Estabilizado el cuerpo y tan inmóvil como sea posible, se lo toma como soporte para enfocar la atención mental. El cuerpo es un verdadero hervidero de sensaciones, que unas veces son gratas y otras ingratas, unas burdas y otras sutiles. Se trata de mantener firmemente canalizada la atención en el cuerpo para ir captando, sin juicios de valor y sin reaccionar, las sensaciones que van surgiendo y desvaneciéndose, sean contactos, presiones, entumecimientos, dolores, bloqueos, energías, cosquilleo, radiación, etc. No hay que emitir ningún juicio de valor y debe percibirse tanto como sea posible sin reaccionar, esto es, con inquebrantable ecuanimidad. Es conveniente, durante unos segundos, tomar conciencia de la postura (sentado) y luego ir percibiendo muy atentamente cómo discurren las sensaciones, sin identificarse con ellas y evitando reacciones de apego o aversión.
También se puede desarrollar este ejercicio deslizando el foco de la atención por todas las zonas del cuerpo, lentamente, desde la cima de la cabeza hasta el dedo gordo del pie y viceversa, sintiendo sin reaccionar y moviendo la atención por todo el cuerpo, incluso deteniéndola en una zona cuando no se siente para, durante unos instantes, tratar de sentir. Pero no se trata de pensar que se siente ni imaginar, sino sentir o no sentir. Si no se siente, se sabe que no se siente y se sigue con el ejercicio, manteniendo la atención muy clara y evitando reacciones. Con la práctica, cada vez se captan sensaciones más abundantes y sutiles y, mediante este ejercicio, se esclarece la percepción, se benefician el cuerpo y la mente, se eliminan muchos condiciona miento s y se desarrollan la lucidez y la calma.
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