Fisiología del Alma



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Pregunta: En el caso de los xifópagos o criaturas unidas por sus cuerpos físicos y por tanto imposibilitados de vivir sepa­radamente, ¿qué podéis decirnos?

Ramatís: En su mayoría, los xifópagos son portadores de un karma doloroso, toda vez que se trata de dos almas que desde largo tiempo se vienen odiando, en la estera de los siglos, sin oportunidad alguna de reconciliación amistosa. Entonces, la sabia ley del progreso espiritual echa mano de recursos correctivos extremos, y las reencarna en la misma familia, pero uniéndoles sus cuerpos físicos con el fin de que, sometidas a las mismas necesidades, y debiendo luchar por la sobrevivencia recíproca, terminen por sentir mutuo afecto. Espíritus enemigos, sin­tiendo mutuo odio, habiéndose destruido mutuamente también, cuando vivieron en cuerpos separados, después que son sometidos a las cadenas de la xifopagia y enlazados por los mismos inte­reses, se ven obligados a la solidaridad para sobrevivir. De ese modo, a través de la soportación compulsoria y de la forzada tolerancia mutua, se hace más corto el camino que ha de lle­varlas a la definitiva simpatía y a la futura afección espiritual.

La "duplicidad" de almas encarnadas en dos cuerpos unidos indisolublemente, que la Medicina califica como "acontecimien­to teratológico", cumple la dolorosa terapéutica del estímulo y de la contemporización para el necesario acuerdo espiritual y el cese del odio milenario. En general, tales xifópagos se ven obli­gados a ganar la vida exponiéndose al público en barracas circen­ses bajo la empresa de hombres que persiguen ganancias. Aun en este caso, es la Ley del Karma que les impone la corriente normal de la vida, que necesitan ser expuestos para escarmiento de la humanidad terrestre. A veces, tales espíritus son respon­sables de los odios que aun se transmiten secularmente entre familias demasiado apegadas a las tradiciones ancestrales.



Pregunta: ¿Qué podéis decir de algún médico que, con el fin de procurar alivio a los padres, practicase la eutanasia y aniquilase en la cuna de nacimiento alguno de esos seres xifó­pagos o deformados que muchas veces parecen terribles afrentas a la propia familia humana?

Ramatís: Ese médico incurriría en una grave falta para con el plano creador de la vida humana, pues el cuerpo carnal, sea cual fuera su aspecto y condición física, es siempre un valioso laboratorio de experimentación para el espíritu inmortal. Los médicos que practicaran la eutanasia, o los padres que con ella con­cordaran, dejados tomar del horror o de la repulsa ante la figura extravagante de los hijos xifópagos o enajenados, estarán retar­dando la ventura de aquéllos a los cuales deberían ayudar a vivir, ya que intentan su reajuste espiritual "descendiendo" a la carne para obtener la corrección de las insanias del pretérito. Hay que agregar que los padres de los xifópagos fueron casi siempre, en el pasado, los responsables directos de los brotes de odio que aun dominan a esos hijos. La xifopagia, como recurso compulso­rio que obliga a las almas a la mutua convivencia por la unión de sus cuerpos físicos, sirve para suavizar las aristas vivas del orgullo, del egoísmo, de la vanidad y del amor propio, que pue­den haber sido en el pasado las causas fundamentales de la insoluble hostilidad. El desconocimiento de las causas que pro­vocan una vida teratológica, no es motivo para que sea cortada; hay siempre un designio superior en tal acontecimiento, que no puede situarse bajo la dependencia de las impresiones desagra­dables que pueden causar a los encarnados que se dejen dominar por un excesivo sentimentalismo.

Pregunta: Encontramos eso natural, cada vez que, en vista de nuestra propia concepción estética del ser humano, tales nacimientos anormales terminan por chocar contra nuestro sen­timiento común. ¿No es verdad?

Ramatís: El mundo terrestre está poblado de creaciones cu­yas facciones, formas o aspectos, parecen desmentir el sentido estético y la sabiduría de Dios, que los creó. Tales son las ara­ñas, los sapos, los escorpiones, los murciélagos, los vermes y mil otras formas repulsivas que parecen inútiles y ostensivas a la vida normal. ¿Tendrá el hombre derecho a destruir todas esas creaciones, sólo porque le son antipáticas? ¿Deben desaparecer solamente porque él no las aprecia y las clasifica como aberra­ciones contra el sentido de la belleza común? Creemos que no, aun porque el hombre verifica que los vermes, los insectos, los reptiles, aves y animales que antes detestaba por hallarlos repe­lentes e inútiles, no sólo cumplen una ruta evolutiva trazada por la sabiduría de Dios, sino que producen incontables beneficios a la colectividad humana. El sapo, es un auxiliar excelente de la labranza, pues destruye las voraces orugas; no obstante, sin éstas, no sería posible la existencia de las mariposas, que deben llevar el polen de las flores para dar lugar a nuevas germinaciones bienhechoras. El murciélago, aniquila ciertos tipos de mos­quitos transmisores de fiebres palúdicas, mientras que en la he­rida en que se posa la mosca grande que se alimenta de carne muerta, no surge la gangrena. Sin las lombrices, ¿cómo se harían las galerías diminutas en torno a las plantas, que permiten el paso del aire que debe procesar las reacciones químicas que se efectúan en el seno de la tierra? Aunque se alegue la naturaleza peligrosa de ciertos animales venenosos, como las serpientes, los alacranes, los escorpiones o las arañas, la Medicina podrá con­firmar la cantidad de beneficios que ya ha podido distribuir con él empleo de, los venenos extraídos de tales seres que, a través de su función vacinoterapéutica, han producido alivio y curacio­nes de males sumamente terribles.

Sin embargo, ¡muchas criaturas hermosas viven subvertidas, dejándose obsesar por las pasiones degradantes, por los vicios más infamantes y por crímenes bárbaros, olvidados de que, mien­tras exhiben la belleza estética del cuerpo físico, esconden la monstruosidad en la intimidad del espíritu! ¡La historia os cuen­ta de criaturas hermosísimas que, asumiendo la realeza sobre pueblos infelices, se transformaron en verdaderos monstruos, co­metiendo crímenes infames, para la satisfacción de sus mañas y de sus intereses!

En consecuencia, la mala impresión que os causan los xifópagos, no es un motivo para anular uno de los más extremosos recursos kármicos de aproximación espiritual entre seres que se hallan todavía separados por el abismo del odio milenario. La eutanasia destruiría la última oportunidad qué tienen para to­lerarse mutuamente, hasta que la estimación bienhechora los en­cariñe fraternalmente; y aquéllos que la practiquen, sean médi­cos o los propios progenitores de los infelices deformados o xifópagos, no podrán librarse de la responsabilidad kármica futura, cuando deban permanecer unidas a sus víctimas hasta que éstas consigan obtener su felicidad espiritual.


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