La parábola de la casa
Buda se dirigió a sus discípulos y les dijo:
-La mente es como una casa. Si la casa está bien techada, no entran ni el granizo, ni la lluvia, ni la nieve. Si la mente está bien protegida por la atención y la ecuanimidad, los estados mentales perniciosos no pueden permanecer en ella.
Comentario
La mente está llena de engaños. Además, es frágil y hace aguas por todas partes. Muchas de sus potencialidades se debilitan o se pierden. En sus tendencias impulsivas de aferrarse o rechazar, ella misma se limita, se contrae y se enrarece. La mente da cabida a muchos estados perniciosos, pensamientos insanos, distracciones y reacciones desmesuradas. Así, la mente abre una vía hacia la insatisfacción, la obsesión y el apego, y cierra los canales hacia su propia esencial sutil de calma profunda y reveladora. Hay que aprender a proteger la propia mente y saber sumida en el silencio total, libre de inclinaciones, para que pueda conectar con su fuente de sosiego y claridad. Sólo mediante la renuncia al ego sobredimensionado y el desapego, lograremos superar aflicciones, apegos que conducen a la frustración y la decepción y muchos miedos imaginarios. Debemos empezar a comprender la mente y su funcionamiento y a examinar, desapasionadamente, los estados fugaces de su contenido. La semilla de la compasión sólo brotará cuando el ego vaya aflojando sus ataduras.
En un antiguo texto de enseñanza budista se nos dice: «El que vive con la mente atenta, y la conducta tranquila, libre de desasosiego; el que se ejercita en la quietud de la mente con constancia y perseverancia, ése es conocido como el Siempre Resuelto». Y en otro texto notable se nos hace saber: «El que encuentre deleite en aquietar la mente, con certeza ganará la suprema liberación».
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