Pregunta: Pero Allan Kardec registra en el Libro de los Espíritus, a continuación de la Pregunta 723, la siguiente respuesta del espíritu comunicante: "Dada vuestra constitución física, la carne alimenta a la carne; de lo contrario, el hombre perece." Y el espíritu completa esta respuesta, conceptuando que "el hombre tiene que alimentarse conforme lo reclame su organización". ¿Qué decís, ahora, a ese respecto?
Ramatís: El concepto al pie de la letra, que la "carne alimenta a la carne" está desmentido por el hecho que el buey, el camello, el caballo, y el elefante, como especies vigorosas y durables, son adversos a la carne y no se resienten por la falta de las famosas proteínas provenientes de las vísceras animales. En cuanto a que el hombre perece cuando no se alimenta con carne, Dios muestra la fragilidad de la afirmación, obligando a veces, a un ulceroso que se halla al borde de la tumba, a vivir todavía durante unos lustros sin ingerir carne. Si el enfermo sobrevive evitando la carne, ¿por qué ha de perecer el que está sano y no la come? En cuanto a la afirmación de que "el hombre debe alimentarse conforme lo reclama su organización", no hay duda alguna, ¡pues mientras la organización bestial de un Nerón pedía hartura de carne humeante, Jesús se contentaba con un panecillo de harina y miel y un poco de jugo de cerezas! Así como no habría provecho alguno espiritual para Nerón, si él dejase de comer carne, en modo alguno Gandhi necesitaría más de un poco de leche de cabra, para su alimentación.
En la Pregunta 724 del Libro de los Espíritus, Kardec consultó al mismo espíritu sobre si le será meritorio al hombre abstenerse de la alimentación animal o de otra cualquiera, por expiación, a lo que el mentor espiritual respondió: "Sí, si practicara esa privación en beneficio de los otros", evidenciando por tanto a los espiritistas, que hay mérito en dejar de comer carne, puesto que ello resulta en beneficio del animal, que es un hermano menor. Este, puede así continuar su evolución establecida por Dios, libre de la crueldad de los mataderos, carnicerías y matanzas domésticas. La alimentación vegetariana, queda, pues, definitivamente recomendada por la doctrina espirita, porque de la privación de la carne por parte del hombre, éste se ennoblece y el animal se beneficia.
En el capítulo VI del Libro de los Espíritus (De la Ley de la Destrucción), se elimina cualquier duda a este respecto, cuando Allan Kardec indaga sobre si entre los hombres existirá siempre la necesidad de la destrucción, y el espíritu responde que esa necesidad se irá debilitando a medida que el espíritu sobrepuja a la materia y que el horror a la destrucción aumenta con el desarrollo intelectual y moral. Ahora bien, si el horror a la destrucción aumenta tanto como el desarrollo intelectual y moral del hombre, se sobreentiende, lógicamente, que aquellos que todavía no manifiesten horror a la destrucción, es porque no se han desarrollado moral e intelectualmente. Son retardatarios en el progreso espiritual, pues como "destrucción" puede ser considerada la que es producida por el deseo de comer carne, lo que demuestra acentuada predominancia de la naturaleza animal sobre la espiritual. Al final de la respuesta a la Pregunta 734, el espíritu, aunque afirme que el derecho de destrucción se haya regulado por la necesidad que tiene el hombre de proveer su sustento y su seguridad, ¡hace la salvedad de que el abuso jamás constituye un derecho!
Este concepto final tiene relación más directa con los espiritistas y los espiritualistas en general, pues constituye realmente un abuso, ante el sentido más puro de la vida, por la prodigalidad de frutas, legumbres y hortalizas, que los hombres, conscientes de tal concepto, todavía persistan en devorar los despojos de sus servidores inocentes. Los espiritistas que hayan estudiado las obras sensatas y progresistas de Allan Kardec, ¡habrán de sentirse muy humillados ante la justicia sideral, cuando después de haber recibido enseñanzas que piden frugalidad, equilibrio, piedad y pureza, contradicen el esfuerzo de liberarse de la materia, prosiguiendo en el banquete mórbido de vísceras asadas o cocidas epicurísticamente para el necrocomio del estómago!
El inteligente codificador de la doctrina espiritista —como si hubiera presentido con un siglo de anticipación la ignominia de la destrucción de los animales y las aves— incluyó en su obra citada la respuesta Nº 735, que es un libelo contra la caza:
"La caza es predominancia de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que excede los límites de la necesidad, es una violación de la ley de Dios. Los animales sólo destruyen para satisfacer sus necesidades, mientras que el hombre, dotado de libre albedrío, destruye sin necesidad. Tendrá que rendir cuentas del abuso de la libertad que le fue concedida, pues eso significa que cede a los malos instintos."
¡Matar el animal o el ave indefensa, que necesita del cariño y de la protección humana, constituye, realmente, grave daño de orden espiritual! Habiendo Allan Kardec Preguntado a su mentor si se puede unir el sentimiento de crueldad al instinto de destrucción, le contestó lo siguiente: "La crueldad es el instinto de destrucción, que es peor, por cuanto, si algunas veces la destrucción constituye una necesidad, con la crueldad jamás sucede lo mismo."
Ratificamos, pues, nuestras consideraciones anteriores, que la alimentación carnívora —que es responsable de la matanza en los mataderos— es producto de una naturaleza humana "falta de piedad y maldad", como afirmó el mentor de Kardec al referirse a la destrucción acompañada de crueldad (752).
Pregunta: Si es así, debe ser contraproducente que los médiums se sienten a la mesa espiritista con el estómago saturado de carne, ¿no es verdad?
Ramatís: Eso depende de la naturaleza de las comunicaciones, del ambiente y del tipo moral del médium. Si él es una criatura distanciada del Evangelio, no pasará de ser fácil repasto para los espíritus glotones y carnívoros que han de banquetearse en su aura impregnada de fluidos del astral del puerco o del buey. Si se trata de una criatura evangelizada y afecta a las comunicaciones de beneficio humano, será protegida por sus espíritus afectos, a pesar de ser portadora de repulsiva carga de gases astrales, de eructos, que incomodarán a las entidades presentes más evolucionadas.
Pero el carnívoro y glotón, poco produce en el trabajo de intercambio con las altas esferas; su periespíritu se encuentra saturado de miasmas y de bacilos psíquicos exudados por la fermentación de las vituallas por los ácidos estomacales, creándose un clima opresivo y angustioso para los buenos comunicantes. Con las auras densas y gomosas de las emanaciones de los médiums carnívoros que, hartos de trozos cadavéricos se presentan en las sesiones espiritistas, los guías se sienten impedidos en sus facultades espirituales, a semejanza del hombre que intenta orientarse a través de una pesada neblina o de una intensa nube de humo asfixiante.
Lo que perjudica el trabajo del médium, no es solamente la dilatación del estómago, consecuente del exceso de la alimentación o los intestinos alterados profundamente en su tarea digestiva, o el páncreas y el hígado en hiperfunción para atender la carga exagerada de la nutrición carnívora, y sí la propia carne que, impregnada de parásitos y larvas del animal inferior, contamina el periespíritu del médium y lo envuelve con los Huidos repugnantes del psiquismo inferior.
Los centros nerviosos y el sistema endocrínico de la criatura, se agotan dolorosamente en el trabajo exhaustivo de apresurar la digestión del carnívoro sobrecargado de pesada alimentación, comúnmente ingerida pocos minutos antes de su tarea medianímica. Como los guías no se pueden transformar en magos milagrosos, que puedan eliminar instantáneamente los fluidos nauseabundos de las auras de los médiums glotones y carnívoros, éstos permanecen en las sesiones espiritistas en improductivo trabajo anímico, o se estacionan en forma de "pasistas" precarios, siendo lo mejor "no trabajar", para no perjudicar a los pacientes que a veces se encuentran en mejores condiciones psicoastrales.
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