3.3. Cambios físicos y emocionales
En relación con los cambios físicos y emocionales que se producen en
el proceso de envejecimiento en las personas con PC, Murphy et al. (1995)
concluyen que los problemas generales de salud de una naturaleza grave son
infrecuentes. Los problemas generales de salud identificados eran similares
a los de la población general, excepto en una mayor incidencia de infeccio-
nes en el tracto urinario y de incontinencia. Estas infecciones están asocia-
das a la falta de higiene personal que a un problema de base orgánica. Hay
que apuntar que la mitad de las personas que no deambulaban presentan
incontinencia urinaria. En consecuencia, se puede afirmar que este problema
está estrechamente relacionado a las limitaciones físicas y a las inherentes
dificultades ambientales para la limpieza.
En un estudio de Balandin y Morgan (1997), en el que abordan los
cambios percibidos, tanto físicos como emocionales, solamente un 11% de
las personas adultas con PC informó que sus vidas no se veían afectadas por
los cambios físicos y emocionales. Por lo tanto, parece confirmarse que las
personas con PC experimentan los problemas relacionados con la edad más
tempranamente que las personas sin discapacidad. Un 27% de los encues-
tados consideró que estos cambios tenían impacto en su independencia y en
su estilo de vida. Aunque la PC no se considera como un trastorno progre-
sivo, los encuestados manifiestan cambios físicos como un incremento del
dolor, rigidez, artritis, dolor de cuello y espalda. La presencia del dolor en
los músculos y en las articulaciones parece ser una constante en los adultos
y ancianos con PC, así como la presencia de problemas de contracteras
(Anderson y Mattsson, 2001). Por lo cual, parece haber un consenso en el
sentido de que las personas con PC experimentan cambios negativos en la
marcha, digestión, control de la vejiga y de los intestinos, respiración, co-
municación y salivación.
La depresión, la frustración, la fatiga, la cólera son problemas también
comúnmente manifestados (Balandin y Morgan, 1997). Además, tanto la
depresión como la ansiedad provocan una reducción del contacto social que
influye negativamente sobre la independencia y la interacción social. Turner
y Moss (1966) indicaron que la prevalencia de enfermedades mentales es,
al menos, tan alta para las personas con una discapacidad del desarrollo
como para el resto de las personas. Thorpe (1977) apuntó que el 4,8% de
las personas mayores con discapacidad intelectual puede tener enfermedades
EL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO... 401
depresivas, y el 16% de los participantes con PC en el estudio de Balandin
y Morgan (1997) indicaba que las personas con PC experimentaban cambios
emocionales negativos, incluida la depresión. Hay que señalar también que
la depresión es un trastorno psicopatológico frecuente en las personas ma-
yores; y en el caso de la PC, debido a los problemas de comprensión, a la
dificultad para hablar de sus síntomas y a la dificultad para pedir ayuda o
consejo, puede tener como consecuencia un retraso en el diagnóstico y
tratamiento.
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