Fisiología del Alma



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Pregunta: Entonces, ¿por qué motivo la medicina alópata viene subestimando tanto desde el pasado los esfuerzos tera­péuticos de los homeópatas, ironizando la medicina que emplea y a veces hasta tachándolos de charlatanes? ¿Desconocen, pues, los alópatas, que la Homeopatía posee sus reglas científicas respetables?

Ramatís: Ese es un fenómeno que se repite en todas las épo­cas, cuando se trata de nuevos descubrimientos y nuevas con­cepciones humanas que se distancian de la ética conocida, como del sentido común. En el caso de la Homeopatía, la crítica es todavía menos comprensible, porque se trata de medicina que escapa a la comparación objetiva de los cinco sentidos físicos. Tal como la convicción de la sobrevivencia del espíritu depende en mucho del grado de sensibilidad intuitiva de la criatura y no tanto de su sentido intelectual, la Homeopatía, que es me­dicina basada principalmente en la dinámica psíquica del alma actuando profundamente en el campo periespiritual y vital ra­diactivo del hombre, exige también cierta disposición electiva y libre de la sistematización costumbrista de los científicos ortodoxos. Es una doctrina de mayor penetración en el mundo astral "del lado de acá", en donde las fuerzas libres operan en su campo original y no en su potencial vigoroso.

Son pocos, todavía, los médicos alópatas interesados en fa­miliarizarse con la realidad del mundo psíquico, que por encima de la terapéutica académica, se disponen a auscultar la intimi­dad espiritual del paciente, conscientes que en su mundo oculto e imponderable es donde se encuentra el verdadero origen de la enfermedad. Muchos de ellos, prendidos por demás a la ins­trumentación material cada vez más complicada y sujeta a las definiciones comunes de la fabricación humana, se esclavizan por completo a un círculo de raciocinios y experimentaciones que, siendo dignos y consagrados por otros técnicos y faculta­tivos, no puede comprobarse que sean, realmente, los más exactos y absolutamente afines con las leyes del psiquismo humano. Así como ciertas criaturas de mentalidad primitiva desconfían de la investigación filosófica, considerando que tal especulación es propia de locos y de tontos, del mismo modo algunos médicos de cultura académica ortodoxa, desconfían de la Homeopatía, ya que, en realidad, ¡ella es también una filosofía! Si la Filosofía es una ciencia que procura relacionar el principio y la causa del ser, especulando altamente en el reino del espíritu para después reflejarse con acierto sobre los fenómenos del mundo humano, obviamente, la Homeopatía es también una ciencia filosófica, ya que su propia terapia se relaciona profundamente con las leyes que gobiernan y relacionan el principio y la causa del Universo.

Reconocemos la cultura, el talento y la abnegación de la mayoría de los médicos alópatas, muchos de los cuales se han sacrificado en el tratamiento y curación de las enfermedades humanas, pero no podemos dejar de considerarlos bastante li­geros cuando emiten pareceres burlones sobre la ciencia homeo­pática, cuyos principios fundamentales se derivan de las leyes espirituales que gobiernan las manifestaciones del espíritu in­mortal sobre la materia. Cualquier alópata que pretenda juz­gar con desaire la Homeopatía, deberá hacerlo después de de­dicarse con honestidad y con sano criterio al estudio de sus leyes y experimentaciones terapéuticas, como lo haya hecho con la Alopatía. Mientras tanto —así lo creemos— aquel que lo hiciera, debe convencerse asimismo de la sabiduría y exactitud científica de todos los principios homeopáticos, basados en las leyes que gobiernan el espíritu situado en el cuerpo carnal. Y, como ya ha sucedido muchas veces, ese antiguo detractor de la Homeopatía, ¡acabará por convertirse en uno de sus más entusiastas culti­vadores!

Pregunta: Los médicos homeópatas, ¿no confrontan sus di­ficultades y momentos de indecisión cuando determinados me­dicamentos o procesos homeopáticos no han sobrepasado la fase de su experimentación empírica?

Ramatís: Es fácil poder comprobar, que hasta ahora no cayó fuera de moda ninguno de los medicamentos preceptuados por los viejos homeópatas, mientras que la medicina alópata vive en desesperada lucha y dificultad a fin de prescribir a cada molestia el medicamento apropiado, necesitando escogerlo entre los mi­llares de productos farmacéuticos que surgen diariamente como si fuesen hongos que brotan en días lluviosos. Mientras los homeópatas continúan con la reserva medicamentosa secular, en la esfera de la Alopatía se procesa atribulada competencia co­mercial entre los laboratorios e institutos farmacéuticos, en los que se mueven artistas, historiadores, médicos y científicos, a fin de producir millares de "prospectos" a fuerza de propaganda sugestiva, con el propósito de incentivar la versatilidad de la moda terapéutica. ¡Mientras ellos prescriben productos cientí­ficos milagrosos que "deben" ser usados en el momento, siguen fatigándose, apresuradamente, para lograr otro descubrimiento farmacéutico que pueda, con éxito comercial, superar los de­más competidores! Tal como los modistos europeos se hacen la guerra para imponer a las mujeres del mundo sus últimas creaciones originales, así luchan los industriales y químicos far­macéuticos para imponer sus nuevas líneas de producción, en donde las viejas enfermedades milenarias son rotuladas, a la carrera, con sugestivas denominaciones técnicas modernas que van a ser curadas milagrosamente por el último descubrimiento médico.

En tanto, ninguno de los medicamentos elaborados por la antigua técnica homeopática, ha caído jamás en desuso; pues aquellos que Hahnemann y sus seguidores han descubierto, per­manecen todavía en actividad, fundamentando el necesario tra­tamiento homeopático. La China, por ejemplo, es de gran valor histórico para los homeópatas, porque a través de la experi­mentación de su sustancia, Hahnemann consolidó la ley de "los semejantes curan a los semejantes", y se está usando todavía con el mismo éxito por los homeópatas modernos, al mismo tiempo que se amplía proporcionalmente el área psicofísica de su apli­cación terapéutica. En el método de curación homeopática, se podría decir que sus medicamentos no caen en el ostracismo médico. De acuerdo con lo que Hahnemann afirmó en su "Organon", no existen enfermedades y sí enfermos, y cada uno de los productos homeopáticos puede servir con eficiencia en cualquier momento, siempre que el enfermo sea electivo para su aplicación dinámica.

Mientras tanto, existen centenares de medicamentos y prác­ticas de la esfera alopática, que se hallan en desuso o retornan, en parte, bajo nueva presentación y dosificación moderna; lo cual nos lleva a creer que todavía vuelva a imperar la moda de las antiguas sangrías, los vejigatorios, ventosas, sedales, exutorios o el cauterio de hierro al rojo vivo, haciendo padecer a veces, al enfermo, sufrimientos peores a los producidos por la molestia diagnosticada por el médico. Si fuésemos a relacionar a copiosa cantidad de los famosos remedios y las sustancias in­yectables que surgieron hasta ahora como descubrimientos tipo "cúralo todo" y que luego fueron lanzados al ostracismo tera­péutico, serían necesarias, sin duda alguna, algunas resmas de papel para enumerarlas con toda fidelidad. En general, es la propia ciencia médica oficial la que, después de tejer olores in­condicionales a determinadas drogas, termina lanzando el grito de alerta ante los peligros terapéuticos de su toxicidad o de las posibles alteraciones que podrán provocar más tarde en la eco­nomía nutritiva del organismo humano. Entre algunos de los casos más comunes, apuntamos la digitalitis, la sulfa, el bismuto, el arsénico, la tuberculina y el aurum metálicum. Actualmente, la prescripción de los antibióticos ha sufrido una serie de adver­tencias, debiendo ser combinados con otras sustancias preventivas para aminorar los efectos tóxicos y provocar las defensas orgáni­cas contra las probables consecuencias alérgicas o los efectos secundarios de aquellos medicamentos. Las sanguijuelas, las sangrías, los cauterios y las aplicaciones cáusticas, fueron sustituidas por las inyecciones, sueros, baños de luz, vacunas, diatermia, choques eléctricos, las insulinas, etc. Ahora, se acrecienta el empleo de los estupefacientes y analgésicos, pareciendo que los productos de la industria químico-farmacéutica desafían la lógica de la propia ciencia médica. Cansados de la quimiotera­pia, los fabricantes de drogas farmacéuticas vuelven la vista hacia la fitoterapia, en la nostalgia de la curación por los vege­tales. Algunos científicos modernos, menos confiados, prefieren m mixtura compensadora del extracto vegetal con el producto químico moderno.

Sin duda, hay bastante razón en el aforismo de cierto médico famoso y desconsolado, de vuestro país (Brasil), que, en un momento de desahogo, se quejó diciendo: "¿Qué hacer, ahora? «¿Matar al modo antiguo, por el agotamiento de la sangría o matar por el sistema moderno, intoxicando al enfermo?"

No vemos razón alguna, que ante esa situación inconvenien­te, los alópatas se rían de los homeópatas, pues éstos les llevan considerable ventaja, puesto que no violentan el organismo del enfermo con intervenciones peligrosas ni perturban su equili­brio en el comando del cosmos psíquico. ¡Sin duda, la verdadera ciencia de curar, todavía es, la profilaxis evangélica preconizada por el Cristo, el Divino Médico, como principal garantía de la salud e integridad mental y moral del hombre! El amor, la bon­dad y la pureza de espíritu, son aun los medicamentos más su­blimes de esa terapéutica crística, que todavía está en perfecta relación con las leyes espirituales que gobiernan el Universo. ¡En el "Sermón de la Montaña" del inolvidable Jesús, existe mayor éxito profiláctico y curativo para el ser humano, que en todas las drogas farmacéuticas y procesos médicos existentes hasta hoy en el orbe terrestre!

No obstante la opinión de muchos médicos alópatas que todavía previenen contra la Homeopatía, jamás podrá ser destitui­da porque su magnitud la hace figurar como la terapia más sensata para el hombre. El verdadero homeópata, además de ser un científico hábil, debe ser un filósofo inteligente, ¡con el fin de poder relacionar la terapéutica del mundo infinitesimal, con los principios inmortales del ama!




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