Ediciones tematica s. R. L. Buenos aires



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Así, también, bueno es señalar el estado ambiental que genera un pro-
ceso de liberación. En este sentido, la historia indica claramente la situación
conflictiva, confusa, violenta y antinómica que genera la confrontación
contra intereses de la dominación.
Todo ello conforma la naturaleza de los
procesos que tratamos.
Por esta razón, creemos no correr riesgos de equivo-
carnos al aseverar que todo proceso de liberación es violento. Esta violencia
se da en distintos modos y formas, en razón de los elementos de maniobra
ideológicos, económicos, psicológicos y/o militares que emplean los impe-
rialismos para retardar, detener o ahogar los procesos.


Para elaborar un ensayo que sirva a un proyecto para la liberación latinoamericana, es indispensable partir del conocimiento histórico.

Como ya se ha expresado, la historia aclarará la simiente genética, develando basamentos culturales. El proceso histórico analizado en sus distintas
etapas, señalará las causas y efectos, explicitará los diversos factores que
incidieron positiva o negativamente en la formación de las nacionalidades.
El análisis permitirá, en definitiva, extraer las enseñanzas necesarias a fin de
no incurrir en los mismos errores o bien, neutralizar a tiempo rumbos desacertados, eliminar elementos nefastos y aplicar medios idóneos. La historia,







en fin, nos permitirá edificar sobre cimientos naturales, solidificar la estructura y erradicar lo artificioso y negativo.

Todo ello nos dará autenticidad. La autenticidad hará reencontrarnos
con la naturaleza del hombre americano.


Por otra parte, el estudio de aproximación histórica desembocará, por propia gravitación en la coyuntura, a la cual habrá que estudiarla de acuer-
do a la bisección de factores y elementos que se conjugan y que determinan
el signo y la etapa del avance, por la cual transita el continente.


Todo ello deberá estar especialmente referido a nuestro país en particular porque ningún estudio será válido sino está referido a un caso específico. En éste, se trata de develar la problemática de la Argentina como Estado sudamericano, dentro del contexto mundial.

Consecuentemente con la metodología adoptada, hemos de considerar
las siguientes etapas históricas:


  • Etapa precolombina.

  • Etapa de la colonización.

  • Etapa de la independencia y balcanización.

  • Etapa del neocolonialismo.

  • Etapa de la liberación.

Etapa Precolombina

Cuando los descubridores del siglo XV llegaron a América, encontra-
ron tres fuertes civilizaciones que denotaban ciertas diferencias y similitu-
des.


Los antecedentes que se conocen son suficientes como para asegurar
que las civilizaciones azteca, maya e incaica son las raíces de la cultura
continental.


En el caso particular del imperio de los Incas, que es el que nos interesa
en forma muy especial, su dominio abarcó toda una línea estratégica a lo
largo de la cordillera de los Andes, irradiando su influencia a través de los
valles de los sistemas secundarios. (Gráfico 24)
.

El conjunto montañoso brindó un ámbito natural de particular aptitud,
para que se desarrollara un sistema económico-social, cultural y político,
que generó un poblamiento civilizador en la época precolombina.

El imperio incaico tuvo su origen al N.O. del Lago Titicaca, de la conjunción
de cuatro grupos étnicos principales. Dominó a las tribus menos
evolucionadas, expedicionando a lo largo de los valles, operando desde la
montaña a las mesetas y desde éstas a la llanura. La organización social se
basó en un estructura biclasista, donde los selectos eran los dirigentes y la
masa del pueblo, los trabajadores. Sin embargo, no existió una frontera rígida
ni un "elitismo" exquisito.


El imperio estaba diagramado por carreteras principales y caminos se-

cundarios que interrelacionaban los distintos pueblos, tribus y organizaciones, proveyendo comunicaciones fluidas y seguras. Las disposiciones del
Inca llegaban hasta los confines del territorio, la información y las recaudaciones se efectuaban desde los sitios más recónditos. La administración quedaba así asegurada y la acción de los gobernantes se ejercía con plenitud. Todo esto atestigua el grado de organización alcanzado, la unidad geopolítica lograda y el nivel de civilización emprendido.

Es así que el Estado incaico organizó una administración, desarrolló
vías de comunicación, cultivó un culto, erigió una estructura política monolítica y un sistema social de gran sentido comunitario, diagramó un país y
aseguró sus conquistas con un ejército a la medida de sus necesidades.

El núcleo civilizado estaba asentado en "heartland" de los altiplanos y
en los valles peruanos. Desde allí hacia el norte y hacia el sur. a lo largo de la
cordillera; y hacia el este por los valles y cuencas hidrográficas, buscaron
abrazar el continente. Es evidente que el tiempo no se lo permitió. Si la con-
quista española se hubiera iniciado un siglo después, es posible que los des-
cubridores hubiesen encontrado gobernadores del Inca en la desembocadu-
ra del Río de la Plata.

La expansión se concretó en razón de su civilización más avanzada, que
comprendió un sentido de organización social jerarquizada y comunitaria,
un Estado estructurado verticalmente, una cultura arquitectónica artesanal
y escultural, una organización militar adecuada al destino de la nación. De
esta manera, la civilización incaica vertebró a la América indígena a lo largo
y a caballo de la Cordillera de los Andes, se desarrolló por mesetas y valles,
conquistó los pueblos de las sierras e hizo sentir su fuerza hasta la llanura de los ríos.

Desde las riberas del Magdalena, en Colombia, hasta el sur del Aconca-
gua, teniendo por corazón el Altiplano peruano-boliviano, el pueblo incaico
consolidó la primera unidad geopolítica sudamericana; dejó asentado así el
valor geoestratégico de los distintos factores geográficos; el sentido ver-
tebral de la cordillera de los Andes, el significado centrípeto y centrifugador
de las altas mesetas centrales y el valor unitario del sistema montañoso.


El imperio de los Incas significa el liderazgo cultural y el esfuerzo su-
matorio político, económico, social y militar de un núcleo indígena sobre
las poblaciones que se desarrollaron sobre el macizo occidental del conti-
nente. Esta situación determinó la gestación de una civilización autóctona,
consustanciada en raíces telúricas profundas y trascendentes. Numerosos
pueblos fueron asimilados por los incas en la periferia del Imperio, estable-
ciendo fronteras bien preservadas y que aseguraban la condición hegemónica incaica, que sólo se derrumbaría con la llegada del español.

El modelo geopolítico Incaico es génesis histórica, modelo y pauta del
desarrollo del continente
. Es un antecedente que, conjugado con el de la conquista y colonización, asi como con la concepción de los movimientos
independentistas, nos señalan con elocuencia y claridad un precedente magistral de la vida política de los pueblos sudamericanos.

Etapa de la colonización

Las corrientes colonizadoras en Sudamérica demuestran fehacientemente las líneas estratégicas fundamentales del continente. (Gráficos 25 y 26).

Las expediciones hispánicas se introdujeron de norte a sur a lo largo y a
lo ancho de la cordillera de los Andes; y de sur a norte en la dirección de la
Cuenca del Plata, para ensamblarse en las sierras y valles de la precordillera El centro de gravedad inicial siguió la línea natural de los Andes, apro-
vechando los caminos del Inca. La ejecución de la conquista casi fue un cal-
co de las acciones expansivas del imperio indígena. La idea estratégica esta
ba identificada con sabiduría y sagacidad, en el modelo proyectivo del Inca.

Desde la testa venezolana, pasando por la gran nuca ecuatoriana-
colombiana, posesionándose fuertemente del corazón de los altiplanos
centrales, pasaron a conquistar el resto del continente, operando siempre a
caballo de la cordillera. A esta maniobra principal, se le sumó la corriente
civilizadora que operó con ofensiva simultánea a lo largo del sistema del
Plata, entrelazando y relacionando ambos esfuerzos a través de las llanuras,
valles, cuencas y mesetas.


La colonización hispánica estructuró los virreynatos sudamericanos
con una coordinada acción política, económica y militar. Lograron así,
sa-
biamente, la
segunda unidad geopolítica del continente.

De esta manera, han quedado demostradas las históricas líneas geo-
estratégicas fundamentales, sus implementaciones e inserciones mutuas, sus
interdependencias, así como el valor de los sistemas y factores geográficos
que hacen a la estructuración geopolítica sudamericana.


La corriente portuguesa operó inicialmente a lo largo de la costa atlántica
trepó por los planaltos y buscó afanosamente las vías naturales de los
ríos de la cuenca platense. Pero esta corriente, no sólo incide desde otras direcciones
y se vale de otros factores, sino que está animada e imbuida de
otros objetivos.


De esta manera dos Estados europeos dirimieron supremacías, creando países coloniales, los cuales, una vez independizados, heredaron las antinómicas concepciones de vida de sus respectivas metrópolis.

Mientras las ex-colonias españolas se desligaban de sus metrópolis y, simultáneamente, caían víctimas de la balcanización, Brasil, encuadrado en una férrea monarquía, afirmaba su expansión.

La cultura hispánica erigió un mundo amante de la libertad. Portugal, consuetudinariamente esclavista, continuó siendo un país colonialista hasta
la década del 70. Es lógico que los rasgos se mantengan a través de la herencia histórica.


La fuerza de la cultura hispánica suplantó en lo importante a las cultu-







ras indígenas, pero permitiéndoles —en la medida en que no influía en sus
intereses— un libre juego vivificador. El tiempo produjo una síntesis autóc-
tona, donde, conservándose particularidades, se conjugan razas,
credos y
costumbres. El factor telúrico ha jugado un papel fundamental en el condicionamiento de comunes denominadores de la gestada ligazón de ambas civilizaciones. La corriente española fue influenciando y vertiendo su potencial
en todos los órdenes de la vida y en todas las áreas geográficas.

América fue formándose así por confluencia de las culturas indígenas y españolas fundamentalmente, pero recibiendo las influencias de otras corrientes, que a lo largo de su historia han constituido un ente cultural legítimo, auténtico y diferenciado, donde han decantado las virtudes y defectos de los diferentes grupos civilizadores. La génesis y los aportes procesales, ha ido derivando en producto personalizado por sentimientos comunes, unívocos y continentalistas.

Las históricas líneas civilizadoras (Andes-Plata-Planaltos), convergen en las grandes cuencas y se estrechan a lo largo de la cordillera andina. La amalgama resultará del virtuosismo político y de la conciencia social de los pueblos. Al encuentro geográfico debería continuar la unión histórica de los pueblos hermanos. El destino de América está en sus manos.

Como corolario de lo expuesto, podemos señalar que la Indo-Hispano-América integra un conglomerado de pueblos que conforman una nación, unidos por el cordón umbilical del origen indigenista y la corriente civilizadora de la España Católica.

Desconocer esta realidad sería negar los propios ancestros; soslayarla, significaría abjurar de la autenticidad.

Abjurar de la autenticidad representa la carencia de personalidad. Sin
personalidad es imposible aspirar a ser libres.

Etapa de la independencia y balcanización
El sentimiento independentista sudamericano, sobrevino como consecuencia de la pérdida de prestigio y poder de la metrópoli, conjuntamente con la concurrente concientización de los pueblos. Algo muy parecido, salvando el tiempo y la distancia, a lo que está sucediendo en esta etapa de liberación con respecto al neocolonialismo.

Napoleón y Gran Bretaña juegan un rol preponderante en la ruptura del Imperio Español.

La Reforma, las ideas liberales y las nuevas relaciones económicas del
siglo XVIII se conjugaron en la destrucción de la unidad del mundo hispánico, en favor del predominio del imperialismo franco-inglés. La anulación de España como potencia mundial, a partir de la batalla naval de Trafalgar, significó, además de la pérdida de una guerra, el dominio mundial del imperialismo anglosajón por los siglos venideros.


La etapa que tratamos posee connotaciones muy significativas. El im-

perio inglés, juntamente con las potencias continentales había arribado a
una entente colonialista, que llevaba por título "El Congreso de Viena"
(1815)- El acuerdo entre las grandes potencias, al cual se adhirieron otras
menores, prescribía la alianza con Portugal para lograr la independencia de
Hispanoamérica de España y la asunción del liderazgo por parte de las na-
ciones europeas, particularmente Gran Bretaña.


Al fallar el predominio político directo, se optó por el indirecto,
concretado por el colonialismo cultural y económico. Para ello, a fin de
destruir todo intento o posibilidad de conformación de una o dos potencias
sudamericanas —que con el tiempo pudieran enfrentarse o competir con
ellas— usaron el medio de la parcelación territorial, la partición política y la
segregación social, contando con el accionar favorable de las burguesías na-
tivas, vinculadas a las actividades exportadoras - importadoras.


Los movimientos independientistas se suscitaron, entonces, simultáne-
amente con el proceso de desmembramiento de los pueblos y naciones.

De esta manera el signo con el cual los países indoamericanos iniciaron
la vida semi-independiente, es de origen liberal, con fuerte sentimiento sepa-
ratista y creciente incorporación cultural colonialista. Las premisas políticas
que implantan las metrópolis, están asistidas por los principios de dividir
para reinar; confundir para liderar; privilegiar a la minoría para dominar a
la mayoría.


La creación de una poderosa oligarquía y el dominio de los factores de
poder, aseguraron la transición de la etapa colonial hispánica, a la etapa ne-
ocolonialista británica.


Pero, en lo que hace a la estrategia militar, las columnas liberadoras si-
guieron los caminos del Inca y de los conquistadores. En este concepto se
anotan las expediciones al Alto Perú, al Paraguay, a la genial maniobra de
Bolívar y San Martín a lo largo de los Andes y el Pacífico. (Gráfico 27)


El último reducto hispánico coincidió con los orígenes de la civilización
incaica. El factor geográfico determinó, una vez más, el ponderable valor
geoestratégico que poseen el Altiplano y los valles peruanos. Desde esta uni-
dad, "Heartland sudamericano", se originó y expandió la civilización his-
pánica. Allí, también, tuvo su posterior reducto esta última. Sólo fue po-
sible la consolidación independientista, cuando el poder militar derrotó, no
lejos del Macchu Pichu, símbolo incaico, al último ejército español que de-
fendió en Ayachucho el decaído poder hispánico.

Etapa del neocolonialismo
A partir de la independencia, para América comenzó la larga noche de
la entrega; primero a las potencias europeas, luego a los Estados Unidos de
Norteamérica.


La simultaneidad de la enajenación cultural (espiritual, económica),
introdujo una dicotomía socio-política, que fue heredando los acervos na-


cionales, generalmente débiles y sin teoría, a la vez que producía un distanciamiento entre los pueblos hermanos.

Los choques de intereses y enfrentamientos alimentados por un chauvinismo enfermizo y fomentado por políticas foráneas, llevaron muchas veces
a completar acuerdos o a planteos diplomáticos duros, que obraron con carácter multiplicador de las antinomias existentes.


Por otra parte, una sutil y desarraigada enseñanza.de la historia, sirvió
para que los distintos pueblos desconfiaran y, a veces, abominaran del vecino. De esta manera se consiguió que el hombre americano viviera mirando
para atrás y se olvidara de proyectar su futuro.


El disloque de los pueblos y la invertebración de los distintos países
fueron así peones adelantados de reyes foráneos, que servían a intereses distantes y ajenos. Cuando algún país pretendía autenticar su política, el impe-
rialismo de turno empleaba distintos medios para hacerlo desistir. Estos úl-
timos podían consistir en asesinatos, extorsiones, sabotajes, golpes de esta-
do, bloqueos económicos o hasta la guerra, a través de naciones limítrofes.


De esta manera, fueron propiedad de empresas monopólicas, tierras
ganados y empresas. América se transformó en un campo de batalla econó-
mico de los grandes intereses mundiales. Los gobiernos fueron digitados
y
suplantados desde ultramar o bien desde el Norte, a partir de la II Guerra
Mundial.


Se crearon centros de poder locales que funcionaron con gran fuerza
centrípeta debilitando, satelizando el interior y creando una oligarquía poderosa. Se estructuró un sistema que a través de los años afianzó la dependencia, aseguró la conducción capitalista y encuadró rígidamente a las naciones dentro del dominio de las metrópolis. Sutilmente algunas veces, coercitivamente otras, se alinearon países y se avasallaron pueblos.


A toda esta ofensiva, los pueblos contestaron siempre con movimientos
nacionalistas, conscientes, puros, y cada tanto surgieron caudillos de distinta magnitud y nivel, que enarbolaron las banderas de la liberación. Pero
siempre el sistema se impuso, aunque ello le costara ceder algo para mante-
ner lo fundamental.
La estructura liberal de los Estados es una hidra insa-
ciable y hasta hoy indestructible, que sólo podrá ser cambiada a través de
una revisión total y en mérito a un modelo propio, que dé respuestas a las le-
gítimas inquietudes de los pueblos del continente.


El sistema ha creado mecanismos de autodefensa, que fueron adecuán-
dose a los tiempos, a fin de servir en todo momento a los intereses de la de-
pendencia. Pero el proceso neocolonialista fue creando, también, los ele-
mentos de lucha al servicio de los intereses de los pueblos. El sistema de
opresión y distorsión, generó los anticuerpos que poco a poco han entrado
en la gesta de la revisión y reversión del proceso.


Hace tiempo se ha entablado la lucha por el logro de la autodetermina-
ción. Esto significa que el neocolonialismo está siendo seriamente cues-
tionado y se encuentra en el banquillo de los acusados. No obstante, aún


cuenta con elementos a su favor. El primero, que es el más fuerte, es el siste-
ma creado implantado y hasta arraigado. El segundo, los hombres que, per-
teneciendo a las oligarquías y bien aliados de éstas, se encuentran compro-
metidos como parte del sistema.


La telaraña ha atrapado a los pueblos desde su independencia, pero a
medida que el proceso de concientización va madurando, van elaborando
estrategias para destruirla y reemplazarla por otro sistema, que se adapte a
su naturaleza e idiosincrasia.


Latinoamérica debe estar alertada sobre la intención de las metrópolis
de cambiar de nombre al sistema, de manera de poder engañar a través de
nuevas formas, todo ello con el fin de quedar dueñas de lo que más les inte-
resa, según sus designios.
Algo así como cambiar de pelota pero no de árbitro.
Etapa de la liberación
La palabra "liberación" ha sufrido, por causa de un gastado empleo a
veces intencionado o por desconocimiento conceptual, una pérdida de acep-
ción y justeza. Por ello se hace necesario y conveniente, determinar el en-
cuadre terminológico que corresponde.


Desde el punto de vista de la psicología, libertad es un concepto apli-
cable a un individuo que se ha identificado como tal. Esto es que conoce sus
capacidades y limitaciones físicas, emocionales y mentales, aceptándolas en
su real y conciente dimensión. Es decir, el hombre que se conoce a sí mismo.
De esta manera, el que se conoce a sí mismo, se reconoce como individuali-
dad, pudiendo en consecuencia,
elegir, asumiendo la responsabilidad de la
elección. En este sentido, se considera que solamente puede elegir aquel que
es libre.


Realizando la traspolación al campo político, es evidente que la libera-
ción de un pueblo está regida por los parámetros que condicionan su indivi-
dualidad como tal, es decir su autenticidad, su capacidad para resolver y
elegir su destino. Este pueblo (sociedad política), deberá conocerse a sí mis-
mo, en sus virtudes y defectos, asumir la responsabilidad de sus valores y fa-
lencias, frente a las demás naciones y pueblos.


En el campo político, hablar de libertad es hablar de independencia, lo
cual significa mandarse a sí mismo, rompiendo los ligamentos de la depen-
dencia del extranjero.


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