El libro de la serenidad



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Precisión



Dos hombres se encontraron visitando a un anciano maestro. Uno le preguntó al otro:

-¿Has venido, como yo, a escuchar sus enseñanzas?

Pero el otro repuso:

-En absoluto. Yo ya he aprendido suficiente contemplando con qué atención y precisión se ata el maestro las sandalias.


Comentario
La sabiduría impregna la mente, las palabras y los actos. No es solamente una respuesta profunda y vivencial a los interrogantes existenciales, ni disfrutar de un pasajero estado de quietud arrolla­dora, sino que es también la precisión, la cordura y la belleza de movimientos conscientes (y no feamente mecánicos) en las senci­llas acciones de la vida cotidiana. Cuanto más despierto está el ser humano, más se trasluce esa conciencia despierta en lo que hace, aunque sólo sea preparar una taza de té o esbozar una sonrisa. Sus acciones no están cargadas de urgencia, tensión, crispación o con­tracción, sino que se aprecian sueltas y relajadas, sin nudos ni blo­queos, fluidas como el vuelo primoroso de un ave.

La serenidad del sabio es contagiosa; la acción calmada y preci­sa del despierto es toda una enseñanza; su silencio es el más elo­cuente mensaje. Cuando llegan las vicisitudes no se altera, pues como dice ese magnífico texto que es el Yoga-Vasistha, «a aquel que contempla en calma el transcurso del mundo tal como se de­sarrolló o se presenta ante él y permanece sonriente pese a sus vi­cisitudes, se le llama yogui imperturbable».

Cuando se va desarrollando la consciencia y logra el ser huma­no establecerse en su genuino ser interior, los pensamientos, pala­bras y actos se saturan de equilibrio y ecuanimidad.


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