Ante la muerte
Un anciano monje estaba en la antesala de la muerte, agonizando. Los demás monjes le rodeaban y lloraban desconsoladamente. Entonces el agonizante comenzó a reírse con las pocas fuerzas que le quedaban, por lo que los atónitos monjes le preguntaron:
-Venerable anciano, ¿por qué te ríes?
-Me río por varias razones, queridos míos. Una de ellas, porque presiento que tenéis mucho miedo a la muerte; otra, porque no estáis ni mucho menos preparados para afrontada; otra, porque soy yo el que me muero y estoy tan contento y vosotros sois los que lloráis; otra, porque por fin vaya descansar y vosotros tenéis que seguir bregando con la existencia.
Y dicho esto, expiró abandonando la Rueda de la Existencia.
Comentario
Ante la muerte todo palidece y es cierto que ésta a la mayoría espanta y, sin embargo, vivimos como si no hubiéramos de morir, por lo que nos permitimos todo tipo de actitudes narcisistas, egoísmos y mezquindades. Son pocos los que realmente no se aterran cuando llega la proximidad de la muerte; sólo aquellos que han «matado» el ego y no temen su disolución y han cultivado el suficiente desasimiento o desapego, pueden estar más preparados para abandonar la película existencial y recibir la muerte con la serenidad inconmovible del sabio Sariputra, que declaró: «No me alegro de vivir, no me alegro de morir. Recibo la muerte como el jornalero recibe su paga». Se envolvió en su túnica y murió tan apaciblemente que los discípulos creían que dormía. Pero como declarase Shakespeare, esta vida es un corto sueño al que otro sueño pone término.
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