Fisiología del Alma



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Pregunta: Ante vuestras consideraciones, deducimos que el cáncer puede provenir de distintos orígenes diferentes entre sí. ¿Estamos acertados?

Ramatís: El cáncer, en el hombre, no ofrece la posibilidad de ser identificado, en el momento, como un agente infeccioso físico capaz de ser clasificado por los laboratorios del mundo, tal como se descubrieron por el microscopio los bacilos de Koch, Hansen, Kleber o la espiroqueta de Shaudin. No se trata de un microorganismo de fácil identificación por la terminología aca­démica, pues es un bacilo psíquico, sólo identificable por ahora en el mundo astral, que se nutre mórbidamente de la energía sub­vertida de uno de los elementos primarios creadores de la vida física. Ese elemental primitivo, base de la cohesión de las cé­lulas de la estructura del mundo material, se vuelve virulento e invierte los polos de su acción creadora en destructora, cuando es irritado en su naturaleza y en su manifestación normal, cosa que puede acontecer tanto por el choque de otras fuerzas que fecundan la vida, que operan en la intimidad de la creación, como por la intervención violenta, desarmónica y deletérea por parte de la mente y de la emoción humana.

Es cierto que algunos tipos de animales y de aves como el conejo, los ratoncitos, la rana, la gallina y el pavo, pueden causar la transmisión y la contaminación del cáncer, testificando la exis­tencia de un virus o agente infeccioso cuando son inoculados con el filtro activo del tejido canceroso, cuyas células hayan quedado retenidas en el filtro. Pero esa experiencia no sirve ya de paradig­ma para poder verificar el cáncer en el hombre, por ser éste un ser más complejo y evolucionado que el animal, y por revelar una vida psíquica superior. Pero como en el fondo de cualquier cáncer permanece dominada mórbidamente una energía primaria creadora que fue perturbada, capaz de alimentar el virus de naturaleza predominante astral y psíquica, en el animal sufre esa alteración para empeorar en un nivel más denso, más perifé­rico, en el campo de las fuerzas instintivas. De este modo, el virus astral canceroso que se nutre de ella, se manifiesta más a la superficie en el reptil, en el animal, en el ave y aun en la vegetación, con posibilidad de poder ser entrevisto en el futuro, cuando la Ciencia conozca el microscopio "electro-etéreo".

Como esa alteración de la energía primaria creadora en el hombre, que es la criatura más evolucionada, se procesa en su campo mental y emotivo más profundo, el virus astral no adquiere la incorporación necesaria para que pueda ser presentido a la luz del laboratorio físico o conjeturado en cualquier otra expe­riencia de orden material.

Deseamos aclararos —aunque tengamos que luchar con la falta de palabras adecuadas— que en la vegetación, en las aves, en los reptiles o en los animales, el virus del cáncer puede ser auscultado por el aparato material, porque la energía creadora subvertida lo fecunda en la frecuencia más baja, en un campo biomagnético más denso e inferior; mientras que en el hombre, el mismo fenómeno se procesa en nivel superior mental y emo­tivo, lo que lo hace inaccesible a su determinación por el aparato físico. En ambos casos, ese elemental primario perturbado du­rante la simbiosis de las energías creadoras o por la intervención nefasta de la mente o de la emoción humana, actúa después desordenadamente en el encadenamiento normal de las células físicas, {originando el tan temido cáncer!



Pregunta: ¿Cómo podríamos entender mejor ese choque de fuerzas creadoras que perturban lo elemental primario, dando oportunidad a que se produzca el cáncer en los animales o pro­duciéndolo en el hombre debido a la irritación mental y emo­tiva?

Ramatís: Se trata de una de las energías primarias fecun­dantes de la vida física que, al ser desviada de su acción espe­cífica creadora, se convierte en un fluido morboso que circula por el periespíritu o se adhiere en él, en la forma de manchas, equimosis o excrecencias de aspecto lodoso. Se transforma en un miasma de naturaleza agresiva, asediando ocultamente al hombre, minándole la aglutinación normal de las células físi­cas. Su vida astral mórbida e intensamente destructiva, en una perfecta antítesis de su antigua acción creadora, escapa a la intervención propiamente física procesada de "afuera hacia aden­tro". De ahí, pues, el motivo por el cual es inmune a la radio­terapia, a la cirugía y a la quimioterapia del mundo material, permaneciendo en la circulación astral del periespíritu, capaz de producir las reincidencias con la proliferación de los neo­plasmas malignos en los tejidos adyacentes, en los operados o cauterizados.

Si la Medicina pudiese establecer una patogenia psico-astral y clasificar minuciosamente todas las expresiones de vida y de fuerzas que se manifiestan en el mundo astralino microscópico y que interpenetran toda la estructura atómica del globo terres­tre, nutriendo los reinos vegetal, mineral y animal, podría también identificar ese elemento primario creador que, al ser irritado por fuerzas adversas en eclosión o por la mente humana, perturba la base electrónica de las células constructoras del organismo físico. Cuando es violentado en el campo de las fuerzas más densas, que caldean las configuraciones vivas más groseras, ori­gina los efectos cancerosos que alcanzan a los vegetales, a las aves, a los insectos, a los reptiles y a los animales. Sin embargo, si es alcanzado por alteraciones energéticas más profundas, producidas por las fuerzas mentales y emotivas, produce el cáncer en el hombre.

Siendo una de las energías que participan de la extensa cadena de fuerzas vivas ocultas y creadoras de las formas del mundo físico, es semejante al cimiento de piedras que, aunque permanezca oculto en el suelo pantanoso o en el terreno rocoso, garantiza la estabilidad del rascacielos. No obstante, desde el momento en que ese cimiento se arruine por la infiltración de la humedad, por alguna deficiencia en la liga de la argamasa o por cualquier erosión del suelo, es evidente que todo el edi­ficio sufrirá en su verticalización y en su seguridad, por cuanto su garantía y su base sólida se transforma en un elemento peli­groso para la sustentación arquitectónica.

Lo mismo sucede con el elemento primario oculto que pro­voca el cáncer, el que es, también, uno de los cimientos susten­tadores del edificio atómico de las formas vivas del mundo fí­sico, mientras no sea subvertido por cualquier intervención per­turbadora. Si lo desvían de su acción creadora o lo irritan por el uso delictuoso, se transforma en una energía perjudicial a las mismas cosas y a los mismos seres que antes servía como bien­hechor. Se revela, pues, una fuerza nociva y destructora, cuando le convocan, de su mundo oculto, para fines contrarios a su energética normal.




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