Pregunta: Los orientales, que son absolutamente vegetarianos, ¿tienen completo conocimiento de los efectos que nos relatáis, sobre la carne?
Ramatís: El maestro indio, meditativo y místico, que procura continuamente el contacto con los planos más delicados, evita la ingestión de la carne que contamina el aura con el astral inferior. Los "guías", muy conocidos en la tradición espiritista, luchan con dificultad cuando desean instruiros después que habéis asistido a los opulentos banquetes servidos con vísceras grasientas, que digerís para atender al sofisma de las proteínas. Principalmente en los trabajos de materialización, los delicados fenómenos son inmensamente perjudicados por la presencia de asistentes con los estómagos saturados de carne, identificando el clima repulsivo del necrocomio en que se están descomponiendo las vísceras.
Ese es, también, uno de los motivos por qué la mayoría de los médiums, obcecados por las churrasqueadas y banquetes opíparos en los cuales se abusa de la carne, se estacionan en el improductivo animismo, manteniendo débiles contactos con los planos altos. Algunos médiums glotones y exageradamente carnívoros, ironizan y subestiman las prácticas y las enseñanzas esotéricas destinadas a desarrollar la sensibilidad psíquica a través del régimen vegetariano. ¡Esas criaturas piensan que las fuerzas sutiles de los planos angélicos, pueden unirse arbitrariamente a los eructos fluídicos de la digestión proveniente de los trozos cadavéricos! Son raras las que comprenden que en los días de trabajos mediúmnicos, pases o radiaciones, deben eliminar la carne de sus mesas. Hay otras que ignoran que el éxito de las operaciones fluídicas a distancia, no dependen, en absoluto, de las proteínas animales, y sí, principalmente, de la exudación ectoplasmática de un sistema orgánico limpio de impurezas astrales.
Pregunta: ¿Cuál es el procedimiento más eficiente para que el discípulo pueda eliminar de su aura o de su periespíritu los fluidos deletéreos que son exudados por la carne animal?
Ramatís: Es la terapéutica del ayuno, el proceso que auxilia mejor al espíritu a drenar las sustancias tóxicas que provienen del astral inferior, pues debido al descanso digestivo, se eliminan los fluidos perniciosos. La Iglesia Católica, al recomendar el ayuno a sus fieles, les enseña un método inteligente para favorecer la inspiración superior. Las figuras etéreas de los frailes trapenses, de los santos o grandes místicos, sujetos a la alimentación frugal, comprueban el valor terapéutico de esa alimentación. El ayuno aquieta el alma y la libera en dirección al mundo etéreo; auxilia la descarga de las toxinas del astral inferior, que se sitúan en el aura humana de los "civilizados".
Existen en vuestro mundo, algunas instituciones hospitalarias que han podido extinguir gravísimas enfermedades bajo el tratamiento del ayuno o por la alimentación a base exclusiva de jugos de frutas. Jesús, con el fin de no reducir su contacto con lo Alto ante el asedio tenaz y vigoroso de las fuerzas del mal, mantenía su mente limpia y la gobernaba con absoluta seguridad, gracias a los prolongados ayunos con los que eliminaba todos los residuos astrales, perturbadores de los vehículos intermediarios entre el plano espiritual y el físico. El Maestro no despreciaba ese recurso terapéutico, para afianzar la tesitura delicada de su periespíritu; no se olvidaba de vigilar su propia naturaleza divina, situada en un mundo conturbado y agresivo, que actuaba continuamente sobre él como poderoso vivero de pasiones y de detritus magnéticos, forzando su fisiología angélica. Evitaba siempre la alimentación descuidada, y cuando sentía pesar en su organización las emanaciones del astral inferior, disminuía la resistencia material a su espíritu, practicando el ayuno que le ofrecía mayor libertad para su mundo celestial.
Nunca vimos a Jesús partiendo trozos de carne u ofreciendo perniles de puerco a sus discípulos. Se servía de los panecillos hechos con miel, de harina de maíz y de mijo, combinados con jugos o caldos de cerezas, fresas y ciruelas.
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