El libro de la serenidad



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El pájaro desagradecido



Siempre se había preocupado sólo por sí mismo, por lo que su Psicología era bastante parecida a la del ser humano. Pero a los egoístas también les sobrevienen las vicisitudes. Estaba caminan­do sobre el suelo, buscando lombrices con las que poder darse un banquete, cuando de pronto, sin darse cuenta, se sumergió en unas arenas movedizas. La situación era angustiosa. Se estaba hundiendo sin poder evitado. Ya sólo quedaban en la superficie sus ojillos y su pico. Pero pudo ver que por allí pasaba un hom­bre y gritó:

-¡Sálvame, por Dios! Si lo haces, te prometo dejarme freír y co­merme en cuanto se sequen mis plumas.

El hombre liberó al pájaro. En cuanto sus plumas se hubieron secado, remontó el vuelo sin dar las gracias al desconocido. Un par de días después, el pájaro vio una moneda en el suelo, descendió sobre la tierra y, cogiéndola con el pico, se la guardó entre las plu­mas y, arrogantemente, exclamó:

-Con este dinero soy más rico y poderoso que un rajá.

Pero resulta que el rajá estaba paseando por el bosque y oyó el comentario. Ordenó prender al pájaro y lo hizo traer hasta sí. Le qui­taron la moneda. El osado animal se plantó ante el soberano y dijo:

-O sea, que el rajá está tan hambriento que necesita robarme mi dinero.

El descaro del animal divirtió al soberano.

-Devolvedle el dinero a este insolente y que se vaya.

Le dieron el dinero, pero el pájaro impertinente rezongó con sarcasmo:

-Ahora el rajá tiene miedo y por eso me devuelve mi dinero. El rajá se enfureció y mandó ajusticiar al pájaro.


Comentario
La prepotencia, la impertinencia, la arrogancia y la petulancia, además de ser venenos que nos intoxican y hacen sufrir, robándo­ os serenidad, son también a menudo muy malos consejeros y acarrean, antes o después, desastrosas consecuencias. La vida se encar­ga de poner a los petulantes en su justo lugar. Son muy hermosas y sugerentes las palabras del Tao- Te-Ching:

«Quien se exhibe a sí mismo no brilla.

Quien se justifica a sí mismo no obtiene honores.

Quien ensalza sus propias cualidades no tiene mérito.

Quien alaba sus propios logros no permanece».


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