El libro de la serenidad



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El misterio más profundo



Era una mujer que tenía un intelecto muy desarrollado, pero que no era capaz de controlar sus pensamientos. Constantemente se es­taba debatiendo en cuestiones metafísicas. Visitó a su mentor para preguntarle:

-¿Cuál es, maestro, el misterio más profundo de tactos los mis­terios?

Como contestación, el mentor le pellizcó las nalgas. La mujer, realmente indignada, exclamó:

-¡Todavía tienes eso en la mente!

El maestro replicó:

-¡Todavía tienes eso en la mente!


Comentario
No importa de dónde provengan los modelos, no son más que eso. Pueden funcionar en sentidos diversos, pero son esquemas, y los esquemas fijos y prefabricados impiden el entendimiento co­rrecto. No son los modelos los que cuentan, pues son convencio­nes e imitaciones, tradiciones y costumbres, sino la sabiduría libe­radora que emerge más allá de ellos. Muchas veces los maestros se sirven de actitudes paradójicas, incluso aparentemente «escandalo­sas» o muy sorpresivas, para romper los modelos de la mente del discípulo y hacerle pensar y sentir por sí mismo.

Desesperación



No sabía qué vía espiritual seguir. Se obsesionaba preguntándose qué método o técnica aplicar. No se sentía en paz ni consigo mis­mo ni con los demás. Pero así pasaban los meses y los años, deba­tiéndose con infinitas dudas. Acudió a visitar al maestro y, atribu­lado, le dijo:

-Así que no sé qué método seguir.

El maestro ordenó:

-Coge la escoba y barre.


Comentario
Si la intención es pura, la motivación amorosa hacia todos los seres, la aspiración inquebrantable, la atención diligente y la ecua­nimidad firme, cualquiera puede ser el método y, en lugar de estar debatiéndonos en dudas, emprendamos la acción consciente y desinteresada. Actuemos serena y relajadamente, lo mejor que poda­mos, como decía Milarepa, el gran yogui tibetano, «apresurándo­nos lentamente», con sosiego pero con entusiasmo, sin impa­cientamos ni tensamos, con lucidez..., y entonces incluso barrer es un milagro, porque la escoba y su movimiento se vuelven un instrumento para el cultivo de una mente sana, atenta y sose­gada.

Se trata del yoga o «método de la escoba»; la meditación del ba­rrer consciente, sin expectativas, con precisión en cada escobazo, la respiración serena, la semisonrisa en los labios, ningún afán compulsivo por acabar lo antes posible y quitarse la escoba de las manos, limpiando el suelo con una actitud tal que a la vez se vaya limpiando la mente. A través del barrer consciente iremos obte­niendo una visión de la totalidad y la acción diestra se convertirá en un medio para superar los estados perniciosos de la mente y, si aparecen, bárrelos, no dejes que su polvo enturbie la visión. Pue­de haber mucha inspiración y revelación en barrer. Depende de la actitud, de la pericia, del grado de vigilancia y de la capacidad para conectar con el aquí y ahora.

Conocí a un yogui en una cueva de los alrededores de Katmandú. Estaba cociendo leche y, mientras contestaba a mis preguntas, la leche se desbordó. Sonrió y me dijo: «¿Lo ves? Por falta de aten­ción. Si se cuece leche, se cuece leche». Y antes de que me despi­diera de él, me dijo: «El secreto está en parar». Nunca lo he olvi­dado, aunque los occidentales de las junglas urbanas difícilmente sabemos hacerlo.

Temor



En el camino para visitar a su maestro, el discípulo vio a lo lejos una manada de lobos y se aterrorizó. Media hora después se reunió con el mentor y le confesó cuánto se había asustado por haberse en­contrado con una manada de lobos. El maestro le preguntó:

-¿Todavía tienes eso en la mente?

Al llegar la hora de la cena, el asiento de la silla que correspon­día al discípulo exhibía una pintura de Buda. Entonces el discípu­lo, cuando estaba a punto de sentarse y se dio cuenta de ello, se incorporó rápidamente evitando tomar asiento sobre la imagen sa­grada. El maestro dijo:

-¿Todavía tienes eso en la mente?


Comentario
La mente acarrea muchos conceptos, clichés e ideas a las que se aferra. ¿Es eso libertad mental? ¿Puede así la mente expandirse como un hermoso firmamento ilimitado? ¿Es posible ver así más allá de las propias creaciones falaces de la mente? Hasta las ideas más sagradas son meras ideas; hasta las opiniones más respetables son opiniones. Muchas personas viven en función de sus ideas y opiniones, y así roban frescura a la vida e incluso la disecan o ase­sinan. No es la idea lo que cuenta, sino la vivencia y la actitud. No podemos estar limitados por ideas y deseos y descripciones de otros; bastante tenemos con nuestras limitaciones humanas, que hay que aceptar conscientemente y con humildad.

Vive desde tu mente y desde tu corazón, y no a través de la mente y el corazón ajenos; vive desde tus experiencias y vivencias y no a través de las vivencias y experiencias de los demás; en suma, vive tu vida, y no dejes que los otros la vivan por ti. Cada uno debe apelar a su inteligencia primordial. Ni siquiera un iluminado pue­de iluminar nuestro camino; porque el propio camino sólo puede ser iluminado por uno mismo. Hasta lo más sagrado puede con­vertirse en una gran atadura o incluso, si hay fanatismo, en la peor atadura.

En una ocasión un maestro le dio una bofetada a un discípulo por verle muy santurronamente rezando a Buda y otro le dijo a su pupilo: «Si pronuncias la palabra Buda, enjuágate la boca». Esta in­tencionada desacralización es para que el discípulo sea más libre y no se obsesione con las ideas, sino que desarrolle su naturaleza de comprensión y claridad sin estar sujeto a conceptos oprimentes.

¿Qué otro refugio puede haber?
Cuando Buda estaba cerca de la muerte, los discípulos se encon­traban muy inquietos pensando que perdían al maestro, que era para ellos también un refugio y una inspiración. Pero Buda les ex­hortó diciéndoles:

-Vosotros sois vuestro propio refugio, porque ¿qué otro refugio puede haber?


Comentario
Crecer en años no significa crecer en madurez o en sabiduría. La verdadera madurez interior, que no es envejecimiento psíquico o petrificación de las estructuras anímicas, le reporta al individuo un carácter más estable, una comprensión más amplia, una más sa­ludable asunción de sus responsabilidades, una aceptación más so­segada de los acontecimientos y una mayor capacidad para resol­ver sus conflictos internos, conciliar sus contradicciones psíquicas y superar frustraciones, así como no extraviarse tanto en expecta­tivas y comenzar a buscar satisfacción dentro de sí mismo, sabien­do sentirse mejor tanto en soledad como en compañía.

Pero no es fácil para la persona convencerse de que el refugio más seguro está dentro de uno mismo y que como vivimos con no­sotros mismos tenemos que poner los medios para sentimos bien en nuestra interioridad y potenciar en nosotros todos los recursos internos. El autodesarrollo es un proceso precioso, pero bien es cierto que no es fácil aprender a manejarse con el lado difícil de uno mismo, que exige una actitud de sabiduría, que implica disci­plina, pero también ecuanimidad y evitar autoculpa o juicios acri­moniosos contra uno mismo. Si fuéramos perfectos no seríamos humanos, ni sería necesario entonces ningún tipo de ejercitación anímica.

Declara Nisargadatta: «Tú mismo eres tu último maestro. Tu maestro exterior no es más que una señal indicadora. Sólo el maes­tro interior seguirá contigo a lo largo de todo el camino hacia la meta, porque él es la meta».


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