Doctrina que me dio la Reina del cielo María santísima. 871. Hija mía, una de las obras virtuosas más agradables al Señor y más fructuosas para las almas es el ejercicio de la caridad con los enfermos, porque en él se cumple una grande parte de aquella ley natural, que haga con su hermano cada uno lo que desea se haga con él. En el Evangelio se pone esta causa por una de las que alegará el Señor para dar eterno premio a los justos y el no haber cumplido con esta ley se pone por una de las causas de la condenación de los réprobos(Mt 35, 34ss); y allí se da la razón: porque como todos los hombres son hijos de un Padre celestial y por esto reputa Su Majestad por beneficio o agravio suyo el que se hace con sus hijos que le representan, como aun entre los mismos hombres sucede. Y sobre este vínculo de hermandad tienes tú otros con las religiosas, que eres su madre y ellas son esposas de Cristo mi Hijo santísimo y mi Señor como tú, y han recibido de él menos beneficios. De manera que por más títulos estás obligada a servirlas y cuidar de ellas en sus enfermedades y por esto en otra parte(Cf. supra n. 671) te he mandado que te juzgues por enfermera de todas, como la menor y más obligada, y quiero que te des por muy agradecida de este mandato, porque te doy con él un oficio tan estimable que en la casa del Señor es grande. Y para cumplir con él, no encargues a otras lo que tú puedes hacer por ti en servicio de las enfermas; y lo que no puedes hacer por otras ocupaciones de tu oficio de prelada amonéstalo y encárgalo con instancia a las que por la obediencia les toca este ministerio. Y a más de cumplir en todo esto con la caridad común, hay otra razón para que a las religiosas se les acuda en las enfermedades con todo cuidado y puntualidad posible: porque no sea que contristadas y necesitadas vuelvan los ojos y el corazón al mundo y se acuerden de la casa de sus padres. Y cree que por este camino entran grandes daños a las religiones, porque la naturaleza humana es tan mal sufrida que, oprimida, si le falta lo que le pertenece, salta a sus mayores precipicios.