LAS MOLESTIAS DEL CUERPO Y LA MEDICINA
Pregunta: Sabido como es que las molestias del cuerpo físico tienen íntima relación, no sólo con los desvíos del espíritu en la presente encarnación, sino también con los desvíos practicados en encarnaciones pasadas, que se reflejan en la vida presente por fuerza de la Ley del Karma, desearíamos saber qué papel está reservado al médico o qué valor puede tener su actuación en el caso de las enfermedades de origen kármico o espiritual. ¿Podéis hacernos alguna aclaración a este respecto?
Ramatís: Los médicos ayudan a las criaturas que sufren, a soportar y resistir estoicamente los dolores provocados por su propia expulsión deletérea descendida del periespíritu hacia la carne. Promueven los intervalos de alivio y de convalecencias, contribuyendo a que los enfermos no alcancen la fase de saturación y de desesperación psíquica, cuando se hallan sometidos a un exceso de sufrimiento continuo y acerbo.
En lo futuro, los médicos, además de ser preciosos servidores vigilantes de la composición sana del cuerpo físico, cumplirán la sublime tarea de ayudar a lograr el equilibrio mental y emotivo de sus pacientes, orientándolos para la conquista de la vivencia angélica que efectúa la curación definitiva del alma.
Pregunta: Pero todavía no contamos con rutas o cursos académicos especializados que puedan orientar a los médicos, facilitándoles el medio de lograr el diagnóstico seguro de las diversas necesidades espirituales de sus pacientes. Son raros los médicos que realmente están capacitados para cultivar en sus clínicas el viejo concepto helénico de "alma sana en cuerpo sano". ¿Qué podéis decirnos sobre esto?
Ramatís: La humanidad terrestre, en cuanto a sus necesidades espirituales, nunca fue olvidada por lo Alto, pues innumerables médicos del espíritu pasaron por la Tierra dejándonos sublimes y saludables rutas para la cura definitiva de su humanidad. Cada pueblo de vuestro orbe, de conformidad con sus costumbres, características psicológicas y religiosas recibió de su guía espiritual el programa cierto y elevado para que pudiera curarse de sus enfermedades psíquicas, aunque su cuerpo físico permaneciese enfermo debido a los desatinos kármicos del pretérito.
Buda en Asia, Hermes Trimegisto en el Egipto, Confucio en la China, Zoroastro en la Persia, Krishna y Rama en la India y Jesús en la Judea, además de otros líderes religiosos y terapeutas del Espíritu, enseñaron con devoto cariño cuáles son los verdaderos medicamentos para conseguir la curación del alma. Ellos pregonaron las virtudes espirituales en todos los climas geográficos del orbe, y lo hicieron de manera sublime y entendible para todas las criaturas. Explicaron que mientras los pecados hacen mal al espíritu y lo llevan al infierno, las virtudes lo benefician y lo conducen al cielo. La precariedad de la época en que actuaron en vuestro mundo, no les permitió transmitir sus conocimientos en lenguaje técnico y científico, como los podéis entender actualmente ante el progreso mental del hombre.
Pero es evidente que en vista de vuestro progreso actual, podéis aquilatar ya la virtud como un proceso científico y profiláctico que diafaniza el periespíritu, mientras el pecado ensombrece e intoxica debido a la producción de venenos psíquicos que después deberán ser expelidos en los charcos astrales o a través del cuerpo carnal debilitado y enfermo, mediante cruciales sufrimientos. En cuanto los pecados de la gula, el celo, la lujuria, la avaricia, el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la crueldad, la maledicencia o la hipocresía, producen fluidos tóxicos y lesivos a la delicadeza de la vestimenta periespiritual, el espíritu adquiere la salud cuando se habitúa a la práctica de la bondad, de la paciencia, de la humildad, de la pureza, de la honestidad, del amor, del altruismo, de la filantropía, de la frugalidad, de la renuncia o de la simplicidad.
Hace mucho tiempo, pues, que existen las más eficientes rutas para obtener la curación definitiva del espíritu; falta, apenas, que los médicos sean más comprensibles en su misión terapéutica, libertándose un poco más de la exclusividad compleja, de la exageración académica y de sus voluminosos compendios de medicina, confiando en las enseñanzas dejadas por Jesús, por cuanto son admirables medicamentos del más alto tenor sideral.
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