El otro enfoque
Un hombre estaba sujetando en sus brazos una cabra para que ésta comiera de un arbusto. Pasó por allí otro hombre y le preguntó:
-Pero ¿se puede saber qué haces sujetando esa cabra para que coma, si ella puede hacerlo sin que la sostengas? ¡Vaya pérdida de tiempo, amigo!
-Sí, pero a la cabra no le importa.
Comentario
La mente es impaciente y se achicharra en sus inútiles urgencias, ansiedades y precipitaciones. No es precisamente el mejor enfoque o actitud para desarrollar sosiego ni ecuanimidad, y tampoco para amar, porque para amar se necesita entregar tiempo y sensibilidad. Con demasiada frecuencia la mente se vuelve una máquina utilitarista, empeñada en evaluar, calcular, invertir, sacar rentabilidad de todo, incluso del tiempo. La gran paradoja: decimos «estoy matando el tiempo», cuando es el tiempo el que nos mata. Incluso las personas que gozan de paciencia, aplomo y serenidad exasperan a las que son inquietas e impacientes y llegan a criticarles acerbamente su actitud de equilibrio y sosiego. En una sociedad basada en la productividad y donde todo está orquestado para no poder parar, no se comprende o incluso se menosprecia a aquellos que sabiamente se toman su tiempo, se relajan, no se tensan y no tienen una mente de contabilidad y sumandos.
El tiempo no es sólo un fenómeno exterior, sino interior. El tiempo del sosegado, el paciente, el que disfruta con cualquier actividad por sencilla que sea, el que hace de cada momento un instante supremo y de cada actividad un glorioso acontecimiento, nada tiene que ver con el tiempo del que está ansioso, siempre quiere llegar a ninguna parte, se extravía en actividades de todo tipo y no valora la situación presente.
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