Enfoca la atención sobre tu propio espacio mental para ir captando, por momentos, los pensamientos que puedan surgir en la mente, sean ideas, recuerdos, proyectos, estados mentales o emocionales, y otros. Debes convertirte en un implacablemente atento espectador de tu mente, pero desidentificándote de lo que discurra por la misma. Sé testigo inafectado de cualquier idea que pase por la mente. No reacciones, no apruebes ni desapruebes; observa. No debes intervenir ni para crear pensamientos ni para suprimirlos. Si la mente se queda en silencio, obsérvala así; cuando comience a operar, observa lo que surge en la misma.
Este ejercicio nos enseña a mantener la calma a pesar de los pensamientos, a desidentificarnos de ellos y a hallar un «centro» de clara y atenta conciencia más imperturbable y serena.
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