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Parte SIGLO XX: LA GEOPOLÍTICA DE



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Parte
SIGLO XX: LA GEOPOLÍTICA DE

LAS GRANDES POTENCIAS
La alineación de los países periféricos en una nueva división de trabajo, que sustenta la producción selectiva, la dependencia ideológica, tecnológica, económica, cultural y militar, así como el dominio y control de los recursos; caracteriza los rasgos más salientes de la geopolítica de las grandes potencias del siglo XX, aliadas de poderosas corporaciones multinacionales.

El Proceso Mundial Actual
El Gran Acuerdo Político entre las Potencias
Entre el 4 y el 11 de febrero de 1945 se realizó la conferencia de Yalta, base e inicio del gran entendimiento entre las superpotencias de la pos­guerra.

Para esa fecha, la situación de la contienda mundial, así como la carac­terología de los conductores políticos de Rusia, EE.UU. y Gran Bretaña, fueron factores de indiscutida decisión en la suerte del mundo.

En Europa los ejércitos aliados, luego de aplastada la contraofensiva de Ardenas, habían asaltado el corazón de la Alemania nazi. Los Estados Mayores pensaban llegar a Berlín antes que las fuerzas blindadas rusas do­minaran toda la Europa Oriental.

En el extremo Oriente, Japón, aunque en constante retirada, aún man­tenía su firme voluntad de resistir.

Tanto EE.UU. como Inglaterra, deseaban poder finalizar cuanto antes la guerra. Factores políticos y económicos acicateaban a sus gobiernos, e in­cidían sobre sus poblaciones.

Churchill, lúcido estadista, pretendía sacar el mejor provecho a la difí­cil situación del decadente imperio, logrando una firme alianza anglonorte­americana. En el marco de la situación general, asignaba primera prioridad a la situación europea. Para ello pretendía ganar el mayor espacio posible hacia el Este, a fin de neutralizar la influencia rusa, preservar Polonia —cu­yo gobierno en el exilio funcionaba en Londres— y lograr influencia decisi­va en los Balcanes.

La idea estratégica consistía en asegurar el flanco oriental sobre la línea tradicional de Polonia, Checoslovaquia y Austria, a la vez que preservar el bajo vientre del Continente y puerta de acceso al Medio Oriente, concretado por el control del pluralismo balcánico. Para ello buscó además, repartir con Stalin "esferas de influencia".

En relación a la guerra del Pacífico, aspiraba a una participación activa al lado de los EE.UU., a fin de conservar al final de la misma, sus intereses e influencias en el Extremo Oriente.

La situación económica en Inglaterra era muy difícil, dependiendo fun­damentalmente de la ayuda norteamericana, a través de la ley de "présta­mos y arriendos", votada por el Congreso de esa Nación.

La posición de Churchill era débil en razón de que tenía que convencer

a Roosevelt de la prevalencia de Europa sobre el Pacífico, además de tener que ceder cualquier postura en mérito a conservar la ayuda económica ame­ricana.

Churchill había mantenido previamente una reunión con Roosevelt, en Quebec (Canadá) del 11 al 19 de setiembre de 1944, donde, luego de tratati-vas, se llegó a un punto muerto respecto de Europa.

Posteriormente, se reunió con Stalin (Moscú, del 9 al 17 de octubre de 1944). En esta reunión hubo un acuerdo sobre la base de la repartición de los Balcanes, lo que posteriormente fue superado por el proceso de la si­tuación y la falta de apoyatura norteamericana.

El Presidente de los EE.UU. perseguía el firme propósito de lograr un equilibrio mundial, para lo cual estaba decidido a negociar inclusive altos valores de intereses. Una aspiración era integrar a Rusia en las Naciones Unidas, articulando el ideal de mutuo apoyo, consulta y entendimiento, pa­ra regir el deseado equilibrio del orbe.

En el orden bélico le interesaba finalizar cuanto antes la contienda, pa­ra lo cual estaba decidido a negociar con Rusia si ésta se avenía a coaligarse contra el Japón. Stalin sabía que el avance hacia el oeste de sus fuerzas mili­tares, era imprescindible para ganar espacio, puesto que los aliados no cede­rían nada más que ante hechos consumados.

En el orden personal, ciertos biógrafos de Roosevelt expresan que cuando se produjo la reunión de Yalta, el Presidente se encontraba ya debi­litado por la enfermedad que padecía.

Stalin, férreo conductor del régimen comunista, estructuró sus objeti­vos políticos sobre la base tradicional de Rusia: Mayor ingerencia en Euro­pa Central, dominio en el oriente europeo y en los Balcanes, destrucción del imperio japonés y proyección de su influencia en el Extremo Oriente.

Su estrategia fue favorecida por el accionar del gobierno norteamerica­no y la debilidad del inglés. Fue tan hábil en su maniobra, que hasta llegó a promover a Roosevelt en el apoyo a Chiang Kai Shek, en detrimento del movimiento de Mao Tse Tung. Otro tanto hizo con los ingleses, en relación a la apoyatura de los movimientos surgidos en los Balcanes (Mijhalovich y Tito).

Pero la reunión cumbre posee consideraciones profundas que no deben ser pasadas por alto. Los tres conductores protagonistas principales del en­cuentro, coincidían en la destrucción política e ideológica, del régimen nazi por un lado, mientras compartían el objetivo de transformar a Alemania, dividida o no, en mercado disponible para sus inversiones y producciones.

La situación de cada uno de los gobernantes difería o coincidía según las circunstancias y los problemas planteados.

Así, tanto Roosevelt como Stalin avizoraron simultáneamente que el mundo nuevo que se iniciaba era de ambas naciones, con la condición de compartirlo y equilibrarlo política y militarmente. Stalin buscó ampliar el espacio occidental, fundamentalmente basado en la seguridad de Rusia. La

conquista ideológica y la ampliación de mercados fue un medio y a la vez consecuencia de lo primero. Roosevelt avizoró que la par del mundo futuro dependía de los EE.UU. y la habilidad en la concertación de aliados, a tra­vés de una relación de poder no difícil de lograr en las primeras etapas de la postguerra. Churchill fue consciente de la pérdida del imperio y hábilmente logró mantener posiciones dentro de la situación de debilidad en que se en­contraba frente a los otros dos interlocutores. Roosevelt no confiaba en Sta­lin pero menos en Churchill, porque sabía que detrás del primer ministro inglés había toda una maniobra para reeditar el viejo imperio, y Roosevelt, no estaba dispuesto a compartir su poder.

En el marco histórico humano, Yalta, más acá del enfrentamiento de dos ideologías, singulariza la confrontación de las recias personalidades de tres grandes estadistas del Siglo XX.

Yalta fue concretamente el desbrozamiento de nuevos problemas que surgían luego de una tremenda guerra y alumbraban como originales desa­fíos a las dirigencias victoriosas. La formidable transformación destruía las relaciones de fuerza tradicionales, los imperios, el sistema colonial, la estructura económica, social, industrial, agrícola y militar. El mundo finan­ciero se había bipolarizado en torno a dos polos sobre los cuales giraría el destino del mundo por mucho tiempo.

En Yalta se realizó una gran concertación y conciliación de intereses nacionales entre USA y Rusia. Lo falso hubiera sido que uno o el otro Esta­do, sometiera su interés al interés ajeno.

"Por supuesto que, en la comunidad internacional como en toda so­ciedad humana, el interés de cada Estado tiene como límite el interés de los demás y está sujeto a las normas libremente consentidas del derecho de gen­tes. Pero, dentro de ese cuadro jurídico y moral y con esas restricciones, un gobierno que no conduce su política internacional de conformidad con los intereses de su pueblo, traiciona su mandato". (Isidro J. Odena - Entrevista con el Mundo en Transición).

Entre las divergencias ideológicas insalvables, surgió el interés nacional de cada uno. Este hecho histórico debería ser aleccionador para aculturados y sectarios.

Yalta constituye un acontecimiento clave para entender muchos aspec­tos (no todos) de la política mundial posterior. En ella se determinaron dos aspectos fundamentales.

— Definición de la estrategia para terminar con la contienda.

— Sentar las bases del mundo futuro sobre las mutuas conve­niencias de USA y Rusia.


Perspectiva mundial
El mundo del siglo XX reconoce distintas etapas, que van desde antes

de la I Guerra Mundial, período entre las dos grandes guerras, a partir de la II Guerra Mundial, período de la guerra fría, coexistencia, distensión, de­tente, hasta la actual fase coyuntural.

En la segunda mitad del siglo las superpotencias, asistidas por regíme­nes, costumbres e ideologías contrapuestas y aparentemente incompatibles, han encontrado en los hechos concretos algún tipo de acuerdo, que les per­mita en el uso regulado del poder, la supervivencia del dominio. Este domi­nio se hace imprescindible a fin de poder mantener sus "modos de vida", a la vez que expandir sus filosofías con el fin de obtener países adherentes o dominados y regiones controladas. La filosofía de este objetivo está conte­nida en la expresión: "Coexistencia pacífica".

Por otra parte, toda una fuerza centrífuga busca desprender de órbita a pueblos que han iniciado un proceso de reversión histórica, basado en una creciente conciencia política.

Ante esta dinámica mundial, el problema de las grandes potencias se ha complicado severamente, tanto más, cuanto necesitan equilibrar un enorme desajuste ecológico, económico y social, producido por factores disímiles, riesgosos, difíciles y a veces hasta imposible de controlar.

De esta forma, el mundo se debate lenta pero inexorablemente en un proceso de creciente autodeterminación de los pueblos, pese a la oposición de las grandes potencias y a las propias contradicciones internas, que pre­sentan los pueblos en proceso de liberación.

La concertación mundial de los dos colosos, acuerda el reparto de áreas y zonas, de continentes y países, donde se juega a diario la lucha de ambos imperialismos. De esta manera, la repartición de feudos y colonias en méri­to a la ley del más fuerte, se realiza ante la necesidad de mantener un "statu quo" que asegure a los países imperialistas, el privilegio de usufructuar de la producción y sacrificio de los pueblos coloniales. Con ello se aseguran un nivel de vida y un grado de creciente desarrollo, en desmedro del reste del mundo, al cual tratan de regular y regir, a través de tratados y acuerdos bi­laterales o multinacionales. De esta manera en los países periféricos se con­jugan también los intereses de otras potencias y de las grandes empresas multinacionales.

No obstante, las reuniones, conferencias e incluso contactos personales de jefes de gobierno con el objeto de lograr la "detente", tanto EE.UU. co­mo Rusia, continúan con los enfrentamientos de intereses que se juegan a expensas de pueblos víctimas de las ambiciones de ambos imperialismos. Estas dos naciones siguen presentando al mundo, las presuntamente únicas opciones: Capitalismo liberal o Comunismo estatal.



En este marco general se procesan los movimientos para el logro de la autodeterminación, surgidos de los sufrimientos y alteraciones de los pueblos concientizados por siglos de engaño, opresión y servidumbre.

Los parámetros de la estrategia política coyuntural

No obstante que en el campo de la estrategia política, las estimaciones deben efectuarse sobre la base de análisis de aproximación, que respondan a las líneas de avance que enmarquen la situación imperante, existen ciertas reglas de juego que permiten intentar una opinión, que servirá de base para posteriores perfeccionamientos, o bien para rectificaciones oportunas de conceptos.

Las fluctuaciones de la situación mundial se encuentran comprendidas en ciertos parámetros, conjugados por distintas voluntades humanas. Estos factores juegan distintos roles, algunos con cierta capacidad de control, otros totalmente descontrolados. El marco de referencia global está dado por los siguientes condicionadores:

  1. La coexistencia pacífica: Se presenta como una opción ineludible pa­ra evitar un enfrentamiento catastrófico entre las dos grandes superpoten-cias. Implica la necesidad de acuerdos y convenios tendientes a regular per­manentemente los "derechos" de dominio o control sobre continentes, na­ciones y áreas. Significa el esfuerzo para regular el reparto de riquezas, equilibrar los desajustes políticos, económicos, sociales y fundamentalmen­te la posibilidad de lograr la exclusividad en el armamento nuclear. El cumplimiento de la "coexistencia pacífica", es el reaseguro de superviven­cia de Rusia y EE.UU., a la vez que garantía para que ambos gobiernos con­tinúen usufructuando el condominio mundial.

  2. La "detente": Es una consecuencia de la coexistencia, en la medida que se presenta como una vía conveniente para adecuarse a la realidad. Sig­nifica el acuerdo para el mutuo control en la escalada armamentista y en el equilibrio nuclear. Busca crear en el orbe un ambiente de seguridad colecti­va determinado por "los buenos deseos" de las superpotencias. Se presenta como un "paternalismo mundial", pero su naturaleza responde a la conve­niencia de ser dueña del reparto y evitar el suicidio propio. Es también un intento más de alinear al resto de naciones en un proyecto común, donde to­das asuman la responsabilidad, al servicio del "statu quo" acordado por los dos grandes. La "detente", abarca un espacio de integración económica y cooperación que supera el espíritu de la coexistencia. Los hechos están de­mostrando últimamente la erosión sufrida por la "detente" lo que a varios analistas mundiales, los ha llevado a considerar que está agotada y nece­sitará, nuevas bases para formular un renovado intento para lograr la dis­tensión. Usa la "interdependencia" para colocar bajo control de los pode­rosos, los recursos y riquezas de todas las naciones.

  3. Seguridad nacional: Condiciona la necesidad de las potencias mun­diales de evitar un marcado desequilibrio que coloque a una de ellas en infe­rioridad de condiciones frente a la otra. Esto produce, pese a la "Coexisten­cia" y a la "detente", continuos y permanentes enfrentamientos que se dan en los campos político, ideológico, militar, científico, tecnológico, y espa­cial.

  4. Procesos de liberación: Representan las ambiciones y tentativas de los pueblos dominados por lograr nuevas etapas de avance por la autodeter­minación. Están condicionados por diferentes motivos y factores morales, económicos, sociales, ideológicos y raciales. Se presentan como uno de los parámetros menos controlables.

Las dos grandes contradicciones "Este-Oeste" y "Norte-Sur" conjun­tamente con los cuatro condicionadores mencionados no significa descono­cer otros factores que actúan como consecuencia de éstos, o bien se produ­cen subsidiariamente, de la conjugación en tiempo y espacio de los citados.

La geopolítica mundial se estructura en un doble sistema solar, con pla­netas de distintas dimensiones que giran algunos alrededor de cada sol, otros en órbitas muy irregulares que producen continuas crisis. Los menos, pretenden constituir un sistema planetario propio, de magnitudes variadas. Los dos soles, enemigos contrapuestos, tratan de normalizar en su provecho el desorden que pueda surgir. Para ello han articulado ciertas reglas de juego, variables según la naturaleza de los hechos frente al proceso histórico mundial. En el campo militar existe la bipolaridad, en el político el poli-centrismo.

Los desajustes más notorios, se suceden cuando ciertos planetas buscan cambiar de órbita, o bien oponerse, a la fuerza centrípeta del sistema en el que están inmersos.

Estos desajustes suelen ser corregidos, con un desprecio total hacia los derechos de los pueblos y en abierta violación de las normas internaciona­les. El pretexto es siempre el mismo; se trata de "proteger" a determinado Estado contra el "comunismo" o bien, "proteger al socialismo contra la in­filtración imperialista". Los ejemplos son más que abundantes y han dado origen a las doctrinas intervencionistas de las superpotencias. Así, EE.UU. "tiene el derecho de intervenir cuando exista el peligro de que los comunis­tas tomen el poder" (Doctrina Johnson, 1965); o la descarada doctrina de la "soberanía limitada" de las naciones, cuando el socialismo corra peligro o intente ser desviado (Doctrina Breznhev).

El riesgo implica, entonces, el intento de dirigir el sistema geopolítico con reglas artificiosas, parcialistas, que soslayan el derecho natural y desco­nocen la realidad histórica.

La política y estrategia norteamericana

La política estadounidense se torna inteligible en el marco de un proce­so histórico, que arranca con el nacimiento de este coloso.

Los EE.UU. han llegado a su condición de primer potencia mundial en virtud de su dinámica interna. Luego de la conquista y afianzamiento de su territorio, hay una especie de migración del crecimiento demográfico y eco­nómico desde la fachada Atlántica hacia las regiones más nuevas del Golfo

(Florida-Texas) y del Pacífico.

En general esta dinámica interna busca establecer un cierto equilibrio
entre el núcleo geohistórico del Noreste y el resto del territorio, incorporado
a la Unión con posterioridad.


En los últimos 50 años, la fachada del Pacífico es la región de mayor
desarrollo demográfico y económico. En 1904, los tres estados del Pacífico
representaban la vigésima parte de la población del país; actualmente agru-
pan más del 20 %. La conquista del espacio nacional obedeció a objetivos
geopolíticos implementados por modos de acción geoestratégicos, basado
en el principio de "operar en avance sobre la línea de menor resistencia".
En este sentido, desde el núcleo original (NE) se produce la expansión hacia
límites considerados naturales; al Sur, el río Grande, a costa de un México
débil y al Oeste, el Océano Pacífico, con lo cual alcanzaría su condición de
Estado bioceánico.


Luego de la ocupación de su territorio continental se va a dar la proyec-
ción exterior de los EE.UU., que obedece en parte a la adaptación a un
nuevo medio: la cuenca marítima Pacífica. Esa cuenca, a diferencia del
Atlántico regido por los viejos imperios europeos, es un nuevo espacio,
libre, que sirve ante todo como espacio de relación, es decir de circulación y,
posteriormente, como medio de dominación. Este nuevo espacio va a facili-
tar la proyección exterior actual de EE.UU. con dos tipos de asentamientos:


  1. En las costas continentales del Pacífico. Desde allí va a establecer
    parte de las relaciones internacionales.


  2. Con la ocupación y anexión de islas, que le van a servir como lugar
    de tránsito hacia los mercados asiáticos y como núcleos de seguridad ofensivo-defensivos (Hawaii, Guam, Midway, Wake, etc). Los
    archipiélagos rematan en el extremo occidental de América
    (Alaska), formando un arco protector del territorio nacional.


Cabe preguntarse qué factores intervinieron en la expansión estadounidense. Hay sin duda un factor general: la potencia económica de EE.UU.
resultado de la combinación entre sus estructuras de producción y un espacio geográfico dotado de enormes recursos. Otro factor coadyuvante fue el
fuerte crecimiento vegetativo de su población, reforzado por la inmigración
masiva, con lo cual fue posible promover corrientes migratorias hacia el Pacífico para completar la conquista del territorio continental.


A partir de la combinación de estos factores, los EE.UU. van a crear
las corrientes de interrelación a través de ese inmenso espacio libre que era el
Pacífico. Esas relaciones son de diversos tipos:


  • Reciben inmigrantes japoneses, chinos y de otras nacionalidades que
    pasan a integrar la heterogénea sociedad norteamericana.


  • Vía Pacífico, los EE.UU. salen a la conquista de nuevos mercados
    necesarios para asegurar el crecimiento de su aparato productivo y las exigencias de mejores niveles de vida de su comunidad. Esta conquista persigue
    además suplantar a los países imperialistas europeos, en decadencia irrever-








sible. Conviene aquí destacar nuevamente el papel que jugó la dinámica interna de los EE.UU.: a diferencia de los Estados imperiales de Europa, que se convirtieron en potencias industriales a partir de la conquista de territorios de ultramar y con el comercio exterior, el país norteamericano realizó primero la ocupación de su territorio y la industrialización, para luego concretar una geopolítica imperial.

  • La conquista de mercados ocasiona el choque de intereses económicos y políticos, con situaciones que se definen por medio de la guerra. Es la lucha contra Japón (1941-45), que servirá a EE.UU. para trasladar su frontera geopolítica desde el arco insular del Pacífico, hasta el Rimland de Spykman.

  • Luego de la guerra, EE.UU. establece nuevas relaciones con el venci-
    do Japón (propuesta de Spykman) mediante un status que le es altamente
    favorable, porque comprende la reconstrucción del imperio oriental para
    que en defensa del mundo capitalista, contrapese la influencia creciente de
    los Estados comunistas. Además, nos muestra un Japón dependiente de
    EE.UU. por el volumen de las compras que éste último le efectúa y por las
    necesidades de su defensa (sombrilla nuclear que le brinda el Pentágono).


  • El acercamiento a China Popular, iniciado en 1972 y acelerado a par-
    tir del 1978-79, pese a que puede ser coyuntural, persigue mantener la pre-
    sencia norteamericana en el Rimland que definiera su más lúcido geopolíti-
    co, frenando el avance de los soviéticos y sus aliados de Indochina.


Las etapas históricas de la expansión de EE.UU.

I. Etapa de la conquista e integración del territorio nacional

Debemos recordar que las colonias inglesas de la actual fachada atlán-
tica estadounidense plantearon a su metrópoli el otorgamiento de una cierta
autonomía. Los británicos intentaron afianzar el centralismo, lo que produ-
jo una rebelión, iniciándose una guerra de liberación en 1775 y la posterior
declaración de la Independencia (Filadelfia - Julio de 1776). (gráfico 20).


Con el sistema republicano y federal, las 13 colonias del Atlántico pa-
saron a
denominarse "Estados Unidos de América", denominación equívo-
ca, posiblemente escogida con un objetivo no realizado hasta ahora.

(Maull)

En 1783 el territorio se expande como consecuencia del tratado de paz
firmado con Inglaterra, que cedió los territorios comprendidos entre los
Apalaches y el Mississipi.


En 1803, el Presidente Jefferson logra adquirir por 15.000.000 de dóla-
res el territorio de la Louisiana, cedido por España a Francia en 1801. Con
ello no sólo calmó los temores de los colonos norteamericanos, sobre la po-
sibilidad de que Napoleón cerrara los puertos impidiendo la salida de la pro-
ducción cerealera hacia las costas del Atlántico y hacia Europa, sino que


duplicó el territorio de la joven república.

Por esos años y hasta 1810 se enviaron expediciones al Oeste con el en-
cargo de explorar esas tierras y descubrir caminos que condujeran al Pacífi-
co. Pese a los escasos 3.000.000 de habitantes que tenía el país, los dirigen-
tes norteamericanos se habían fijado ya el objetivo geopolítico de expansión
hasta el Pacífico.


En 1819 pretenden interpretar los límites de la Louisiana de modo tal
que España perdía gran parte de Texas. Esto no fue aceptado por la poten-
cia europea y se llegó a un acuerdo por el cual Texas seguía en poder de los
españoles y éstos cedían a EE.UU. el territorio de Florida. Al año siguiente
los británicos cedieron un territorio de praderas al Oeste de los grandes la-
gos.


Hacia 1830, en el marco de una política de inmigración patrocinada
por Méjico, los norteamericanos enviaron alrededor de 20.000 colonos a
Texas, espacio casi totalmente vacío. Como el número de inmigrantes iba en
constante aumento, el gobierno mejicano anuló la entrega de tierras. Los
colonos se "rebelaron", derrotaron al ejército mejicano y se declararon in-
dependientes, siendo reconocidos como tales por EE.UU. Luego se incor-
poraron como estado a la Unión (1845).


La primera maniobra de EE.UU. fue defender y apoyar a esa "minoría
nacional" que se levantó contra la sociedad receptora. La segunda ma-
niobra, fue plantear un problema de límites de Texas para apropiarse de
otras presas en el lejano Oeste: Méjico dirá que el límite sudoeste de Texas
es el río Nueces, y EE.UU. sostendrá que es el Grande.


El presidente Palk ordenó a sus tropas ocupar la zona en disputa, ini-
ciando la guerra (1846). En 1848, luego de la ocupación de la ciudad de Mé-
jico, este país "entró en razón", firmando la paz y cediendo a EE.UU. los
territorios de Nueva México, Arizona y California. En este último territorio
se había producido otra "rebelión" de la minoría norteamericana, apoyada
militarmente en 1846. La guerra hizo innecesaria esta revuelta por la cesión
que hizo Méjico.


Finalmente, quedaba la porción Noroeste del actual territorio conti-
nental, el Oregón. Alegando derechos de exploración (databan de 1804)
EE.UU. obtuvo de Inglaterra el territorio y la fijación de su límite norte en
49° de latitud Norte (1846).


En 1853 Méjico cedió una faja de tierra al sur de Arizona, con lo cual
quedó completada la actual entidad política nacional.


Posteriormente EE.UU. adquiere a Rusia los territorios de Alaska y el
archipiélago de las Aleutianas que suman más de 1.500.000 km
2 (1867). El
territorio pierde así continuidad geográfica, pero comienza la construcción
de un arco estratégico protector.


La integración o vertebración del territorio se produce por medio del
poblamiento. Tres zonas del Noreste aportan las corrientes de población
(gráfico 21).








ZONA I — Nueva Inglaterra es la zona original de poblamiento entre
los siglos XVI y XVII. A partir de allí se produce una expansión hacia
el
Sur, siempre sobre la fachada atlántica y con actividad económica agrope-
cuaria y comercial.


ZONA II — Es el piedemonte occidental de los Apalaches. Ocupado
efectivamente desde la primera mitad del Siglo XIX en función
de un recur-
so mineral: el carbón. Desde allí se expanden pobladores a través del valle
del Ohío. En esta época comienza la llegada masiva de inmigrantes europe-
os, especialmente nórdicos, irlandeses, ingleses y alemanes.


ZONA III — Los grandes lagos se desarrollan en principio como área
de servicios para los inmigrantes que marchan a poblar y explotar el Medio
Oeste ganadero y agrícola. Es la segunda mitad del Siglo XIX, que coincide
con la rápida industrialización del país, la que marca el desarrollo posterior
de esta zona. Esto genera una gran demanda de mano de obra y continúa
la
oleada inmigratoria; esta vez de italianos del sur, griegos, checos, polacos,
rusos, etc.


En cuanto a las áreas del Pacífico, si bien habían recibido población es-
tadounidense desde la primera mitad del siglo XIX, especialmente durante
la fiebre del oro, no son plenamente ocupadas sino a partir de 1876, aproxi-
madamente cuando llegan los FFCC a California del Sur, y se descubren
grandes recursos para su desarrollo industrial: petróleo, gas y carbón.


Es durante el presente siglo cuando se produce el extraordianrio
aumento de población en la fachada del Pacífico, pasando del 5% de la
población total del país en 1904, a más del 20% actualmente.


Hoy podemos distinguir tres tipos de poblamiento en EE.UU. (gráfico 21).

a) En el Nordeste, la fachada atlántica y hacia el Medio Oeste, un
poblamiento denso, continuo y con una Megalópolis (New York).


b) Un poblamiento disperso en las grandes llanuras.

c) Un poblamiento de núcleos en la fachada del Pacífico, originado en
las condiciones físicas de la zona (costa abrupta, valles relativamente aisla-
dos). Existen tres núcleos principales: en California, con centros como Los
Angeles y San Diego; el Valle Central, a cuya cabeza se ubica San Francis-
co; y el Norte, con ciudades como Seattle y Portland.


Con el poblamiento de la fachada del Pacífico se cumple otra etapa de
la integración territorial
que va a completarse con el establecimiento de ejes
económicos continentales,
a través de las nuevas vías de comunicación cons-
truidas
de Este a Oeste (gráfico 22).

Esos nuevos ejes económicos continentales van a estar condicionados,
igual que el poblamiento, por las condiciones naturales de relativo aisla-
miento. En efecto, los ejes económicos se establecen de Este a Oeste unien-
do la fachada atlántica con cada uno de los tres núcleos de poblamiento,
por medio del FC Northern Pacific, Union Central y Souther Pacific.


Luego vendrá la siguiente etapa:

II. La integración nacional y la expansión imperial.

Esta etapa comienza a fines del siglo XIX y la cumplen los políticos que
presionan para la ruptura de la política aislacionista a fin de convertir a
EE.UU. en "potencia mundial", es decir en potencia imperial. Para ello se
debe modelar el crisol de razas y de religiones que compone la población
norteamericana y convertirlo en un pueblo que adquiera Conciencia Na-
cional, presupuesto básico pra emprender una política de Estado coherente
y con sentido de grandeza.


El proselitismo fue intenso, y muchos dirigentes, entre ellos el misione-
ro protestante Strong, proclamaban que la raza anglosajona había sido ele-
gida por Dios para civilizar al mundo, y que su responsabilidad pertenecía
al pueblo de los EE.UU. Lo apoyaron políticos ambiciosos como H. Cabot
Lodge y Teodoro Roosevelt, cuyo programa era la expansión más allá de los
límites norteamericanos, para gravitar en la política mundial. Había que
crear fronteras geopolíticas imperiales. ¡Y el pueblo los siguió!.


Rodearon al presidente Mackinley y se dedicaron a la construcción del
Gran Imperio.


Los EE.UU. anexaron las islas Hawaii en 1898, previa rebelión de una
"minoría nacional", e iniciaron, con el pretexto de liberar a Cuba de Espa-
ña, una guerra que costó a esta última la cesión de Puerto Rico, Filipinas, y
las costas de Guam.


Con Hawaii y Guam viene el segundo tipo de asentamientos que habíamos
mencionado: lugares de tránsito en el espacio del Pacífico y núcleos
ofensivo-defensivos. Es decir, se establecen ejes económico-militares maríti-
mos.


Cuando se hace cargo de la presidencia (1901) Roosevelt, da el gran im-
pulso a esta política, atrayéndose al pueblo merced a reformas sociales que
mejoraban sus condiciones de vida.


La expansión condujo a una unidad de pensamiento del pueblo esta-
dounidense, convencido de que Dios lo había elegido para imponer en el
mundo, su clásico modo de vida.


Esta etapa ha tenido diversas variantes. Con Roosevelt, recibe el
nombre de política del gran garrote (Big Stick), de intervención militar ante
cualquier problema.


Este dirigente comprendió que para ser potencia mundial no bastaba
tener frente a dos océanos,
sino que debía unirlos para agilitar los movi-
mientos de la Flota. Provocó la rebelión en Panamá (1903), lo reconoció co-
mo Estado y obtuvo a perpetuidad una franja de terreno para construir el
Canal, habilitado en 1920.


El "garrote" continuó con Taft y Wilson, con el nombre de diplomacia
del dólar. El primero decía: "No está lejano el día en que tres banderas de
barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro
territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en

el Polo Sur". Vinieron las ocupaciones de Santo Domingo, Nicaragua, Haití y las islas cercanas al canal, con lo cual EE.UU. aseguraba su flanco sur. La I Guerra Mundial le brindó a EE.UU. la posibilidad de convertirse en actor y arbitro de la política mundial.

La "diplomacia del dólar" (penetración económica de otros Estados
apoyada militarmente cuando era necesario), la política de "buena vecin-
dad", de Franklin D. Roosevelt, la "guerra fría", de Truman y Eisenho-
wer, la "Alianza para el Progreso" de Kennedy, etc., son todas diferentes
facetas de una política coherente encaminada a conseguir "la americaniza-
ción de la humanidad, no por amor al prójimo, sino para obtener la domi-
nación de la economía y el comercio mundiales" (H. Cabot Lodge, citado
por Maull).


Este ha sido y es el objetivo básico de los EE.UU., desde el momento
que alcanzó su vertebración espacial y desarrolló un aparato productivo de
dimensión continental, que excedía las necesidades del mercado nacional.


Las modalidades de la expansión imperialista

Los EE.UU. han empleado diversos medios en su proceso de expan-
sión, pero se destacan dos de ellos, empleados por separado o en forma con-
junta: la intervención militar y la penetración económica.


La zona del "Mediterráneo Americano" sufrió particularmente el em-
bate estadounidense en los primeros años de este siglo. EE.UU. aseguraba
su flanco sur inmediato, unía los océanos en Panamá, instalaba sus compa-
ñías monopólicas (agrícolas, comerciales, de transporte y finanzas) y ubica-
ba gobiernos títeres que servían a los intereses de sus amos del norte, a cam-
bio de riquezas y medallas. ...


Sin embargo, el ingreso norteamericano en la escena mundial se produ-
jo con la I Guerra Mundial. Junto con su cuerpo expedicionario, EE.UU.
envió sus dólares y al término de la conflagración, Europa le debía cerca de
9.000 millones. Paralelamente crecían las inversiones en el extranjero (alre-
dedor de 12.000 millones U$S en 1927) y las consuetudinarias interven-
ciones de los "marines" en América Central. Surgían allí las dinastías de los
Somoza, Trujillo y Batista.


La II Guerra Mundial brinda a EE.UU. la gran posibilidad histórica de
convertirse en el núcleo hegemónico del capitalismo liberal. Spykman
(1942) enuncia su teoría previendo el desenlace del conflicto y la situación
en que quedarían los contendientes: Europa y Japón arrasados, EE.UU.
con su aparato productivo y financiero intacto. Después de 1945 comienza
la etapa de mayor bonanza para EE.UU. y las compañías transnacionales
de ese origen, se diseminan por el mundo promoviendo la integración Spyk-
maniana, bajo la conducción hegemónica de la ya superpotencia.


Yalta y Potsdam institucionalizaron la división del mundo y el estable-
cimiento de la bipolaridad. La "guerra fría" de Truman y Eisenhower, sir-


ve en definitiva para que cada bloque afiance su poder en su respectiva área
de influencia y se diriman pleitos menores en las "zonas grises".


Desde la finalización de la guerra, EE.UU. ha desempeñado el rol de
gendarme mundial, procurando defender sus intereses y acrecentar su poder
a la par que intenta frenar el expansionismo marxista dirigido por la URSS.
Esto último, ha sido el pretexto para controlar los movimientos nacionales,
de diferentes países que buscan desprenderse del hegemonismo capitalista.


En general, la estrategia política de Washington se ha estructurado
sobre la base de un diagrama de dominación continental, a través de bases
representadas concretamente por países que cumplen la función de delega-
dos avanzados; verdaderos capataces regionales que asumen un liderazgo
subcontinental o regional, equilibrando o desequilibrando en su beneficio la
relación de fuerzas zonales. De esta manera existen estados que sufren el ne-
ocolonialismo y cuya lucha, en lugar de orientarla con objetivos de grande-
za, la limitan a conquistar el título de capataz regional. La implementación
de esta estrategia política está relacionado con el enunciado de Spykman:
"La eficacia del poder está en relación a la distancia de su punto de proce-
dencia". Sin playas de maniobra seguras en todos los continentes, el impe-
rio no podría existir.


El temor al marxismo, hábilmente explotado por EE.UU. que enarbola
las banderas de la "libertad, la democracia y los derechos humanos", ha
servido para acelerar el, proceso de penetración económica norteamericana a
través de las transnacionales, asegurando la integración bajo su liderazgo de
las "democracias industriales" de Europa Occidental, Australia, Japón, e
incrementando el coloniaje sobre los estados subdesarrollados, a través del
dominio de los sectores más dinámicos de sus economías.


Un político francés resume acertadamente el accionar reseñado: "La
tercera potencia industrial del mundo, después de EE.UU. y de la URSS,
podría ser muy bien, dentro de quince años, no ya Europa, sino la
industria
americana en Europa"
(J. J. Servan-Schreiber, El desafío americano,
1967).


EE.UU. ha ido estructurando entonces el "mundo libre o democrático", donde malintencionadamente se pretende hacer aparecer al Cristianismo como sinónimo de capitalismo. La conformación del sistema determina la existencia de un patrón, varios capataces y muchos peones, cada uno de los cuales tiene su rol establecido y perfectamente controlado.

Por supuesto, el sistema implementado es dinámico y la integración
económica se complementa con otras medidas. El aumento de la conciencia
por la autodeterminación de los países "no alineados", conduce a EE.UU.
a mantener el poderío militar del Pentágono, ampliar la ayuda militar, con-
venios, cursos, visitas e intercambio con el mayor número de ejércitos, par-
ticularmente los del hemisferio americano. Simultáneamente, intensifica sus
elementos de maniobra culturales y políticos, buscando preservar la unidad
del mundo capitalista liberal.


EE.UU. trata así de crear una doctrina política universalista que en-
cierre, comprometa y haga participar a todos los países del orbe. "La
guerra fría", "la coexistencia", "la no proliferación de armas nucleares",
el principio de la "interdependencia", la "detente", son todos enunciados
que establecen el "statu quo", del cual no debería salirse nadie. Si así fuera,
existen instrumentos de diferentes tipos y magnitudes, así como una clara
decisión de intervención en "zonas críticas", como último recurso válido,
para volver a equilibrar la situación política y preservar los intereses econó-
micos imperiales.


La pérdida de la región de Indochina representa un hito significativo en
la marcha de la política mundial. Al margen de ser la primera guerra perdi-
da por EE.UU., con sus consecuentes implicancias psicológicas, significó la
modificación del tablero geopolítico del sistema mundial.


Produjo también un cambio de los valores geoestratégicos, aparecien-
do nuevas prioridades y necesidades.


Es evidente que el sistema imperante en el Vietnam del Sur no se perdió
el 30 de abril de 1975, ni fue responsable su último presidente, el Gral. Duo
Van Minh. La desacertada política norteamericana había convencido a
muchos que la aventura en cuestión estaba perdida bastante tiempo antes de
que se resolviera el retiro de las fuerzas. En este orden de ideas, es posible
que ciertos acontecimientos se sucedieran para "acomodar las cargas" con
tiempo, dentro de los grupos y tendencias del gobierno de entonces. Tal pu-
do ser el caso Watergate.


El fracaso en el sudeste asiático ha llevado al gobierno norteamericano
a acelerar su participación en otras áreas para evitar sorpresas. A ello se de-
be la urgencia en pacificar el Medio Oriente con los acuerdos de Camp Da-
vid, duramente tramitados en persona por el Presidente Cárter. Y, anterior-
mente, la rápida concertación pactada en la Conferencia de Helsinki sobre
seguridad y derechos humanos, donde se ha ratificado la división de la do-
minación de Europa, por parte de las superpotencias.


En el Lejano Oriente, EE.UU. conserva como aliado firme e importan-
te solamente al Japón. Corea del Sur carece de poderío industrial y militar
suficiente, además de estar aislada en el continente, y el régimen de Formo-
sa está agotado hace tiempo. Consecuentemente, las maniobras políticas
que pudiera engendrar, deberán apoyarse en el Japón o bien operar por vía
indirecta a través de esa potencia y prestarle apoyo militar reforzando su
estructura insular de vigilancia en el Pacífico.


Las Filipinas, aliada fiel hasta ahora, puede verse impulsada hacia el
campo de los países no alineados, por cuestiones de política interna.


La India podría ser un buen elemento, pero es un Estado no condi-
cionable, que se aleja de EE.UU. en forma directamente proporcional a la
ayuda militar que el imperio suministra a Pakistán o el acercamiento con
China Popular. Este último paso, acelerando en los años recientes, es una
necesidad vital para EE.UU., para tratar de contrabalancear la creciente


influencia soviética en la región, a la vez que brindar un importante punto
de apoyo continental al Japón. La necesidad china de tecnologías avanza-
das, para modernizar su estructura productiva y mejorar la eficiencia de sus
fuerzas armadas, además de la posesión de un enorme mercado interno,
convierten a esta nación en un excelente complemento, para el crecimiento
de las exportaciones norteamericanas y japonesas.


Como consecuencia inmediata del acercamiento: Japón-EE.UU.-
China, esta nación ha acrecentado su espacio geopolítico, adquiriendo una
mayor relevancia internacional, que si bien no la ubica aún a la altura de las
dos superpotencias, permite vislumbrar que marcha hacia la consecución de
un status muy superior al actual, que puede llegar a modificar la presente bi-
polaridad del poder mundial, produciendo variantes muy importantes en la
situación internacional, que conducirían a una revisión de las estrategias
políticas de los grandes y del resto de los Estados del mundo.


En este orden de ideas, las diferencias entre la URSS y China podrían
tender a agudizarse o bien a desaparecer.


Esto dependería de diversos factores y elementos ponderables o no, re-
lacionados directamente con el poder político y militar de ambas naciones.


Por ahora, chinos y soviéticos están profundamente separados. A éstos
les molesta el esfuerzo chino para suplantarlos en el liderazgo ideológico
marxista. Los chinos, en cambio, hacen hincapié en el peligro que represen-
ta el "social imperialismo" ruso, militarista y expansivo, y previenen al
mundo sobre la inevitabilidad de una confrontación con la URSS.


No obstante, cambian los tiempos y con ellos, hombres y pensamien-
tos, de modo que no podemos descartar de pleno que se tienda a limar de-
sinteligencias. Esto dependerá, en última instancia, de factores sumamente
dinámicos y a veces imprevisibles, que pueden conjugarse tanto en la escena
internacional como en el frente interno de cada Estado. Esto nos lleva a
pensar que tanto la situación rusa como la china pueden sufrir mutaciones
que conduzcan a concepciones novedosas, para una reformulación de sus
estrategias políticas.


Por otra parte, no debe dejar de considerarse el actual gran acuerdo
entre China y EE.UU., tendiente, como ya dijéramos, a lograr una neutrali-
zación o freno del poder soviético en Asia, que hace peligrar el espacio ge-
opolítico chino o, en continentes o regiones donde la influencia rusa presen-
ta riesgos al dominio o control norteamericano. En este marco se inscribe la
"guerra de castigo" de China a Vietnam, la ayuda china a Pakistán y a los
patriotas afganos, el apoyo a los opositores del prosoviético Movimiento
Popular para la Liberación de Angola, así como la presencia consentida de
China en Latinoamérica.


No obstante las variantes apuntadas, debemos señalar que en función
de la realidad actual, la seguridad del flanco oriental del imperio norteame-
ricano se asienta fundamentalmente en Japón, complementado con las per-
tenencias insulares del Pacífico.


El Tratado del Asia Sudoriental (S.E.A.T.O.-1954) firmado entre
EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Filipinas, Australia, Nueva Zelandia, Pa-
kistán y Thailandia para defender a los estados del Sudeste asiático de la pe-
netración comunista (incluso a los no miembros) ha mostrado en los hechos
su inoperancia, razón por la cual ha dejado de tener vigencia hace tiempo.


Luego de la pérdida de Vietnam, Laos, Camboya, la Casa Blanca, ade-
más de buscar un nuevo equilibrio en la región, está urgida para reforzar sus
flancos occidentales y sur.


El flanco europeo, cuya seguridad está instrumentada a través de la Or-
ganización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN-1949), creada para la
"defensa colectiva de las libertades democráticas a través de una estrecha
colaboración política y económica", continúa vigente pese a ciertos desa-
justes. EE.UU. nunca descuidó a Europa, otorgándole una preocupación
prioritaria que no varía con el tiempo, porque los principales intereses nor-
teamericanos están en esa región del mundo, "...su preocupación principal
(de rusos y norteamericanos) es conservar el equilibrio del terror en condo-
minio para poder mantener en una situación de dependencia las dos partes
de Europa dividida. No se debe olvidar, pese a las luchas periféricas en el
resto del mundo,
que el sitio donde las superpotencias ejercen una domina-
ción inequívoca es en Europa
, con sus 400.000.000 de habitantes; la mayor
reserva de materia gris concentrada en un lugar del planeta" (Alexandre
Sanguinetti, Clarín, 14/6/79) (Subrayado nuestro).


El Medio Oriente, por su posición de nexo entre Europa y el Extremo
Este, juega un papel preponderante para la seguridad norteamericana. Esta
región está caracterizada por una inestabilidad constante, fruto del
enfren-
tamiento de las superpotencias a la vez que de la creciente concientización
de los pueblos árabes, que buscan una reafirmación de su identidad y la
consecución de su autodeterminación. Los EE.UU. procuran recuperar
terreno porque necesitan influir decisivamente en la concertación de un
equilibrio árabe-judío, para mantener pacíficamente el acceso a las fuentes
de energía. Además, requiere acceder al uso de bases militares de aproxima-
ción para una posible ofensiva sobre la URSS o para cerrarle el paso hacia
mares más cálidos.


Entre tanto, su gran flanco sur, América, adquiere un gran significado,
dado el cambiante panorama internacional, así como por el creciente proce-
so de concientización para la autodeterminación de los pueblos del conti-
nente. Hasta ahora, el dominio del área está asegurado a través de formas
directas o indirectas.


La Organización de los Estados Americanos (OEA) es uno de los orga-
nismos más utilizados para el control indirecto del continente. No obstante,
la entidad ha sufrido un proceso de deterioro estructural y operativo que re-
querirá a corto plazo una adecuación de su funcionalidad.


El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R.), ha ser-
vido para alinear los países del continente a los fines de la seguridad csta-


dounidense. Es un elemento más, destinado a complementar y asegurar la
penetración económica para la posterior "integración impuesta". Un gran
rédito norteamericano a muy bajo costo. Por este tratado, entre otras cosas,
los estados signatarios se comprometen a acudir en ayuda de otro ante un
ataque extracontinental. En la práctica ha servido a los objetivos de la Casa
Blanca. Tal el caso de la creación de la Fuerza Interamericana de Paz, que
sirvió para legalizar la invasión norteamericana a la República Dominicana
(1965).


La Junta Interamericana de Defensa (J.I.D.) es otro de los órganos
promovidos para afianzar el control y la "integración". Entidad militar
compuesta por representantes de las FFAA de todos los países, tiene por
función establecer estrategias de defensa continental. Sirve, junto con otros
medios, para normalizar dentro de la órbita del Pentágono, a las doctrinas
militares del continente. Es una manera más de lograr la alineación de los
ejércitos latinoamericanos. (Colegio Interamericano de Defensa
Reuniones de los Comandantes en Jefe de las FFAA)


En resumen: "Una red de instituciones militares interamericanas —es-
cuelas, consejos de defensa, programas de entrenamiento y demás— pro-
porcionaron los medios para asegurar la continuación de la influencia nor-
teamericana en esa esfera, a través de dispositivos que iban desde armas y
procedimientos estandarizados, hasta influencias personales" (A. Lo-
wenthal - Director de estudios del Council on Foreign Relations, en ensayo
publicado por La Opinión el 7/10/76).


Lo expresado, ha quedado demostrado a lo largo de la historia del Or-
ganismo Interamericano y evidenciado por la reconquista de las Islas Malvi-
nas y Georgias del Sur el día 2 de abril de 1982. Este acontecimiento desen-
cadenó una agitada negociación diplomática que decantó en las sesiones del
Consejo Consultivo de la O.E.A. iniciado el 26 de Abril y subsiguientes del
año citado.


La comunidad hemisférica enfrentó uno de los problemas mayores de
su historia, porque tuvo que considerar la agresión de una nación impe-
rialista inserta dentro de la falacia occidentalista.


El hecho no sólo descolocó y puso en evidencia la política de USA con
respecto a América Latina, sino que también comprobó los resabios colo-
nialistas de la vieja Europa.


Corroboró una vez más que la disputa real está dada por los países co-
lonialistas y los países en busca de la autodeterminación, lo que singulariza
en los frentes internos de éstos últimos, la esencia nacional y antinacional de
la lucha.


Para las Naciones Americanas, representó una prueba de la solidaridad
y de la conciencia anticolonialista que las anima y ennoblece.


También significó un crítico examen a la negativa, perniciosa y sober-
bia política exterior Argentina donde siempre prevaleció la elección por
USA o Europa, frente a los Países hermanos.


Las prioridades equivocadas de la política exterior; la persistencia en
subestimar a las naciones del continente; el esquematismo de enfocar todo
bajo el prisma ideológico; el persistente error de confundir los aliados; la
transculturación anglofila y europeísta de las autollamadas élites; el desco-
nocimiento de las realidades geopolíticas, quedaron al descubierto en modo
súbito.


Los resultados de las reuniones de Cancilleres, las ponencias de los go-
biernos, sirvieron para saber quienes integran la
Patria Grande y quienes
medran con los patronazgos hegemónicos. Lo actuado dejó vigente la tesis
sobre la concreción latinoamericana, que prevea y provea la seguridad a los
intereses nacionales y colectivos, sin imperialismos ni interferencias que
conspiren contra la Entidad Americana, comunitaria y solidaria.


También los hechos dejaron al descubierto lo afirmado por estadistas y
pensadores: "Lo jurídico cuando está al servicio de una política hegemóni-
ca, está viciado de nulidad".


Ha quedado claro que los aliados y amigos son aquellos que poseen
mismos ideales, están acosados por las mismas necesidades, se sienten ofen-
didos por idénticos enemigos, poseen un origen común y un destino com-
partido.


Los hechos sucedidos en el Atlántico Sur evidenciaron a los Países her-
manos, a los hermanos renegados, y oportunistas y aquellos que jamás
fueron ni serán hermanos. Esperanzamos que las futuras dirigencias no in-
curran en el error de los antecesores, que salvo excepciones perfectamente
identificables, confundieron aliados y enemigos.


Más allá de lo expresado, los acontecimientos han demostrado una vez
más, la ineficiencia de los organismos jurídicos internacionales y la parodia
política que pretende encubrir la siniestra intención de los paises más pode-
rosos.


Por otra parte, la acción de intervención directa norteamericana en el
continente se ha concretado en diversas formas, según los tiempos, pero
manteniendo inamovible el fin, como ya expusiéramos.


La política norteamericana de inserción de capitales y su paulatino do-
minio de las economías nacionales latinoamericanas (junto con los capitales
europeos y japoneses), necesitan un marco de "libertad, estabilidad y de-
mocracia" para afianzarse. Esto explica la encendida defensa de los gobier-
nos constitucionales, al margen de que sean o no representativos del sentir
de sus pueblos. Recientemente (1979), hablando ante el Council of the Ame-
ricas —que integran alrededor de 200 empresas norteamericanas radicadas
en América Latina— el Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Intera-
mericanos, Viron Vaky, sintetizó la importancia del flanco sur de EE.UU.
Dijo que América Latina adquiere cada día más importancia
"para la prospe-
ridad
y seguridad a largo plazo de Estados Unidos", destacando como polí-
tica prioritaria "proteger la individualidad de cada estado
, sin importar si le
faltan los atributos convencionales del poder" (reproducido por Diario

Clarín). Esto de los atributos del poder no tiene significación para EE.UU. porque en su concepto, los Estados-nación son una etapa superada, que será reemplazada por la integración que propicia la Trilateral Comisión, como veremos más adelante.

Desde los planes de ayuda militar y económica iniciados por Truman
para impedir la expansión del imperialismo soviético, ha existido una cons-
tante de penetración cultural, económica y militar en el mundo no comunis-
ta y especialmente en América. Las alianzas militares de Eisenhower, los
"Cuerpos de Paz" de Kennedy, que infiltraron masas de espías en Latino-
américa para la información y la penetración cultural; la doctrina Johnson
(1965) de intervenir militarmente cuando exista el peligro de ascensión al
poder de los comunistas, son metodologías corrientes empleadas por
EE.UU. Otros instrumentos, como la Agencia Central de Inteligencia
(CIA), son utilizados frecuentemente para "desestabilizar" a los estados
donde operan fuerzas que pueden afectar los intereses estadounidenses o
para "estabilizar" situaciones de regímenes adictos o comprometidos con
los intereses de EE.UU. El accionar de la C.I.A. fue defendido por el presi-
dente Gerald Ford como "...absolutamente necesaria para mantener al mis-
mo tiempo el papel de Estados Unidos como líderes del mundo libre.."
(Clarín, 23/4/75). Se ha creado además, un cuerpo militar especializado
con la misión de "...proteger los intereses estratégicos, políticos y económi-
cos de Estados Unidos en todo el mundo, desde el Medio Oriente hasta
Los
Andes,
desde Noruega hasta el Océano Indico". (New York Times - subra-
yado nuestro).


La fuerza militar, 100.000 hombres por ahora, operará en el campo mi-
litar con un empleo directo cuando las otras fases metodológicas no hu-
bieran tenido éxito, o bien, en coordinación oportuna con otras maniobras.


Como se advierte, a través de su actuación, no aparecen como con-
fiables las intenciones del gobierno norteamericano, porque además de pre-
sentar una constante histórica intervencionista, soslaya a la ONU, la OEA,
y a toda otra expresión de buenos deseos o intenciones que se expresen. Por
ello, los EE.UU deben "...comprender la verdad que yace en el hecho de
que la mayor amenaza que los demás países de la región han percibido, han
sido con frecuencia los Estados Unidos" (A. Lowenthal, cit.)

La situación actual: transnacionales - Trilateral - integración

Aprovechando la bipolaridad naciente en 1945, EE.UU. se dedicó, si-
guiendo a Spykman, a reconstruir Europa y Japón, iniciando con la expan-
sión
de sus grandes consorcios, la etapa de "interdependencia" o de in-
tegración
de las economías capitalistas desarrolladas.

La hegemonía norteamericana, pese a diferencias políticas o choques
de intereses económicos, se mantiene, amparada en su potencial militar, fi-
nanciero y en la enorme capacidad de consumo de su mercado interno.

El accionar de las transnacionales hace que EE.UU. pierda exporta-


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