Pregunta: ¿Cómo podríamos entender mejor esa hereditariedad psíquica que transmite la influencia enfermiza de una existencia a otra?
Ramatís: La transmisión psíquica, es posible a través de lo que llamaremos el "átomo-simiente" o elemento inmortal que preexiste y sobrevive a todas las muertes corporales, muy conocido por los oculistas y los teósofos. Es el precioso e indestructible resumen de la memoria etérica-sideral del espíritu, que guarda en su intimidad la síntesis micro psíquica de la vida mental y astral del alma, registrada desde los primeros brujuleos de su conciencia individual.
Durante cada nueva encarnación, el átomo-simiente activa las energías intermediarías entre el espíritu y el nuevo cuerpo físico, responsabilizándose con la manifestación legible de su conciencia en la esfera material, y simultáneamente en el mundo espiritual. Se encarga de plasmar en la nueva encarnación el verdadero temperamento psíquico inmortal del alma, asustándole sus virtudes y pecados, así como el bagaje tóxico, puesto que conserva en estado latente todos los impulsos y tendencias anteriores. Después de la muerte del cuerpo físico, se desata en la plenitud del Más Allá, consolidando la configuración inmortal del periespíritu. Es la seguridad de la estructura consciente de la individualidad espiritual, obrando en el mundo de las formas, en el seno de la Conciencia del Creador; es el registro definitivo de los hechos vividos por el alma en las caminatas del mundo carnal.
Pregunta: El sufrimiento, ¿beneficia solamente porque expurga los venenos psíquicos del espíritu, o modifica también la constitución del espíritu?
Ramatís: Es la Ley Kármica la que se encarga de rectificar a su debido tiempo los desvíos peligrosos cometidos por el espíritu durante sus excursiones por el mundo material, procediendo a la limpieza del periespíritu contaminado por la adherencia de los venenos, frutos de los descalabros e imprudencias del pasado. El cuerpo carnal, entonces, como si fuera un alambique encargado de drenar esos residuos perniciosos de la vestimenta periespiritual hacia el seno de la tierra, provoca en el alma, en su operación de eliminación, la sensación de dolor y sufrimiento. Se trata de toxinas que lesionan y masacran la carne mientras son expelidas hacia el mundo exterior, por cuyo motivo, la vieja tradición espiritual considera la Tierra como un "valle de lágrimas" en el cual las almas lavan y purifican sus trajes periespirituales, ¡con el fin de que después puedan participar en las nupcias del Cielo!
La túnica nupcial que el alma debe utilizar para tomar parte en el banquete del Rey, citado en la parábola contada por Jesús (Mateo 22-1 a 14; Lucas 14: 16 á 24), significa verdaderamente el resultado del lavado doloroso del periespíritu en el tanque de las lágrimas purificadoras del mundo carnal, del cual saldrá con sus vestimentas limpias. £1 dolor quebranta la rudeza y humilla el orgullo de la personalidad humana; obliga al espíritu a centralizarse en sí mismo y a procurar comprender el sufrimiento. En la introspección dolorosa por la ansiedad de resolver su problema aflictivo, el espíritu se ve en la necesidad de reconocer la precariedad, la presunción y la vanidad de su figura transitoria en el mundo de las formas.
Así como el calor evapora las grasas y el fuego apura la fusión del hierro para alcanzar el temple del acero, el dolor es como la energía que calienta la intimidad del espíritu y lo ayuda a volatilizar las adherencias ruinosas de su periespíritu. Es concentración de fuerzas que desintegran las toxinas psíquicas en el seno del alma, y que bajo la acción natural del magnetismo del mundo físico, se transfieren a la carne hasta que la muerte del cuerpo, después, las deposite en la tierra del cementerio, a través del cadáver en descomposición. Es por eso que, en general, los espíritus desencarnados ensalzan sus padecimientos en la carne, pues los consideran tan solamente como un proceso que los ayudó a aligerar de sí los residuos deletéreos.
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