Fisiología del Alma



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Pregunta: Entonces, ¿es el Karma un determinismo indesviable en nuestras vidas?

Ramatís: El Karma, como ley inmutable aliada a la de Cau­sas y Efectos, rige el proceso de toda la vida cósmica. Es la propia pulsación armónica del Creador, manifestándose tanto en la composición de los astros como en el conglomerado de los electrones constituyentes de los átomos. Cada orbe y cada electrón, se ajusta perfectamente a ese ritmo eterno y de per­feccionamiento sideral, conjugándose para la armonía del Cos­mos. Hay, pues, un engranaje cósmico de acción y reacción en todo el Cosmos. Por tanto, la Tierra, moviéndose y consoli­dándose bajo la regencia disciplinadora de su Karma, sólo se perfecciona en armonía con el Karma de la Constelación Solar a que pertenece. Esta, a su vez, se liga al Karma de su Galaxia, que se somete también al Karma de las demás Galaxias depen­diente del Karma de los Hemisferios Cósmicos.

El globo terrestre está sometido al metabolismo kármico de todo el sistema visible o invisible del Cosmos. Existe una ruta definida y un ritmo ascensional que lo impulsan hacia condicio­nes cada vez más progresistas en el cortejo planetario de su sis­tema solar. Justamente debido a la regencia de esa ley kármica que actúa en el sistema solar al que pertenece la Tierra, es por lo que, en ciertas épocas determinadas para la consolidación de su masa planetaria y del reajustamiento de su humanidad, se registran las secuencias de los "juicios finales" correctivos, tal como ya está sucediendo con vuestro orbe.



Pregunta: ¿No sufrió ya la Tierra modificaciones semejantes en el pasado, por cuyo motivo podría ser dispensado un nuevo evento kármico como el que anunciáis?

Ramatís: Realmente, la Tierra ha soportado ya muchos "jui­cios" parciales, sufriendo efectos kármicos que reajustaron su masa y modificaron ciertas regiones y zonas geográficas, en per­fecta concomitancia con la necesaria rectificación de una parte de su humanidad. Pero esta vez, la Tierra se modificará más intensamente en su naturaleza planetaria y eso influirá en mayor porcentaje en su humanidad, como determinismo kármico que requiere la modificación, ¡tanto de la morada como del morador!

Es un acontecimiento profético que proporcionará excelen­tes modificaciones a la masa terrestre y que beneficiará su hu­manidad después de la rigurosa selección espiritual. Y como sois viajeros de la nave terrestre, os encontráis sujetos, también, a su karma planetario...

Como todavía sois espíritus necesitados de experimentacio­nes en planetas primarios, tenéis que ajustaros al campo magné­tico de la sustancia terrestre, del mismo modo que el barro se ajusta a la voluntad del alfarero diligente. Pero no temáis, puesto que la Tierra, además de ayudaros a desarrollar el sentido direccional de la conciencia, contribuye a que os libréis definiti­vamente de las cadenas de las encarnaciones físicas.

Recordaos de que el orbe terrestre, con sus seducciones tran­sitorias, simboliza el mundo del César, en el que el alma, cuanto más se apega, más se ata bajo la disciplina implacable de su propio karma. En vez de lamentar el rigor y la inflexibilidad de las leyes kármicas que obran en el campo letárgico de las for­mas terrestres, el espíritu diligente y sabio se entrega a una vida de renuncia a todos los tesoros transitorios de la materia y se consagra incondicionalmente al culto del Amor al prójimo, con el fin de poder trasladarse más pronto al mundo angélico, que será su definitiva morada.



Pregunta: Estamos inclinados a suponer que la acción in­flexible del Karma sobre las almas que se hallan en tránsito por los mundos materiales, significa un cobro tan severo como el de la implacable ley del "ojo por ojo y diente por diente". ¿No es así?

Ramatís: En obras anteriores, os hemos explicado ya que la Ley del Karma no castiga y sí reajusta. Aunque ella os parezca una ley draconiana o un proceso por demás correctivo, por el que la causa equívoca más diminuta genera un efecto milimé­tricamente responsable, todo ello sucede siempre como objetivo para el logro de la felicidad del espíritu y para el más breve desarrollo de su conciencia angélica. El Karma es la ley bien­hechora que indica el camino cierto al viajero despreocupado y obstinado, corrigiendo sus pasos titubeantes y sus desvíos pe­ligrosos, para, así, ajustarlo más pronto a su ventura inmortal. ¡La humanidad terrestre se encuentra ya suficientemente es­clarecida para comprender que su sufrimiento tiene origen, en particular, en sus infracciones contra la Ley que justamente obra en su favor!

Toda vez que Jesús dejó elevadas enseñanzas que marcan la ruta necesaria para que el hombre viva en perfecta armonía con la Ley Kármica, que regula el equilibrio de la Vida y de la ascensión angélica, ¡jamás estarán justificadas las reclamacio­nes humanas, con el pretexto de cualquier injusticia divinal ¡Aún entre vuestra humanidad, la ignorancia de la Ley no es un cancerbero atento e implacable que intervenga punitivamente a cada momento en que os equivocáis. El pago del "céntimo por céntimo", se efectúa automáticamente por el propio espíritu culpable; y si a eso él se sujeta, es porque acostumbra a entrar en conflicto con las reglas que dirigen su ascensión espiritual. Entonces, le cabe sufrir la acción contraria de la Ley, tal como la criatura que se quema su mano en el fogón; no es porque éste sea vengativo y lo castigue, sino porque es un elemento comburente. Dios no cataloga ofensas practicadas por sus hijos, como tampoco concede condecoraciones a aquellos que lo li­sonjean constantemente. El estableció, sencillamente, leyes ecuá­nimes y sabias que actúan bajo la égida del propio bien. Ellas reúnen a los retardatarios, a los rebeldes y a los obstinados que todavía se estacionan al margen de los caminos de la vida ilu­soria de la forma, ajustándolos nuevamente al curso exacto de su ventura espiritual.

Es la propia criatura la que se coloca ante su obra, debiendo obtener los beneficios o sufrir los perjuicios, de conformidad con lo que disponga su voluntad en el sentido del bien o del mal. Aun considerando como severa y condenable la ley del "ojo por ojo y diente por diente" que citáis, se ve bien que el sentido exacto de esa sentencia punitiva sólo se comprende con la responsabilidad de la propia alma para consigo misma, pues si el concepto es draconiano ¡no establece otra cosa sino que la acción buena o mala practicada por el alma, haya de ocasionarle una reacción o efecto perfectamente correspondiente a su causa! Practicad, pues, solamente, acciones benéficas y, sin duda, será inocua para vosotros esa ley tan severa que, semejante a la de que "quien a hierro mata a hierro será herido", sólo se refiere al cuidado del alma para consigo mismo y no para con el prójimo.


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