El martirologio de mons. Romero



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PONENCIA:
EL MARTIROLOGIO DE MONS. ROMERO.
Universidad José Simeón Cañas. UCA. Viernes 1 de Abril 2005.

Armando Márquez Ochoa
No puedo negar, ni dejar de manifestarles, la inmensa alegría que me invade de poder ofrecer un modesto aporte dentro del concierto de actividades entorno al 25 Aniversario de Mons. Romero y, de hacerlo desde esta “cátedra” del Auditorium Ignacio Ellacuría de la UCA. Cátedra que ha sido testigo de momentos muy importantes en la historia de la Iglesia salvadoreña y desde la cual, tanto la Universidad como otros sectores, han podido ofrecer al país el análisis de la realidad, la interpretación científica, la reflexión teológica o la iluminación pastoral.
Dentro de tantas autorizadas voces como las que estamos oyendo durante esta semana, la mía es sólo una humilde palabra en representación de las Comunidades Eclesiales de Base de El Salvador y de la Coordinación Ecuménica de la Iglesia de las pobres y los pobres en El Salvador.
Quiero, en primer lugar, expresar mi profundo agradecimiento a tantas personas e instituciones que han hecho posible este momento:



  • A Tutela Legal, organizadora de este evento y, en especial a la Doctora María Julia Hernández.

  • A la comunidad Educativa de esta Universidad.

  • A Mons. Ricardo Urioste, presidente de la Fundación Romero, quien ha estado pendiente de esta publicación y animándome en la misma.

  • A Don Samuel Ruiz García, obispo emérito de Chiapas, quien ha tenido la amabilidad de escribir el prólogo del libro que hoy vamos a presentar.

  • A las Comunidades Eclesiales de Base de El Salvador (CEBES) y al equipo de la Fundación Hno. Mercedes Ruiz, sin su apoyo y consideraciones esta obra no hubiera sido posible.

  • Un especial agradecimiento debo a mi familia: a mi esposa Flor y a mis pequeñas hijas quienes sacrificaron muchas horas y varios fines de semana la presencia de papá.

  • Quiero agradecer a don Juan Soriano y al equipo de su empresa: Impresos Soriano que trabajaron horas extras para salir a tiempo con la impresión del libro.

  • Hay varias instituciones que apoyaron la publicación y no puedo menos que agradecerles públicamente su confianza y apoyo: RISES Comunidad Hermana de Detroit, el padre Tomás Royer y las parroquias de Santa María y San Bonifacio en Illinois; el Comité Romano por la celebración del 25 Aniversario en Roma; a la Iniciativa Cristiana Romero de Alemania; a la Acción de los Tres Reyes Magos en Austria y, a los Hermanos Maristas de Cataluña, Provincia Marista del Hermitage.


Algunos representantes de estas instituciones han viajado desde su países para estar estos días con nosotros: me complace presentarles a Sergi Bernabeu de la Provincia Marista de Cataluña y al padre Luca Pandolfi de la organización Solidaridad para América Latina de Roma, Italia.
Como ven hay todo un conjunto de personas e instituciones que han aportado a esta causa. Creo que es un bonito testimonio de la convocatoria internacional que tiene la figura de Mons. Romero.


  • Gracias, también, a Carlos Vásquez por los diseños de la portada y del interior del libro.

  • A Marti Jordan, por su apoyo en el diseño, la fotografía y ahora, por ser el traductor al Inglés.


DESPUES DE ESTOS AGRADECIMIENTOS QUIERO HACER UNA INTRODUCCION PARA CONTEXTUALIZAR EL PORQUE DE ESTA PONENCIA Y DE LA PUBLICACION DEL MARTIROLOGIO DE MONS. ROMERO:
En marzo del año 2000, con motivo del vigésimo aniversario del martirio de Mons. Oscar Romero, publiqué el “Catecismo de Mons. Romero”. Como digo en la Introducción de dicho libro aquella fue para mí una experiencia privilegiada, ahora, cinco años después, puedo decir lo mismo: “haber leído (“saboreado”) todas sus homilías ha supuesto revivir aquellos años tan densos de “nuestra propia historia de salvación” (como dice él)”. Han sido largas horas de trabajo o, mejor dicho, de “contemplación”; efectivamente, Mons. Romero, como buen profeta, era un “contemplativo en la acción” y, de la mano con su palabra uno puede pasar largas horas de “lectio divina” moderna, aprendiendo a interpretar los signos de los tiempos a la luz de la Sagrada Escritura y viceversa, “contemplando” el paso (con la aceptación o el rechazo) de Dios por nuestra historia: “Es la teología de la historia que hasta en los hechos triviales y concretos –hasta en los hechos criminales– encuentra algo de Dios” [7º Domingo del Tiempo Ordinario: “Cristo, la palabra siempre nueva de la Iglesia”. 18/II/79. VI, 153].
Ha sido, también, el talante catequético de sus homilías el que me ha hecho pensar, en la oportunidad de continuar publicando el pensamiento de nuestro pastor en forma de ‘catecismos’; las múltiples ocupaciones han ido impidiendo ese trabajo. Pero, ahora, dentro del Año Jubilar Romero, con motivo de los 25º años de su martirio, creo que es impostergable la publicación de un nuevo volumen, esta vez con el título “Martirologio de Mons. Romero”.
La obra tiene las mismas características de la anterior (“El Catecismo de Mons. Romero”): viene el pensamiento textual de Monseñor utilizando la técnica de preguntas y respuestas. Las preguntas son convencionales, las respuestas son textuales.
Soy consciente del riesgo que este método implica: sacar las frases de su contexto, acomodarlas a un tema o interés específico o usarlas como un “recetario”. He tratado de evitarlo, pero, puede ser que no siempre lo hayamos logrado; para ayudar a los lectores hemos colocado siempre la fuente (el domingo, el título de la homilía, la fecha, el tomo y la página) de donde se ha tomado la respuesta. El mismo Monseñor era consciente de las limitaciones de un método así.
Por eso, no se contenten con enseñar fórmulas: ¿Quién es Dios? ¿Quién te ha creado? Responderlas de memoria es bueno, pero, no es catecismo, Catecismo es vivir esas cosas. Si Dios me ha creado, mi fe entonces me dice que hay que vivir como hijo de Dios…” [22º Domingo del Tiempo Ordinario. “La Iglesia de la Alianza y de la Pobreza” 28/VIII/77; I-II; 195]
Esta vez, ¿por qué un ‘martirologio’? La idea me surgió después de leer al Papa Juan Pablo II, en esta obra he tratado de recoger su recomendación: “La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires: ‘sangre de mártires, semilla de cristianos’ (sanguis martyrum, semen christianorum. Tertuliano)... Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires. Las persecuciones de creyentes –sacerdotes, religiosos y laicos– han supuesto una gran siembra de mártires en varias partes del mundo. El testimonio de Cristo dado hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, como revelaba ya Pablo VI en la homilía de la canonización de los mártires ugandeses”.
Es un testimonio que no hay que olvidar. La Iglesia de los primeros siglos, aun encontrando notables dificultades organizativas, se dedicó a fijar en martirologios el testimonio de los mártires. Tales martirologios han sido constantemente actualizados a través de los siglos, y en el libro de santos y beatos de la Iglesia han entrado no sólo aquellos que derramaron la sangre por Cristo, sino también maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbíteros, vírgenes, cónyuges, viudas, niños”.
En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi “militantes o soldados desconocidos” (“militi ignoti”) de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no debe perderse en la Iglesia su testimonio. Como se ha sugerido en el consistorio, es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménicos. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez el más convincente. La comunión de los santos (communio sanctorum) habla con una voz más fuerte que los elementos de división. El martirologio (martyrologium) de los primeros siglos constituyó la base del culto de los santos. Proclamando y venerando la santidad de sus hijos e hijas, la Iglesia rendía máximo honor a Dios mismo; en los mártires veneraban a Cristo, que estaba en el origen de su martirio y de su santidad… Será tarea de la Sede apostólica, con vistas al año 2000, actualizar los martirologios de la Iglesia universal, prestando atención a la santidad de quienes también en nuestro tiempo han vivido plenamente en la verdad de Cristo. [Tertio Millennio Adveniente, 37]
También, Mons. Romero, en una de sus homilías nos recuerda el uso que se daba a los “martirologios”: “Antiguamente este día 24, al medio día, en los comedores de los monasterios, lo mismo que aquí en el ambón de la Catedral, se proclamaba el Martirologio Romano que va señalando cada día las celebraciones del año litúrgico [4º Domingo de Adviento. “María, signo de la plenitud de los tiempos”. 24/XII/78; VI, 65].
Siguiendo ese espíritu, el objetivo de esta obra es recoger el testimonio y catequesis martirial de la Iglesia de Mons. Romero, testimonio que –como dice el Papa– “no hay que olvidar y se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes”. Esto último es evidente en el caso de Mons. Romero, ahí está como testimonio elocuente su estatua en la abadía de Westminster.
Ya que, el Papa, nos pide a las Iglesias locales, “hacer todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria”, me ha parecido importante sistematizar el pensamiento y testimonio martirial de Mons. Romero.
Ciertamente, el concepto de martirio que se maneja en la Tertio Millenino es el oficial, “la muerte violenta y voluntaria por no renunciar a la fe en Cristo” y, el que aquí utilizamos es en sentido más amplio, utilizado por el mismo Mons. Romero: “para mí que son verdaderos mártires en el sentido popular. Naturalmente, yo no me estoy metiendo en el sentido canónico, donde ser mártir supone un proceso de la suprema autoridad de la Iglesia universal. Yo respeto esa ley y jamás diré que nuestros sacerdotes asesinados han sido mártires todavía canonizados. Pero, sí son mártires en el sentido popular, son hombres que hay predicado, precisamente, esta incardinación con la pobreza…” [25º Domingo del Tiempo Ordinario. “En Cristo se revelan las tres dimensiones de los verdaderos grandes”. 23/IX/79; VII, 287]
Pero, también, la ampliación del concepto “mártir” es algo que se ha discutido en los círculos teológicos: a nivel internacional se puede confrontar la famosa revista de CONCILIUM (Nº 183, 1983) y, más cerca de nosotros, el padre José María Tojeira ha hecho un detenido estudio en su libro “El martirio, ayer y hoy” (UCA Editores, 2001).
Como dice el Papa, “en nuestro siglo han vuelto los mártires” y, por lo tanto, también los “martirologios”; para comprobarlo basta con echar un vistazo a las páginas de internet. El Concilio y la Carta Apostólica antes citada, pusieron en movimiento a la Santa Sede para actualizar y publicar un nuevo “Martirologio Romano” que fue dado a conocer el año 2001.
Tal como decía arriba, es este espíritu el que he querido recoger y el que me ha animado a publicar este “martirologio” que no es otra cosa sino una antología de textos que testimonian la experiencia de persecución y de martirio que vivimos durante los tres años del arzobispado de Mons. Oscar Romero. La selección de textos está hecha, en primer lugar, de sus homilías y, en segundo lugar, de su último retiro espiritual, de sus Cartas Pastorales o de algún otro escrito. A lo largo de los tres años de su predicación como Arzobispo, Monseñor, va desarrollando –un domingo y otro– una preciosa catequesis, lo que yo voy a hacer es darle un hilo conductor a sus ideas: el hilo conductor es el de la persecución y el martirio y nos va a llevar por 4 momentos: son los cuatro capítulos y son los cuatro puntos que quisiera desarrollar en mi ponencia:


  1. CATEQUESIS DE MONS ROMERO SOBRE EL MARTIRIO.

  2. TESTIMONIO MARTIRIAL DE MONS. ROMERO.

  3. TESTIMONIO EN LA PERSECUCION Y EL MARTIRIO DE LOS SACERDOTES.

  4. ELENCO DE TESTIMONIOS, TESTIGOS Y DENUNCIAS DE LA PERSECUCION A LA IGLESIA.


ENTONCES:
1. CATEQUESIS DE MONS. ROMERO SOBRE EL MARTIRIO:
Dentro de este primer punto vamos a individualizar, también, otros 4 aspectos del pensamiento teológico sobre el martirio expuestos catequéticamente por Mons. Romero:


    1. Conceptos generales, fundamentación bíblica y actitudes ante la persecución y el martirio:


Antes de comenzar con las definiciones y fundamentaciones teóricas quiero recordar un texto de su discurso con motivo del doctorado honoris causa en Lovaina que resume de manera precisa la “experiencia” de persecución y martirio:
Esta defensa de los pobres en un mundo seriamente conflictivo ha ocasionado algo nuevo en la historia reciente de nuestra Iglesia: la persecución. Ustedes conocerán los datos más importantes. En menos de tres años más de cincuenta sacerdotes han sido atacados, amenazados y calumniados. Seis de ellos ya son mártires, muriendo asesinados; varios han sido torturados y otros expulsados. También las religiosas han sido objeto repersecución. La emisora del Arzobispado, instituciones educativas católicas y de inspiración cristiana han sido constantemente atacadas, amenazadas e intimidadas con bombas. Varios conventos parroquiales han sido cateados. Si esto se ha hecho con los representantes más visibles de la Iglesia comprenderán Uds. lo que ha ocurrido al pueblo sencillo cristiano, a los campesinos, sus catequistas, delegados de la palabra, a las comunidades eclesiales de base. Ahí los amenazados, capturados, torturados y asesinados se cuentan por centenares y miles. Como siempre, también en la persecución ha sido el pueblo pobre cristiano el más perseguido”.
Es pues un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar porqué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado a aquella parte de la Iglesia que se ha puesto de parte del lado pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres los que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son el pueblo crucificado, como Jesús, el pueblo perseguido como el siervo de Yahvé. Ellos son los que completan en su cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Y por esa razón, la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres, ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución”. [Discurso con motivo del Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Lovaina: “La dimensión política de la fe desde la opción preferencial por los pobres”. 2/II/80]
Este magistral párrafo, es como el resumen de todo lo que voy a decir y ustedes encontrarán en el libro. Teniendo, entonces, a la base esta experiencia, podemos comenzar a individualizar y reflexionar algunos conceptos o definiciones:
La primera pregunta que tenemos que hacernos creo que es fundamental y sencilla:
¿Qué quiere decir el término “mártir”?
Mártir quiere decir testigo, testigo de una vida que el mundo no conoce. Testigo de una vida que el mundo no conoce y que por eso la persigue y la calumnia”. [Vigilia de Pentecostés: “El sacramento de la confirmación”... 13/V/78. IV, 230]

Bonita definicin que nos est dando no slo una conceptualizacin sino tambin las razones, el porqu de la persecucin: Testigo de una vida que el mundo no conoce y que por eso la persigue y la calumnia.

Eso significa mártir: el que ha sido matado en odio de la fe”. [Ascensión del Señor: “La hora de la glorificación”. 7/V/78. IV, 211]. “Mártir, quiere decir testigo. Cada católico tiene que ser un mártir, un testigo del mensaje que Dios tiene que proclamar libre, ante los hombres”. [1er. Domingo de Adviento: “La Iglesia de la esperanza”. 27/XI/77. III, 4]


Otra pregunta elemental ¿Qué es el martirio?
Basándose en el Vaticano II, Mons. Romero, responde con sencillez y con profundidad: “es un don eximio y la suprema prueba de amor” [1er. Aniversario de la muerte del padre Alfonso Navarro. 11/V/78. IV, 226-227]
¿Qué actitud debemos de tener ante la posibilidad del martirio?

La respuesta es sencilla y lapidaria: “Todos debemos de estar dispuestos a morir por nuestra feaunque no nos conceda el Señor este honor” [6º. Domingo de Pascua: “María y la Iglesia”. 15/V/77. I-II, 44]
Hoy día, las posibilidades de martirio se han esfumado bastante, de igual manera quizás nuestro compromiso evangélico por la justicia se ha debilitado también. Mons. Romero, nos invita a vivir intensamente la fe en toda circunstancia y para nosotros hoy día, creo que estaría bien recordar diariamente esta normativa suya:
Dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en ese silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo”. [6º. Domingo de Pascua: “María y la Iglesia”. 15/V/77. I-II, 44]
Todos estos pensamientos de Monseñor, se vuelven –si me permiten la expresión– “como espada de dos filos”: por un lado son una enseñanza catequética o teológica; pero, por el otro, se vuelven también interperladoras: cada uno podemos cuestionarnos y preguntarnos ¿vivo yo con espíritu de martirio? ¿doy la vida en el deber, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en ese silencio de la vida cotidiana?
Así otras preguntas fundamentales.


  • ¿Cuál es el significado teológico de la persecución?

  • ¿Por qué la misión profética lleva implícita la persecución?

  • ¿Cuáles son los frutos que, desde una visión de fe, esperamos de la persecución?

  • ¿Qué actitudes debemos de tener ante la persecución?

  • ¿Cómo se pueden conjugar “el dolor y la muerte de la persecución” con la alegría y la esperanza?

  • ¿Por qué, desde la fe, debemos asumir riesgos e incluso dar la vida?

  • ¿De dónde nos viene la fuerza para resistir las persecuciones?

  • ¿Cuáles son las tentaciones ante la persecución? ¿Cómo contrarrestarlas?

  • ¿Cómo hay que entender, desde la fe, el acobardarse ante la persecución?

  • ¿Cuándo se puede huir de la persecución?

  • ¿En qué sentido podemos llamar mártires a los sacerdotes, catequistas y laicos muertos en aquellas circunstancias de nuestra Iglesia?


Estas son algunas de las preguntas que, partiendo de la experiencia de persecución, hacen como el marco conceptual de Mons. Romero sobre el martirio.

Pasemos a un segundo tema –siempre dentro del primer bloque– de “catequesis de Monseñor sobre el martirio”, lo he titulado así:


    1. Persecución a la Iglesia salvadoreña: pastoral y eclesiología del martirio.


El resumen de este apartado, lo encuentro nuevamente en una cita que Monseñor hace del Concilio: “Quiero terminar mi reflexión homilética con esta palabra que siempre me ha conmovido mucho en el Concilio Vaticano II. Cuando habla de la Iglesia, pueblo de Dios: «Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, existiendo en la forma de Dios, se anonadó así mismo, tomando la forma de siervo, y por nosotros se hizo pobre, siendo rico. Así, también, la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también, con su propio ejemplo». Y al final dice: «La Iglesia, pues, va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga. Está fortalecida con la virtud del Señor resucitado para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos». [24º Domingo del Tiempo Ordinario: “Jesús es el verdadero Mesías”. 16/IX/79. VII, 254]
Y en esta que yo he llamado “catequesis eclesiológica de Monseñor sobre el martirio” surge, por supuesto, una pregunta elemental:
¿Por qué la Iglesia sufre la persecución?
Y vienen las respuestas sencillas, pero, contundentes:
La Iglesia sufre el destino de los pobres: la persecución. Se gloría nuestra Iglesia de haber mezclado su sangre de sacerdotes, de catequistas y de comunidades, con las masacres del pueblo, y haber llevado siempre la marca de la persecución. Precisamente,
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