Relato de casos
Jorge era un niño de aspecto lastimoso. Era prematuro y ciego. Cuando lo vi por primera vez, había cumplido diez años, pero tenía el tamaño de un niño de siete. Como casi no tenía hombros, parecía que sus brazos crecían directamente del cuello. Dos dedos de una mano y cuatro de la otra estaban unidos. En la clase de música no había instrumento que su escasa fuerza le permitiera usar adecuadamente, y su voz era demasiado débil para que pudiera cantar más de una estrofa de cualquier canción, sin que se pusiera ronco y su voz se hiciera casi inaudible. Podía hablar, pero inclusive esto lo cansaba considerablemente. Entonces un día lo escuché tratando de tocar una ocarina. No era un buen instrumento, pero podía obtener música de él. Por supuesto una ocarina no debiera aparecer en una
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clase de música. Su tono no es ni hermoso, ni claro, y si yo no fuera musicoterapeuta, le hubiera dicho al niño "Por favor, Jorge, toca este instrumento en tus ratos libres", pero como mi trabajo no es necesariamente entrenar músicos, sino encontrar la medicina musical adecuada, lo alenté a Jorge para que tocara su ocarina; le dimos la mejor que pudimos encontrar y lo incluimos en el programa del siguiente concierto escolar. Muy pronto llegó a tocar todas las canciones que cantaba el coro con todo tipo de trino y variación. Encontró que podía transportar cualquier melodía y hasta inventar melodías propias. Se hizo popular entre sus compañeros, porque al cabo de poco tiempo podía tocar cualquier cosa que ellos quisieran escuchar. Comenzó a comer mejor y a fortalecerse. Entonces se internó en un hospital por unos cuantos días, y los médicos pudieron separar con éxito sus dedos, y pronto pudo tocar la flauta dulce. Cuando cambió su voz, su tono se hizo más fuerte, y él pidió formar parte del coro. Su voz no era hermosa; era áspera y quebradiza, pero por supuesto, le dije que sí. En el coro había varios muchachos que ni siquiera cantaban correctamente, pero estaban ahí porque les encantaba cantar y porque necesitaban la sociabilidad que proporciona el cantar en un coro. Volvamos a Jorge. Tiene 18 años ahora, es todavía pequeño para su edad, pero es un muchacho feliz, saludable, que nunca se pierde una sesión de práctica del coro, y para quien la música es una parte inseparable de su vida. Cantó una vez en la Universidad de La Plata, integrando un grupo de diez chicos del coro que intervinieron en el congreso internacional de música auspiciada por la UNESCO, en el cual estuvieron presentes delegados de 27 países. Creo que fue el día más feliz de su vida.
Es sorprendente ver cuántos niños con defectos mentales tienen un sentido por la música que es igual o mayor que el promedio general. El ritmo los atrae especialmente. Las vidas de los dementes, de otra manera tan monótonas y tristes, pueden ser cambiadas radicalmente con la música que estimula la mente, activa el cuerpo y, si el paciente puede cantar, o aprender a tocar algún instrumento simple, le da un sentido de dignidad y de realización. Para ilustrar esto, me gustaría describirles otro caso.
Felipe, once años, con serios defectos mentales, nació ciego y no había aprendido a hablar aún, aunque los médicos decían que su garganta y boca eran normales. Cuando fue llevado a la sesión de música, se portó bien, siempre sonreía cuando los otros cantaban o tocaban algo, pero sin tomar ninguna parte activa; hasta que un día los demás niños me pidieron que les enseñara a cantar alguna canción en inglés. Escogí un verso corto con ritmo muy pronunciado:
Six little snails, six little snails,
Now they put their heads out, now their tails.
Repetí las palabras dos veces, para que las aprendiera la clase. De repente Felipe se paró y dijo, lo bastante claro como para que se le entendiera: "Six little snails". Siguió un silencio absoluto. No podía creer lo que había escuchado. Entonces les dije a los demás: "Ahora Felipe va a recitar el verso solo. ¡Vamos. Felipe!", y lo repetí frase por frase, mientras e muchacho repetía cada frase correctamente y con suficiente claridad hasta la última palabra. Cuando terminó, todos los niños comenzaron a aplaudir, y Felipe se sintió tan emocionado que se echó a reír. Cuando los demás comenzaron a aprender la melodía, él también trató de cantarla. No voy a decir que Felipe está curado ahora, pero desde ese día habla a menudo, tanto dentro de la clase de música, como fuera de ella; y cuando se le decía: "Hoy hay clase de música", entraba a la clase riéndose con alegría.
Hay por supuesto casos en los cuales el cerebro está tan dañado, que casi no responde a ninguna especie de estimulante, aunque se ha observan: muchas veces, hasta en los peores casos, que, cuando se toca cierto tipo de música, el paciente parece estar escuchando, y sus ojos se iluminan. Tales experiencias fueron relatadas por Juliette Alvin, luego de una visita que hiciera al Japón, donde se le había pedido que tocara su violoncelo en un asilo para pacientes tan tremendamente subnormales que casi no parecían ser seres humanos.
Nosotros que practicamos la musicoterapia, a sabemos que la música puede actuar muy positivamente como medio de comunicación. Muchos disminuidos son personas solitarias que tienden a convertirse en egocéntricos y vivir aisladas, encerradas en s mismos. Como el arte musical es la más social de a: artes, es un medio de expresión y de desahogo excelente. Practicando en grupo borra diferencias sociales demanda disciplina y concentración y establece relaciones personales múltiples. Cada miembro de un conjunto -vocal o instrumental- tiene que portarse de una manera socialmente aceptable; tiene que aceptar -una parte responsable del éxito o fracaso de su grupo y debe admitir tanto las críticas como los elogios. Todo esto se aplica hasta en casos de pacientes severamente impedidos. Que sea la música sencilla o difícil, a sensación de poder actuar y cumplir algo es sumamente positiva. Sin duda, la música sirve como puente de comunicación entre el disminuido y el resto de la sociedad humana.
* Francés Wolf es: Cofundadora del Collegium Musicum de Buenos Aires; Presidenta Honoraria de la Asociación Argentina de Musicoterapia; ex docente de la carrera de Musicoterapia de la Universidad del Salvador (Buenos Aires); ex docente de Musicoterapia a del Instituto Román Rosell (San Isidro, Buenos Aires Socia fundadora de ASAERCA; Docente Montessoriana.
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