La posada
Un hombre llegó a las puertas del palacio real y dijo al jefe de la guardia:
-Quiero dormir en esta posada.
El jefe de la guardia prendió al hombre y le presentó ante el rey.
-¿Por qué traéis a este hombre? -preguntó el monarca.
-Porque no sabemos si pretende reírse de todos nosotros, ofender a su Majestad o es simplemente un loco -repuso el jefe de la guardia-. Llama posada al palacio real.
El hombre le preguntó al rey:
-Señor, ¿de quién era este lugar antes?
-De mi padre -repuso el monarca.
-¿Y antes?
-De mi abuelo.
-¿Y antes?
-De mi bisabuelo.
-¿Y antes? -seguía preguntando el hombre.
-De mi tatarabuelo.
-¿Y dónde están todos ellos? -indagó el hombre.
-Murieron -repuso el monarca.
Y el hombre dijo:
-¿Y cómo entonces no llamáis posada a un lugar donde vienen y van gentes de paso?
Comentario
El sentido de propiedad y de posesividad está sumamente desarrollado en el ser humano, porque es uno de los máximos fundamentos del ego. Cuando poseemos sin ser poseídos, la propiedad es puramente funcional (no psicológica ni motivo de desmedido aferramiento), pero cuando poseemos siendo poseídos por lo que se posee, surgen un apego muy intenso y enfoques oscurecidos de la realidad que nos impiden ver cuán pasajero y transitorio es todo. Nos volvemos «sedientos» de objetos materiales e inmateriales, y esa «sed» es causa de sufrimiento propio y ajeno. Perdemos el sentido de la transitoriedad de este «teatro de sortilegios» que es la vida y nos creemos inmortales, permitiéndonos mayor ceguera y mayor olvido de nuestro ser interior. Ésa es la gran tragedia y, para evitarla, no está de más recordar que también somos mortales e incluso, si no somos demasiado hipocondríacos, reflexionar a menudo sobre unas palabras muy sabias del Ramazyana, la gran epopeya hindú:
Rodando sin tregua, noche y día,
decaen las vidas de los mortales,
al igual que los rayos ardientes del sol estival merman los siempre decrecientes arroyos. Cuando los hombres descansan en su hogar,
la muerte reposa también a su lado.
Cuando día tras día salen,
la muerte los acompaña en su camino;
la muerte va con ellos cuando vagan errantes;
la muerte está con ellos cuando están en su hogar.
El «mago de la vida», como dicen los sabios indios, tiene una capacidad especial para hacemos considerar sustanciales y definitivos los fenómenos de la existencia, pero aquel que comienza a despertar descubre sus trucos y empieza a saber que lo transitorio es transitorio y debemos utilizado y disfrutado, pero no dejamos tomar y utilizar por ello.
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