresas públicas en el año 1992.

Cómo antes señalamos, el Uruguay amortiguado suponía una democracia clientelista. Esta utilizaba de las empresas públicas no sólo como un espacio para dar servicios, sino también para pagar el voto con empleos y otras ventajas.

El espacio en la cultura hegemónica que ocupaban tales empresas públicas debía estar signado por su garantía, pero al mismo tiempo por la ocultación del tipo de uso que de las mismas se hacía6. Luego, en la crisis de adaptación, se presenta un mito de la edad de oro uruguaya, que supone entre otras cosas, la entronización de las empresas públicas.

Cuando los gobiernos de los años 90 intentan privatizar, atentan no ya contra una propiedad, sino contra la percepción asentada que la sociedad tiene de sí.

De alguna manera, los gobiernos expertécnicos pasan por ello mismo a constituirse en gobiernos prescindentes políticamente de la opinión de los uruguayos. Es allí dónde hay que ir a buscar la explicación de varios fenómenos que se vivirán, especialmente el desmoronamiento de los partidos tradicionales; y también al mismo tiempo la afirmación de sectores similares dentro de la coalición de izquierda, a fin de imposibilitar con su presencia la constitución de un gobierno clasista.

Ningún gobierno puede ignorar indefinidamente la opinión de sus gobernados, y este alejamiento constante se produce precisamente porque la brecha entre gobernante y gobernado es cada vez mayor.

9. Así las cosas, el Frente Amplio pasa a ser visualizado como un espacio político en el que los mitos principales en la cultura hegemónica pueden ser proyectados.

Este es un proceso que vale la pena tener en cuenta, ya que señala al mismo tiempo la posibilidad de crecimiento, y la incorporación de elementos ideológicos conservadores.

10. Sin embargo en 1999 cuando Jorge Batlle gana las elecciones promueve la creación de una comisión que tratará expertécnicamente el tema de los crímenes en la Dictadura. ¿Porqué lo hace?

Por un lado no podemos dejar de considerar que desde 1998 el modelo impuesto en lo económico hacía agua. Las crisis internacionales, y las regionales auguraban un futuro incierto, incluso sin necesidad de catástrofes sanitarias. Si bien la entidad de la misma no era aún claro, era claro que se produciría.

Por otro lado, los partidos tradicionales eran conscientes de la constante pérdida de apoyo electoral. Jorge Batlle intentaba hacerse de una de las banderas históricas de la izquierda, resolverla de acuerdo a sus intereses y a las modalidades que le eran históricamente posibles, reafirmando así en ese campo el valor del expertécnico.

Por último en tanto las condiciones de exclusión social se hacían más duras, constituía una buena estrategia eliminar viejos problemas para tratar luego de nuclear a la sociedad integrada en oposición a la sociedad excluida. Si se aclaraba la verdad, esto consagraría la verdad de la norma que justificaba finalmente la exclusión.

11. Sin embargo no puede hacerse política en el vacío.

La crisis regional embistió contra la economía local, con el consabido efecto sobre la sociedad y la vida política. La certeza en la verdad de los técnicos, zozobró. Batlle llama a Atchugarry para ministro y todos dicen de él que es un ministro político.

12. La crisis de la confianza ciega en la Expertecnia, conlleva la crisis de la creencia en la inevitabilidad de la exclusión, y en la necesidad de revisar el rumbo económico.

Sin embargo, los mitos de la edad de oro uruguaya se hallan más que nunca vigentes, y apuntan por tanto no hacia una comprensión histórica y materialista. ¡Ni siquiera hacia una visión utopista!. La cultura dominante se vuelve en una retrotopía7.

Esta retrotopía conlleva la necesidad de avanzar en acciones políticas que atienden las necesidades de la gente, pero también de revisar, de atender al pasado.

Pero en la medida que apunta a un pasado constituido en el discurso idealista, entra en crisis al tropezarse con la realidad de las huellas materiales del pasado histórico.


III. Anular


1. Por una afortunada coincidencia de la lengua, en castellano anular, referido al anillo, y anular, hacer nulo, se escriben y pronuncian igual. Podemos por tanto utilizar la lengua par entender como la anulación de la norma, lo que rompe es un compromiso, señala el fin de una alianza.

2. Todo lo que hemos dicho anteriormente sustenta que no existe justificación a la existencia de una norma, cuando la correlación de fuerzas que expresa ya no está vigente. Y en el caso que hemos revisado, creo está bien claro la desaparición de muchos de los elementos que fundaban la misma.

La continuidad de una sociedad capitalista no es fundamento suficiente para el mantenimiento de la Ley de Caducidad. Ésta es útil a una forma histórica del capitalismo, en una precisa articulación local.

Cambiadas por tanto las condiciones, ni siquiera a los burgueses locales les sirve la intransigente defensa de la norma, por más que los compromisos asumidos los conduzcan a hacer una acalorada apología de sus beneficios.

3. Pero también entre todo lo dicho, está incluido que la historia no se constituye con prescindencia de la acción de los hombres, sino que se desenvuelve de acuerdo con sus acciones colectivas.

Así, no existe necesidad, en el sentido lógico y matemático, de que la Ley de Caducidad caiga. La necesidad de la que hablamos, es una voluntad política, que se desenvuelve en la historia, como manifestación voluntaria de una verdad.

Así sólo será posible el desenvolvimiento de esa voluntad política, si destruye los obstáculos que se le presentan.

4. El proletariado en el Uruguay ha soportado las más duras cargas durante la historia del mismo, como no podía ser de otra manera. Parte del mismo se ha organizado, en sindicatos y diversas organizaciones, entre las que destaca el Partido Comunista.

Éste a su vez a definido una estrategia de acumulación de fuerzas y de unidad de la izquierda que se ha visto coronada por la victoria electoral del 2004.

Sin embargo, llegar al gobierno ha supuesto que la retrotopía y la expertecnia ocupen un lugar destacado dentro de la fuerza de gobierno. Si tal extremo no es corregido, el desarrollo de un proyecto de Democracia Avanzada que conduzca al Socialismo se verá gravemente amenazado.

5. La retrotopía y la expertecnia se ven diversamente amenazadas por la realidad histórica que representan los hallazgos de restos humanos.

La primera ve cuestionada su caracterización de proyección al futuro de una historia mítica, en el desafío de la reconstrucción de un pasado real, que permita proyectar un futuro según un proyecto materialista.

La segunda ve cuestionada su razón de ser, ya que lo que revelan los hallazgos son dos cosas. Primero –y último en el tiempo–, el fracaso de la Comisión para la Paz, y por ende del proyecto especialista, en la tarea de enunciación de la verdad.

Segundo –y primero en el tiempo–, pone de manifiesto la obra de otros especialistas, de aquellos que en nombre del orden y el progreso, de la eliminación de la corrupción y del peligro exterior, cometieron tales crímenes.

6. Además, la anulación de la Ley de Caducidad, pone en tela de juicio por igual a su ley hermana, la Ley de Estado de Guerra Interno.

Con esto todo el conjunto proyecto de la burguesía y el imperialismo es puesto en tela de juicio.

La anulación de una norma, implica la deslegitimización de la otra, y consecuentemente, una reinscripción de la historia –historia como discurso ahora–, posibilitando la construcción de una historia contra hegemónica.

7. Tal situación tendería además a la condenación categórica de aquellos que apoyaron ambas normas.

Sería de miopía política imperdonable sólo buscar las responsabilidades militares tras la anulación de la ley: si bien los parlamentarios tienen inmunidad, los proyectos de Ley en ambos casos fueron firmados por integrantes del Poder Ejecutivo.

8. Así, la anulación de la Ley de Caducidad no sólo puede ser apoyada a partir de la discusión ética que aquí voluntariamente no hemos acometido, ni sólo a partir de los considerandos jurídicos, sino que una atenta y cuidadosa lectura histórica y política no deja sino ver las ventajas y la necesidad de avanzar haciendo real lo contingente, Anulando la Ley Caduca8.



Completado en una curiosa ironía, el 9 de Febrero de 2006, 33 años tras los comunicados del Pre-Golpe.

1 En realidad, tales derechos según los tratados internacionales incluyen cosas que nunca han estado en tela de juicio en este tema. La apelación a que se trata de crímenes de Lesa Humanidad, se establece por el andamiaje jurídico que supone –y del que dijimos prescindiríamos–, y también por el “recurso de autoridad” que supone. En lo sucesivo, intentaré no utilizar ese término.

2 La idea de “leer” los procesos históricos, los discursos políticos, etc. como series de continuidad/discontinuidad permite identificar muchas veces objetos que en su recíproca distancia describen una estructura diferente de la que solemos apreciar. Más aún, me animo a decir que tal lectura permite reconocer a la auténtica estructura de la situación, entendiendo la estructura, como la trama formal sobre la que los actores históricos se desenvuelven. El estudio de tales estructuras permite reconocer vínculos antitéticos estáticos y su relación con los procesos dialécticos.

3 EUN: Estados Unidos de Norteamérica. Llamar a “USA” de ese modo implica una “rendición” ante el inglés. La sigla traducida “EUA” implica en su A de América a países que no componen esa nación. La otra posibilidad “EEUU” puede ser tan buena para la patria de Bush como para los “Estados Unidos Mexicanos”. Toléreseme este purismo.

4 Recuérdese que era el Poder Ejecutivo quién dictamina la pertinencia de la aplicación de la ley que consideramos.

5 Repetimos lo anteriormente dicho: no estamos desconociendo avances populares de tal período, simplemente no corresponde su consideración en éste análisis.

6 Es cierto que el clientelismo se practicaba con una cierta impudicia, pero también que era uno de esos temas que no podían reconocerse en forma abierta y pública.

7 Retrotopía es un neologismo que se me ocurre oportuno, para la finalidad entrevista a partir del mito de la edad de oro uruguaya. Recuérdese que U – topía significaba “no lugar”. La Retro topía, significaría el lugar de lo que estaba atrás, implicando así un lugar que no podemos ver, pero que es constituyente de nosotros. Por otro lado, en tanto Retro también indica lo anterior, señala el lugar del tiempo pasado, de lo que fue y no es. De lo que es imposible. Así, lo que no podemos ver y nos hace, es imposible de presentarse en el futuro, a pesar de que depositemos la esperanza en ello.

8 El eslogan “Anular la Ley Caduca” es mérito no mío sino de Valentín Magnone.


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