Fisiología del Alma



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Pregunta: Nos gustaría que nos explicaseis con más claridad, por qué motivo quedan leprosos tanto los espíritus que quieren apresurar voluntariamente la expulsión de los tóxicos de su pe­riespíritu, como aquellos que son obligados a tal proceso de purificación psíquica. ¿Podéis hacerlo?

Ramatís: Tal como ya hemos dicho, hay espíritus que son heroicos y decididos y que, deseando efectuar con mayor rapidez su limpieza periespiritual, prefieren expurgar sus fluidos tóxicos de modo intenso y rápido hacia la carne, en vez de hacerlo a través de varias existencias más suaves y de menor sufrimiento. Para eso, se someten a un tratamiento técnico en las institucio­nes adecuadas del Espacio, de lo cual resulta mayor reacción y convergencia de las toxinas psíquicas hacia el cuerpo carnal. La carga deletérea que entonces es activada para lograr un mayor descenso del periespíritu a la materia, provoca después el estan­camiento fluídico enfermizo, con lo cual se crea el terreno elec­tivo para la proliferación fácil de los bacilos de Hansen.

Por el contrario, hay otros espíritus delincuentes, portadores de tóxicos tan perniciosos que, aunque los expurguen en la me­nor cantidad posible hacia el organismo físico, producen en él la estasis fluídica apropiada a la nutrición del germen de la lepra. La dosis mínima de los venenos que esos espíritus perver­sos vierten obligatoriamente del periespíritu hacia la carne, equi­vale al máximo de veneno que otros drenan por su espontánea voluntad.

Los primeros espíritus, podrían drenar su carga tóxica en varias encarnaciones futuras, como ya lo hemos dicho, bajo el atenuante de enfermedades menos ofensivas y sin sufrir las gran­des torturas propias de las enfermedades atroces e incurables; pero como reconocen la necesidad de su urgente higienización espiritual, con el fin de poder elevarse más pronto a las regiones paradisíacas, prefieren concentrar todos los "dolores menores" de las encarnaciones sucesivas, en el "gran dolor" de una sola exis­tencia, aunque ella constituya incesante depuración desde la cuna. Lastimosamente, los otros espíritus rebeldes, obligados a purgar la toxicidad psíquica contra su voluntad, por más que los favorezca la vertencia nociva del periespíritu infectado, no se libran de la lepra y de otras enfermedades similares.

Pregunta: ¿Cómo ese "descenso" de los tóxicos del peries­píritu al cuerpo físico es un asunto por demás complejo para nuestro entendimiento?, ¿Podríais describirnos alguna operación química de nuestro mundo, que nos diese una mejor idea de ese acontecimiento psíquico?

Ramatís: Aunque se trata de un ejemplo rudimentario, re­cordemos que el azufre, cuando es sometido al calor, pasa del estado sólido al gaseoso, a través del conocido fenómeno de la .sublimación química. En estado gaseoso, es todavía visible en el seno de la retorta, pero si fuera sometido a la acción de un calor cada vez más intenso, se vuelve transparente, alcanza el estado radiante y quedará invisible. No obstante, en operación inversa, por el enfriamiento gradual, el químico puede hacerlo retornar a su primitivo estado sólido, en cuyo caso, el gas sumamente fluídico e invisible del azufre sublimado, "baja" otra vez del mundo oculto y se hace visible a los ojos físicos.

Así, diríamos también que el "tóxico psíquico" que circula por el periespíritu de la criatura, es como el gas invisible del azufre bastante sublimado por el calor y que, por efecto de un "resfriamiento mental", "baja" también en su frecuencia vibra­toria, hasta condensarse poco a poco en la carne del cuerpo físico, produciendo el estancamiento que favorece la infección microbiana o la degeneración orgánica.



Pregunta: La Medicina clasifica las enfermedades como in­fecciosas, cuando son producidas por microbios y por sus toxinas, y como degenerativas, cuando los elementos del propio orga­nismo lo enferman. Para poder comprender mejor lo que nos exponéis, ¿debemos situar el "descenso" de las toxinas del peri­espíritu en esa clasificación medida?

Ramatís: Aunque se considere que las enfermedades, cuan­do son infecciosas son provocadas por bacterias o por virus, y que cuando son degenerativas son causadas por tóxicos o por otros elementos del propio organismo y hasta por la cronicidad microbiana, lo cierto es que las enfermedades son realmente el producto fundamental del "descenso" de los venenos del peries­píritu al cuerpo carnal. A pesar de que esos microorganismos in­fecciosos causan destrucciones terribles, alcanzando la piel, el sistema nervioso, los huesos y las glándulas; perturbando las fun­ciones vitales, destruyendo, matando, causando la gripe, la ence­falitis, tal como ya os hemos dicho varias veces, su éxito depende exclusivamente del "miasma psíquico" que produzca el terreno electivo para que ellos se nutran y proliferen en la carne in­defensa.

Eso sucede también con las enfermedades degenerativas, puesto que ellas no pasan de ser condiciones mórbidas cuyas raíces se hallan en los disturbios psíquicos y en la consecuente vertiente de los tóxicos del periespíritu. No importa si provienen de infecciones crónicas microbianas, de toxinas producidas por ciertas glándulas o tejidos orgánicos, así como de la desarmonía o ausencia de determinadas hormonas, originando la diabetes por falta de insulina en el páncreas, la anemia perniciosa por la insuficiencia de la suprarrenal, mixoedema por la perturbación de la tiroides o las anomalías hipofisiarias. Existen también di­versas afecciones nerviosas y mentales que se originan en las perturbaciones del alma, aunque causen otros disturbios celulares y endocrínicos, en los que se destaca el cáncer, conocido en su degeneración celular pero aun ignorada en cuanto a su esencia mórbida.

Esa multiplicidad de síntomas y disturbios orgánicos que pueden ser revelados por los laboratorios, exámenes de radio­grafía o diagnósticos inteligentes, revelan apenas la última fase del "descenso" de los venenos psíquicos, cuando los mismos se diseminan a voluntad por el organismo humano. ¡Desgraciada­mente, cuando la ciencia médica toma conocimiento objetivo y hace el diagnóstico clásico de la enfermedad, el miasma terminó ya su curso en el mundo oculto a los sentidos físicos y se infiltra en la carne, lesionando órganos, tejidos, glándulas y nervios! La infección orgánica o degeneración física, sólo evidencia, enton­ces, el término final enfermizo, cuando se produjo ya la estancación mórbida con el terreno favorable a la convergencia micro­biana y consecuente positivación de la enfermedad a la luz de los exámenes médicos.


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