Fisiología del Alma



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Pregunta: Bajo vuestra concepción espiritual, ¿el alcoholismo debe ser considerado como un vicio o una enfermedad de la humanidad terrestre?

Ramatís: Sin duda, el alcoholismo puede ser encuadrado en el terreno patológico, pues el alcohólico es un enfermo, aunque lo sea por su libre y espontánea voluntad. Así como ciertas enfermedades deforman y lesionan el organismo durante su mani­festación, la embriaguez produce también lastimosos y perni­ciosos efectos en el cuerpo físico, cuyos resultados nefastos se extienden a los centros del comando del intelecto y ofenden el concepto de la moral humana.

¡Lo que nos sorprende bastante, es que los administradores y científicos de todas las naciones terrestres no hayan emprendido todavía un movimiento decisivo para solucionar ese problema alarmante de la ingestión del alcohol, sin escrúpulos y sin con­trol, como si se tratase de un líquido muy inofensivo! La inges­tión del alcohol debería ser encarada bajo el mismo carácter perjudicial y degradante que las autoridades policiales del mundo atribuyen al uso de la cocaína, morfina, opio y otros estupefa­cientes peligrosos.

Desde el momento que la medicina terrestre lucha heroica­mente contra cualquier manifestación mórbida del cuerpo fí­sico y se esfuerza en armonizar el psiquismo humano, sería justo que también se dedicase al combate sistemático e ince­sante del alcoholismo, ya que no pasa de ser una de las más nocivas molestias de la humanidad. Mientras vuestro mundo se empeña con la inversión de sumas enormes para descubrir en­fermedades de menor importancia, la ciencia terrestre se des­cuida de extinguir definitivamente el alcoholismo, que es uno de los grandes usurpadores de la vitalidad y sensatez humana.

No obstante, esa displicencia se explica con bastante facili­dad, pues en la Tierra, tanto ingieren alcohol los hombres sanos como los enfermos, los que comandan como los comandos, las autoridades policiales como las religiosas; siendo por tanto evi­dente que no puede haber interés en extinguir tal flagelo, pues los interesados en su extinción, tendrían que ser los primeros en combatirlo en sí mismos; lo que prueba que en tales personas todavía son bastante débiles, tanto la fuerza de voluntad como la fuerza espiritual, pues de otro modo, ya habrían iniciado la más enérgica ofensiva contra el alcoholismo.



Pregunta: Suponiendo que el vicio del alcohol se extienda todavía más en nuestro mundo ya que gran parte de nuestros científicos, médicos y jefes no son adversos al alcohol, ¿cómo se podría solucionar ese problema tan crucial?

Ramatís: No hay duda que la Tierra todavía no merece ser gobernada por almas del quilate de un Francisco de Asís, Buda, Krishna o Jesús, pues sería absurdo que hombres tan santos, correctos y virtuosos, completamente liberados de cualquier vicio o envilecimiento mundanos, debiesen gobernar criaturas cuya mayoría todavía estima el alcohol y se entrega a otros deslices como la capciosidad, la codicia y el carnivorismo. No sería justo que la Administración Divina colocase tan grande responsabilidad sobre los hombros de seres liberados de cualquier torpeza, crimen, defraudación, vicio o pasión peligrosa, y que se desinteresan de los "tesoros que las trazas roen y el herrumbre consume". Es obvio que las principales providencias para la elevación moral, liberación de los vicios y pasiones peligrosas de la Tierra, tendrían que partir primeramente de vuestros propios jefes o responsables del comando de las masas. Entretanto, es fácil verificar que los dirigentes de vuestro mundo no se interesan con seriedad por la solución de ese y de otros cruciales problemas, ya que no les sobra tiempo para ello, preocupados como están con las conquistas terrenas y del Espacio, ¡curiosos, también, por saber lo que sucede en otros planetas! Por tanto, los preocupa, en el momento, el lanzamiento de satélites, cohetes teleguiados, nave­gación a chorro y atómica, cosas que lo superan todo por su deslumbramiento y por la demostración de la capacidad humana, haciendo pasar a segundo plano la "ingenua" idea de conseguir la tan cacareada paz del espíritu, que debe comenzar, justamen­te, por la renuncia provechosa al mundo exterior.

La Tierra está invadida por un espectacular sensacionalismo, debido al control de ciertas energías descubiertas por los cien­tíficos del siglo XX que, por un lado, están aturdidos ante la perspectiva de los poderes futuros, mientras que por otro se alimenta la vanidad por los más atrevidos que ¡creen innecesa­ria la existencia de un Dios que necesite comandar los fenóme­nos de la vida!

Al hallarse los terrícolas preocupadísimos en ampliar las fronteras de su orbe para lograr la urgente comunicación inter­planetaria, no les queda tiempo para reflexionar y meditar sobre los destinos del alma o sobre las palabras tan sencillas de Jesús. Hay gran preocupación por extender la administración terrestre a los pueblos sensatos de otros planetas habitados, ¡creando lo paradójico de querer conocer la casa del vecino, mientras no se conocen las menores necesidades de la casa propia! Para las criaturas terrestres bien intencionadas, que todavía depositan fe en la mansedumbre evangélica pregonada por el Sublime Naza­reno, sólo queda una esperanza: ¡la certeza de que la Adminis­tración sideral ya inició su intervención saludable y correctiva en la superficie de la Tierra! Ya fueron establecidas las provi­dencias disciplinadotas desde lo Alto, para impedir la peligrosa desvergüenza humana y ajustar también la contextura de la Tierra a los tipos de los moradores futuros, que deberán ser más orde­nados y pacíficos.

¡La característica profética del "juicio final" ya está siendo reconocida, por cuyo motivo muchas criaturas se muestran sor­prendidas ante los fenómenos y los acontecimientos insólitos que aumentan día en día! Una vez que los responsables de las principales instituciones de cultura, ciencia y educación en el mundo, se desinteresan de su renovación espiritual y prefieren hundirse en el torrente enlodado que se desprende montaña abajo, es evidente que la única solución para el problema del alcohol consiste en la emigración compulsoria de los terrenales bebedores, a otro planeta inferior a la Tierra. Gracias a la pro­fética separación de los buenos y de los malos, a la derecha y a la izquierda del Cristo, que simboliza el Amor Universal y que ya se está procesando en vuestro orbe para modificar sus des­tinos futuros, es que será posible lograr el éxito en la extirpación del vicio del alcohol entre vuestra humanidad.

Las profecías milenarias son unánimes en afirmar que en el "fin de los tiempos", todo será restablecido y ese fin de los tiempos, ya está a la vista. Por eso, a medida que los terrenales se desatinan más, más se aprieta el cerco de la rectificación dolorosa y crecen las pruebas y acusaciones vigorosas para la defi­nitiva selección espiritual.

El Comando Superior Divino está procediendo a establecer los "tests" necesarios para verificar cuáles son las almas que aun podrán renacer en la Tierra en el próximo Milenio del Mentalismo como también está examinando a aquellos que deberán repetir, en un mundo inferior las lecciones espirituales que tanto descuidaran, y de las cuales abusaran en el curso primario actual. Por eso es lamentable que, justamente en el instante en que los terrestres deberían conjugar sus fuerzas para obtener la mejor sobrevivencia física en el seno de las convulsiones geológicas en eclosión en el planeta, perfeccionando el espíritu en la ocasión dolorosa, ¡se preocupan aun más en castigarse ante la ganancia recíproca de los lucros efímeros y en el deseo desen­frenado del placer animal!

El apóstol Pablo recuerda muy bien la angustia de esos días finales, cuando advierte: "En los últimos días sobrevendrán tiempos peligrosos" (Timoteo, 3-2). Y luego, agrega: "Para que sean condenados todos los que no dieran crédito a la verdad y asintieran a la iniquidad." (Tesalonicenses, 2-11.)

El alcoholismo, pues, será barrido de la faz de la Tierra después de hecha la selección benefactora de la futura humani­dad, pues la Ley Sideral en todos los planetas primarios, en el tiempo justo y fijado renueva la morada física y desaloja al inquilino descuidado hacia otros mundos con los que tiene mayor afinidad, con el fin de que se reactive en su proverbial indife­rencia espiritual.




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