El libro de la serenidad



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Dios me salvará



Era un hombre muy piadoso. Vivía en una isla y he aquí que el mar comenzó a invadida implacablemente y todos los habitantes empezaron a ser evacuados. Cuando los equipos de salvamento quisieron llevárselo, el hombre dijo:

-No, no, no hace falta, porque Dios me salvará.

Se quedó él solo en la isla. El agua iba invadiendo la tierra. La situación del hombre era cada vez más difícil. Una lancha se apro­ximó a él y desde ella le echaron una cuerda para salvarle, pero el hombre replicó:

-No, no, Dios me salvará.

Para ponerse momentáneamente a salvo, tuvo que subirse a la terraza del edificio más alto de la isla. Desde un helicóptero le lan­zaron una escala para que se agarrase a ella, pero el hombre gritó: -No, no, Dios me salvará.

Siguió ascendiendo el agua y el hombre se ahogó. Cuando se encontró con el Divino, le recriminó:

-Parece mentira, porque toda mi vida he sido muy piadoso y no me has ayudado.

Y Dios le dijo:

-Eres un necio. Te he enviado un equipo de salvamento, una lancha motora y un helicóptero para salvarte y dices que no te he ayudado.
Comentario
Todos podríamos preguntamos con seriedad y sin recurrir a la absurda vía de la evasión: ¿qué hago yo por mí mismo? Muchas ve­ces esperamos que los demás resuelvan nuestras cuitas, problemas, dudas y dificultades, pero no ponemos lo suficiente de nuestra par­te. Así se puede proceder tanto en la vida externa como en la bús­queda interior. A veces recurrimos al poder superior para que nos auxilie, pero no cooperamos con él a fin de que su auxilio llegue realmente. Incluso la denominada gracia, que nos permite alcanzar otro estado de conciencia, no sobreviene de forma gratuita, sino que es el fruto de un largo aprendizaje interior. Esta resplande­ciente invitada se gana o, dicho de otro modo, hay que poner las condiciones para que pueda visitamos en nuestro hogar interior. Si el hogar está hecho un desastre, es feo y desapacible, la invitada nos negará su visita, pero si es cálido, amoroso y claro, acudirá a brindamos su consoladora compañía.

La vida nos da oportunidades que podemos instrumentalizar tanto para nuestra evolución interior como para mejorar nuestras condiciones de vida externa, pero debemos estar atentos a fin de detectarlas y, con diligencia, poner los medios para desarrollarlas. El adagio dice: «La providencia pasa la bandeja una sola vez». Si uno no está alerta, la bandeja pasará de largo; aunque, por fortuna, puede pasar más de una vez, hay que estar atentos como si no fue­ra así. También debemos ayudamos a nosotros mismos aunque el destino o la casualidad nos ayuden y saber ver cuándo la vida nos extiende una mano para agarramos a ella y mejorar en todos los ór­denes; pero no se puede proceder desde la indolencia o dejando que todo se haga por nosotros puesto que, sin ansiarse, uno puede ser dinámico y cooperar sabiamente con los acontecimientos.



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