La justificación
En un cristalino arroyo de la montaña, un cordero empezó a saciar su sed. Un tigre que andaba por allí cerca, unos metros más arriba, dijo:
-Estúpido cordero, ¿por qué enturbias el agua de mi arroyo? -Pero, tigre, ¿cómo vaya enturbiar el agua si estoy más abajo que tú? Eso es imposible -repuso el cordero.
-Pero lo hiciste ayer.
-Ayer yo no estuve aquí, te lo aseguro -replicó el cordero. Entonces dijo el tigre:
-En ese caso, no cabe duda, fue tu madre.
-Mi madre murió hace tiempo, mucho tiempo, tigre.
-¡Ah!, seguro que fue tu padre.
-Por desgracia -replicó el cordero-, no he conocido a mi padre. -Bueno, bueno -dijo el tigre-, entonces fue tu abuelo o tu bisabuelo.
Se lanzó sobre el inofensivo cordero y lo devoró.
Comentario
La malevolencia es perversamente ladina y siempre encuentra pretextos o justificaciones para desplegar su energía de crueldad. Se reviste de todo tipo de auto engaños para amparar sus acciones; siempre encuentra el malévolo el modo de dañar y hallar subterfugios para su comportamiento agresivo. Así, los aviesos maltratan a menudo a las personas pacíficas y utilizan sus particulares y vergonzantes «razonamientos» a fin de seguir imponiendo su ley de la violencia y la destrucción. La historia de la humanidad nos tiene más que acostumbrados -si uno puede llegar a habituarse a ello- a tan innobles comportamientos, que generan violencia sobre la violencia y rencor sobre el rencor.
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