Desidentificación
El discípulo vivía angustiado. Aunque leía y releía los textos sagrados no hallaba paz de ningún tipo. Acudió al maestro y le dijo:
-Alguna razón tiene que haber para que no encuentre consuelo ni fuera ni dentro de mí mismo.
-La hay, la hay -dijo sosegadamente el maestro-. Y no es ajena a ti.
-¿No es ajena a mí? -preguntó extrañado el discípulo.
-Es tu mente la que se identifica.
-¿Puedes ponerme un ejemplo? -preguntó un poco insolentemente el discípulo.
El maestro dijo:
-En la pantalla de un cine hay inundaciones y fuegos cuando así la película lo exige, ¿no? Pero, amigo mío, ni la pantalla se moja ni la pantalla se quema.
Comentario
El genuino control sobre la mente, que nunca es represión, permite que la mente misma aprenda a ser más libre, cuando lo desea, de la influencia de los sentidos y, por tanto, que pueda desidentificarse de los eventos que la atan, no estar siempre fluctuando como una banderola al viento. Mediante el esfuerzo perseverante, la atención y la ecuanimidad, es posible conseguir un «espacio» interior de conciencia inafectada y profundamente sosegada que no se identifique necesariamente con los factores perturbadores y pueda mirarlos sin reaccionar desmesurada y negativamente, pues como declara el adagio, «por mucho que el lobo aúlle, la luna no se inmuta en el cielo».
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