partir de la salida el niño cambió radicalmente, dormía y comía bien, desaparecieron los llantos y ganó peso. Después de un tiempo relativamente corto y por motivos de espacio – la casa de su madre era muy pequeña – tuvieron que volverse a la suya propia. Nada más entrar por la puerta comenzó el niño de nuevo a llorar sin consuelo. Esa noche oyeron varios ruidos extraños en la habitación donde guardaban la ropa del bebe y donde solían cambiarle, y a la mañana siguiente al levantarse – no se habían levantado por la noche por miedo – encontraron otra vez toda la ropa del bebe regada por el suelo e incluso algunas prendas totalmente desgarradas. Sin saber muy bien que hacer vinieron a verme para comentarme el caso. Iniciamos la búsqueda de motivos y la verdad es que no encontrábamos explicación posible al caso, hasta que después de haberles preguntado que a quien habían comprado el piso y decirme por enésima vez que a que unos chicos jóvenes, comenzamos a investigar por la vecindad y descubrimos lo siguiente. En aquella casa había vivido una mujer que murió a una avanzada edad. Su marido había construido aquella casa ayudado por ella y por lo visto fue la primera casa decente de que habían disfrutado desde que estaban casados. En ella habían nacido también sus dos últimos hijos. A la muerte del marido, ella no consintió en salir de su querida casa. Prefirió vivir sola, y allí murió. Una vecina nos contó que en su lecho de muerte hizo prometer a uno de sus hijos que jamás venderían la casa. Permaneció cerrada durante un tiempo y después fue cedida a los nietos, que sin más la vendieron a estos amigos. Miramos lo pudiera haber quedado de la anciana en la casa y encontramos colgado de una pared del salón un cuadro de la Virgen enmarcado en madera así como algunas baratijas. Aconsejé a mis amigos que fueran a la iglesia y le contaran al párroco lo que les sucedía y que si no tenía inconveniente le llevaríamos el cuadro de la Virgen a su parroquia. Así lo hicieron. El sacerdote con el que hablaron les dijo que no había ningún inconveniente en hacerse cargo del cuadro y que si había nuevos problemas se lo dijéramos. Mis amigo ya no vivían en aquel piso, se habían trasladado a casa de la madre de él donde había más espacio, pues el niño en los últimos momentos de vivir allí había llegado a voltear los ojos dentro de las órbitas como si estuviera loco o presa de algún ataque. Una hermana de mi amiga se ofreció a recoger el cuadro y llevarlo a la iglesia. Al tomar el marco de madera entre sus manos sufrió una tremenda quemadura, tan tremenda que yo que vi sus manos posteriormente, no tenía piel en los dedos y las palmas estaban totalmente abrasadas. En el hospital se le diagnosticaron quemaduras de 2º grado. Advertido el cura de lo que había sucedido y que había sido imposible el descolgar el cuadro de la pared, pasó por la casa provisto de agua bendita y roció abundantemente todo lo que encontró a su paso. Cerró la casa con llave que entregó a los hermanos de mis amigos con la recomendación de no pasar dentro en unos días. Uno de los hermanos de mi amiga era lo que podíamos definir como un poco incrédulo, por no definirlo de una manera más rotunda, y que desde que comenzó el tema, él se había reído constantemente de sus hermanos y del todo el mundo a cuenta de las tonterías que contábamos. Buscó una explicación tonta para las quemaduras de las manos de su hermana y continuó con sus risas. La misma noche que el sacerdote regó la casa con el agua bendita, él junto con tres amiguetes más, una botella de Coca Cola de 2 litros y una botella de ron se metieron en la casa con la sana intención de pasar la noche jugando a las cartas para que viéramos todos – nos llamaba cagones – como allí no pasaba nada de lo que decíamos y menos a un tío de pelo en pecho como era él. Por el posterior relato de uno de los amigos, el hermano a partir de entonces jamás volvió a comentar el tema, cuando estaban jugando en el salón a las cartas sobre la 1 de la madrugada, oyeron en la cocina como empezaba a funcionar la lavadora, y comentaron "esos eran los ruidos que oyen, se dejan todo enchufado y sin apagar y cualquier cortocircuito hace que se ponga todo a funcionar". Cuando llegaron a la cocina, se encontraron con la lavadora en medio de la cocina, funcionando y sin enchufar a ningún lugar. Se marcharon los cuatro de la casa corriendo, sin pararse tan siquiera a cerrar las puertas, y jamás volvieron a comentar aquel tema. La casa se quedó tal cual estaba, sin volver a ser habitada ni venderse de nuevo hasta que durante la remodelación del Barrio de Entrevias fue derribada. A estos amigos después del derribo les fue concedido otro piso, donde vivieron esta vez sin problemas de ninguna especie. El relato es total y absolutamente verídico. Las personas a las que les sucedió todavía viven y nos reunimos de vez en cuando a recordar viejos tiempos.
Sergio Luna Guadalajara – México sluna@vianet.com.mx
Acerca de las piedras bola, te contaré que cerca de esta ciudad – a 2 horas – está un pueblo que se llama Ameca, cerca de él y después de 2 horas de caminar y escalar algunos cerros, llegas al sitio de las piedras bola. En él, podrás apreciar cerca de 100 pelotas de hasta 2 m de diámetro, perfectamente esféricas y de piedra caliza. Están regadas por el campo, como cualquier otro elemento del paisaje, pero nadie sabe de donde son ni como llegaron al lugar. Algunos estudiosos opinan que son restos de una erupción volcánica de mucho tiempo atrás, otros – los más imaginativos – dicen que eran "canicas de los gigantes" que otrora poblaran la zona. Lo que si es cierto es que ahí están esos entes pesados y silenciosos. Lo que sí sentí al acercarme a algunas de ellas en plan meditativo, fue una sensación vitalizante que penetraba por la yema de mis dedos a manera de componente energético. Pero eso tiene una explicación natural, dado que hay muchos puntos de la gaia llenos de poder magnético.
Scott Corrales Bradford – Estados Unidos Lornis@aol.com
No existe algo que inspire más temor en el hombre que lo desconocido. Particularmente en las tinieblas. Un empujón contra el codo en un callejón oscuro, o el roce de una figura misteriosa contra el cuerpo, produce el temor ancestral de acabar atrapado y devorado. Enrico Cannetti, "Crowds and Power"
Quizá las tierras al sur de la frontera estadounidense no hayan producido un "monstruo" regional con rasgos emblemáticos o distintivos, así como el monstruo de Loch Ness, Sasquatch, el Yeti, Ogopogo (una criatura lacustre del Canadá), o Champ (una serpiente lacustre del estado de Nueva York). Esto no significa, sin embargo, que no existen informes sobre este género de criaturas en Latinoamérica y en el Caribe. El "nagual" mexicano, un ser licantrópico, inspira aún gran temor en las áreas rurales de aquel país. En el sur de México dicho temor lo inspiran los "huamelules", siniestras criaturas que guardan cierto parecido con los gnomos, y los "ikales" de la península de Yucatán. La criatura simiesca conocida por "Bigfoot" tiene un congénere sudamericano: el "mono grande" de Venezuela y de la Amazonia brasileña, además de un género de seres parecidos sobre cuya existencia se informa en la cordillera andina de Chile. Los nombres cambian de país en país, pero la historia sigue siendo la misma: los científicos se maravillan de que no exista evidencia física, que no se descubren sitios de preda y de queda, y que algún cazador o montañés no se haya topado aún con los restos descompuestos o la osamenta de un espécimen ya muerto. El coronel Leonard Clark, infatigable explorador del Alto Amazonas, alegó que los indios de los ríos Marañón y Tambo tenían conocimiento que el diplodocus, el mayor de los dinosaurios terrestres, se encontraba vivo y coleando. Esto no debe ocasionarnos la más mínima sorpresa, puesto que existen informes sobre seres aún más perturbadores que moran en las regiones inexploradas del continente. El mapinguary se destaca entre las variedades de seres simio – humanoides por su tamaño y gran fiereza. Los indios y los "sertanistas" mestizos del Mato Grosso y del estado de Acre en el Brasil tienen numerosos relatos sobre esta criatura. Su característica principal es un gusto por arrancar las lenguas del ganado vacuno. El "hombre blanco" aún no ha tenido el privilegio de toparse con este gigante de las selvas, y no existe ningún equivalente brasileño de la célebre película de Patterson y Gimlin (que muestra a un Bigfoot en acción) para cautivar la atención del público. Hace unos sesenta años, un explorador de la selva se separó de su expedición y tuvo un encuentro cercano con un mapinguary: al ponerse el sol, el explorador se subió a un árbol luego de haber oído los rugidos de una criatura feroz (y posiblemente hambrienta). La fuente de los rugidos estaba plenamente visible en un claro adyacente. Se trataba de una silueta peluda que caminaba erguida, con un aspecto decididamente humano. Sin perder tiempo, el explorador hizo varios disparos desde su posición ventajosa, ahuyentando al ser misterioso. Al bajarse del árbol la mañana siguiente, descubrió manchas de sangre en la tierra, lo que significaba que su puntería había tenido resultado. Hasta el mismo coronel Fawcett, misteriosamente desaparecido a comienzos de este siglo en la selva, tuvo un encuentro con criaturas simiescas. Este descubrimiento tuvo lugar cerca de la frontera entre Bolivia y Brasil, a lo largo de la cordillera de Parecís, a poca distancia del río Asunción. Habiendo entrado inadvertidamente en un claro de la selva, se encontró frente a frente con un número de gigantescos seres simio – humanoides cubiertos de un denso pelambre. Para empeorar la ya delicada situación, los seres tenían arcos y flechas muy eficientes (ni Bigfoot ni los demás seres peludos han demostrado tener la capacidad de fabricar herramientas). El coronel hizo el intento de comunicarse con los seres en una variedad de dialectos locales, pero esto sólo consiguió enfurecer a las criaturas aún más. Un disparo de rifle, apuntado hacia tierra, tuvo el efecto de hacer que Fawcett y los suyos fuesen víctimas de una lluvia de flechas, pero los seres se retiraron hacia el interior del bosque. Al igual que con todos estos relatos, resulta interesante que la explotación de los recursos del Brasil no haya producido mayor contacto entre humanos y estas criaturas de las tinieblas. La culminación del proyecto BR-35, un camino troncal a través de la selva que se enlaza con la Carretera Panamericana, seguramente producirá algunas anécdotas de interés. La Argentina cuenta con su propio género de monstruo: el Ucumari, localizado en las bajas elevaciones de los Andes en la provincia de Salta (escenario de innumerable actividad ovni en los últimos 30 años). Las señas del Ucumari son muy parecidas a las de todos los seres enigmáticos: abundante pelo y extremadamente esquivo. Cada año, los leñadores y granjeros de la localidad notifican a las autoridades sobre un número de encuentros cercanos. ¿Pero qué podemos decir acerca del hecho que criaturas desconocidas para nuestros zoólogos están paseándose en nuestro mundo? Sería conveniente catalogar todos estos casos de "monstruos" como meras patrañas, o como el resultado del encuentro entre una criatura normal y un humano poco familiarizado con su existencia. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los testigos que dan parte sobre su encuentro no son citadinos que sólo han visto fotos de animales salvajes en revistas, sino guardabosques y acampadores. (Nota del autor: En lo que respecta a los citadinos, hace años tuve ocasión de presenciar un incidente jocoso que tomó lugar en un club de golf. Un jugador haciendo uso del campo de juego nivelado, de noche, para probar su pericia, emitió un grito aterrador tras de ver algo que le llenó de pavor, una criatura ondulante con ojos centellantes y rojos, que se desplazaba lentamente al borde de campo de juego. Otros jugadores acudieron al escuchar su grito, y pudieron presenciar el monstruo de ojos rojos, se trataba sencillamente de un opossum). Algunos investigadores han recalcado que en aquellos lugares donde se practica la magia, particularmente la categoría que recibe el nombre de "magia negra", existen informes de monstruos o criaturas imperfectas que merodean la región, ya sea como resultado directo o indirecto de las ceremonias. Informes que destacan seres gigantescos sin cabeza y otras criaturas indescriptibles están vinculados con la práctica de la magia. En España, los casos que envuelven seres extraños están vinculados con las áreas de Andalucía y del País Vasco con tradiciones de brujería. Aunque la ciencia oficial niega la existencia de la magia, el tipo de brujería que se practica en ciertos países no es cosa insignificante. Un relato proporcionado a este autor por una joven en Washington, DC, destaca esta situación: durante la estadía de esta señorita en el Brasil, llegó a conocer a una mujer que había cautivado la atención del brujo de una aldea. Cuando esta lo rechazó, el brujo "la hechizó". El hechizo tomó la forma de cuchillos e instrumentos afilados que salían volados de la nada en dirección de la mujer. Cortada repetidas veces por los cuchillos fantasma, la mujer huyó hacia el seno de la selva, donde los cuchillos aún tenían el poder de alcanzarle. Este juego mortífero llegó a su fin cuando los padres de la mujer sobornaron al brujo para que la dejase en paz. Mientras que algunos prefieren ridiculizar este testimonio, diciendo el ocultismo es la "válvula de escape" de los esotéricos, realmente existe muy poco que la ciencia nos pueda decir sobre estos monstruos. La gran mayoría de ellos está concentrada en zonas donde no existe suficiente comida como para alimentar criaturas de su tamaño. El Sasquatch norteamericano tendría que consumir un cargamento de zarzamoras al día para mantenerse vivo, o si es un ser omnívoro, matar animales salvajes o peces, algo que jamás se le ha conocido. Sin miedo a su tamaño o fiereza, las tribus locales más "avanzadas" ya hubiesen exterminado a los gigantes encontrados por Fawcett y su grupo. La "irrealidad" de los monstruos, y el vínculo con los ovnis que comparten algunos de ellos, se pone de manifiesto en casi cualquier informe o fotografía borrosa. El ya fallecido Ted Holiday, autor de The Goblin Universe (El Universo Fantasma), presentó en este excelentísimo libro un número de razones por las cuales un ser de carne y hueso sería incapaz de existir en Loch Ness, dado que el mero hecho de la existencia de tal criatura causaría una disrupción total del ecosistema perfectamente equilibrado que existe en el lago. Holiday estuvo presente cuando el Rev. Donald Omand llevó a cabo un exorcismo del lago Ness para desvanecer a "Nessie" al plano astral. El exorcismo pareció tener éxito inicialmente, aunque a la postre se sucedieron incidentes que a la larga acarearían la muerte de Holiday. El Reverendo Omand también realizó el exorcismo de cierto fiordo noruego que estaba plagado por una serpiente de mar parecida a "Nessie". Por más chocante que sea a los hombres de ciencia, el método de Omand tuvo éxito. Pero volvamos a los seres peludos. La teoría de la conexión compartida entre estos y el fenómeno ovni surgió a raíz de un número de avistamientos acaecidos en los EE.UU. durante los años '70. Repentinamente, el Sasquatch, habitante de los bosques del noroeste americano, estaba siendo visto desde los bosques de Pennsylvania hasta los suburbios de Hialeah, en la Florida. Los investigadores sacaron a la luz la existencia de tradiciones locales que hablaban de "monstruos": la Florida tenía su Sandman, o "Skunk Ape" (Mono Zorrilla); existía "Momo" en Illinois, y los habitantes de Ligonier, PA, que no tenían un nombre en especial para el suyo, habían acumulado un historial de avistamientos al paso de los años. También se supo que los seres peludos habían merodeado el desierto de Mojave, acechando las instalaciones militares del gobierno estadounidense. Bigfoot estaba por doquier, hasta en la televisión: un episodio altamente exitoso de la serie El Hombre Nuclear enfrentó al hombre biónico, Steve Austin, contra Bigfoot, quien resultó ser un robot controlado por extraterrestres benévolos oriundos de una estrella cercana. El próximo subgénero de criaturas vinculadas al fenómeno ovni lo es la variedad alada. La mitología de cada cultura en el mundo tiene una tradición especial para los seres alados desde la antigüedad remota, y nuestra propia mitología ha añadido más seres aún al panteón bajo la forma de Mothman, el pterodáctilo de Brownsville, y otros enigmas alados. Mothman (tema de un estudio concienzudo realizado por el insigne investigador John A. Keel) fue un evento paralelo al macroavistamiento de ovnis que tomó lugar en los EE.UU. durante 1967 – 1969. Jamás se obtuvieron fotografías de esta criatura, pero se realizaron un gran número de bocetos, fundamentados en las descripciones de los testigos, que indicaban que su aspecto distaba mucho de ser placentero. La criatura espantaba un depósito de municiones abandonado cerca de la comunidad de Point Pleasant, Virginia Occidental, en las riberas del río Ohio. Entre la docena de testigos que lo vieron se encontraban dos parejas de adolescentes que lo vieron mientras que habían estacionado su auto en el viejo depósito de municiones. La criatura les persiguió mientras que trataban de huir del sitio, volando sobre su auto y ajustándose a la velocidad sin problema alguno. En 1975, se desataron los avistamientos del célebre "Big Bird" en Brownsville, Texas (curiosamente, se practica una variedad de cultos mágicos en la región, cosa que se ajustaría a la teoría postulada inicialmente. Los horrendos asesinatos presentados en The Matamoros Cult Killings, obra de Jim Schultze, fueron cometidos en esta región). El testigo clave en este caso sintió cómo las garras de la criatura le arrancaban la camisa de la espalda, dejándole surcos sangrientos. El desafortunado se llamaba Armand Grimaldo, un joven de la población de Raymondville, TX. Según su relato, la criatura tenía "el tamaño de un hombre, pero con la cara de un mono en vez de la de un pájaro, y alas de envergadura descomunal." De regreso a su casa una noche, escuchó un grito agudo y una figura le arrojó al suelo. Incorporándose, consiguió echarle un buen vistazo a la criatura justo cuando escuchó a su esposa gritar desde el interior de la casa. El grito hizo que la criatura se alejase volando o corriendo. Los médicos en un hospital de la localidad curaron las largas heridas de Grimaldo, que parecían haber sido hechas por las espuelas de un colosal gallo de pelea. Los espacios entre cada herida dieron pie a esta conclusión, respaldada por ornitólogos locales. Esta criatura alada pudo o no haber sido la misma con la cual se encontró un residente de un parque de casas – caravana. Un tal Alverico Guajardo escuchó sonidos provenientes del patio de su lote y salió a investigar, no antes de haber procurado una macana. Se enfrentó cara a cara con un ser de alas de murciélago, de cuatro pies de alto, con un rostro simiesco. Después mirar fijamente al ente quimérico, Guajardo sintió un poco de temor y entró nuevamente en la casa – caravana, optando por llamar a la policía. Cuando llegaron estos, no quedaba rastro de la criatura. En resumen, estos casos constituyen una fracción de los casos recopilados sobre seres enigmáticos. Algunos de ellos han sido vistos justo cuando salen del interior de ovnis, mientras que otros han sido vistos volando lentamente sobre los suburbios del medio oeste americano, o sobre las bases estadounidenses durante la guerra de Vietnam. Algunos informes se remontan a la antigüedad clásica y parecen no tener fin. Los defensores de la tesis extraterrestre alegan que tienen un origen interplanetario, los creyentes en otras dimensiones piensan que su origen se basa en la intersección accidental de nuestro plano de existencia con otro, mientras que los demonólogos... bueno, ya sabemos lo que creen.
CONTACTO BOLETIN MENSUAL DE FENOMENOS EXTRAÑOS Nº 7 – Marzo de 1999
Editado por Jessica Vanesa Parmigiano y Carlos Alberto Iurchuk jesso@datamarkets.com.ar iurchuk@netverk.com.ar
Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y a los editores del boletín.
Jorge Pablo Calvo La Plata – Argentina jorge@bayta.com
(Extracción del libro: "El Retorno de los brujos", de Louis Pauwels y Jacques Bergier, Biblioteca Fundamental Año Cero, Editorial Americana Ibérica S.A. (España) 1994.) Historia de un gran matemático en estado salvaje.
Historia del más asombroso de los clarividentes.
Historia de un sabio en 1750.
1. Ramanuján
Un día, a principios del año 1887, un brahmán de la provincia de Madrás se dirige al templo de la diosa Namagiri. El brahmán ha casado a su hija hace ya muchos meses, y el hogar de los esposos es estéril. ¡Que la diosa Namagiri les dé la fecundidad! Namagiri escucha la plegaria. El 22 de diciembre nace un niño, al que se pone el nombre de Srinivasa Ramanuján Alyangar. La víspera se había aparecido la diosa a la madre, para anunciarle que su hijo sería extraordinario. A los cinco años, ingresa en la escuela. Desde el primer momento, su inteligencia asombra a todos. Parece saber ya lo que le enseñan. Se le concede una beca para el liceo de Kumbakonán, donde es la admiración de sus condiscípulos y profesores. Tiene quince años. Uno de sus amigos hace que la biblioteca local le preste una obra titulada: A Synopsis of Elementary Results in Pure and Applied Mathematics. Esta obra publicada en dos volúmenes, es un recordatorio redactado por George Schoobridge, profesor de Cambridge. Contiene resúmenes y enunciados sin demostración de unos 6.000 teoremas. El efecto que produce en el espíritu del joven hindú es fantástico. El cerebro de Ramanuján se pone bruscamente a funcionar de un modo totalmente incomprensible para nosotros. Demuestra todas las fórmulas. Después de haber agotado la geometría, ataca el álgebra. Ramanuján contará más tarde que la diosa Namagiri se le había aparecido para explicarle los cálculos más difíciles. A los dieciséis años, fracasa en los exámenes, porque su inglés sigue siendo defectuoso y le es retirada la beca. Prosigue solo sin documentos, sus investigaciones matemáticas. Por lo pronto, adquiere todos los conocimientos alcanzados en este terreno hasta 1880. Ya puede prescindir de la obra del profesor Shoobridge. Y aún va más allá. Por sí solo, acaba de reproducir para rebasarlo después, todo el esfuerzo matemático de la civilización, partiendo de un recordatorio, por lo demás incompleto. La historia del pensamiento humano no conoce otro ejemplo semejante. El propio Galois no había trabajado solo. Estudió en la «Escuela Politécnica», que era en su época el mejor centro matemático del mundo. Podía consultar millares de obras. Estaba en contacto con sabios de primer orden. En ninguna ocasión se ha elevado tanto el espíritu humano con tan poco apoyo. En 1909, después de años de trabajo solitario y de miseria, Ramanuján se casa. Busca un empleo. Le recomiendan a un preceptor local, Ramachandra Rao, ilustre enamorado de las matemáticas. Éste nos ha dejado el relato de su encuentro. «Un hombrecillo desaseado, sin afeitar con unos ojos como jamás he visto otros, entró en mi cuarto, con una gastada libreta de notas bajo el brazo. Me habló de descubrimientos maravillosos que rebasaban infinitamente mi saber. Le pregunté qué podía hacer por él. Me dijo que sólo quería lo justo para comer, a fin de poder proseguir sus investigaciones». Ramachandra Rao le pasa una pequeña pensión. Pero Ramanuján es demasiado orgulloso. Por fin le encuentra un empleo: un puesto mediocre de contable en el puerto de Madrás. En 1913, le convencen de que entable correspondencia con el gran matemático inglés G. H. Hardy, a la sazón profesor de Cambridge. Le escribe y le envía por el mismo correo ciento veinte teoremas de geometría que acaba de demostrar. Hardy debía escribir sobre ello: «Estas notas podían haber sido escritas únicamente por un matemático del mayor calibre. Ningún ladrón de ideas, ningún farsante, por genial que fuese, podía haber captado abstracciones tan elevadas». Propone inmediatamente a Ramanuján que se traslade a Cambridge. Pero su madre se opone, por motivos religiosos. De nuevo la diosa Namagiri se encarga de resolver la dificultad. Se aparece a la vieja dama para convencerla de que su hijo puede ir a Europa sin peligro para su alma, y le muestra, en sueños, a Ramanuján sentado en el gran anfiteatro de Cambridge entre ingleses que le admiran. A finales del año 1913, se embarca el hindú. Trabajará durante cinco años e imprimirá un avance prodigioso a las matemáticas. Es elegido miembro de la Sociedad Real de Ciencias y nombrado profesor de Cambridge, en el colegio de la Trinidad. En 1918, cae enfermo. Tuberculosis. Regresa a la India, para morir allí, a los treinta y dos años. Dejó un recuerdo extraordinario en todos cuantos le conocieron. Sólo vivía para los números. Hardy fue a visitarle al hospital y le dijo que había tomado un taxi. Ramanuján le preguntó el número del coche: 1.729. «¡Qué hermoso número! —exclamó—. ¡Es el más pequeño que es dos veces la suma de dos cubos!» En efecto, 1.729 es igual a 10 elevado al cubo más 9 elevado al cubo, y es también igual a 12 elevado al cubo más uno elevado al cubo. Hardy necesitó seis meses para demostrarlo, y el mismo problema no ha sido aún resuelto para la cuarta potencia. La historia de Ramanuján es increíble para cualquiera. Y, sin embargo, es rigurosamente cierta. No es posible expresar en términos sencillos la naturaleza de los descubrimientos de Ramanuján. Versan sobre los misterios más abstractos de la noción del número, y particularmente de los «números primos». Poco se sabe de lo que, fuera de las matemáticas, despertaba el interés de Ramanuján. Se preocupaba poco de arte y de literatura. Pero le apasionaba todo lo extraño. En Cambridge se había montado una pequeña biblioteca y un fichero sobre toda suerte de fenómenos desconcertantes para la razón.
2. Cayce
Edgard Cayce murió el 5 de enero de 1945, llevándose un secreto que ni él mismo había podido penetrar y que le asustó toda la vida. La «Fundación Edgar Cayce», de Virginia Beach, que cuenta con médicos y con psicólogos, prosigue el análisis de los legajos. Desde 1958, los estudios sobre la clarividencia gozan en América de créditos importantes. Es que se piensa en los servicios que podrían prestar, en el terreno militar, los hombres aptos para la telepatía y la precognición. Entre todos los casos de clarividencia, el de Cayce es el más puro, el más evidente y el más extraordinario. El pequeño Edgar Cayce estaba muy enfermo. El médico rural estaba a la cabecera de su lecho. No había manera de sacar al muchacho de su estado de coma. De pronto, bruscamente, sonó la voz de Edgar, clara y tranquila. Y, sin embargo, dormía. «Le diré lo que tengo. He recibido un golpe en la columna vertebral con una pelota de béisbol. Hay que hacer una cataplasma especial y aplicármela en la base del cuello». Con la misma voz, el chiquillo dictó la lista de plantas que había que mezclar y preparar. «De prisa, pues el cerebro está en peligro de ser alcanzado». Por si acaso, le obedecieron. Por la noche, había cedido la fiebre. Al día siguiente, Edgar se levantó, fresco como una lechuga. No se acordaba de nada. Ignoraba la mayoría de las plantas que había mencionado. Así comenzaba una de las historias más asombrosas de la medicina. Cayce, campesino de Kentucky, completamente ignorante, poco inclinado a usar su don, y que se lamentaba sin cesar de no ser «como todo el mundo», cuidará y curará, en estado de sueño hipnótico, a más de quince mil enfermos, debidamente homologados. Obrero agrícola en la granja de uno de sus tíos, después dependiente de una librería de Hopkinsville y por último dueño de una tiendecita de fotografía donde se propone pasar tranquilamente sus días, hace de taumaturgo contra su voluntad. Su amigo de la infancia, Al Layne, y su novia, Gertrudis, unirán sus fuerzas para obligarle. Y no por ambición, sino porque no tiene derecho a guardarse su poder, a negarse a ayudar a los afligidos. A1 Layne es un tipo enfermizo, siempre está malo. Se arrastra. Cayce consiente en dormirse: describe los males y dicta los remedios. Cuando se despierta exclama: «Esto no es posible; no conozco la mitad de las palabras que has anotado. ¡No tomes esas drogas, es peligroso! No comprendo nada. ¡Todo esto es cosa de magia!» Se niega a volver a ver a Al y se encierra en su gabinete de fotografía. Ocho días más tarde, Al llama a su puerta: jamás se ha encontrado tan bien. La pequeña ciudad se conmueve; todos quieren consultarle. «No voy a ponerme a curar a la gente porque hablo en sueños». Acaba por aceptar, con la condición de no ver a los pacientes, por miedo de que, al conocerlos, su juicio se vea influido; con la condición de que algún médico asista a las sesiones; con la condición de no cobrar un céntimo y no recibir siquiera el menor regalo. Los diagnósticos y las prescripciones formulados en estado hipnótico son de una precisión y sutileza tales, que los médicos están convencidos de que se trata de un colega disfrazado de curandero. Limita sus sesiones a dos por día. No es que tema la fatiga, pues sale de sus sueños muy descansado. Es que quiere seguir siendo fotógrafo. No trata en absoluto de adquirir conocimientos médicos. No lee nada, continúa siendo el hijo de unos campesinos, provisto de un vago certificado de estudios. Y se rebela contra su extraña facultad. Pero, en cuanto decide dejar de emplearla, se queda afónico. Un magnate de los ferrocarriles americanos, James Andrews, acude a consultarle. Le prescribe en estado de hipnosis, una serie de drogas y, entre ellas, cierta agua de orvale. No hay manera de encontrar este remedio. Andrews hace publicar anuncios en las revistas médicas, sin resultado. En el curso de otra sesión, Cayce dicta la composición de aquel agua, extremadamente complicada. Después, Andrews recibe una respuesta de un joven médico parisiense: el padre de este francés, que también era médico, había elaborado el agua de orvale, pero había dejado de explotarla hacía cincuenta años. La composición era idéntica a la «soñada» por el modesto fotógrafo. El secretario local del «Sindicato de Médicos» se apasiona por el caso Cayce. Convoca un comité de tres miembros, que asiste a todas las sesiones estupefacto. El «Sindicato General Americano» reconoce las facultades de Cayce y le autoriza oficialmente a realizar «consultas psíquicas». Cayce se ha casado. Tiene un hijo de ocho años, Hugh Lynn. El niño, jugando con unas cerillas, provoca la explosión de un depósito de magnesio. Los médicos pronostican la ceguera total en plazo breve y recomiendan la ablación de un ojo. Aterrorizado, Cayce se sume en uno de sus sueños. En estado hipnótico, se pronuncia contra la ablación y prescribe quince días de aplicación de compresas de ácido tánico. Según los especialistas es una locura. Y Cayce, presa de los mayores tormentos, apenas se atreve a desoír sus consejos. Al cabo de quince días, Hugh Lynn está curado. Un día, después de una consulta, sigue dormido y dicta, una tras otra, cuatro recetas muy precisas. No se sabe a quién pueden referirse, y es que han sido formuladas por anticipado para los cuatro próximos enfermos. En el curso de una sesión, prescribe un medicamento al que llama «Codirón» y da la dirección de un laboratorio de Chicago. Llaman por teléfono. «¿Cómo pueden haber oído hablar del "Codirón"? Todavía no ha sido puesto a la venta. Precisamente acabamos de realizar la fórmula y de ponerle el nombre». Cayce, aquejado de una enfermedad incurable que sólo él conocía, muere el día y a la hora que había anunciado: «El cinco por la noche, estaré definitivamente curado». Curado del mal de ser «algo distinto». Interrogado durante su sueño sobre su manera de proceder, había declarado (sin acordarse de nada al despertar, como de costumbre) que se hallaba en condiciones de ponerse en contacto con cualquier cerebro humano viviente y de utilizar las informaciones contenidas en aquel o en aquellos cerebros para dar el diagnóstico y el tratamiento de los casos que se le presentaban. Era tal vez una inteligencia diferente la que entonces se animaba en Cayce, y que utilizaba todos los conocimientos de la Humanidad, como se utiliza una biblioteca. pero casi instantáneamente, o al menos a la velocidad de la luz o de la electromagnética. Pero nada nos permite explicar el caso de Edgar Cayce, de esta manera o de otra. Lo único que se sabe cierto es que un fotógrafo de pueblo, sin curiosidad ni cultura, podía ponerse, a voluntad, en un estado en que su espíritu funcionaba como el de un médico genial, o mejor, como todos los espíritus de todos los médicos juntos.
3. Boscovich
Un tema de ciencia ficción: si los relativistas están en lo cierto, si vivimos en un Universo de cuatro dimensiones, y si fuésemos capaces de darnos cuenta de ello, lo que llamamos sentido común saltaría hecho pedazos. Los autores de obras de anticipación se esfuerzan en pensar en términos de espacio tiempo. Iguales esfuerzos hacen los físico – matemáticos, en un plano de investigación más puro y con un lenguaje teórico. Pero el hombre, ¿es capaz de pensar en cuatro dimensiones? Para ello necesitaría estructuras mentales diferentes. ¿Estarán reservadas estas estructuras al hombre de después del hombre, al ser de la próxima mutación? Y este hombre de después del hombre, ¿está ya entre nosotros? Los novelistas de lo imaginario así lo han afirmado. Pero ni Van Vogt, en su hermoso libro fantástico sobre los Slans, ni Sturgeon en su descripción de los Más que humanos, se han atrevido a imaginar un personaje tan fabuloso como Roger Boscovich. ¿Ser mutante? ¿Viajero del Tiempo? ¿Extraterrestre disfrazado con la apariencia del serbio misterioso? Boscovich nació en 1711, en Dubrovnik: al menos esto fue lo que declaró, cuando tenía catorce años, al matricularse como alumno libre en el colegio de los jesuitas de Roma. Allí estudió matemáticas, astronomía y teología. En 1728, al terminar su noviciado, ingresa en la Orden de los jesuitas. En 1736, publicó una comunicación sobre las manchas solares. En 1740, enseña matemáticas en el Collegium Romanum, y después es nombrado consejero científico del Papado. Crea un observatorio, inicia la desecación de las ciénagas pontinas, repara la cúpula de San Pedro, mide el meridiano entre Roma y Rímini, sobre dos grados de latitud. Después explora diversas regiones de Europa y de Asia y realiza excavaciones en los mismos lugares en que más tarde, Schliemann descubrirá Troya. En 26 de junio de 1760 es nombrado miembro de la Real Sociedad de Inglaterra, y en tal ocasión publica un largo poema en latín sobre las apariencias visibles del Sol y de la Luna, del que dicen sus contemporáneos: «Es Newton con el verbo de Virgilio». Le reciben los más grandes eruditos de la época y sostiene una importante correspondencia con el doctor Johnson y con Voltaire en particular. En 1763 le ofrecen la nacionalidad francesa. Asume la dirección del departamento de instrumentos de óptica de la Marina Real, en París, donde vivirá hasta 1783. Lalande le considera el más grande sabio de su tiempo. D'Alembert y Laplace se asustan de sus ideas avanzadas. En 1785 se retira a Bassano y se consagra a la impresión de sus obras completas. Muere en Milán en 1787. Muy recientemente, a impulsos del Gobierno yugoslavo, se ha vuelto a examinar la obra de Boscovich, y principalmente su Teoría de la Jilosofia natural (1), editada en Viena, en 1758. La sorpresa ha sido mayúscula. Allan Lidsay Mackay, al comentar esta obra en un artículo del New Scientist, del 6 de marzo de 1958, estima que se trata de un espíritu del siglo XX que se vio obligado a vivir y a trabajar en el XVIII. Por lo visto, Boscovich se había anticipado no sólo a la ciencia de su tiempo, sino también a nuestra propia ciencia. Proponía una teoría unitaria del Universo, una ecuación general y única que rige la mecánica, la física, la química, la biología e incluso la psicología. Según su teoría, la materia, el espacio y el tiempo no son divisibles hasta el infinito, sino que están compuestos de puntos: de granos. Esto recuerda los recientes trabajos de Jean Charon y de Heisenberg, a los que Boscovich parece superar. Logra dar cuenta tanto de la luz como del magnetismo, de la electricidad y de todos los fenómenos de la química, conocidos en su tiempo, descubiertos después o por descubrir. En él encontramos los quanta, la mecánica ondulatoria, el átomo constituido por nucleones. El historiador de la ciencia L. L. Whyte asegura que Boscovich lleva al menos doscientos años de adelanto a su época, y que no se le podrá comprender realmente hasta que al fin se logre realizar la unión de la relatividad y la física de los quanta. Se calcula que en 1987, al celebrarse el segundo centenario de su muerte, su obra será probablemente apreciada en su justo valor. Todavía no se ha pretendido dar ninguna explicación de este caso prodigioso. Actualmente circulan dos ediciones completas de sus obras, una en serbio y otra en inglés. En la correspondencia ya publicada (colección Bestenmann) entre Bascovich y Voltaire, encontramos, entre otras ideas modernas: La creación de un año geofísico internacional.
La transmisión del paludismo por los mosquitos.
Las aplicaciones posibles del caucho (idea puesta en práctica por La Condamine, jesuita amigo de Boscovich).
La existencia de planetas alrededor de estrellas distintas a nuestro Sol.
La imposibilidad de localizar el psiquis en una región determinada del cuerpo.
La conservación del «grano de cantidad» de movimiento en el mundo: es la constante de Planck, anunciada en 1958.
Boscovich atribuye una importancia considerable a la alquimia y da traducciones claras y científicas del lenguaje alquimista. Para él, por ejemplo, los cuatro elementos, Tierra, Agua, Fuego y Aire sólo se distinguen por la disposición particular de las partículas sin masa ni peso que los constituyen, lo que coincide con la investigación de vanguardia sobre la ecuación universal. Otra cosa no menos alucinante de Boscovich es su estudio sobre los accidentes de la Naturaleza. En él encontramos ya la mecánica estadística del sabio americano Willard Gibbs, propuesta a finales del siglo XIX y no admitida hasta el XX. También descubrimos una explicación moderna de la radiactividad (perfectamente desconocida en el siglo XVIII) por una serie de excepciones a las leyes naturales: lo que nosotros llamamos «penetraciones estadísticas en las barreras de potencial».
Sebastián Jarré Buenos Aires – Argentina xrn@hotmail.com
Charles Fort, durante años se dedicó obstinadamente a reunir miles de datos donde cuenta de extrañas lluvias caídas en distintos sitios del planeta. Consiguió reunir más de 60 mil notas – todas extraídas de revistas y diarios muy renombrados – que daban cuenta de esas raras lluvias. En el archivo de Fort hay comprobadas lluvias de peces sobre Londres y otras ciudades, lluvias rojas, negras y amarillas, lluvia de ranas caída de enormes bloques de hielo (¡algunos del tamaño de un elefante!), lluvias de carne, de trozos de algodón, de lodo, de arena, y también de... sangre. En el año 1800, en Seringapatam, en la India, se registraron (según la revista Nature del 1° de noviembre, anota Fort) una sucesión de lluvias de granizo. Durante una de ellas se encontraron dos piezas de hielo que tenían el tamaño de un elefante pequeño. Ese mismo año, informes del instituto Smithsoniano revelan que en los EE.UU cayeron piedras de hielo de 2 y 3 kg. de peso.
El 27 de febrero de 1877 en Penchloch, Alemania, cayó una espesa lluvia amarilla, color oro, cuya materia tenía 3 formas distintas: semejaban una flecha, un grano de café y un disco. No se encontraron trazas de polen y la sustancia despedía un fuerte olor animal. El análisis químico reveló la presencia de nitrógeno y amoníaco. Charles Fort – en su obra "El libro de los condenados" al hablar de esta lluvia – dice: "Tal vez fueran símbolos jeroglíficos de alguien que intentaba decirnos algo".
El 14 de febrero de 1870, cayó en Génova, Italia según el profesor Beccardo, director del instituto Genovés de Física, citado por Fort, una sustancia amarilla que cubrió las calles, al punto de que era difícil caminar. Según se estimó, la cantidad de esta materia amarilla que cubrió Génova era de aproximadamente 100 mil toneladas.
El 30 de abril de 1887 se produjo una lluvia densa, ardiente, negra y pestilente. El mismo fenómeno se repitió el 9 de octubre de 1907 y el 2 de marzo de 1908. La "explicación" fue que se trataba de polvo de carbón que habría flotado en el aire desde las minas de Gales. Pero una lluvia similar se registró el 20 de enero de 1911 en Suiza y otra en el cabo de Buena Esperanza, el 5 de febrero de 1912. Según el reverendo James Rust una lluvia negra cayó en Slains, Escocia, el 14 de enero. Otra en Carluke, a 250 km. de Slains, el 1 de mayo. Y otros dos en este sitio el 20 de mayo de 1862 y el 21 de octubre de 1863. El informe químico identificó esta sustancia no como un producto volcánico o ceniza, sino como escoria de fundición. "Resulta imposible – dice Fort – imaginar que un producto artificial como es la escoria de hierro haya podido caer en tan grandes cantidades y en sitios tan distintos". Y agrega un dato sorprendente: El 9 de noviembre de 1819 cayó una lluvia negra de escoria de metal sobre una vasta zona de Canadá. Esta lluvia fue acompañada de una sacudida sísmica y de una intensa oscuridad aunque era pleno día.
No sólo caen – según Fort – diversos colores desde el cielo. En ciertos momentos de la historia, y en los más variados lugares, se produjo la precipitación de sustancias realmente increíbles. El 13 de agosto de 1819 en la ciudad de Amherst, en Massachusetts, un objeto misterioso, recubierto de una pelusilla como la que se encuentra en la fábrica de paños, se abatió contra el suelo. Separada la pelusa apareció una sustancia pulposa de color amarillento que despidiendo un olor muy nauseabundo, se volvió de color rojo vivo por el simple contacto con el aire.
En Londres, la tarde del 5 de mayo de 1848, cayó una lluvia extrañísima. Traducida textualmente la nota de Charles Fort dice la siguiente: "A las 5 de la tarde el cielo estaba apacible sobre la ciudad de Londres. De pronto sin previo aviso, comenzó a soplar un fuerte vendaval que hizo volar a toldos y sombreros. El sol se apagó y una oscuridad densa se desplomó sobre la ciudad. Apenas se podía ver a dos pasos. A partir de ese momento comenzó a caer desde la alto un copioso chubasco de agua y peces. Durante casi 1 hora cayeron miles y miles de pequeños peces de una 15 cm de largo, de color plateado y grandes aletas. Examinados por los expertos no pudieron ser reconocidos. Se enviaron muestras a todas las Universidades de Inglaterra y ninguna pudo decir de que especie eran esos peces. Finalmente, una comunicación llegada desde el Cairo y firmada por el decano de la facultad de ciencias naturales de esa ciudad informó que esos peces correspondían a una especie de agua dulce que prolifera en el mar de Galilea. No se pudo explicar cómo habían caído sobre Londres esos peces que los palestinos llaman Pez de San Pedro".
En agosto de 1894 , miles de medusas , grandes como un chelín , fueron señaladas sobre la ciudad de Bath, en Inglaterra. En el mismo momento no lejos de ahí, en Wigan, cayó una lluvia de pequeñas ranitas.
En una nota tomada de Comptes Rendus, Fort anota que la "sustancia negra caída en Entre Ríos, Argentina, el 30 de junio de 1880 recuerda a ciertas formas de lignito". Es de color negro verdusco , similar a otras que se precipitaron en Francia (1868), Australia (1861), India (1867) y Portugal (1902).
Fort, que murió en 1932 dejando muchos seguidores, no conoció la proliferación de los Ovnis. Como dijo Louis Pauwels – unos de sus discípulos más brillantes – tal vez hubiese anotado en su archivo que cuando cesaron las lluvias extrañas, apareció en el tranquilo horizonte del planeta una rara constelación de objetos voladores no identificados... Tras la muerte de Charles Fort las lluvias acontecidas fueron más insólitas que las que describió: Chaparrones de tela de araña mojando pueblos y ciudades, están desconcertando a meteorólogos del mundo entero, que no obtienen explicación a tan inusual y original fenómeno. La caída más frecuente es la de trozos de hielo, que en algunas ocasiones pesan 45 kg. A estos le siguen las de ranas, peces y cangrejos, que parecen preferir ambientes fríos como los del norte de Gran Bretaña para caer. Cabe señalar un suceso muy raro ocurrido un atardecer de verano de 1969: los ventanales de una hostería de los Alpes alemanes próxima a Oberstdorf fueron literalmente destrozados por una lluvia de monedas antiguas, en especial rupias, maravedíes y piastras. El violento chaparrón paleomonetario se repitió a la mañana siguiente, y atrajo a numerosos curiosos a la zona. La policía destacó en el lugar a 4 patrulleros y una unidad de perros especializados que rastrearon la zona sin encontrar pista alguna sobre el extraño ataque. Los dueños del establecimiento declararon que durante las 2 precipitaciones de monedas se oyeron voces en lenguas extrañas, que algunos huéspedes interpretaron como griego antiguo y otros como sánscrito. Quiero hacer mención de un caso ocurrido en Argentina (Buenos Aires), hace más de 45 años – con exactitud no poseo la fecha – según testimonios de personas que presenciaron el fenómeno: "Una lluvia de ranas en estado de congelación – como dentro de cubitos de hielo – cayó sobre la Capital Federal. No sólo cayeron ranas sino también rosa y flores en el mismo estado de congelación que las ranas..." Siguiendo un poco con más sucesos en el mundo: Durante 4 años, en la década de 1980, la población de Evans, Colorado (EE.UU), vio caer del cielo millones de granos de maíz , semilla que nadie cultivaba en 10 km. a la redonda. El fenómeno, aunque suene increíble, tuvo antecedentes documentados en Winchester, Inglaterra, y en otras