La sonrisa
Era un hombre muy activo. Vivía en una casita en el campo y tenía un vecino que con frecuencia estaba sentado apaciblemente en el jardín de su casita, sin hacer nada que no fuera deleitarse con la contemplación. Lo que más le extrañaba al hombre activo no era solamente que su vecino dedicase tanto tiempo a la inactividad, sino que siempre iluminase su rostro una sosegada sonrisa que parecía reflejar un sentimiento de permanente dicha.
El hombre activo decidió ir a visitar al hombre inactivo y le dijo: -Pero ¿cómo es que no haces nada?
-¿Y tú qué haces? -respondió sonriente el hombre contemplativo.
-Pues yo no dejo de trabajar y lo hago en varios campos, para poder así un día lejano disfrutar tranquilamente y poder permanecer en reposo y gozar de cada momento de ocio.
-O sea -replicó el hombre contemplativo-, que vas a hacer todo eso para poder llegar a estar como yo estoy. ¿No ves, amigo, que ya tengo lo que tú pretendes conseguir en años?
Comentario
Una de las vías más eficientes para el auto desarrollo en la India es el Samkhya-yoga, que nos enseña el arte de desligamos para vinculamos con lo que nunca hemos dejado de ser. Y los sabios de este sistema liberatorio declaran: «La totalidad de la naturaleza es para el alma, no el alma para la naturaleza». Pero la mayoría de los seres humanos nos dejamos engañar y prender por la naturaleza con todo su despliegue tremendamente seductor de encantos, afanes, reflejos, proyectos, objetivos y metas, dando la espalda, sin embargo, al disfrute sosegado pero intenso de cada momento como es, permaneciendo conciliados con nosotros mismos y con los demás, sin vanas urgencias (aunque con diligencia), no huyendo del instante presente sino saboreándolo en toda su plenitud (aunque a veces no sea tan grato o divertido).
Nos enredamos en infinidad de actividades, planes, objetivos, metas, ocupaciones y preocupaciones con la ilusoria y vana esperanza de que así llegaremos a tener lo que no tenemos interiormente, es decir, contento y satisfacción, sin damos cuenta de que ése es uno de los trucos más burdos pero que más nos atolondran. Entramos así en lo que los hindúes denominan «el círculo vicioso del noventa y nueve», que nos espolea para redondear en cien y luego seguir redondeando en doscientos y así sucesivamente, porque ese afán calculador y acumulativo no tiene fin. Hay que modificar la actitud aquí y ahora, retornar a la hermosa simplicidad de la vida, porque tan sólo en el no-artificio, con la ausencia del deseo compulsivo de los anhelos falsos y prefabricados encontraremos un dulce sosiego que no nos otorgarán las metas ambiciosas, porque a ésas seguirán otras y así sucesivamente. En esta sociedad por cuyas arterias sólo fluye la sangre de lo mercantil, quizá en cada esquina debería ponerse un cartel con las palabras de Ramakrishna: «El dinero sólo puede darte pan. No lo consideres como tu único ideal» .
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