E la vida y sacramentos de la reina del cielo, y lo que el altísimo obro en esta pura criatura desde su inmaculada con­cepción hasta que en sus virgíneas entrañas tomo carne huma­na el verbo, y los favores que la hizo en estos primeros quin­ce



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Doctrina de la Reina del Cielo María Santísima.
655. Hija mía, admirable es el amor, fidelidad y cuidado de los espíritus angélicos en asistir a las necesidades de los mortales; y muy aborrecible es el olvido, ingratitud y grosería de parte de los mismos hombres en reconocer esta deuda. En el secreto del pecho del Altísimo, cuyo rostro miran (Mt., 18, 10) con claridad beatífica, conocen es­tos espíritus celestiales el infinito y paternal amor del Padre que está en los cielos para los hombres terrenos, y allí dan el aprecio y esti­mación digna a la sangre del Cordero con que fueron comprados (1 Cor., 6, 20) y rescatados, y lo que valen las almas compradas con el tesoro de la Divinidad. Y de aquí nace en los Santos Ángeles el desvelo y atención que ponen en guardar y beneficiar las almas, que por estimarlas tanto el Altísimo se las encomendó a su custodia. Y quiero que tú entiendas cómo por este altísimo ministerio de los Ángeles recibie­ran los mortales grandes influencias de luz y favores incomparables del Señor, si no los impidieran con el óbice de sus pecados y abo­minaciones y con el olvido de tan estimable beneficio; y porque cie­rran el camino que Dios con inefable Providencia había elegido para encaminarlos a la felicidad eterna, son muchos más los que se con­denan, y con la protección de los Ángeles se salvaran, no malogrando este beneficio y remedio.
656. Oh hija mía carísima, pues tan dormidos están muchos de los hombres en atender a las obras paternas de mi Hijo y Señor, de ti quiero en esto singular agradecimiento, pues con tan liberal mano te ha favorecido, señalándote los Ángeles que te guarden. Atiende a su compañía y oye sus documentos con reverencia; déjate encaminar de su luz, respétalos como embajadores del Altísimo y pídeles su favor para que, purificada de tus culpas y libre de imperfecciones, inflamada en el Divino amor, te puedas reducir a un estado tan espi­ritualizado, que estés idónea para tratar con ellos y ser compañera suya, participando sus divinas ilustraciones, que no las negará el Altsimo, si te dispones de tu parte como yo quiero.
657. Y porque has deseado saber, con aprobación de la obedien­cia, la razón por que los Santos Ángeles se me comunicaban con tantos modos de visiones, respondo a tu deseo declarándote más lo que con la Divina luz has entendido y escrito. La causa de esto fue por parte del Altísimo su liberal amor para conmigo en favo­recerme, y por la mía el estado de viadora que tenía en el mundo; porque éste no podía ni convenía que fuese uniforme en las accio­nes de las virtudes, por cuyo medio disponía la Divina sabiduría levantarme sobre todo lo criado; y habiendo de proceder como via­dora humana y sensible en variedad de sucesos y obras virtuosas, unas veces obraba como espiritualizada y sin embarazo de los sen­tidos, y me trataban los Ángeles como a ellos mismos entre sí y como obran ellos obraban conmigo; otras era necesario padecer y ser afligida en la parte inferior del alma, otras en lo sensible y en el cuerpo, otras padecía necesidades, soledad y desamparos interio­res y, según la vicisitud de estos efectos y estados, recibía los favo­res y visitas de los Santos Ángeles; que muchas veces hablaba con ellos por inteligencia, otras por visión imaginaria, otras por corpo­ral y sensible, según el estado y necesidad lo pedía, y como lo dispo­nía el Altísimo.
658. Por todos estos modos fueron mis potencias y sentidos ilus­trados y santificados con obras de Divinas influencias y favores, para que todas las obras de este género las conociese por experien­cia y por todas recibiese los influjos de la gracia sobrenatural. Pero en estos favores quiero, hija mía, quedes advertida que, si bien el Altísimo fue conmigo tan magnífico y misericordioso, tuvo su equi­dad tal orden, que no sólo por la dignidad de Madre me favoreció tanto con ellos, mas también atendió a mis obras y disposición con que yo concurrí de mi parte, asistiéndome su Divina gracia. Y porque yo alejé mis potencias y sentidos de todo el comercio de las cria­turas y, negando todo lo sensible y criado, me convertí al sumo bien, entregándome toda con mis fuerzas y voluntad a solo su amor santo; por esta disposición, que en mi alma puse, santificó todas mis potencias con retribución de tantos beneficios, visiones, ilustra­ciones de las mismas potencias, que por su amor se habían priva­do de todo lo deleitable, humano y terreno. Y fue tanto lo que en premio de mis obras recibí en carne mortal, que no lo puedes entender ni escribir, mientras en ella vives; tanta es la liberalidad y bondad del Muy Alto, que de contado da este pago por prenda del que tiene reservado en la vida eterna.
659. Y no obstante que por estos medios me dispuso el brazo poderoso, para que desde mi concepción se previniese dignamente la Encarnación del Verbo en mis entrañas y para que mis potencias y sentidos quedasen santificados y proporcionados con el trato y comunicación que había de tener con el Verbo Encarnado, pero si las demás almas se dispusiesen a mi imitación, viviendo, no según la carne, mas con vida espiritual, limpia y alejada del contagio de lo terreno, el Altísimo es tan fiel con quien así le obliga, que no le negara sus beneficios y favores con la equidad de su Divina Pro­videncia.
CAPITULO 16

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