como si le fallara la fe…. Hermanos, ante este pesimismo y desorientación, gracias a Dios que los cristianos contamos con una voz que ha estado resonando durante todo el mes de agosto: «¡Éste es mi Hijo el amado, escuchadle!»
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Tentación o experiencia del “abandono de Dios”. Es la misma tentación de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Mons. Romero comenta varias veces este texto: Cualquiera siente esa tentación (“cualquiera”, es decir, hasta yo mismo nos está diciendo): «Dios nos ha abandonado, Dios nos ha dejado solos». ¡No!, leí un comentario que me impresionó mucho, dice; «es el dolor de parto, no es el abandono de Dios».
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La tentación o la prueba de la soledad, del abandono de los demás: No le tengamos miedo de quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor pecado: traicionando la verdad y traicionando al pueblo. Para Cristo es preferible quedarse solo, pero ante el mundo representado en Pilato poder decir: «Todo el que oye mi voz es de la verdad».[34º Domingo del Tiempo Ordinario: “Cristo Rey, clave y orientación de nuestra historia”. 25/XI/79. VII, 475]
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La tentación o el peso de la misión profética: La Iglesia predica la verdad como Dios mandaba a los profetas: a anunciar su verdad frente a los embustes, a las injusticias, a los abusos de su tiempo. ¡Y cómo les costaba a los profetas! Hasta se querían huir de Dios, porque sabían que ir a decir la verdad era sentenciarse a muerte. [Domingo de Pentecostés: “El Espíritu de Dios en la Iglesia”. 29/V/77. I-II, 73]
A nadie le cuesta tanto decir las maldades de su propio pueblo, como a mí, hermanos, que tengo el deber pastoral de señalar (por mandato del Evangelio y del Jesucristo que quita los pecados del mundo) qué es pecado y qué no debe reinar; por dónde hay que caminar.
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Tentación de abandonar la oración: En esta situación actual del país, ¿Será una alienación venir a misa mientras hay tantos intereses políticos, militares, económicos, a nuestro alrededor? Nosotros mismos somos protagonistas de esta historia temporal de la patria. ¿No será una locura apartarse de ese trajín donde está enfrascada toda la república para venir a pasar un momento tranquilo de adoración a nuestro Dios? ¡De ninguna manera! Si lo que está salvando al mundo es esto: es Cristo sacerdote presente por su pueblo sacerdotal en la tierra.
“Yo quiero ser la presencia de una Arquidiócesis en oración. ¡Que nadie deje de rezar mucho!”
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Tentación de politizarse: “Pero en un pueblo tan politizado como es El Salvador, corremos el peligro de creer que la única dimensión humana es la política, es un gran engaño. La política es una de las dimensiones humanas pero no es toda la dimensión humana…”
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Tentación de la violencia: “¿Quién no es tentado a la violencia en este ambiente de violencia?¿Qué familia que le secuestran a un padre de familia, a un hermano, a una esposa, no siente el odio, el rencor, la violencia, contra los que han cometido esa injusticia? Así también el pobre, oprimido durante tanto tiempo, un pueblo incomprendido con los cauces de su derecho de participación en el bien común, cerrados y oprimidos, siente la tentación de la violencia. No es malo el sentir la pasión y la tentación, lo malo es no educar esos sentimientos”.
Junto a las tentaciones, sabemos que Mons. Romero, no era un ser del otro mundo, tenía sus limitaciones, él mismo con una sinceridad pasmosa nos las ofrecen en los apuntes de su último retiro: “Me critican poca accesibilidad, sentirme abrumado por los problemas, mas irascible, inconstante en mi acogida, infundo temor en quien no me conoce, respuestas humillantes o cortantes. No lo creen falta de capacidad sino que no he sabido compartir con otros colaboradores mis responsabilidades y problemas que ciertamente son graves y a veces urgentes. Creo que es también falta de organización de mi vida, especialmente espiritual. Daré pues prioridad a mi vida espiritual. Cuidaré vivir en contacto con Dios…. Mis pecados:
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Negligencia en mis confesiones ordinarias y extraordinarias (general, anual)
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Desorden en mi vida espiritual: misa, breviario, meditación, examen, lectura, rosario...
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P. (pecado o pasión) Dominante: Dineros
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Colegialidad: desprecio, murmuración, soberbia, omisiones, obstinación;
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Papa: desconfianza, imprudencia; SS. CC. (Sagrada Congregación), falta de fe;
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Sacerdotes: poca atención, huir diálogo; propósitos incumplidos; despreciar a los que no comulgan (conmigo); desatención en sus necesidades; poco exigente en casos dudosos; corrección.
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Seminario: fomentar descontento; no fomentar lo interdiocesano; poca atención; al diálogo personal; defender eliminados.
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Religiosos: no visitar, poco cuidado asuntos canónicos; promoción; fomentar división.
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Comunidades: politización.
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Predicación: vanidad, influencia...; riesgos de inexactitudes; ofensas personales; no hacer lo que digo: pobreza, miedo
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Administración: descuido de atención personal; atenerme a los colaboradores; temor desórdenes”
El miedo ante las amenazas: Siento miedo a la violencia en mi persona. Se me ha advertido de serias amenazas precisamente para esta semana… Vino el P. Azcue y todos nos confesamos. Le expresé dos temores: … Mi otro temor es acerca de los riesgos de mi vida. Me cuesta aceptar una muerte violenta que en estas circunstancias es muy posible, incluso el Sr. Nuncio de Costa Rica me avisó de peligros inminentes para esta semana. El Padre me dio ánimo diciéndome que mi disposición debe ser dar mi vida por Dios cualquiera sea el fin de mi vida. Las circunstancias desconocidas se vivirán con la gracia de Dios. El asistió a los mártires y si es necesario lo sentiré muy cerca al entregarle el último suspiro. Pero que más valioso que el momento de morir es entregarle toda la vida y vivir para él. [Ultimo retiro espiritual. 25/II/80. Revista Latinoamericana de Teología. UCA. Enero/Abril, 13(1988) V, 4.6. También 19º Domingo del Tiempo Ordinario: “El Divino Salvador, carne para la vida al mundo”. 12/VIII/79. VII, 163]
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El punto medular de este libro lo constituye la visualización –implícita o explícita– de su propio martirio. En esta selección de textos aparece lo más genuino de su santidad: la entrega total de su persona al Padre, siguiendo los pasos de Jesús, incorporándose a su pasión, muerte y resurrección, dando la vida con y para su pueblo.
Surge aquí la pregunta fundamental: ¿por qué mataron a Mons. Romero?
Porque se pareca a Jess. El era consciente de esta semejanza: “。Cristo es piedra de escndalo! Por eso a m me hacen un inmenso honor cuando me rechazan porque me parezco un poquito a Jesucristo, que tambin fue piedra de escndalo...” [Domingo Infraoctava de Navidad. “La familia: Epifanía del amor de Dios”. 31/XII/78. VI, 88]
El mismo Monseñor se hizo la pregunta y nos da elementos para la respuesta: ¿Por qué se mata? Se mata porque estorba. [25º Domingo del Tiempo Ordinario: “En Cristo se revelan las tres dimensiones de los verdaderos grandes”. 23/IX/79. VII, 287] Cuando explica la muerte de los sacerdotes nos va dando más elementos.
¿Estaba, Mons. Romero, espiritualmente preparado para dar la vida?
La vida ma no tiene otro sentido ya. Predicar a Cristo, lo voy a honrar en mi vida y en muerte. Mi eternidad tambin me espera para vivir eternamente con l... Por eso hermanos, vivamos, pues, la crisis de nuestra Iglesia, no para la cobarda, sino para ser ms fieles a nuestra fe, a nuestro Cristo. [25º Domingo del Tiempo Ordinario: “Las crisis del Reino de Dios”. 24/IX/78. V, 210]
Hay un texto especialmente conmovedor de abril de 1979, es decir, un año antes de su muerte y que, Monseñor, lo expresa hasta poéticamente y, por eso, yo lo he colocado en el libro en forma de poema:
Qu hermoso poder decir,
como Cristo (a la hora de la muerte):
ォTodo se ha cumplidoサ.
En mi vida no he sido
ms que un poema del proyecto de Dios
y de mi propia realizacin.
Me he realizado tal como Dios quera,
he seguido la vocacin que Dios me dio.
He tratado de ser como Dios quera que fuera.
Y viendo que todo est cumplido,
La palabra final:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espritu”
[Viernes Santo: “La muerte de Cristo, precio de la nueva alianza”. 13/IV/79. VI, 287]
En este mismo sentido, me ha parecido sorprendente encontrar la conciencia que tenía, Mons. Romero, de la relación entre Eucaristía y martirio: Pasemos entonces a la eucaristía donde el cuerpo y la sangre del Señor recoge el sentido de tanta sangre derramada; lo diviniza, lo ennoblece, lo purifica de todo lo manchado que pudo tener. Y junto a la sangre del Señor en esta Eucaristía, ofrezcamos no solamente nuestra oración por el padre Palacios y por todos los difuntos por quienes queremos orar, sino también recojamos el reto de aquel espíritu de martirio de que nos habla el Concilio y decirle como aquel apóstol al Señor: «Vayamos y, si es necesario, muramos con él». Así sea. [Homilía del fin de novenario del padre Rafael Palacios. 30/VI/79. VII, 38]
Es como que si presintiera o, mejor dicho, profetizara cómo sería su propia entrega.
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EL TESTIMONIO EN LA PERSECUCION Y EL MARTIRIO DE LOS SACERDOTES.
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En la antología de textos de este capítulo presento, en primer lugar, aquellos en los que Monseñor denuncia, ilumina y describe las razones de la persecución a los sacerdotes en particular.
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En un segundo momento, presento el elenco de los sacerdotes asesinados durante los tres años de su arzobispado. Es francamente conmovedor escuchar a Mons. Romero hablar de ellos; sabe con finura de alma y con grandeza teológica, llorar por ellos, pero, también, iluminar pastoralmente su sacrificio y agradecer el compromiso que tuvieron con la Iglesia y con el pueblo, hasta las últimas consecuencias.
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TESTIGOS, TESTIMONIOS Y DENUNCIAS DE LA PERSECUCION A LA IGLESIA.
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En el ltimo captulo, dentro de la “gran multituden pi delante del trono y del Cordero, tantos que nadie puede contar, vestidos de blanco y con palmas en las manos” (Apoc 7,9), recojo 174 casos relevantes de la persecucin a la Iglesia salvadorea. Algunos aparecen como testigos “de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos” que quisieron mostrar su solidaridad con nosotros en aquellos aos difciles y en esa solidaridad se convierten testimonios permanentes que nos sigue hablando y, para quienes, Mons. Romero –a travs nuestro– contina expresando su agradecimiento carioso.
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Otros aparecen como “testigos vctimas o acusadores” o como testimonios del herosmo y santidad de la Iglesia de la que Monseor se senta orgulloso: “Gracias a Dios me siento muy orgulloso de mi Arquidicesisy s que dondequiera que voy, hay espritu evanglico, hay seguimiento de Cristo”. [21º Domingo del Tiempo Ordinario: “El Divino Salvador, tiene palabras de vida eterna”. 26/VIII/79. VII, 209] “Lo que me interesa, queridos hermanos, es ir a Puebla para llevar en mi voz -aunque sea sin voto- la expresin de esta Iglesia que son ustedes, 。tan viva! 。Una Iglesia tan mrtir! 。Una Iglesia tan llena del Espritu Santo! Y decirles a mis hermanos Obispos que le doy gracias a Dios por esta Iglesia y que mi humilde voz en Puebla ser el resonar de todas estas comunidades”. [Domingo Infraoctava de Navidad. “La familia: Epifanía del amor de Dios”. 31/XII/78. VI, 90].
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Finalmente, hay quienes aparecen como “testigos verdugos”, son nombres tristemente célebres, aquellos para quienes Mons. Romero siempre deseo la conversión, pero, de quienes San Pablo dijo: “su fin es la perdición. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería de darles vergüenza” (Fil 4, 19).
Un comentario final sobre estos “testigos verdugos”: exactamente un mes antes de su asesinato, el 24 de Febrero de 1980, Mons. Romero, hizo en su homilía dominical una referencia a Roberto D’Abuisson, a quien se le acusa de ser el autor intelectual de su muerte. ¿Qué dijo, Monseñor, del que iba a ser su asesino? Se vale de un comunicado de la Democracia Cristiana, esos días había sido asesinado el Dr. Mario Zamora y la Democracia Cristiana acusa a D’Abuisson del asesinato. Escuchemos lo que dice el comunicado leído por Monseñor:
“Ya es bien conocido y doloroso el asesinato del Dr. Mario Zamora, del cual la Democracia Cristiana ha hecho esta reflexión: «El Partido... al comunicar a la conciencia nacional suceso tan reprobable, responsabiliza al Mayor Roberto D'Abuisson y a la banda de asesinos que comanda la extrema derecha..., pues es evidente la conexión entre la denuncia hecha en televisión por ese siniestro personaje y la acción criminal que segó una valiosa vida dedicada al servicio de las causas más nobles y desinteresadas, en favor del pueblo salvadoreño. Así mismo reitera su repudio al empleo de la violencia que ensangrienta a nuestro sufrido país». Quiero expresar en lo personal, mi dolor a la familia del querido Dr. Mario Zamora Rivas. En este momento se está enterrando su cadáver en Cojutepeque; les suplico que nos unamos en oración por su eterno descanso”. [1er. Domingo de Cuaresma: “Cuaresma, triunfo del proyecto salvador de Dios en la historia”. 24/II/80. VIII, 272]
Monseñor bien se hubiera podido limitar a dar el pésame a la familia Zamora, pero no lo hace así, creo que es significativo que repita las acusaciones del Partido Demócrata Cristiano y seleccione, dentro de texto de las declaraciones, precisamente aquello que se refiere a D’Abuisson.
Al final de este trabajo me han venido a la mente, de modo natural, las palabras de la Carta a los Hebreos:
“Por eso, nosotros,
teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe (testigos),
dejemos de lado todo lo que nos estorba
y el pecado que nos enreda,
y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante.
Fijemos nuestra mirada en Jesús,
pues de él procede nuestra fe
y él es quien la perfecciona.
Jesús soportó la cruz,
sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte,
porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría;
y se sentó a la derecha del trono de Dios.
Por lo tanto, meditemos en el ejemplo de Jesús,
que sufrió contradicción de parte de los pecadores;
por eso, no se cansen ni se desanimen.
Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado…
Así, pues, renueven las fuerzas de sus manos cansadas
y de sus rodillas debilitadas,
y busquen el camino derecho,
para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más”
(Heb 12,1-12).
Para terminar quiero invitarles a meditar la última homilía de Mons. Romero, es una breve homilía que, junto con el último retiro espiritual, yo considero que son su TESTAMENTO ESPIRITUAL.
Con profundo respecto, en total silencio y meditación, les invito a ponernos de pié y escuchemos el último párrafo de su homilía. Al final escucharemos el disparo asesino, les pido entonces que guardemos un minuto de silencio.
“De esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe: con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz, el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros”.
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