El libro de la serenidad



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La artimaña del gurú



El maestro quería dar un golpe de efecto en una ciudad donde la gente era muy devota. Habló con un pordiosero y le dijo:

-Vaya darte un buen dinero a cambio de que te presentes en la ciudad como si fueras un maestro y te dejes tomar por tal. Yo lle­garé unas semanas después y le diré a la gente que eres un embau­cador y que deben aprender a agudizar el entendimiento y a desa­rrollar lucidez, de la manera que yo les mostraré.

El mendigo recibió una buena suma de dinero y comenzó a dar sermones entre las gentes de la localidad. Cada día tenía más segui­dores y discípulos, que le rendían toda clase de honores y le ofre­cían toda suerte de regalos. Era elogiado, respetado y venerado.

Unas semanas después, el maestro llegó al lugar. En esos mo­mentos estaba el pordiosero impartiendo gracia y recibiendo la adoración de innumerables personas.

-¡Alto! -gritó el gurú-. ¿No comprendéis que estáis adorando a un pordiosero sin el menor conocimiento ni sabiduría? Yo le pedí que interpretase este papel para que os dieseis cuenta, insensatos, de que tenéis que poner a prueba la sabiduría del maestro y no adorar a cualquier mentecato que se presente ante vosotros.

Los seguidores del mendigo, airados, comenzaron a gritar: -¡Mientes, mientes! En todo caso tú serás el impostor. Este hombre es un gran maestro, un maestro perfecto.

Entre todos agarraron al gurú y le encerraron en la cárcel.
Comentario
Hay un adagio en la misma India que no es especialmente mi­sericordioso, pero sí significativo. Dice: «Siempre hay un necio que puede encontrar otros más necios a los que engañar». Hay perso­nas muy influenciables, porque en realidad quieren ser influencia­das; otras muy sugestionables, porque efectivamente desean ser su­gestionadas. Siempre resulta más fácil seguir a otro que seguirse a uno mismo. De eso se aprovechan los conductores de masas. Pero si hacemos pasar nuestras sendas por las ajenas, un día descubri­remos con desagradable sorpresa que hemos perdido todos los caminos. Muchas personas nacen libres, por fortuna, pero viven e incluso mueren esclavas por dejar sus vidas en manos de los desa­prensivos o embaucadores.


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