Comentario
Poco más que añadir, ¿verdad? Lo mismo es extensible a los celos, la envidia, el odio, la codicia y otras cualidades negativas. Aprende a vedas tratando de no dejarte atrapar por ellas. Son olas que vienen y van; surgen y se desvanecen. ¿Dónde está el problema si no dejas que te arrebaten, no cedes ante ellas y no las expresas? Son molestas, pero tú puedes evitar cargadas y alimentadas con tus reacciones y puedes reeducarte para resistirte a ellas y dejar que sean cada vez menos frecuentes y más leves. El éxito está asegurado. Podemos ser más que ese conglomerado de emociones negativas que tratan de asaltamos y dominamos. Las podemos ver; nos podemos resistir a ellas; podemos corregir nuestras reacciones y podemos superadas o transformadas. La ira puede disiparse hasta dar paso a la serenidad. Pero los estados de serenidad y de deleite también son pasajeros. Las olas vienen, las olas van, pero el «testigo» permanece. En el «testigo» está la certidumbre. Reflexiona sobre esta antigua máxima: «Cuando dejo de ser, soy». Para el que desarrolla la visión cabal desaparecen los engaños y, entre éstos, hay uno muy peligroso y cuanto antes lo descubramos, mucho mejor: es la ira. Nada bueno ni bello puede florecer de ella. Es como una enredadera maligna.
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