Pregunta: ¿Todas las criaturas que ingieren bebidas alcohólicas son prolongaciones de los espíritus viciados del Más Allá?
Ramatís: ¡Oh, no! Es necesario que evitéis las interpretaciones extremistas en nuestras comunicaciones, pues sólo la pérdida completa de la voluntad y el desarreglo moral, es lo que hace que se conviertan en candidatos para la condición de "vasos vivos" de los malhechores desencarnados. Nuestras advertencias sobre el peligro que las personas se transformen en "vasos vivos", se dirigen particularmente a aquellas que se exponen por su falta de vigilancia espiritual, y que se entregan, dócil y completamente, al vicio del alcohol. Si así no fuera, vuestra humanidad sería un rebaño esclavizado por los obsesores situados en el astral inferior, pues es muy raro encontrar una persona humana que no posea un vicio o una pasión capaz de hacerla vibrar peligrosamente con algún vicio del Más Allá. En otros términos: la condición nefasta del "vaso vivo", en que el encarnado pierde el control de su dirección espiritual y se transforma en un prolongamiento lúgubre de los desencarnados pervertidos, sólo se concreta cuando se incurre en excesivo desarreglo físico o moral, consecuente de la influencia del vicio del alcohol.
El hombre digno, aunque haga uso de las bebidas alcohólicas—con moderación, naturalmente— se encuentra, automáticamente protegido por su propia condición espiritual superior, que predomina sobre su naturaleza animal. Si continúa sirviendo al prójimo y cumpliendo honestamente sus deberes de padre, hijo, hermano, esposo y ciudadano útil a la sociedad, es cierto que será inmune contra las intervenciones perniciosas de los espíritus viciosos de las Tinieblas. En modo alguno el aperitivo regulado (o la festividad sin exageraciones alcohólicas, que se realiza en la intimidad amiga del hogar o en la tertulia fraterna), podrá servir de atracción a los espíritus delincuentes, puesto que serán siempre repelidos por la fuerza inmunizadora de los fluidos sublimes. El peligro de la infiltración astral inferior, comienza justamente cuando el exceso de la ingestión alcohólica principia a perturbar el control de la conciencia espiritual, favoreciendo en el individuo la emersión del bagaje milenario del instinto animal, que, entonces, forcejea para tomar el comando exclusivo del cuerpo carnal. En esa ocasión, los guías espirituales comienzan a perder el dominio sobre sus pupilos imprudentes que, por su propia voluntad, pasan a vibrar en sintonía con la frecuencia vibratoria peligrosa de los desencarnados tenebrosos. Aunque después de los excesos alcohólicos las criaturas restablezcan el control perdido momentáneamente bajo la acción del alcohol, quedan sujetas a visitas constantes de los viciados del Más Allá, que siguen procurándolas por mucho tiempo, llenos de esperanzas en nuevas libaciones iguales a aquellas en que participaron en veces anteriores.
Aun los hombres dignos y educados, deben ser extremadamente cuidadosos y vigilantes cuando toman parte en ágapes en los que el tradicional aperitivo o copa de champagne puede conducirlos a la infeliz función de "vasos vivos", si no huyen del exceso de libaciones que poco a poco puede llevarlos a sintonizarse con las fajas magnéticas de los malhechores de Más Allá del Túmulo, que viven a la caza de sensaciones subvertidas de la carne.
Pregunta: Tratándose de un individuo que a pesar de hallarse muy viciado en el alcohol, sea alma excelente y siempre dedicada al bien ajeno, ¿cuál será su situación al pasar al Más Allá?
Ramatís: Después que abandona el cuerpo en la fosa terrestre, nadie se libra de sufrir el efecto de sus vicios o pasiones desordenadas, pues no puede escapar a la ley implacable que "la siembra es libre, pero la recolección es obligatoria". Entre tanto, los viciosos terrenales que desencarnan, si son personas buenísimas y servidoras del prójimo, de buena índole fraterna, son recibidos en la travesía del Túmulo por grupos de parientes y espíritus amigos que los protegen y evitan que sean abandonados o caigan en manos de los malhechores desencarnados. Pero, en vista de la justicia implacable de la Ley, el alma viciosa tendrá que drenar de su propio periespíritu la terrible carga cruciante de los venenos en él incrustados por el excesivo eterismo del alcohol, como también tendrá que sufrir el terrible deseo de la bebida, despertando en el Más Allá como si emergiese de las más profunda embriaguez terrestre.
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