Fisiología del Alma



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Pregunta: La Medicina ha emprendido intensa lucha contra el cáncer con las instituciones de campañas laboriosas y cruzadas de alertamiento popular, haciendo exposiciones adecuadas con el fin de reducir la incidencia de esa enfermedad tan temible. ¿Qué opináis sobre esas providencias?

Ramatís: Es fuera de duda que debido a esas campañas, vino al conocimiento de la masa común una enfermedad que era poco comprendida en sus características mórbidas y confun­dida aun con otras molestias mucho más inofensivas. Pero, como la propia Medicina debe haber constatado que la mayor o menor virulencia del cáncer depende muchísimo del estado psíquico del paciente, es evidente que cualquier cruzada profiláctica sobre el mismo, debe ser efectuada con cierta prudencia y con severa orientación psicológica, pues de lo contrario, su efecto puede ser hasta pernicioso siendo alarmante, haciendo recru­decer el pavor y la angustia entre los individuos más pesi­mistas y fácilmente sugestionables. Los más impresionables pa­sarán a vivir sobresaltados ante la presencia de una inofensiva verruga, de un quiste sebáceo, de señales o alteraciones del color de la piel. La mente asustadiza y mórbida se llenará de preocu­paciones sobre el cáncer, ante cualquier contusión demorada, ante una gastralgia, resfriado, dispepsia, pequeña hemorragia, ronquera o estado febril. Es necesario, pues, evitar los extremos aconsejables, siguiendo la advertencia popular de que "ni tanto en la tierra, ni tanto en el mar".

La mente humana es una usina de fuerza, cuyo voltaje está bajo el control y el equilibrio del espíritu. Esa fuerza, tanto puede activar las células del organismo y nutrirlas bajo un estado de saludable armonía y construcción, como puede desorganizarlas en su simbiosis energética, debido a la incesante actuación mór­bida del miedo y de la angustia. Siendo cierto que una pena larga o un fracaso amoroso tienen fuerza suficiente para pertur­bar las facultades mentales de ciertas criaturas débiles, es obvio que ello es fruto del pensamiento mórbido e incesante, actuando en la base electrónica de cohesión y de crecimiento de las células cerebrales. Así como esa fuerza mental morbosa proyectada sobre el cerebro causa la "locura de las células cerebrales", es evidente que el miedo, la angustia o la idea fija sobre el cáncer, pueden intervenir desordenadamente en la aglutinación celular de algún órgano o región orgánica vulnerable, ¡acabando realmente, por manifestar la tan temida enfermedad! ¿Qué es el cáncer sino el producto del veneno psíquico producido por el espíritu en sus desarmonías mentales y emotivas?

Aunque sea razonable prevenir y orientar a aquellos que ayudan a la proliferación del cáncer con su ignorancia, descuido y miedo, advirtiéndoles que el tratamiento a tiempo ofrece ma­yores posibilidades de cura, es también necesario no converger exclusivamente para una "entidad fantasma" denominada "cán­cer", toda vez que el hombre no es un individuo semejante a un motor, en el que se pueden particularizar aisladamente sus piezas y sus funciones mecánicas. En lo íntimo del hombre de carne palpita el espíritu inmortal moviendo las energías del mundo oculto, con el fin de materializar en el escenario de la materia los acontecimientos vividos por su psiquismo. Por el hecho de ser primeramente plasmados en la mente los moldes de cualquier acontecimiento sano o mórbido, para luego concretizarlo en acción en el mundo físico, no conviene mantener la masa huma­na, que es fácilmente sugestionable, bajo una incesante angustia mórbida vivida bajo la visión de los cuadros enfermizos cance­rígenos y sugerirle la posibilidad constante de sufrir el temido cáncer.

Las imágenes cancerosas incrustadas persistentemente en el entendimiento aprehensivo de la población común e ignorante, que suele confundir fácilmente las aclaraciones científicas o iniciáticas, pueden alimentar un estado psíquico de pánico mental, perturbando las líneas de sustentación del electronismo molecular, dando lugar a que, realmente, se mantenga una situación de fi­jación mental capaz de alterar la cohesión celular del órgano o de la región orgánica más vulnerable.

Se sabe que los tipos muy nerviosos, son precisamente los que presentan mayor predisposición para la patogenia de las úlceras gástricas, pépticas y colitis insidiosas, pues la imaginación sobreexcitada los lleva a considerar la más leve fatiga estomacal o cansancio intestinal como formaciones ulcerosas contribuyendo pronto a materializar en la carne la conformación real de aque­llo que antes era una simple suposición mental.

De conformidad con que "la función crea el órgano", cuando la mente actúa persistentemente sobre determinado sector or­gánico y plasma una configuración enfermiza, se ejerce allí la opresión mórbida capaz de ajustar el molde, pensando en detrimento de lo que es definitivo. Casi todos los hipocondríacos mantienen sus vesículas biliares en espasmo, retardando así sus funciones normales, llevándolas a un estado de pereza y de éx­tasis prolongados. En consecuencia, se endurecen fácilmente por la constante presión mórbida y se adineren al tejido hepático o facilitan los procesos de la litiasis.

En nuestras comunicaciones sobre el dolor y el sufrimiento, os hemos explicado que el morbo acumulado en el periespíritu durante las encarnaciones pretéritas, es un producto fundamental de la mente y de la emoción, cuando el espíritu se desequilibra en el curso ordenado de la vida física. Y como el orden y la armonía psíquicas sólo prevalecen bajo la práctica de las virtudes, corno el amor, la ternura, el valor, el optimismo, la bondad, la filantropía o la renuncia, ¡es evidente que el desorden mental y emotivo proporciona los perjuicios orgánicos, se revela por el odio, el pesimismo, la avaricia, el miedo, los celos, la envidia, la melancolía, la crueldad o el egoísmo!

De ahí, pues, la necesidad de que las campañas o cruzadas tendientes a ilustrar sobre el cáncer, no sean tan mórbidas c imprudentes, que sean capaces de sembrar el terror, la angustia, el pánico mental o el pesimismo insuperable en la mente su­gestionable de la masa común.

El mecanismo de la mente sobre el sistema nervioso y endocrínico del ser humano, es sumamente delicado. Por tanto, el miedo es un estado mental que sobreexcita y eleva la tensión orgánica, por cuyo motivo, .ante la perspectiva de choques vio­lentos bajo tal condición, el organismo se protege interfiriendo en los centros térmicos y hasta en la composición de las hormo­nas. De ahí las caídas de temperatura, la palidez mortal y hasta el erizamiento de los cabellos en el individuo, cuando es víctima de sustos y de terrores inesperados.

El "miedo a la muerte" y el "miedo a quedar enfermo", ter­minan paradójicamente, por afectar el equilibrio de las propias energías psíquicas que mantienen la armonía celular del cuerpo físico, predisponiendo al individuo para los sufrimientos o las vicisitudes prematuras. Es por eso que el temor generado por las preocupaciones excesivas, perturba visiblemente el funciona­miento del sistema vagosimpático, alterando el compás y el ritmo energético de las funciones digestivas. En consecuencia, existen aquellos individuos que se entregan fácilmente a la imagen mórbida del cáncer y que, invirtiendo el objetivo de las aclaraciones científicas, pasan a alimentar asociaciones de ideas enfermizas generadas por el miedo a los fantasmas de los sar­comas y epiteliomas expuestos en las cruzadas médicas.

Es muy importante reflexionar que, a pesar de esas loables campañas de aclaración popular contra el cáncer, ¡éste recrudece cada día más!


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