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Karl Haushofer (1869 - 1940)



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Karl Haushofer (1869 - 1940)

General del ejército alemán, profesor de geografía, fundador del Insti­tuto de Geopolítica de Munich, escritor, tenaz propulsor del cientificismo de la geopolítica.

Este general alemán se caracteriza, al igual que el ilustre geógrafo inglés, por la universalidad de su análisis geopolítico, es decir, por el enfo­que de las condiciones geográficas y de las fuerzas políticas en situación de interdependencia.

Su obra influyó vastamente en la juventud alemana, en particular en la oficialidad del ejército, que se preparaba para la Segunda Guerra Mundial.

Una de las premisas fundamentales, el «espacio vital», fue uno de los estandartes de guerra levantados por el nazismo para iniciar una aventura que años más tarde dejaría a la Alemania poderosa, un presente de derrota, destrucción, despojó, división territorial y sometimiento.

Haushofer recoge las premisas de Mackinder, acerca de la importancia del heartland y la necesidad del dominio político unificado de esa vasta v estratégica zona. Como el inglés lo vio en los albores de nuestro siglo Haushofer también comprende que las nuevas circunstancias históricas económicas y tecnológicas, vuelven a dar una oportunidad al poder terrestre sobre el poder marítimo y en esas circunstancias ve la posibilidad de que una buena concepción en la política exterior alemana, permita la construcción del imperio euroasiático, con posibilidades de disputar grandes porciones de poder a las potencias marítimas, sacando a Alemania de la condición de so­metimiento en que se encontraba con posterioridad a la Primera Guerra Mundial.

Para unificar el poder político del heartland, este militar enmarcó su obra en procura de esclarecer a los gobernantes de la Alemania nazi, para la obtención de dos primordiales objetivos: conseguir el espacio vital para el desarrollo alemán y efectuar una alianza con Rusia en primer término, pos­teriormente con China y Japón. Tres décadas después, Haushofer ponía de nuevo sobre el tapete, la teoría que lúcidamente había desarrollado Mackin­der.

Es posible opinar que Haushofer obtuvo éxito en su primer intento, no así en el segundo. Esto es así puesto que Alemania adoptó la tesis del "espa­cio vital", mientras que la conducción política desechó la alianza ruso-germana por incompatibilidad ideológica. Se actuó sin pragmatismo políti­co.

Alemania, encerrada en sus modestos límites, luego de su derrota en la Primera Guerra Mundial, había desarrollado un inmenso potencial in­dustrial que requería con prisa y sin pausa, la búsqueda de nuevos horizon­tes para mantenerlo y proyectarlo en un mundo dominado por otras poten­cias.

Nación sin mar libre, tuvo muy poca oportunidad en la repartición de nuevas tierras, a las que accedieron sólo las potencias marítimas.

Vivía, entonces, en una situación de desarrollo acelerado sin la facili­dad espacial que le permitiera colocar los excedentes de su creciente in­dustria, como lo habían hecho los restantes países europeos.

Esta situación despertó en el político y militar, la obsesión por engran­decer el espacio del Estado alemán, pues, según sus ideas, siguiendo a Kjellen, la posesión de un espacio apto para el desarrollo integral de un Es­tado era una premisa incuestionable para no sucumbir en las ansias de gran­deza.

Sin duda, para Haushofer, espacio era sinónimo de poder.

Consideramos que la preponderancia que Alemania le asigna al «espa­cio vital», se originó en la limitada situación espacial respecto al formidable desarrollo industrial. Su encierro relativo, producto del cerco geoestratégico de las potencias marítimas, le impidió compartir el reparto colonial del mundo.









El Estado alemán, marchó a la guerra enarbolando la causa del «espa-cio vital». Fue un objetivo tenazmente perseguido por su política exterior en momentos de triunfo y de grandeza. La idea de Haushofer se aplicaba como objetivo prioritario, por parte de la política exterior.

Entre el pensamiento de Haushofer y la estrategia política practicada por Hitler no ha existido correlación ni consecuencia. El conductor alemán siguió sus dictados personales, desconociendo la correcta teoría del pensa­dor. Los resultados son bien conocidos.

Se hace necesario dimensionar claramente la teoría haushoferiana, a la luz del enfoque ecuménico que hemos sostenido. En este sentido, el vir­tuosismo del pensamiento no radica tanto en el concepto de «espacio vital» referido particularmente a la realidad alemana, cuanto a la ratificación ge­opolítica del enunciado de Mackinder, al cual le confiere una fuerza especial y lo amplía espacialmente hacia el Extremo Oriente. (Gráfico 11).

Las consecuencias que hubiera tenido la concreción de esta teoría, sólo pueden ser imaginadas con una proyectiva fantasiosa. Lo cierto es que entre los principales factores que conspiraron contra su posibilidad, deben com­putarse los dictados de la personalidad esquizofrénica del dictador alemán y el factor ideológico. Tal vez cabe preguntarse qué hubiera sucedido si Ale­mania y Rusia hubieran articulado una teoría de coexistencia, tal cual lo han realizado la URSS y los EE.UU. de Norteamérica, a partir de la finali­zación de la Segunda Guerra Mundial.

Para Hitler, Gran Bretaña debía mantener el dominio europeo a nivel mundial y Alemania, encabezar la lucha contra el comunismo soviético. Hitler no quería romper con Inglaterra, nación con una sangre similar a la germana.

Esta idea del dictador era para Haushofer descabellada y suicida, pues enfrentaba a Alemania con quien debía ser su aliado, a la vez que preconiza­ba una alianza hacia aquella que era su natural enemigo. Pero Hitler domi­naba en Alemania y fue su idea la que se impuso.

Desde el punto de vista geopolítico, el planteo haushoferiano, versión alemana del «pivote» geográfico de Mackinder, hubiese traído consecuen­cias internacionales que posiblemente habrían hecho variar totalmente la composición del poder político a escala mundial. Lo enunciado por un inglés, lo perseguido con desesperación por un alemán, está hoy vigente. La idea madre ha permanecido desde los albores del siglo XX con una precisa e incuestionable vigencia. Constituye uno de los principales objetivos ge-opolíticos de la Rusia soviética.

En la gestación de la teoría geopolítica de Haushofer así como en distintas expresiones y actos de su autor, se encontraban presentes ideas racistas antinaturales, que desdibujaron y desvirtuaron el sentido científico de la disciplina. Ello llevó a distintos pensadores a un descrédito sobre la materia, a la vez que asignaron a la geopolítica tendencias esencialmente imperialistas.



Nicholas Spykman

No vamos a hacer aquí una total descripción de la tesis de Spykman, expuesta en un libro que fue editado por primera vez en 1942, bajo el título de "EE.UU. frente al Mundo". Sólo nos limitaremos a exponer cómo la te­oría geopolítica de este profesor norteamericano, que en la actualidad —y con algunas modificaciones— es seguida como objetivo de la política exte­rior de su país; ha influido e influye en la política internacional mundial, y en particular, en América Latina.

Spykman parte de la aseveración de que la política mundial, se ha transformado en un único campo de fuerzas, donde es preciso participar pa­ra evitar quedar aislados del mismo.

Ese campo de acción, obviamente, está regido primordialmente por los países poderosos, quienes juegan un rol fundamental; mientras los débiles cumplen un mero papel de piezas menores, en el gran tablero de ajedrez, ju­gando de acuerdo con los intereses de los primeros. Por esta razón, EE.UU. debe atender esa premisa, para su accionar futuro, como una de las piezas claves de ese constante juego de poderes, donde la lucha no acabará jamás y donde un aislacionismo voluntario dentro de sus fronteras, condenará al país poderoso a un inevitable desplazamiento por parte de otra potencia.

Spykman no cree en el poder del Derecho Internacional para la regula­ción de los conflictos suscitados entre los diversos Estados, sosteniendo que la ley de la fuerza es la única aplicable, ante controversias, en las que están en juego los intereses fundamentales de un Estado, máxime cuando se trata de un Estado poderoso.

Es decir, que un Estado que quiere participar significativamente en la arena internacional, en una constante lucha por el poder, debe tener en cuenta la forma de guerra continuada, a veces abierta, a veces disfrazada, que asume la disputa por ese poder político mundial. Para ello, un Estado debe estar preparado para asumir una guerra total, permanente, basada en la planificación combinada de sus estrategias y tácticas políticas, ideológi­cas, económicas y militares.

Esa guerra total y permanente, debe ser asumida mediante una concep­ción política basada en la posición geográfica del Estado, para pesar decidi­damente en el campo de fuerza que compone el ámbito mundial.

Basado en los parámetros referidos, Spykman se lanza de lleno a deli­near cuál debería ser el accionar norteamericano futuro, para tener un papel ventajoso en la lucha por el poder político mundial.

Recordemos que una de las premisas fundamentales de la doctrina de Mackinder, era precisamente el mantenimiento de un equilibrio de poderes en la Europa continental, como modo de impedir la formación de un único centro de poder político de gran envergadura que dominara lo que él llama­ba la «isla mundial». Concepción correcta, si nos atenemos al juego de po­deres vigentes en el momento en que el inglés explayaba sus puntos de vista.








Spykman, por el contrario, estima que los bordes terrestres de Eurasia (RIMLAND) poseen mayor poder que el Heartland de Mackinder. Estos bordes comprenden a Europa (excepto Rusia), Asia Menor, África del Nor­te la península arábiga, el subcontinente indio, Irán, Afganistán, las penínsulas indochina y coreana, China y Siberia Oriental. Gran Bretraña y Japón son centros de poder político y militar fuera del borde terrestre.

Su tesis dice: "Quien controla el borde terrestre (RIMLAND), domina a Eurasia; quien domina a Eurasia, controla los destinos del mundo". (Grá­fico 12).

Spykman recoge las enseñanzas de la política exterior británica, para aplicarla a la nueva situación imperante, en las postrimerías de la segunda gran conflagración mundial.

Como heredero de la política externa inglesa, Spykman señala como prioridad para EE.UU., el mantenimiento del equilibrio de poderes, pero no ya circunscripto a Europa continental, sino extendido al resto del mun­do, donde actúan otros importantes centros de poder. Afirma que "Se codi­cia aquella forma de equilibrio que, neutralizando a los demás Estados, deje al nuestro en libertad para ser la fuerza, la voz que decidan".

Para acrecentar el poder político a escala mundial, divide los objetivos norteamericanos de acuerdo a la zona donde tenga que operar.

En primer término, sustenta la necesidad de mantener el equilibrio de poderes en Europa, con el objetivo de evitar la formación de una potencia de dimensión continental que pueda llegar a disputar la supremacía alcanza­da. Una alianza con Inglaterra y un continuo juego para impedir la unifica­ción de Estados europeos que pueda generar uno muy fuerte.

Spykman señala el peligro que podría representar una Rusia con un constante acrecentamiento de poder a nivel continental. Asimismo, alerta sobre el gran peligro que es la Alemania nazi, en caso de que llegase a tener éxito en la contienda mundial.

Los avances soviéticos buscan dominar el RIMLAND y romper el cer­co geoestratégico de posguerra. Europa Central está satelizada; Laos, Camboya, Vietnam también; Siberia Oriental es soviética y Corea del Norte es aliada fiel; Afganistán está ocupado militarmente. Salvo los miembros de la OTAN y Japón, Estados Unidos no posee aliados seguros en el RIMLAND. Por eso juega actualmente a potenciar China, para frenar el poder soviéti­co.

Respecto del Lejano Oriente, Spykman advierte con meridiana clari­dad, el papel de gran potencia que desempeñará en un futuro inmediato la gran República China. Para conseguir equilibrar el poder en esa parte del mundo, habría que contrapesar la futura gran influencia de ese coloso asiático, colocando en el otro platillo de la balanza, a un Japón fuerte y aliado.

Es decir que, aún cuando se desarrollaba la disputa bélica con el Japón, Spykman intuyó la necesidad de adoptar una política totalmente distinta

hacia dicho Estado, a fin de contrapesar lo que considera irreversible en un futuro cercano: la ascensión de China al lugar de gran potencia mundial. El razonamiento del profesor norteamericano, ha sido totalmente ratificado por los hechos posteriores. La Comisión Trilateral (1973) es una moderna expresión del pensamiento de Spykman: triángulo EE.UU. —Europa Occi­dental— Japón para establecer un nuevo ordenamiento económico mun­dial.

Spykman persigue los objetivos de equilibrar los poderes en Europa y en el Lejano Oriente, para mantener el predominio mundial de los EE.UU.

En el plano americano, EE.UU. goza de una posición geográfica privi­legiada. Bañadas sus costas por los dos océanos más importantes, comparte la totalidad del continente americano con otros Estados débiles, divididos y subdesarrollados, que no son factores fundamentales del poder mundial mientras permanezca vigente tal situación.

El juego de equilibrio de poderes que otrora orientó Gran Bretaña en América Latina, como instrumento para evitar la formación de una poten­cia que pudiera contrariar y oponerse a sus designios económicos y políti­cos, favorece evidentemente a EE.UU, heredero del poder británico.

En efecto, el logro del objetivo que se ha fijado respecto de América Latina, se presenta con posibilidades ciertas de concreción, en razón de hallarse el continente dividido en múltiples Estados, débiles e incapaces de oponerse con éxito al poder de la gran potencia.

El objetivo fundamental de EE.UU., respecto de América, es afianzar el dominio en todo su territorio; sin el cual no podría mantener por mucho tiempo su papel de potencia hegemónica a escala mundial. (Gráfico 13).

Ahora bien, para Spykman, EEUU no debe plantearse un manteni­miento hegemónico a nivel continental, en los términos en que lo había hecho anteriormente.

Por el contrario, el afianzamiento de la hegemonía norteamericana de­bería consolidarse sobre bases mucho más dependientes, atando y reforzan­do en forma completa los lazos de esos países, con la potencia del norte.

La concepción planteada por Spykman, está referida a la dependencia total en un planeamiento rígido desde el punto de vista político, militar, económico y cultural, sirviendo a las necesidades de la política exterior nor­teamericana. En otros términos, significa la integración total de las eco­nomías regionales y el control del continente, aún a costa de la destrucción de aquellos países que pretendieran oponerse a sus designios.

No se trata de una hegemonía abstracta, que deje un margen conside­rable de determinación a los restantes países americanos. En el futuro, la hegemonía debería basarse en una completa integración, de acuerdo con el papel que imponga EEUU, aún a costa de regimentar los lineamientos políticos, la cultura, la independencia económica y el sistema militar corres­pondiente.

En resumen, el tercer punto de la tesis, se basa en la idea de la unidad








total en un solo territorio, de acuerdo con la planificación que se efectúe
desde los centros de poder norteamericanos, y sin tener en cuenta el derecho
a la autodeterminación de los pueblos americanos.

Es el único vecino poderoso frente a varios débiles. Esta situación de­muestra la falacia del Derecho Internacional ante el poder real de los Esta­dos. Para EE.UU., cuenta únicamente la necesidad de acrecentar su poder político mundial, basado en la premisa impuesta: el afianzamiento de los la­zos de dependencia de los Estados americanos.

A pesar de haber transcurrido más de tres décadas desde que el profe­sor norteamericano expresara su teoría, la política exterior de EE.UU. ha mantenido una considerable similitud con los lineamientos del plan expues­to en "Los EE.UU. frente al mundo".

Lógicamente, la cambiante realidad internacional ha llevado a que va­rios objetivos hayan sido modificados o disfrazados conforme a las nuevas necesidades, sin que por ello los lineamientos generales de la doctrina Spyk­man fueran vulnerados en su esencia. Por esta razón, se hace necesario reto­mar la doctrina, referida a la actualidad —finales de la década del 70— para estudiar cuáles fueron las rectificaciones del planteo original y cuáles los ob­jetivos que mantienen su total vigencia. Para ello será necesario repasar los postulados de Spykman, a la luz de la política exterior norteamericana ac­tual, la cual —según afirmamos— se centra en sus puntos fundamentales, en lo que escribió en 1942.

En este sentido, respecto de Europa, la política de equilibrio de poderes fue modificada, atendiendo a las nuevas relaciones de poder político que se presentaron. Toda Europa occidental pasó a constituir el grupo de Estados hegemonizado por EE.UU., frente a la presión rusa y de los países que pa­saron a tener regímenes socialistas, aliados unos férreamente, otros menos, a los dictados de Moscú. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Europa oriental quedó bajo la hegemonía soviética, adoptando sistemas más o me­nos similares al implantado en su vasto territorio; (Excepto Albania, que no se solidarizó con Rusia siendo el único aliado que tuvo el régimen chino en el continente europeo).

La Europa occidental.ha transcurrido hasta el presente por tres etapas:



  • Reconstrucción de Europa, bajo el liderazgo y protección de USA.

  • Desarrollo de los países europeos y alianzas continentales, en el período de guerra fría.

  • Potencialización continental (bloque occidental) que produce el poli-centrismo político en la alianza occidental.

Esta última situación trae como consecuencia la necesidad de USA en la consulta a sus principales aliados sobre los problemas de seguridad y eco­nómicos, y el rol cada vez mayor de éstos en la política mundial.

Los casos de Yugoeslavia y Rumania, pese a que también discrepan con Moscú, nos señalan que esas dos naciones han adoptado el socialismo como sistema, pero hacen prevalecer sus intereses nacionales y su independencia, especialmente la primera. Mientras Rumania integra el Pacto de Varsovia.

Yugoeslavia encabeza el movimiento de Países No Alineados.

Ante este estado de cosas, alentar un equilibrio de poderes en los términos vigentes en 1942, es totalmente absurdo. Es por eso que los EE.UU. han variado su estrategia política, con el fin de oponer un frente único aliado, en contra de la presión de la superpotencia soviética y sus satélites menores.

A la Europa semidestruida por la guerra, se le tuvo que insuflar una cantidad considerable de vigorizantes dólares, para levantar su infraestruc-tura. que quedaron inermes ante la influencia del creciente poder marxista que, sin lugar a dudas, hubiese aprovechado esa circunstancia para movili­zar las masas y tomar el poder.

Si bien la teoría de Spykman se veía modificada en su aspecto inicial, su concepción general no ha variado respecto del continente europeo. Era in­conveniente alentar un equilibrio de poderes entre varios Estados, para evi­tar la erección de uno grande y poderoso, sino que se hacía imprescindible acudir en ayuda de antiguos rivales para conformar Estados poderosos, que no sucumban ante la influencia de Rusia y sus aliados. De un equilibrio de poderes múltiples, se pasó a un balanceo regional pero con hegemonía nor­teamericana. La OTAN, el MCE, etc., fueron los instrumentos creados pa­ra fortalecer alianzas políticas y económicas. El COMECON, el Pacto de Varsovia, fueron la respuesta comunista. El otrora eficaz equilibrio de po­deres, dejaba paso a la conformación de un bloque europeo occidental po­deroso, capaz de asumir los intereses vitales de EE.UU. como propios, en oposición a la envergadura socialista y a la existencia de una Rusia en avan­ce constante hacia el poder político mundial. Pero Europa se hace cada vez más poderosa, y esta cualidad trae la consecuencia de una mayor indepen­dencia en el juego de la política internacional.

Como herederos de la decadente Gran Bretaña, son los EE.UU. quienes deben asumir la responsabilidad que Mackinder le asignó a la "Reina de los Mares" de antaño, ante el peligro del Estado dominante de la "isla mundial".

Su estrategia en el lejano Oriente, también obligó a EE.UU. a adoptar una postura de ayuda y refuerzo a su enemigo derrotado en la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, según anticipó Spykman, China se ha transformado en una gran potencia, abrazando también la causa del marxismo-leninismo, y transformándose así en un abierto enemigo ideológico del poder dominante en EE.UU.

Aunque actualmente el enfrentamiento chino-ruso ha permitido el acercamiento entre Pekín y Washington, no por ello el Estado más poblado del mundo ha dejado de ser una potencia que dispute a EE.UU. el poder mundial. Por ello, en la balanza del lejano Oriente, se hacía necesario colo-car un peso significativo en el platillo opuesto al que ocupa China comunis-Instrumentado el Plan Marshall en Europa, en Asia, EE.UU. comenzó a

reconstruir lo que había destruido en un pasado inmediato.

Su punto de apoyo fue Japón y luego Formosa. El primero sin poder militar, el segundo con poder militar. La intervención en Indochina, fue un desgraciado intento de frenar la expansión marxista leninista hacia las cos­tas meridionales del Asia.

Podemos afirmar, entonces, que adaptadas a las nuevas circunstancias internacionales, las pautas propuestas por Spykman respecto al lejano Oriente no han variado, manteniendo su plena vigencia.

Con respecto a América Latina, el objetivo propuesto por el profesor norteamericano era sencillamente aumentar la hegemonía en forma paulati­na hasta el límite de una integración dependiente, de acuerdo con los intere­ses de EE.UU. y haciendo caso omiso a las posibles reacciones de los Esta­dos que integran el continente americano.



Es aquí donde la teoría de Spykman mantiene su plena vigencia. Es en el continente americano donde el proceder de los EE.UU. resulta trágica­mente coherente con la linea sustentada por el autor. Es en América Latina, donde EE.UU. no se ha apartado un ápice de lo que se ha propuesto, en su afán de mantener su poder político mundial y acrecentarlo.

Si se lee la obra de Spykman, no es difícil llegar a la conclusión de que dicho autor basa el futuro poder político mundial norteamericano, en un to­tal dominio del nuevo continente. Necesidad de control que debe recurrir a las formas más variadas para acrisolarse, aún avasallando los derechos de autodeterminación de los Estados continentales.

En un mundo donde la disputa política es constante y creciente, donde se ha producido la irrupción de Rusia y China al plano de superpotencias, se hace más necesario para los intereses de los EE.UU., el dominio de su área de reserva. Como condición insoslayable para mantener el éxito en otros continentes, sin correr peligrosos riesgos; EE.UU. requiere mantener libre de ingerencias y perfectamente alineados a los pueblos americanos.

La disputa en los continentes euroasiático, africano, etc., según los postulados de Spykman, sólo es viable si se parte de la premisa del absoluto dominio de EE.UU. sobre América. De existir un Estado no integrado al área político-económica del país del norte, los esfuerzos norteamericanos correrían el riesgo de dispersarse perdiendo fuerza.

Yalta, posteriormente Helsinski, muestran que el interés yanqui en América es algo incuestionable y que reviste una importancia superlativa.

El hecho de que el Departamento de Estado no se haya preocupado de los asuntos americanos, no quiere decir que el continente no tenga una im­portancia superior a Medio Oriente, a Europa o al Sudeste asiático. Lo que ocurre es que en América, no existen problemas importantes que resolver, en lo que a disputa de poder se refiere.

No existe en América un poder político tal, que dispute la supremacía a EE.UU., como ocurre en otras regiones. Y si algo así ocurriera, no debe du­darse que EE.UU. empleará todo su esfuerzo para solucionar la posible


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