En el proceso de envejecimiento de las personas con discapacidad


EL ENVEJECIMIENTO DE LAS PERSONAS CON DEFICIENCIA MENTAL: PROBLEMAS



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EL ENVEJECIMIENTO DE LAS PERSONAS
CON DEFICIENCIA MENTAL: PROBLEMAS


BIOMÉDICOS

Jesús Flórez Beledo

Catedrático de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de Cantabria
Asesor Científico, Fundación Síndrome de Down de Cantabria

PLANTEAMIENTO GENERAL

Unas consideraciones previas nos ayudarán a comprender mejor la pro-
blemática en su conjunto:


  1. La vida de la persona con deficiencia mental se ha prolongado en un
    grado parecido al que se aprecia en el resto de la población, con
    alguna importante excepción como después se indicará. Esto se debe
    a la mejora sustancial en los sistemas de prevención y tratamiento de
    las enfermedades, mejoría de la higiene y hábitos alimenticios, etc.
    Esta prolongación de la vida plantea problemas sanitarios, ya que la
    ancianidad se acompaña de un aumento de la morbilidad y de limi-
    taciones físicas. En el caso de la deficiencia mental estas limitacio-
    nes pueden verse agravadas o, en cualquier caso, se acompañan de
    características especiales que requieren un mayor grado de atención.

  2. Se confirma la tendencia a la desinstitucionalización como sistema
    de vida de las personas con deficiencia mental durante su vida adul-
    ta. Este es un dato positivo pero plantea cambios sustanciales en los
    sistemas de atención.

  3. Reconocemos y nos congratulamos del grado creciente de autono-
    mía personal que están alcanzando las personas con deficiencia
    mental. Ahora bien, hemos de considerar que la autonomía tiene un
    precio y que, si no la planificamos con sentido común, puede con-
    vertirse en un arma arrojadiza que hiera a la propia persona a la que
    creemos favorecer (Flórez, 1999),

  4. La población con deficiencia mental tiene un riesgo mayor de de-
    sarrollar, además, una enfermedad mental (lo que se denomina do-

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ble diagnóstico). Su incidencia aumenta con la edad, ya que las
circunstancias vitales que pueden desencadenar los trastornos de
carácter mental encuentran un terreno más vulnerable en la persona
con deficiencia mental.

5. No podemos considerar a la deficiencia mental como un «cajón de


sastre» en el que todo cabe. Conocemos con mayor precisión las
causas específicas que originan formas diversas de deficiencia men-
tal: síndromes específicos, fenotipos propios con sus especiales ca-
racterísticas de tipo orgánico, conductual y psicopatológico. Si la
causa de una deficiencia mental es una alteración genética, cromo-
sómica o metabólica concreta, lo probable es que, a la deficiencia
mental, se sume un conjunto de alteraciones orgánicas (neurológi-
cas, endocrinas, metabólicas) que incidan sobre la salud a lo largo
de la vida de la persona y repercutan sobre su ancianidad, en mayor
proporción que para el resto de la población.

PREVALENCIA DE LOS PROBLEMAS MÉDICOS MÁS


HABITUALES

Como primera aproximación al problema, la tabla 1 modificada de


Cooper (1998) ofrece la frecuencia de aparición de las diversas patologías
en dos grupos de adultos con deficiencia mental de distinta edad: por enci-
ma de 65 años y entre 20 y 64 años. Fueron altas las tasas de incontinencia
urinaria y de problemas relacionados con la actividad motriz en general,
alcanzando un valor mayor en el grupo más anciano que en el más joven.
Fue también muy elevada la tasa de problemas sensoriales; en cuanto a los
visuales la tasa fue similar en ambos grupos aunque la etiología era distinta:
en el grupo más joven guardaba relación con la etiología del retraso mental
(ceguera cortical, cataratas), mientras que en el más anciano se debía más
a los problemas propios de la edad: cataratas, glaucoma. En conjunto, la
patología auditiva fue inferior a la visual, con una tasa similar en ambas
poblaciones. La epilepsia se apreció en un 20-25% de personas. Abundaban
también los problemas osteoarticulares y ortopédicos que, en conjunto, al-
canzaron a la mitad de los pacientes del grupo de más edad; la enfermedad
cardiovascular, incluida la hipertensión, afectó al 27,6 en ese mismo grupo
frente al 15% en el grupo más joven, y la patología respiratoria alcanzó el
20 y el 12%, respectivamente. No fueron frecuentes las alteraciones tiroi-
deas: 5% en el grupo de más edad y 11 % en el de menos edad, quizá porque
en este último había una mayor proporción de personas con síndrome de
Down (28,8% frente al 3,7% del grupo más anciano), y es bien conocida la
frecuencia con que se aprecia patología tiroidea en el síndrome de Down.

Otro reciente estudio (Kapell et al,, 1998) tiene la ventaja sobre el an-


terior de que compara la prevalencia de las alteraciones crónicas más co-
rrientes en una muestra de personas adultas con retraso mental frente a la

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Tabla 1. Frecuencia de patología orgánica en personas con discapacidad
intelectual, por grupos de edad, mayor o menor de 65 añosa

prevalencia en la población general obtenida de encuestas bien documenta-


das. Se ofrecen datos sobre la razón estandarizada de morbilidad, que se
calcula como la relación entre número de personas afectadas en la población
en estudio y el que cabría esperar si la población en estudio tuviera la misma
tasa que la población general. En este estudio, además, se ofrecen datos
diferenciados dentro del grupo de deficiencia mental, según que tengan
síndrome de Down o no (tabla 2). En conjunto, los individuos con retraso
mental mostraron una frecuencia significativamente más alta de la esperada
en los problemas tiroideos, la patología cardiovascular y los trastornos vi-
suales. Destaca de manera especial la patología tiroidea (todos los casos
eran de hipotiroidismo), que fue mucho más frecuente en las personas con
síndrome de Down que en las otras personas con retraso mental. Aunque
con menor diferencia, prevalecieron también más en el síndrome de Down
los trastornos cardíacos no isquémicos (soplos, prolapso de la válvula mi-
tral, bradicardia) y las alteraciones de la visión. En cambio, la prevalencia
de otras patologías propias de la edad, como son la diabetes, la enfermedad

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Tabla 2. Prevalencia específica según la edad y relaciones


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