El libro de la serenidad



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Liberación

-Maestro, por favor, ayúdame a liberarme.

-¡Oh, querido mío! ¿Y quién te ata sino tu mente?
Comentario
La declaración de Juan el Evangelista cuando nos dice: «Es ne­cesario nacer de nuevo» puede tener distintas lecturas e interpre­taciones, pero una de ellas bien podría ser: deja el fardo de tu men­te vieja; despójate de tus condicionamientos y grilletes; nace a una mente nueva que es nacer de nuevo cada vez que lo consigas. Mu­chas personas disponen de libertad e incluso de medios, pero no logran sentirse libres ni proceder como tales, porque la mente se ha convertido para ellas en una gran atadura y, subsiguientemente, en una fenomenal limitación. Había un individuo que estuvo toda su vida intentando cambiar todo en el exterior y evitar todo lo que él consideraba ligaduras. Y así le llegó la enfermedad y cuando se ha­llaba próximo a la muerte se dio cuenta, con espantosa lucidez, de que había tratado de cambiar todo menos su mente y de liberarse de todas las ataduras menos la de su encadenante mente. Es igual que esas personas que siempre están tratando de cambiar a las otras, pero no ponen el menor empeño en modificarse a sí mismas.

La mente se labra servidumbre, pero también, si uno se lo pro­pone, libertad y bienestar. No podemos, ni mucho menos, liberar la mente de todos los códigos y condicionamientos, pero podemos hacer algo para ir refrenando el lado difícil de la mente y cultivan­do el más fecundo. Se puede uno ir esforzando por hallar estabili­dad en la mente y desplegar lo más cooperante de ella. También el desapego es como una afilada daga que va cortando las ataduras de la mente. La meditación, por supuesto, es uno de los métodos más antiguos y solventes para despojar los lastres de la mente.

No sólo en meditación sino también en la vida diaria, podemos ejercitamos en permanecer establecidos en nuestra presencia de ser y no dejamos arrebatar por los estados negativos de la mente o las nocivas influencias del exterior.


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