Era un discípulo que siempre estaba experimentando con unas y otras vías de liberación, con unos y otros métodos de autodesarro110, con unas y otras técnicas de evolución espiritual y sosiego interior. Así llevaba años: tanteando y tanteando. El maestro ya le había dicho:
-Necesitarías cien vidas para probar todas las vías, métodos y técnicas. Selecciona un poco más y profundiza.
Pero cedía ante su tendencia promiscua de cambiar de sistema espiritual, de doctrina y de método. Quizá nadie conocía tantos métodos como él, pero su mente apenas se había modificado. Un día, él mismo se dio cuenta de que no había evolucionado prácticamente nada y de que le faltaba la serenidad interior. Se lamentó ante el maestro:
-Estoy apenado. ¡Qué poco he avanzado!
Entonces el mentor sintió que por primera vez podría remover los fosilizados parámetros mentales del discípulo y le dijo:
-Amigo mío, has sido un necio. Ahora te lo puedo decir, porque parece que empiezas a entender por qué no comprendías. ¿Sabes cómo has procedido? Como la persona que quiere encontrar agua y comienza a hacer pocitos y más pocitos, pero de tan escasa profundidad que no puede hallar agua. En cambio, si su esfuerzo lo hubiera invertido en hacer un solo pozo, habría encontrado mucha agua. A ver si ahora rectificas y haces un pozo que merezca la pena.
Comentario
Hay muchos tipos de promiscuidad y una de ellas es la espiritual. La mente es frívola por naturaleza. Flirtea sin cesar; cambia; varía; no persiste; no sabe esperar; carece de paciencia; se precipita; espera resultados inmediatos y con el menor esfuerzo y disciplina; tantea; juega; se diversifica y se sale del camino; se hastía; se aburre; no sabe estabilizarse ni, pacientemente, obtener el jugo del método de mejoramiento, con la persistencia y humildad con que la abeja se mantiene en la flor para libar su dulce néctar. La mente, haciendo un juego de palabras, es a menudo la «mentira». Es la farsa, la infinidad de decorados, el carnaval onírico, la sucesión continua de estados cambiantes. Como es muy ansiosa, tiende a dispersarse incluso en la búsqueda del autoconocimiento, ir de aquí para allá, probar muchas doctrinas y tomar lo inesencial por esencial. La mente crea reacciones e ilusiones, engaños y subterfugios sin cesar. Pero si no profundiza en una materia no puede encontrar la esencia para ella misma transformarse. Por eso hay que ejercitarse para gobernada y evitar su tendencia a la dispersión y la promiscuidad.
Ésta tiene sus riesgos, porque puede conducir a la servidumbre en lugar de a la libertad. Toda verdadera enseñanza debe caracterizarse por invitar a la virtud, la disciplina mental o meditación y al desarrollo de la sabiduría y lucidez. Toma una vía y síguela; profundiza y conviértela en un mapa espiritual. Al final todas las vías conducen a la vía interior que abre dos ramales: uno hacia la mente y otro hacia el corazón. Son las dos luciérnagas para llegar a la suprema meta, pero muchas personas caminan y caminan en círculo sin avanzar e incluso, como dice el antiguo adagio, se preguntan por qué están a oscuras sin darse cuenta a que están ellas mismas cerrando los ojos a la luz.
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