Fisiología del Alma



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Pregunta: Hemos recibido explicaciones aclarando que sola­mente deben sobrevivir los seres inteligentes, como además se podría deducir de las obras de Allan Kardec. ¿Es acertada esta interpretación?

Ramatís: Recomendamos la lectura del capítulo V, "De la Ley de Conservación", del Libro de los Espíritus (Pregunta y Respuesta 703):

Pregunta: "¿Con qué fin otorgó Dios a todos los seres vivos el instinto de conservación?"

Respuesta: "Porque todos tienen que concurrir al cum­plimiento de los designios de la Providencia. Por eso fue que Dios les dio la necesidad de vivir. Además, la vida es necesaria para el perfeccionamiento de los seres. Ellos lo sienten instintivamente, sin percibirse de ello."

Creemos innecesario entrar en amplios detalles sobre este tópico tan claro, en donde el espíritu interpelado apunta la gran responsabilidad de mantener la vida de todos los seres, porque "todos tienen que concurrir al cumplimiento de los designios de la Providencia''. ¡La necesidad de vivir, que debe ser "respetada y protegida", es una de las conclusiones lógicas y decisivas del espíritu que se comunicaba con Allan Kardec, y que implica, por tanto, una nueva censura doctrinaria al exterminio del ani­mal para ser devorado en las mesas abundantes de los espiritistas!

Y la noble entidad prosigue, delineando en contornos más claros e incisivos la ignominia de la alimentación carnívora en lugar de la vegetariana y de la frugívora. En respuesta a la Pregunta Nº 703: "Teniendo el hombre necesidad de vivir, ¿le facultó Dios en todos los tiempos los medios de conseguirlo?", la entidad dice:

"Ciertamente; y si él no los encuentra, es por que no los comprende. No es posible que Dios dispusiera para el hombre la necesidad de vivir, sin darle los medios para conseguirlo. Es esa la razón por la cual hace que la tierra produzca en forma que proporcione lo necesario a los que la habitan, toda vez que sólo lo necesario es útil. Lo superfluo nunca lo es."

Es obvio que si el hombre continúa alimentándose de los despojos de animales y no se sirve de los medios, o sea de los frutos y vegetales que Dios hace que la tierra germine y produzca —y que no hay razón que no lo comprenda— cabe al hombre la culpa de ser carnívoro, ya que el suelo posee todo lo que es necesario para una alimentación natural y sana.

En el final de la respuesta y de la Pregunta N? 705, el es­píritu comunicante es bien claro cuando afirma su conclusión anterior:

"En verdad os digo: la naturaleza no es imprevisora; es el hombre el que no sabe regular su modo de vivir."

El carnívoro es, casi siempre, un insaciable: ¡devora sesos, riñones, hígados, estómago, pulmones, pies, patas, músculos, y hasta la propia lengua del animal! Su apetito es incontrolable y su paladar deformado; consigue disfrutar de un placer epicurístico con los platos más detestables compuestos con vísceras cocidas o asadas, disfrazadas en sus olores fétidos por medio de condimentos excitantes.

Los banquetes carnívoros y los asados campestres, constitu­yen un espectáculo comprometedor a la luz del Espiritismo. Los espíritus que asistieron a Kardec, lo declaran indirectamente en las respuestas a las Preguntas 713 y 714 del tema "Gozo de los Bienes Terrestres", en los términos siguientes:

"La naturaleza trazó límites a los gozos, para indicaros lo necesario; pero, por vuestros excesos, llegáis a la saciedad y os penitenciáis a vosotros mismos."

A la indagación hecha sobre lo que se debe pensar del hom­bre que procura con los excesos de todo género y la exageración de los placeres; el espíritu dio la respuesta siguiente, sobre el Nº 714:

"¡Pobre criatura! Es más digna de lástima que de en­vidia, pues bien cerca está de la muerte."

"¿Cerca de la muerte física o de la moral?" —Preguntó Kardec al espíritu comunicante—. Este respondió: "De ambas."

Allan Kardec, no satisfecho todavía con la respuesta decisi­va e insofismable de su mentor, añade la nota siguiente a las anteriores Preguntas:

"El hombre que procura en los excesos de todo género la exageración del placer, se coloca por debajo del bruto, ya que éste sabe detenerse cuando está satisfecha su nece­sidad. Abdica de la razón que Dios le dio por guía y, cuanto mayor sean sus excesos, tanta más preponderancia confiere el hombre a su naturaleza animal sobre su natu­raleza espiritual. Los dolores, las enfermedades y aun la muerte, que resultan del abuso, son, al mismo tiempo, el castigo a la trasgresión de la ley de Dios."

El genial codificador del Espiritismo, estatuye, en las con­sideraciones que anteceden, la norma exacta que debe seguir el adepto espiritista en materia de alimentación. Indudablemente, el espiritista es aquel que procura mejorar su conducta a través de un continuo esfuerzo de perfeccionamiento. Debe actuar in­cesantemente para que "su naturaleza espiritual predomine sobre su naturaleza animal"; lo que no le será posible conseguir con los excesos pantagruélicos, que lo "colocan por debajo del bruto".

La naturaleza espiritual, en modo alguno se purifica o se revela ante las parrillas en donde se asan los trozos de carne repugnantes o ante las soperas humeantes en las que sobrenadan los fragmentos de carne sacrificada del hermano menor. Debe ser, incontestablemente, purificada a distancia de los despojos animales y "con los medios que Dios proporcionó al hombre, producidos por la tierra", como se dice en la respuesta 704.


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