Fisiología del Alma


LA TERAPÉUTICA HOMEOPÁTICA



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LA TERAPÉUTICA HOMEOPÁTICA
Pregunta: Hemos tenido ocasión de observar que algunos médicos homeópatas, al examinar a sus consultantes, dejan de lado el cuidadoso examen clínico propio de los médicos alópatas, pareciendo que son indiferentes a los exámenes de laboratorio, radiografías, reacciones sanguíneas y, algunas veces, se limitan a anotar una serie de indagaciones que nada tienen que ver con la enfermedad. Creemos que tal sistema de hacer clínica, inspira cierta desconfianza, pues el cliente observa que no está siendo examinado bajo la técnica médica a la que todo el mundo está acostumbrado. ¿Qué podéis decirnos al respecto?

Ramatís: El médico homeópata experimentado, integrado suficientemente en su función terapéutica, estudioso de las leyes espirituales, a pesar de ser un científico limitado por los cinco sentidos, casi siempre es un ser intuitivo y de sensibilidad psí­quica agudizada, capaz de sondear al enfermo, no solamente en función de su molestia, sino también en su todo "cuerpo y alma", o sea, de conformidad con lo que el enfermo piensa y siente, y cómo actúa. Su tarea consiste en individualizar el remedio más afín y en mayor sintonía con su carácter, con su temperamento y con el todo psíquico de su paciente. Se preocu­pa mucho más por el enfermo que en diagnosticar su enfer­medad.

El paciente del médico homeópata, no debe ser considerado simplemente como el portador de un órgano o de un sistema afectado, o en función de una dolencia específica y, por encima de todo, investigado en razón de su tipo psicosomático, conside­rando todas sus idiosincrasias y síntomas mentales. La suma del todo mental, psíquico y físico del individuo, es lo que inte­resa particularmente al médico homeópata; su entendimiento psicológico, su sentimiento, su emotividad y su raciocinio, en atención al ambiente en que vive. Es fuera de duda que en cual­quier manifestación enfermiza, no se opera en el individuo la separación del sentimiento y la razón, o voluntad y entendi­miento, por cuanto, si tal cosa sucede, resultaría la alienación mental, el completo descontrol orgánico y hasta su muerte fatal.

De ahí que es preciso considerar que la sabiduría homeopá­tica se deriva de la sabiduría divina, pues si el hombre es un todo manifestándose intensamente en el escenario del mundo físico, es obvio que, cuando él se enferma debe ser tratado también "de conformidad con sus obras", o sea: de acuerdo con sus realizaciones, pensamientos, voluntad y sentimientos consagrados en su vida psíquica y física. Para el médico homeó­pata, lo que importa del paciente es su temperamento, sus manías y sus reacciones emotivas; y si fuera posible, ¡hasta sus virtudes y sus pecados! De este modo, el médico puede re­cetar en perfecta conformidad con el carácter y cuadro mental del enfermo, escogiendo la dosis capaz de cubrir lo más posible toda la manifestación mórbida del alma y del cuerpo de su consultante.

El médico homeópata compone el retrato físico y mental del individuo, investigando su sentido personalísimo y la elas­ticidad de sus concepciones morales, religiosas o filosóficas; la capacidad de su raciocinio y hasta sus excentricidades en las re­laciones de la vida común. De esa forma, individualiza el reme­dio que mejor corresponde a la sinopsis mental psicofísica que pueda neutralizar las perturbaciones en su fuente original. Mo­difica, en fin, los síntomas mentales y expele los residuos tóxicos que oprimen el periespíritu del enfermo debido a los desequili­brios temperamentales de la personalidad humana. Es indiscu­tible que esa investigación cuidadosa, exige del médico homeópata un profundo conocimiento de las leyes espirituales que gobiernan la vida humana, con el fin de poder aplicarlas dentro del prin­cipio básico de la Homeopatía. Hay, así, gran semejanza entre el proceso homeopático, en la búsqueda de los ascendientes psí­quicos del enfermo, y la acción de la ley del Karma, de la ley de Causas y Efectos que disciplina los procesos reencarnatorios y las rectificaciones de los espíritus, en los mundos físicos.

De ahí el hecho que el mayor éxito del homeópata, depende mucho del tipo de su convicción espiritual, pues además de su tarea científica, psicológica y de buen lector de almas", ha de ser también eficiente filósofo de las leyes de la vida y del espíritu sobreviviente.

Pregunta: ¿Cómo podríamos apreciar mejor esa profunda relación entre la Ley Kármica y el tratamiento empleado por la Homeopatía, a que os habéis referido hace poco?

Ramatís: Los mentores del orbe terrestre responsables de los destinos humanos, prescriben muchas veces la cura reencarnatoria por un sistema que podemos llamar "homeopatía espiri­tual"; lo que sucede cuando ciertas criaturas enferman por haber subvertido la acción bienhechora de las leyes de la vida en su actuación en los mundos físicos. El cruel, el déspota que abusa de su poder sobre los pueblos humillados, puede ser com­parado a un individuo intoxicado por un medicamento violento. Entonces, la Ley Kármica, actuando bajo la ley "de los seme­jantes", prescribe para la curación de esa intoxicación espiritual, la reencarnación del culpable en situación humillante, ligado a viejos adversarios encarnados en la figura de parientes, desafec­tos o jefes tiránicos, que lo atormentan desde la cuna hasta la sepultura, a semejanza de verdaderas dosis pequeñas de medicamentación homeopática. La Ley Espiritual, en lugar de violen­tar el alma enferma de tiranía, sujetándola a una terapia de tipo alopático que puede eliminar drásticamente los efectos sin ex­tinguir la causa de la enfermedad, prefiere someterlo a la diná­mica de las dosis homeopáticas, situándolo entre los tiranos menores que, entonces, activan o destacan gradualmente su estado enfermizo. En el primer caso, el tirano sería castigado "alopá­ticamente", por el hecho de ser considerada la tiranía como digna de la más drástica eliminación; en el segundo, la Ley del Karma reeduca al tirano, haciéndole sentir en sí mismo los efectos dañinos que sembrara antes. Pero deja su raciocinio abierto para emprender su rectificación psíquica, a semejanza de lo que hace la Homeopatía, que reeduca el organismo sin violentarlo y lo ayuda a renovarse bajo menor cohesión mental y reflexión sensata del enfermo.

Como Dios no castiga a sus criaturas, todas las leyes fun­damentales de su Creación, objetivan la renovación y el reajuste progresivo del "pecador", impeliéndolo para que logre su más pronta ventura espiritual. Ese tratamiento gradual de recuperación del espíritu a través de las distintas reencarnaciones físicas, actúa, pues, como una especie de homeopatía espiritual, mediante la cual la Ley ajusta la maquinaria psíquica del hombre, sin violentar su conciencia formada en el tiempo.



Pregunta: ¿Cuáles son los mayores factores que al comienzo pueden dificultar la cura definitiva del enfermo, bajo el trata­miento homeopático?

Ramatís: La impaciencia y la prisa del enfermo deseando una cura instantánea, creyendo que removidos los síntomas do­lorosos, queda también removida la causa, produciendo estados psíquicos de angustia y desconfianza, que constituyen cortinas de magnetismo negativo que resisten y perturban la plenitud del efecto potencializado de la Homeopatía.

En general, las curas por la Homeopatía, no son tan espec­taculares y tan rápidas como las que se obtienen con la tera­péutica alópata, toda vez qué ésta suprime los síntomas dolorosos de modo brusco, aunque puedan ocurrir futuras recaídas más peligrosas o recrudecer las enfermedades crónicas e incurables incubadas en el organismo. Las dosis homeopáticas, cuando son individualizadas con precisión por el homeópata, no sólo solu­cionan las causas de la enfermedad extinguiendo los síntomas mórbidos que afectan cualquiera región orgánica, sino que ac­túan profundamente en la intimidad del organismo y resuelven otros estados enfermizos que puedan presentarse en el futuro.

Los que recurren al tratamiento por la Homeopatía, quedan generalmente, vacunados contra varios tipos de brotes epidémi­cos contagiosos, sin tener que sufrir el peligro de la saturación medicamentosa. La Homeopatía reeduca el organismo para man­tener activa su defensa y proporcionarle energías que serán controladas por el espíritu, para atender con mayor prontitud al equilibrio psicofísico. Las altas dosis, higienizan el aura vital haciéndola más lúcida, pues no sólo favorecen la circulación desahogada de las energías que vitalizan todo el sistema, sino que establecen el ritmo del trabajo armonioso y coherente de los "chakras" sobre el "doble etérico", que es el cuerpo intermedia­rio entre las relaciones del espíritu y el organismo carnal.

Es cierto que la depuración del espíritu se debe procesar de dentro hacia afuera, a través de la evangelización consciente y de una vida digna a la luz del día; pero, así como la absorción de fluidos animales inferiores ofusca y oscurece el campo áurico del periespíritu, éste también se aviva y aclara cuando la pres­cripción homeopática es acertada.

Por tanto, la terapéutica homeopática, es la gran auxiliar de la terapéutica del propio espíritu.


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