Ediciones tematica s. R. L. Buenos aires


De esta manera, podemos inferir que liberación es la capacidad de autodeterminación que posee un pueblo para resolver, determinar



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De esta manera, podemos inferir que liberación es la capacidad de
autodeterminación que posee un pueblo para resolver, determinar
y elegir
su destino, al margen de las presiones, fluctuaciones y ofensivas del mundo
exterior.


Liberación no significa abjurar del liberalismo capitalista para elegir el
marxismo, ni tampoco pretender abandonar el marxismo para caer en bra-
zos del liberalismo.


Liberación no tiene conceptualmente, ninguna connotación ideológica,
con uno u otro régimen, porque liberación significa, por sobre todas
las
cosas, genuinidad.

Cuando se habla, entonces, de la liberación nacional, está referida in-
discutiblemente al logro de la autodeterminación del pueblo, a la aptitud
para proporcionarse un modo y un medio de vida, asumiento así su propio
destino.


Para América Latina, concretamente, liberación significa desligar su
destino con respecto a la hegemonía liberal-capitalista que la aprisiona, cre-
ando su propio signo continental y re-creando sus sistemas nacionales. Esto
presupone no la liberación para caer de nuevo en modelos foráneos, sino
la
liberación para crear sus propias estructuras, a fin de permitir el desarrollo
y la consolidación de una mejor justicia comunitaria. Esto requiere una ide-
ología, una doctrina y una metodología. La ideología será la propia del
pueblo, no pudiendo pensarse en ningún momento que cualquiera importa-
da o adaptada será válida, porque si así fuera, significaría que no se habría
logrado la liberación, por cuanto el pueblo no se habría reconocido a sí mis-
mo, siendo víctima de nuevas imposiciones.


Esto es lo que sucede actualmente, debido a que las clases dirigentes
han impuesto la ideología liberal y capitalista. Y esto es, también, lo que
podría suceder si otras clases dirigentes llegaran a imponer el marxismo. La
ideología es consecuencia natural de la esencia del Ser Nacional, la doctrina
devendrá de ésta y deberá ser renovada según el tiempo histórico que se
transite; la metodología tendrá que surgir de la más amplia, genuina
y
auténtica representatividad popular.

Todos deben participar en la formulación de la nueva Patria. Nadie de-
be quedar marginado de la gran empresa cuando se inicie.


La realidad política mundial parece ofrecer las alternativas del mundo
liberal o del mundo marxista. Estas posibilidades son falsas, como opción
nacional porque son colonialistas, en tanto ambas carecen de los pristinos
principios que las identifiquen como salvaguardia de los valores humanos,
de su historia y de su destino político.


Esto también nos impulsa como un tremendo desafío, primero a no
aceptarlo, segundo a crear nuestra propia solución. Necesitamos imperiosa-
mente un accionar creativo, acompañado de una doctrina que normalice los
principios fundamentales en que se apoya la liberación.


El pueblo es el medio y el fin para la implementación política más ade-
cuada, puesto que es el pueblo fuente permanente de creatividad y perfec-
cionamiento, de las formas y modelos de gobierno. El sistema debe servir al
pueblo. La historia demuestra que pueblos sabios han cambiado repetidas
veces las formas de gobierno, sin que ello haya significado abjurar de sus
principios. Precisamente lo han hecho, oportunamente, para salvar la na-
cionalidad. Porque la unión nacional está por encima de toda otra conside-
ración.


El eran engaño liberal, ha sido el de pretender identificar una democra-
cia sobreimpuesta con el estilo de vida de un pueblo, cuando en realidad
pueden separarse sin riesgo alguno para ambas partes. Sobre todo, que
siempre se han referido a "esta democracia", a la única que se considera vá-
lida, en razón de que favorece el mantenimiento del sistema.


Se necesita, entonces, crear una respuesta auténtica, diferente a la que
se pretende imponer, que posea raíz propia. De esta forma las líneas de
coincidencia saldrán del pueblo, a través de una fuerza que sustente una le-
gitima política nacional. La democracia saldrá del grado de representativi-
dad que el pueblo desee darse. Las formas se evidenciarán a través de la ma-
yor participación posible, lo cual significa que el sistema partidocrático de-
berá ser superado.


La realidad del momento expresa claramente que el sentimiento de re-
belión hacia el régimen establecido —e injustamente sostenido— es una
cuestión de personalidad y de dignidad nacionales. Está demostrado que na-
die espera ya que el proceso madure por sí solo, sino que busca afanosamen-
te terminar con las vacilaciones, consolidando apresuradamente las fisono-
mías nacionales.


Ahora bien, toda ideología debe resultar naturalmente del proceso his-
tórico de la Nación, si así no fuere, no puede concebirse que el pueblo admi-
ta como auténtica o representativa a una extraña procedente de otras latitu-
des. Por esta razón, todo pueblo con autenticidad no acepta la opción entre
mundo capitalista y mundo socialista.


Cualesquiera fuese la opción que se quiera imponer entre las dos alter-
nativas señaladas, significará no conocer la esencia del ser nacional, además
de adherir a un sistema neocolonial.


Por esta razón la respuesta de los pueblos sudamericanos trente a la
historia, debe surgir de su más íntima esencia nacional.


Además se debe tener presente que el sectarismo jamás ha conducido a
la liberación. Incurrir o persistir en él, impediría el alcance de las metas im-
puestas.


De esta manera, la creatividad de la dirigencia será asumida por la
ciudadanía, que así se transforma en la fuerza propulsora, condicionadora e
institucionalizadora de la revolución. Esta regla general sen irá para mode-
lar cada proyecto nacional, que incuestionablemente presenta una indivi-
dualidad.


Cada pueblo debe forjar su destino sobre la base de una firme determi-
nación, alumbrada por imaginación, participación y coraje. Terrible error
se ha cometido pensando que se pueden solucionar los propios problemas
imitando lo ajeno, abjurando así de la realidad peculiar. De esta manera, li-
beración significa suficiencia e idoneidad para solucionar los propios
problemas, según los intereses del propio pueblo y de acuerdo a la realidad
histórica, desechando fórmulas ideológicas y doctrinas foráneas.


La independencia total, significa asumir la responsabilidad, compelen-

cia, talento y valor de forjarse el propio destino, construyendo un orden jurídico asumido por toda la comunidad, una sociedad política estructurada
con mayor equidad, que conforme una civilización superadora de las pre-
existentes.


Salvada esta necesidad interpretativa, debemos señalar que, hace tiempo, América transita por los senderos de la lucha para el logro de la autodeterminación. Sus pueblos han comenzado a madurar. La etapa neocolonialista, larga y frustrante, ha servido para generar la conciencia de la liberación y la fuerza necesaria para emprender la gran empresa, sólo asequible a los pueblos fuertes.

Si América no acertara el rumbo ni en el éxito de la lucha, no merecería
salir de la relación de dependencia en que se encuentra. Porque el éxito de
América sólo fructificará a través de una causa objetiva y auténtica.

La lucha por la liberación es proceso, es tiempo, es sacrificio, es antinomia, es la transición cíclica en lapsos irregulares y es el avance paulatino, sin pausas, en procura de objetivos determinados.

El signo más evidente está dado por la inestabilidad, el desconcierto y
el descontento que se manifiesta en todos los campos, por la singularidad
del cuestionamiento a un "statu quo" y por la presencia ideológica
disol-
vente, en forma permanente.

La lucha por la liberación, por sí misma, comprende, como se ha
dicho, una doctrina que va generando estrategias y tácticas. A veces esa
doctrina está confundida o difusa en los hechos coyunturales, pero se
muestra como una constante en la dinámica histórica.


Ambas superpotencias mundia!es se disputan el campo ideológico, a
fin de ganar o bien, no perder espacio. Pese a ello, a las trampas, a las dis-
torsiones y engaños, los pueblos van creando sus propios parámetros basa-
dos en un profundo nacionalismo y en una honda filosofía humanista. Es-
tas son las bases que tal vez aún no han aflorado nítidamente, ya sea porque
el liberalismo o el marxismo tratan de confundir como propias, o bien por-
que aún no poseen la suficiente fuerza doctrinaria como para singularizar
todo el proceso.


Recién cuando la doctrina se encuentre condensada a través de una pra-
xis realista y autóctona, decantará el proceso en genuinidad. Entonces se es-
tará en la etapa de la institucionalización revolucionaria. Para ello habrá
que destruir primero, y suplantar después, todo el viciado y decadente siste-
ma impuesto por la fuerza de los imperios y consentido por la debilidad he-
donista de las oligarquías y su ausencia de conciencia nacional.


En su visita a la República Federativa del Brasil el Papa Juan Pablo II,
ha advertido categóricamente sobre las "formas de liberación reñidas con el
compromiso cristiano'. Refiriéndose a la acción de la Iglesia advirtió:
"Cuando, en el ejercicio de su propia misión siente el deber de denunciar, se
ajusta a las exigencias del Evangelio, sin servir a intereses de sistemas políti-
cos ni a las ideologías en conflicto, la Iglesia, por sobre grupos y clases sociales,


denuncia la incitación a cualquier forma de violencia o terrorismo,
las luchas de clases, las guerras con todos sus horrores." (Clarín,
3 / 7 / 1980).


Al referirse a la liberación claramente expresó que la verdadera libera-
ción cristiana: "con todo su valor, urgencia y riqueza, usa medios evangéli-
cos con su peculiar eficacia y no acude a ninguna clase de violencia ni a la
dialéctica de la lucha de clases". (Clarín, 3 / 7 / 1980).


La lucha por la liberación, significa poseer postulados revolucionarios
suficientemente concebidos, como para producir los cambios que los tiem-
pos reclaman. Estos principios deben estar asentados en realidades
culturales-sociopolíticas, económicas y geopolíticas que respondan a necesi-
dades regionales, nacionales y continentales.


La participación de todos los factores de poder, instituciones y, funda-
mentalmente el pueblo, se hace esencial para mantener el ritmo del proceso,
caracterizar el signo de la revolución, acertar el rumbo y asegurar el logro de
los objetivos programados.


Así como la ideología debe basarse en la relevancia de la justicia en-
cuadrada en la esencia del ser nacional; la doctrina debe condensar las nor-
mas generales de aplicación, según las particularidades; la praxis debe exigir
el cumplimiento de necesidades, el respeto por la realidad y el patrocinio de
la mayor participación popular.


Lo único que asegura que el proceso no se detenga o sufra altibajos
muy críticos, es la participación popular. Para ello habrá que adecuar las
representatividades o instituciones, según el tipo de sociedad, madurez polí-
tica y desarrollo socio-económico. Cada pueblo presenta una particulari-
dad.


También habrá que considerar, con carácter fundamental el rol a de-
sempeñar por las FF.AA. Al respecto, la historia del continente ha de-
mostrado que sin la participación del Ejército no puede optimizarse un pro-
yecto vital como el que tratamos. En este sentido se requiere la concientiza-
ción y el compromiso de la fuerza armada, que proporcionará la seguridad
esencial para que se cumplan las etapas planeadas.


La concertación fraternal y de compromiso histórico entre pueblo y
FF.AA. es esencial para lograr el cumplimiento de las etapas que requiere el
proceso, así como para el posterior ajuste de la creación y mantenimiento de
una
Política Nacional, que asegure la legitimidad de la empresa.

Por otra parte, la participación activa de las FF.AA. deberán propor-
cionar los nuevos medios, instrumentos y concepciones que demanda la re-
estructuración global de la Defensa Nacional. En este sentido, deberá tener-
se presente que la salvaguardia de todo proceso de liberación exige impres-
cindiblemente la autodefensa total e integral. La fuerza autodefensiva
Pueblo - FF.AA., disuade, impone respeto y, por sobre todas las cosas,
compatibiliza el deber con el derecho que tiene todo ciudadano de luchar y
morir por lo que está construyendo. La grandeza de esta comunidad de ideales


es precisamente, la solidaridad en la vida y la solidaridad en la muerte.

En suma, la nación existe o no existe. Es imposible simularla, por ello
habrá que estructurar una nación con suficiente capacidad de decisión,
que
sustituya a la nación neocolonial que al perder su esencia, sólo se muestra
por sus formas exteriores.


Toda FF.AA. perteneciente a una nación que anhela y lucha por la
autodeterminación, no puede ser "apéndice" de ejércitos imperiales
en su
forma y menos en su fondo. Su misión es la de acompañar, apoyar, salvar,
guiar a veces, morir otras, por el proyecto de su pueblo y la grandeza de su
nación.

La liberación es totalizadora, exige la participación de todas las fuerzas
y
de cada ciudadano. Nadie puede ni debe quedar excluido. Ni instituciones
ni hombres.


Los pueblos latinoamericanos han iniciado hace tiempo el camino ha-
cia la autodeterminación. Esto es una realidad histórica... y la historia no
se
detiene.
Las líneas estratégicas

Los Andes - Las Cuencas - Los Planaltos - El Mar

El desarrollo de la primera civilización indígena, la colonización y el
proceso histórico posterior, nos muestran que las grandes líneas estratégicas
del continente están determinadas por la cordillera de los Andes. Las gran-
des cuencas hidrográficas —donde descuella la del Plata—, los planaltos
brasileños y el mar. (Gráfico 26)


Las montañas venezolano-colombianas, son la testa de la morfología
continental; el gran altiplano peruano-boliviano, el corazón y la larga cor-
dillera chileno-argentina, las fuertes extremidades. Bolívar desde la cabeza,
San Martín desde el sur; unieron sus esfuerzos y cristalizaron el plan libera-
dor en el "heartland" del continente.


América del Sur contiene cuatro zonas de alto valor estratégico. El pro-
ceso histórico de los pueblos se ha desarrollado sobre la proyección de cada
uno de esos centros neurálgicos, a través de las conexiones entre éstos y los
valores relativos de los elementos subsidiarios.


Los Andes colombo-venezolanos fueron plataforma de la maniobra
bolivariana hacia el sur para destrozar el resabio colonial español en coordi-
nación con el plan del Gral. San Martín. Esta zona además actuó en la pro-
yección emancipadora hacia América Central a través del istmo panameño.


Los Andes peruanos y el altiplano boliviano, han sido históricamente el
punto de partida de la estructuración de las altas culturas precolombianas
que existieron en el imperio teocrático de los incas y la génesis de la coloni-
zación española. Representaron, además, el último reducto hispano en la
América colonial y, en este momento, es asiento del movimiento de libera-


ción peruano, cuya nación contiene profundamente arraigados elementos
de la cultura incaica y valores de origen hispánico.


La pampa húmeda y su prolongación chaqueña, la conexión serrana y
la columna vertebral andina, significan la vía de expansión civilizadora, e
integradora especialmente a partir de la creación del virreinato del Río de la
plata. Su acción emancipadora se concreta, fundamentalmente, con las ex-
pediciones independentistas argentinas y con la heroica gesta libertadora del
General San Martín. Es el bajo vientre de América.


Los planaltos brasileños, representan la plataforma de proyección que
expande su influjo y poder desde el este hacia el oeste. De esta manera con-
forman la proyección lusitana primero, brasileña después.


Estos grandes espacios no impiden que haya otras zonas o puntos ge-
ográficos que posean condiciones estratégicas de valor. Sólo se han consig-
nado aquellas consideradas fundamentales desde el punto de vista histórico,
político y militar.


Una consideración especial es necesario realizar en relación a estos
centros geoestratégicos.


La acción divisora y erosiva permanente, por parte de los poderes im-
perialistas, buscó siempre escindir las unidades estratégicas. A esta acción
exógena se le sumó la complicidad nativa de la clase dominante de turno. De
allí, entonces,
la partición política de las regiones y zonas con valor
estratégico, con el fin de neutralizar su potencial histórico y geopolítico. Es-
te es el real sentido del desmembramiento sudamericano.


Tres de estas unidades fueron partidas por la acción política neocolo-
nialista, la cabeza (Colombia-Venezuela-Panamá-Ecuador), el corazón
(Perú-Bolivia) y la columna vertebral y el bajo vientre (Bolivia-Paraguay-
Argentina-Uruguay-Chile). Una sola conservó su estado y mantuvo la vi-
gencia de la naturaleza geoestratégica: los planaltos brasileños; porque la
transición hacia la independencia no significó una ruptura total ni violenta
con su madre patria portuguesa. Fue una evolución gradual, con Imperio
brasileño originado en la casa real de Portugal y asociado al imperio británi-
co. La continuidad institucional lusobrasileña y la visión geopolítica britá-
nica, posibilitaron la preservación de la unidad geoestratégica de los planal-
tos, necesaria para la expansión carioca y para cumplir su función de playa
de maniobra inglesa en su proyección bilateral, con los múltiples fracciona-
mientos en que se iba disgregando la América Hispana.


Es natural, entonces, que la reversión del proceso deba pasar indefec-
tiblemente por la reunión de las partes segregadas, a fin de conformar las
unidades geopolíticas
y geoestratégicas primigenias, que no han perdido su
vigencia.


Este debe ser el objetivo de los movimientos de liberación. Primero la
nación luego el continente.
La nación integrada espacial y económicamente
con una profunda solidaridad social y una real representatividad democráti-
ca. El continente, a través de una estructura de concertación política, social,


económica y militar hermanada con objetivos y medios comunes.

Las soldaduras geoestratégicas serán consecuencia de la comunidad geopolítica, basada en la preservación de las entidades nacionales.

El mar. A estas direcciones se le agrega con un carácter preponderante:
el medio marítimo, que ha estado presente en toda circunstancia y momento
en el devenir de cada uno y de todos los países. La constante oceánica pre-
senta en el caso particular del continente, una especial singularidad.


El mar ha cumplido y cumple una función fundamental en la historia
de los pueblos sudamericanos. El continente está unido por el mar al resto
del mundo y sus comunicaciones, tanto internas como externas, dependen y
se sirven de este medio. Por ello la complementación de las comunicaciones
marítimas y terrestres, constituyen para los países una fundamental prioridad.


Desde el descubrimiento, conquista, colonización, luchas independentistas, formación de los Estados, balcanización, luchas internas, hasta el proceso actual, el mar ha sido un medio determinante en la suerte de las naciones.

El mar es factor de unión o de disgregación y consecuente dominación, según los objetivos con que sea utilizado y el poder que se ejerza en él, en respaldo de tales metas.

Nuestra América conoce sobradamente la acción disgregadora británica
que empleó el mar para estructurar un sólido imperio en desmedro de la
independencia del continente. Su estrategia política fue la desintegración del
los Estados para debilitarlos, generando conflictos y resentimientos entre
ellos y armando una sólida atadura bilateral con cada uno. El mar fue
su
territorio indiscutido y por ausencia de un poder naval americano, el límite!
político inglés estaba en las costas del continente. Sin industrias ni pobla-
ción suficiente, el proceso de penetración económica y cultural resultó fácil,
ayudado desde adentro por los sectores ligados al comercio portuario.


El mar es así, a semejanza del espacio terrestre, un área en permanente
disputa, en función de su gran importancia estratégica y de su potencialidad
económica.
Esto nos lleva a comprender que dada la situación del continen-
te, el mar
es frente, flanco y retaguardia permanente.

Esta situación se agrava por la circunstancia de que el continente no
posee escudos insulares en direcciones claves, que le faciliten una estructura
de previsión o alerta aero-naval. Sin embargo, tanto al norte como al sur,
el
continente dispone de continuidad geográfica e histórica. Eso está dado por
Centroamérica y las Antillas, en la primera dirección y el continente Antartico en la segunda, aunque Gran Bretaña domine los principales archipiélagos. Pero este tema es materia de análisis para otra oportunidad. Ahora interesa puntualizar el significado e importancia que ha tenido, tiene y tendrá
el mar en la vida del continente.

Sabido es que el mar es frontera; por tanto sufre las consecuencias derivadas del dominio o debilidad que se ejerza sobre el medio adyacente a las

costas, o bien, la situación proyectiva en función de las líneas de comunica-
ciones mundiales.


Tradicionalmente el mar ha sido espacio a recorrer, a navegar. Hoy en
día es, además, ámbito de explotación de recursos naturales. Esto le con-
fiere al medio marítimo, un relevante aspecto económico.


Los economistas y ecólogos han catalogado a las riquezas marinas co-
mo de vital importancia para la humanidad. Esta es, sin duda, la fundamen-
tación principal que aducen los países para prolongar la soberanía sobre el
litoral marítimo. Las sucesivas reuniones patrocinadas por las Naciones
Unidas persiguen como objetivo, lograr un proyecto mundial sobre la base
de un tratado multilateral, que permita equilibrar los intereses en pugna, a
fin de evitar anticipadamente crisis y desinteligencias entre las distintas na-
ciones.


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