Un joven estaba muy contento. Su amigo le preguntó:
-¿Qué te produce tanta alegría?
-He conocido a un maestro fenomenal que vive en la cima de la montaña. Un maestro incomparable.
-En ese caso háblame de él.
El eufórico joven dijo:
-Figúrate cómo será que se mortifica hincándose clavos, se alimenta comiendo sólo hierba y se revuelca desnudo en la nieve.
-¡Ah! -exclamó el amigo-. ¿Y eso le convierte en un gran maestro?
El joven se quedó perplejo ante dicha pregunta tintada de ironía, pero aún le dejarían más estupefacto las palabras que siguieron:
-Eso también lo hace un caballo. Le pinchan con clavos, come hierba y le gusta revolcarse en la nieve.
Comentario
Las carencias emocionales de la persona le inducen a mitificar, idolatrar y crear ídolos de barro. Es la consecuencia de un ego fragmentado e infantil, de la incapacidad de tomar el mando de uno mismo y darse un poco de seguridad, consuelo, satisfacción y plenitud. No lo olvides: más vale tu propia cárcel, que al menos es tuya, que entrar en la cárcel de otro. Merece ser admirado quien verdaderamente es noble en pensamientos, palabras y actos, porque una persona tal es como una espléndida orquídea que destaca por cualidades insuperables.
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