La pócima de la inmortalidad
Un alquimista visitó el reino y al encontrarse con el monarca, le dijo:
-Majestad, por tratarse de ti, puedo, si lo deseas, ofrecerte una pócima que te procurará la inmortalidad.
El rey, ante tan sorprendente ofrecimiento, se quedó perplejo y sin saber qué decir. Tan confuso estaba que decidió convocar al consejo de sus siete sabios, formado por seis humanos y un perro. Les expuso la cuestión y los seis humanos le aconsejaron:
-Majestad, nosotros no lo dudaríamos. Toma la pócima y sé inmortal. ¿Qué más podría anhelar un ser humano?
Pero el perro argumentó:
-Yo no lo haría nunca, Majestad. ¿De qué sirve vivir eternamente si no podemos contar con nuestros seres queridos para disfrutar de la vida? Vivirías eternamente, pero sin serenidad y atormentado por el recuerdo de los seres amados.
El rey destituyó a los seis sabios humanos y sólo se quedó con el sabio perro. Fue una gran elección y jamás se arrepintió de haberla tomado.
Comentario
En su raíz la palabra afecto es sumamente hermosa, porque quiere decir «tomar la dirección con». Sin afecto, la vida pierde todo su brillo. El cariño es el único bálsamo capaz de restaurar heridas emocionales, estabilizar el ánimo, hallar energías para no desfallecer, encontrar sentidos que no pueden hallarse en ningún otro sentimiento. Una vida sin amor es como un desierto o un estercolero. Por mucho que una persona brille con su mente, si su corazón está cerrado, su vida es un verdadero fracaso. Una de las más importantes prioridades vitales debe ser cultivar una óptima relación con los seres queridos. Para ello se exige una disciplina, que entraña atención a esos seres, tolerancia y respeto, sensibilidad y ternura, pero sobre todo tiempo que entregarles. La persona que ama está más cerca de la serenidad que la que no lo hace. La persona que está inspirada por el cariño profundo no desfallece y siempre encuentra motivo para seguir la larga marcha de la autorrealización.
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