"Participar en la reglamentación de la navegación y otros usos del
estrecho de Magallanes; disponer de aguas jurisdiccionales propias
en el Canal de Beagle, y libertad irrestricta de navegación por los ca-
nales fueguinos, de conformidad con normas vigentes del Derecho
Internacional".
"Garantizar la continuidad geográfica del territorio continental e in-
sular con el Sector Antártico Argentino, de manera tal que se res-
guarde nuestro derecho de soberanía sobre el mismo.
Los argentinos necesitamos sincerarnos con nosotros mismos, entran-
do de una vez por todas en la etapa de la madurez y en la visión de la objeti-
vidad.
La Nación Argentina Situada en el hemisferio oceánico, península austral del continente
americano, alejada de los grandes centros de poder, distante de las "zonas
calientes", favorecida por su acceso directo a los mares, enriquecida por un
territorio vasto y calificado, habitada por un tipo de población peculiar, la
República Argentina vive su proporcionada marginalidad geográfica dentro
de un marco de relativa seguridad.
Esta situación le facilita y permite, en la medida que sepa aprovecharla,
una política tendiente a obtener una menor dependencia, auxiliada por su
propio potencial y por la carencia de elementos geográficos neutralizadores
que limiten su libertad de acción.
La Argentina posee características de insularidad, pero es fundamentalmente un país continental, por cuanto su núcleo geohistórico, su pasado y su presente están basados en el contexto territorial, y su futuro sólo será promisorio si logra el desarrollo nacional y regional que le permita una mayor autodeterminación. Su destino está junto a sus pueblos hermanos, su suerte deberá ser la de las naciones sudamericanas, jamás allende a los mares; porque en el continente se forjó su vida, se da su subsistencia y tendrá, naturalmente, lugar su supervivencia. El continente es el ecumene natural, histórico y trascendente. El mar es un medio importante y debe prestar una función de servicio, una facilidad para el país. La Argentina continental debe preocuparse por su capacidad marítima, porque es parte de su interés directo. En cuanto al "Mar Territorial Argentino", se da por descontado que deberá ejercer la plena y absoluta soberanía por similitud al territorio nacional. En este sentido, el Mar Argentino es frontera y como tal deberá ser tratado.
La peculiaridad geovial de que goza, le confiere en el mundo actual, una fértil y vasta libertad de acción para desarrollar una geopolítica de grandeza.
Sin embargo, la Argentina viene sufriendo un largo proceso frustrador
y neutralizador de sus potencialidades, una acción desintegradora de su
patrimonio físico y disociadora de su acervo cultural.
Las causas y efectos, multiplicados por la inexorable acción del tiempo,
la evolución de las comunidades y la creciente influencia tecnológica, han
convergido hacia un punto de definición histórica ineludible. La Argentina
se enfrenta, en las postrimerías del siglo XX, con el nudo gordiano de su
destino. La realidad situacional le plantea —por sobre los esquematismos,
rotulismos, artimañas o ficciones—, la clara ecuación de la dependencia a la
autodeterminación, de lo nacional a lo antinacional.
La hora estelar para los argentinos, les impone ser o no ser.
Una situación desfasada de la realidad mundial, desarticulada de su
esencia e intimidad, producto de un sistema caduco y de estructuras anacrónicas, la han colocado en el límite de la prudencia y de la seguridad.
A un siglo del Modelo del 80, el sistema económico-social implantado
resiste las crecientes exigencias de una sociedad en expansión, integrada por
un especial tipo humano. Sesenta años bastaron para demostrar que el siste-
ma político basado en la partidocracia no respondía ni se adaptaba más a un
pueblo que trasunta su vocación participacionista y en un Estado sin representatividad. Un acervo cultural vapuleado, inerme ante la criminal ofensiva de fuerzas ajenas o contrarias al ser nacional, se debate peligrosamente en la subsistencia, como base nuclear de la nacionalidad.
Para la Argentina ha llegado la hora de la definición histórica, que la
llevará en los próximos cien años a participar como coactora de un mundo
en acelerada transformación, o a vegetar en la oprobiosa dependencia de los
pueblos marginados o escindidos.
El proceso histórico ofrece a la Nación Argentina, en la presente coyuntu-
ra, tres alternativas, cuya responsabilidad recae en aquéllos que detentan el
poder.
Política conservadora:Significa mantener el "statu quo", aunque se mo-
difiquen ciertas formas; neutralizar las fuerzas renovadoras; continuar la
dependencia de los centros de poder foráneos; mantener el modelo agroexportador; la inseminación aculturizadora y el sistema tradicional. Esta op-
ción demandará críticas situaciones político-económicas y sociales, gestadas
como producto de la ecuación de opresores y oprimidos. Será una sofistica-
da continuación del Modelo del 80, con un país subsatélite, postergado y
conducido por el hegemonismo norteamericano o bien brasileño. El proyec-
to geopolítico no variará de la teoría portuaria.
Política del cambio:Implicará la revisión total y profunda del sistema y
de las estructuras que le asisten; el rompimiento de las ataduras de servicio a
los hegemonismos extranjeros; la determinación del autodesarrollo y la in-
tegración en el Cono Sur con los países hermanos. Exigirá la unión na-
cional, que sólo puede estructurarse a través de un Movimiento Nacional,
auténtico y mayoritario; la redefinición de objetivos y estrategias con la
puesta en práctica de una política pragmática, de genuina defensa de los in-
tereses argentinos; la creación de un nuevo modelo nacional. El proyecto
geopolítico será el sanmartiniano: la Gran Confederación del Cono Sur,
sobre la base de los desarrollos nacionales.
3. Política de enfrentamiento:Significará el rompimiento violento y drásti-
co de la dependencia: la vietnamización del proceso y la radicalización de la
situación. Sea cual fuere la filosofía que anime esta postura la idea ge-
opolítica deberá contener la instrumentación hegemónica y significará el
cambio de dependencia con un costo y riesgo de características suicidas.
Si descartamos la tercera por improcedente e ilógica, centraremos el ac-
tual proceso en sus términos justos y reales. La Argentina se debate entre la
primera alternativa y la segunda, lo que en buen romance entraña el mante-
nimiento de una estructura de dependencia, o la creación de un sistema no-
vedoso que la lleve a una creciente autodeterminación.
La elección depende de dos factores preponderantes y permanentes. El
factor externo y el factor interno. Ningún país ha obtenido el autodesarrollo
por determinación del factor externo. Por el contrario, siempre este elemento
se ha conformado como acérrimo enemigo de la independencia de los
pueblos.
Por lógica y natural decantación, llegamos a la conclusión de que la
elección de la segunda alternativa depende exclusiva, preponderante y úni-
camente de la definición del frente interno. Es el pueblo argentino, a través
de sus dirigentes auténticos quien debe decidir el modelo que imbrique a la
Nación hacia su destino de grandeza.
Para esta alternativa, que es correcta e histórica, la geopolítica na-
cional no puede ser otra que la expresada repetidamente en este texto. La
metodología, en sus aspectos generales, deberá seguir las siguientes fases,
que son interdependientes y que podrán darse simultáneamente:
Fase de la Unidad Nacional: Deberá estructurarse sobre la base de la
unidad de los factores dinámicos e instituciones trascendentes del país, co-
mo un medio para el logro de la autodeterminación creciente. Durante este
período se deberá ejecutar la integración territorial y el autodesarrollo ace-
lerado. Del proceso surgirá un modelo en permanente perfectibilidad que
asegure un equilibrio justo y armónico a la comunidad y un sistema que la
preserve de las ingerencias extrañas, a la vez que la robustezca para afrontar
los desafíos del siglo XX.
Fase de la Integración del Cono Sur: La Argentina debe ofrecer una in-
tegración comunitaria sobre la base de los desarrollos nacionales, en contra-
posición de la integración hegemónica que pretende brindar Brasil. El obje-
tivo será obtener un centro de poder de creciente autonomía regional frente
al mundo. Si Brasil sumara su concurso a este esfuerzo de sus pueblos her-
manos acortará tiempo, ahorrará sacrificios y aportará gran parte de la so-
lución. En cambio, el entendimiento argentino-brasileño para la dependen-
cia, disputándose preeminencias favoritistas, no es válido por antihistórico.
La asociación solidaria de los países del Cono Sur, es el único reasegu-
ro para la supervivencia como naciones autónomas, históricas y trascenden-
tes. La defensa de los intereses comunes no sólo es un deber de los gobier
nos, sino que también es una necesidad ineludible de los pueblos.
Fase de la Integración Sudamericana:Será el objetivo óptimo y relevan-
te en la historia de la comunidad continental.
Las grandes obras se realizan sobre la base de la voluntad. La voluntad
requiere heroísmo. Sin heroísmo ningún pueblo podrá obtener su auto-
nomía.
El espacio argentino posee las capacidades necesarias para obtener un
autodesarrollo; el espacio del Cono Sur tiene extraordinarias aptitudes para
la integración regional y su proyección mundial; en la era del continentalismo, la unidad sudamericana contiene un valor ponderable y necesario.
El futuro puede ser impuesto, indeseable e imprevisible. Los pueblos
del continente deben afrontar la lucha que les depara, la contingencia mun-
dial, para que el futuro sea voluntario, elegido y anhelado.
Para los sudamericanos, para usar una acepción geopolítica, "espacio
vital": significa la constitución de una estructura política y jurídica que le
confiera un poder autónomo, legítimo, trascendente, a fin de equilibrar fa-
vorablemente su situación relativa con los poderes mundiales, y producir la
ruptura del esquema geopolítico estructurado por intereses ajenos a su vo-
cación y a la suerte de sus pueblos.
La República Argentina debe construir un Movimiento Nacional con
proyección latinoamericana, que contenga en sus raíces la transformación
basada en la tradición cultural, sin imitaciones serviles, reafirmatorio de la
personalidad continental.
La alternativa correcta para el cambio del sistema y de las estructuras,
será la creación de un modelo asentado en un estilo propio. Sólo de esta ma-
nera se podrá romper con la dependencia liberal capitalista a la vez que elu-
dir el riesgo de la acechanza marxista-leninista.
"Serás lo que Debas Ser
o no Serás Nada" Lo que Enseña la Historia Transitamos en la República, épocas en que se habló mucho y se hizo
poco, en que —no sabemos por que designios— los responsables de la con-
ducción se olvidaron o se apañaron de los temas trascendentales de la Na-
ción, para enredarse o dejarse enredar en lo superficial y sectario.
Los pueblos suelen sufrir ciclos de depresión y mediocridad, para luego
ascender por los tiempos de gloria. Estos altibajos se suceden acorde la diri-
gencia y conductores de turno, de forma que las etapas históricas pueden
identificarse con nombres propios, sea en la cúspide, sea en la base. Nor-
malmente los grandes periodos coinciden con grandes hombres, mientras
que los declinatorios con pobres y deslucidos personajes que sólo represen-
tan a figurones, presos de sus propias incapacidades y debilidades.
La historia presenta altibajos, pero también, entre otras cosas, señala
una constante en el largo proceso de los pueblos. Los grandes momentos
han coincidido siempre con tiempos de gran patriotismo, de enorme valor y
pasión por el sacrificio y la lucha. Las depresiones en cambio, se han pre-
sentado como situaciones anímicas de entrega, con una declinación cons-
tante y aguda de los valores nacionales. Los pueblos sólo han alcanzado sus
consecutivos objetivos, preparados para la lucha, con ingentes sacrificios y
profunda abnegación. El Estado pacifista, hedonista y contemplativo
acuerdista y negociador ha generado siempre situaciones de entrega colo-
nialista de gran alineación a intereses foráneos. El "no te metas" ha sido así
la drogadicción nacional, que ha ido castrando paulatinamente los valores
esenciales del ser nacional.
Lo expresado no significa que se prefiera la guerra o el estado de
violencia. Sólo señalamos hechos reales y objetivos.
La evolución positiva de un pueblo se realiza sólo con lucha, heroísmo
y sacrificio. La historia no presenta un solo caso en que se haya logrado un
gran cambio en un ambiente vacío y con un pueblo adormecido por falacias
y contemplativo en lo material. La naturaleza del cambio es casualmente la
abnegación y el sacrificio. Por ello, si se desea transformar la estructura
hay que preparar al pueblo para que sepa asumir el papel que le corresponde
en la revolución que se elige. En cambio, si se adopta el mantenimiento del
"status quo" o se prefiere un reformismo intrascendente, hay que adormecer a la población con la droga del materialismo y del egoísmo.
El cambio que requiere indefectiblemente lucha, no significa necesa-
riamente la violencia armada, ni el revanchismo, ni la subversión, sino un
estado de ánimo, una previsión constante y una determinación férrea e in-
quebrantable para remontar la Nación y no entregar nada que no deba ser
entregado. Esta situación, que no es utópica puesto que otros pueblos lo
han logrado, y el nuestro en otras épocas cumplido, requiere inexorable-
mente la conducción lúcida, ejercida por una dirigencia nacional con la par-
ticipación activa del pueblo.
Repetimos, esto es realidad objetiva, en consecuencia desconocer estas
verdades será ser cómplice, o bien estar comprendido en la ignorancia. La
historia hay que objetivarla, asumirla, aprenderla. Todo desconocimiento o
tergiversación que se quiera hacer de ella, acarreará consecuencias graves y
difíciles de enmendar. Al pueblo hay que prepararlo hablándole con la ver-
dad.
El adocenamiento de los pueblos ha conducido siempre a consecuen-
cias irreparables.
El adormecimiento entorpece, amodorra, torna a los hombres en eunu-
cos y a las mujeres en siervas. Por esta razón, este medio constituye uno de
los principales elementos de utilización, para destruir la capacidad creadora
y de lucha de la nación.
No existe revolución sin grandeza, ni lucha por la liberación dentro de
un marco bucólico: Eso es lo que la historia enseña y eso es lo acontecido a
través de los años.
La violencia no es sólo la guerra, atentados y combates; es también la
incomprensión, el vasallaje, la dependencia, la explotación, el robo, el so-
borno, el latrocinio y la opresión.
Un pueblo con grandeza, con sentido de historia y trascendencia, debe
prepararse para luchar y sufrir. No existe la gloria sin sacrificio, ni la inde-
pendencia sin abnegación. Esto no quiere decir que se elija la violencia por
vocación, sino como una realidad para el triunfo y la supervivencia.
Ninguna doctrina geopolítica puede ni debe desconcer la necesidad de
preparar al pueblo para la lucha. Ninguna de las existentes en el mundo lo
ha hecho.
Toda otra prédica significa la entrega, servir al enemigo y castrar los
valores del pueblo.
Definir al Enemigo
Una publicación que circula en los medios financieros y bancarios
extranjeros, afirma que la República Argentina es un país en disolución. Se
emplea un análisis que abarca los campos morales, económicos y políticos.
La bisección de estos y de las áreas que los componen, indican, expresa la
fuente originaria, la constante declinación que rumbea hacia la disgregación
como Nación.
El informe presupone una Nación en proceso de contracción opuesto al
de expansión, donde los síntomas históricos comienzan por la continúa ce-
sión territorial, la pérdida del acervo cultural (aculturación) las tendencias
negociadoras y acuerdistas, la desestabilización económica e industrial, la
despoblación, la debilidad de la autoridad del Estado, la carencia de una
unidad política, la emigración de cerebros y otros items que se conjugan en
el tiempo, para producir un análisis del tenor expuesto.
Esta cita, que tomamos en función de referencia y como índice del pen-
samiento de ciertos círculos extranjeros, debe servir para hacernos meditar,
autocriticar y fundamentalmente, embravecernos. Pero no entre nosotros y
ciegamente, sino contra los enemigos principales, pero lúcida e inteligente-
mente.
Si estos observadores han intuido o elegido para la Argentina un desti-
no de partición y disgregación nacional, tal como lo sufrieran el Imperio
Austro-Húngaro, Polonia, Checoslovaquia, Alemania o Palestina, debe-
mos percatarnos a tiempo de los males del proceso y revertirlo con decisión
y coraje.
La ofensa no debe oscurecer los sentidos, sino esclarecerla conciencia.
El primer paso de la reflexión debe consistir en la tarea de identifica-
ción del enemigo. Nuestro enemigo está representado por una alianza espú-
ria entre el mundo capitalista y el mundo comunista. El primero se opondrá
a nuestra consecutiva liberación, buscando si fuera necesario, la interven-
ción directa y nuestra destrucción como Nación. El segundo especula con
nuestro proceso para adueñarse desde adentro y no comprometer su seguri-
dad mundial.
Dentro del juego ideológico se mueven diversas organizaciones mun-
diales de distinta naturaleza que se mezclan, se confunden y se alian en el ac-
cionar, en busca del control del Estado, del dominio de la economía y la
transculturación de la población. Entre éstas podemos citar a las transna-
cionales, la masonería, la fuerza X, el sionismo, las sectas y logias esotéri-
cas, etc. El objetivo es el gobierno mundial, para lo cual buscan el debilita-
miento y quebrantamiento de los Estados Nacionales.
Tenemos, pues, enemigos que en el accionar se hacen uno, porque imple-
mentan sus tácticas para ahogarnos cuanto antes y de esa manera, obtener
los réditos buscados.
La información debe alertarnos en la necesidad de luchar al unísono
contra el enemigo común, materializado por el imperialismo capitalista y el
imperialismo comunista. La batalla debe darse en todos los campos.
Si se confunde al enemigo no habrá victoria. Si se prefiere a uno y se
elige, sea cual fuere éste, se continuará en la dependencia. Si el pueblo no se
prepara para la lucha, con sacrificio y abnegación, continuará en la depen-
dencia. Si los sudamericanos no se percatan de que son "usados" por am-
bos imperialismos para favorecer los intereses de cada uno y no estrechan ti-
las para oponerse a sus designios, el continente seguirá siendo campo de ba-
talla para objetivos extranacionales.
La mejor forma de concretar una lucha exitosa contra ambos impe-
rialismos, es la Unión Federativa de los Estados Sudamericanos, a partir de
la consolidación de la condición nacional.
Por otra parte, habrá que saber identificar a enemigos, amigos y
aliados, clarificar los propios intereses y defenderlos e imponerlos con soli-
daridad y valentía. Dimensionar la Geopolítica
La geografía ha estado permanentemente influída por el hombre, los
grandes descubrimientos, la ciencia y la técnica. La política de los Estados
ha buscado apoyarse, valerse y servirse de las oportunidades que ésta les
ofrece, así como han pretendido siempre neutralizar las potencialidades que
afectan sus intereses.
Aunque la naturaleza aún conserve su pureza, la política ha producido
alteraciones y mutaciones relevantes a la geografía, en procura de la conse-
cución de objetivos trascendentes.
A ello se debe que la ciencia geográfica, presente una permanente ac-
tualidad e importante vigencia en la vida de los pueblos y que procure un
virtuosismo, al adaptarse en forma creciente y armónica de acuerdo a los in-
tereses de éstos.
La geopolíticaha demostrado su vigencia, casualmente, como conse-
cuencia de estas realidades ejemplificadas por repetidos hechos históricos.
Los Estados y los grandes estadistas han empleado sus beneficios, han
estudiado sus leyes, han teorizado sus principios y la han aplicado a sus res-
pectivos países con suerte variada.
La geopolítica, forma parte así de una realidad mundial, en la medida
en que el político necesita concretar sus maniobras estratégicas, el econo-
mista busca el dominio de producciones, el científico y el técnico requieren
el avance de la investigación y el militar pretende controlar los espacios.
Adentrarse con tiempo y método en sus secretos y enseñanzas, debe ser
una obligación de políticos, economistas y militares. El Estado Argentino
debe propiciar el desarrollo científico de un Instituto Superior de Geopolíti-
ca que sirva a la Nación.
Cuanto antes se provea a la enseñanza de la geopolítica, mejores resul-
tados se obtendrán en la alta conducción del Estado y en la rápida concientización del pueblo.