Comprensión Un maestro y su discípulo caminaban por un prado. Escuchaban el mugido de las vacas, el trinar de los pájaros, el balar de las ovejas y el relinchar de los caballos. Entonces el discípulo dijo:
-¡Qué maravilloso sería poder comprender el lenguaje de estas criaturas!
Y el maestro repuso:
-Lo que sería maravilloso es que pudieras comprender el lenguaje de tu yo real.
Comentario
Nos despierta mucha curiosidad lo exterior a nosotros, lo que es un buen signo; tenemos gran interés en descubrir aspectos del mundo que nos rodea, lo cual es un síntoma positivo. Sin embargo, apenas demostramos alguna motivación por conocemos, lo que resulta inadmisible. «Conoce al conocedor», declaran los sabios de la India. El vivo interés por todo lo que nos rodea es magnífico, pero también hay que avivar el interés por autoconocerse y explorar o examinar los estados internos. La vía del autoconocimiento es la que realmente nos hará más sosegados y nos permitirá saber cómo somos y qué queremos modificar en nosotros mismos; también descubriremos las causas de nuestro sufrimiento interior y estaremos así mejor preparados para despojamos de esas espinas. El autoconocimiento se realiza no mediante la lectura de libros o la asistencia a conferencias de doctos notables, sino mediante la observación de nosotros mismos y la autovigilancia.
Esta autoobservación permite tomar conciencia de los estados insanos de la mente e ir superándolos. Nos facilitará un oportuno control sensorial que, al ser consciente y voluntario, nunca es represión. Prevendrá contra las excesivas distracciones de la mente y la labilidad emocional. Pondrá al descubierto muchos condicionamientos mentales que se podrán resolver o liberar. De ese modo será también más fácil, a través de la atención consciente dirigida a uno mismo, descubrir y eliminar los pensamientos perjudiciales y estimular los factores de perfeccionamiento (indagación de la realidad, energía, concentración o atención, contento, sosiego y ecuanimidad) para desarrollar la sabiduría.
Buda explicaba:
«En una ciudad real fronteriza hay un guardián inteligente, experto y prudente, que mantiene fuera a los desconocidos y admite sólo a los conocidos, para proteger a los habitantes de la ciudad y rechazar a los extraños. Semejante a ese guardián es un noble discípulo que esté atento y dotado de un alto grado de atención y prudencia. Recordará y tendrá en la memoria incluso aquello que haya sido hecho y dicho hace mucho tiempo. Un noble discípulo que tenga la atención como guardián de su puerta rechazará lo que no sea saludable y cultivará lo saludable, rechazará lo que sea censurable y cultivará lo que es intachable y preservará su pureza».
La senda
del bien
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